-Disclaimer: Hetalia Axis Power no me pertenece, todo es obra de Hidekaz Himaruya -Amén.-
Muchos agradecimientos a mi beta Kiriahtan.
La obscuridad había hecho acto de aparición en la casa de los soviéticos.
Y hacía frío.
Bielorussia amaba el frío, y en cierto modo los demás países pensaban que lo que más tenía parecido con la chica sería el frío. Es crudo y letal y hermoso y totalmente engañoso. Eso piensan todos (incluido su amado) menos su hermana mayor, Yekaterina. (oh, pero es que, ¿cómo pensaría Ucrania que ella era terrorífica?, ¡si la había criado, cielo santo!)
Ella avanza. Uno, dos, tres pasos. No se detiene; sabe perfectamente a donde la conducen sus pies cómo la porcelana misma (o así piensa Lituania). Porque Natasha es como una muñequita de porcelana, quitando el hecho de que gusta de llevar un cuchillo a todas partes y que no se quiebra con facilidad.
(O quizá ya está quebrada…)
—Hermano…—y su voz es apenas un murmullo inaudible, perdido en aquella silenciosa y vacía mansión. Cuando abre la puerta el chillido espeluznante retumba en su habitación. Y sigue haciendo mucho frío.
Y allí, arropada hasta la cabeza con una sabana pulcramente blanca, reflexiona. Reflexiona acerca de su hermano, ni más ni menos. Porque Iván Braginski es todo lo que Natasha necesita para sentirse completa. Casi libre (y válgase la ironía) en una jaula en la que es imposible escapar.
No.
Natasha sabe que por más que las puertas se abrieran ella no escaparía.
Y, oh, como ama el rojo. El rojo de la sangre que se esparce cuando acaba con sus enemigos (o el rojo que anhela su cuchillo de cierto yankee al que detesta.)
La niña no sabe cómo llegó allí, sólo sabe que llegó y que no hay vuelta atrás. Porque en verdad no la quiere y necesita ver a Russia para sentir que los fantasmas que la atormentan vociferando que "estará sola por siempre" se callen. Y que vean que no, que ella no está sola, que tiene al ruso y se harán uno, con un "y vivieron felices por siempre" bañado en rojo carmesí.
— ¡Hermano!—y su voz fría e insensible se vuelve tan melosa y cálida casi como la de cualquier chica. Casi. Porque Russia sigue sintiendo miedo, de cualquier forma (y la sigue mirando como la misma obsesionada y sanguinaria Natasha.)
—N-natasha…—murmura la nación, pillado por sorpresa y con una cara que Bielorussia trata de ignorar (por su propio bien). Mira casualmente (¿casualmente?) hacía todos lados, quizá buscando una manera de escapar (o como piensa ella, "buscando que nadie espíe su momento de intimidad.")
—Yo… ¡Cásate conmigo, cásate conmigo, cásate conmigo, cásate conmigo!—recita acercándosele con una mirada que Russia califica de homicida y depredadora. Traga saliva, retrocediendo como un minino asustado aún cuando él es quién todas las demás naciones temen.
—N-no… ¡Déjame!—e Iván, como siempre, encuentra una manera de escapar de las garras de su "siniestra" hermanita.
Una mueca de dolor se formó en el bello rostro de la bielorusa.
Su hermano la había rechazado.
Otra vez.
Le duele porque por más que pueda (aparentar) ser la misma muñeca de porcelana inexpresiva no puede evitar tener alguna debilidad.
Y Russia es su talón de Aquiles.
Pero ya no importa, en serio que no. Porque ella lo seguirá intentando. Una y otra y otra vez. Todas las necesarias para que él se dé cuenta de que lo único que necesita es a la fantasmal niña a su lado.
(Y para dejar de engañarse a si misma.)
Gracias por leer.~
