Corto oneshot basado en la canción Gasoline de Halsey; espero les agrade :)
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GASOLINE
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Una risa fluyó hacia la nada. Ni una droga había corrido por mi sistema en días, y este mareo siempre permanecía remanente en la parte trasera de mi conciencia… Y todo se abstraía, como una realidad hecha de mentiras, solo miraba alrededor en un desdén propio del moribundo, a la espera de que todo se desvaneciera en cualquier momento.
Luces parpadeaban, flasheaban, iban y venían entre música corroída por la descomposición humana, entre calles húmedas por vestigios desvanecientes de lluvia, arrastrando consigo esta suciedad casi inherente al asfalto hacia la negrura de las cañerías.
Pateé una lata abollada, rodó hasta algún poste rodeado por basura, bolsas ya rotas por animales callejeros que vagaban por esta zona… Como yo.
Y elevé la mirada al cielo en busca de sobriedad, un copo descendiendo hasta mi frente, seguido por otro y otro y… y daba igual cuánto frío rozase mi existencia, era difícil retomar algo de conciencia cuando no te rodea más que una apología al hedonismo.
Extendí mi lengua hacia la nada, esperando por un copo de nieve que se evaporase en ella, la perforación, una joya de hierro de un calibre catorce aún cicatrizando, aún doliendo. Y nada llegó, excepto por la boquilla de la botella de vino barato en mi mano.
¿Había dicho que ni una droga había corrido por mi sistema en días?... Bueno, no, al menos no una ilegal.
Y bebí a fondo blanco, hasta que no quedó nada más que vidrio y ebriedad tras de sí. Un callejón vacío esperándome en cuanto baje el cristal verdoso de la botella, y en un despliegue de simple aburrimiento lancé el objeto en mi mano para estrellarlo contra ladrillos ya corroídos entre lluvia y papel arrancado, con este aroma siempre presente a orina vieja y basura…
El crujir de vidrio se perdió en el ambiente, la oscuridad de la noche cubriendo mi pequeño crimen. Si se podía considerar uno.
Y solo vagué como algún animal callejero, la tormenta de nieve acrescentandose en una clase de advertencia tediosa sobre los peligros de la noche para alguien de mi edad. ¿Pero qué más daba? Los dieciséis eran para 'morir'.
Reí para mí por la idea, pasando una avenida sin fijarme en el semáforo, entre el pitar de mil autos, entre la esperanza de ser arrollado…
No había sido un buen día.
Para este punto, solo funcionaba a base de la sustancia al alcance de mis dedos.
¿Qué buscaba suplir?...
Tantas, tantas cosas, que contarlas era como tantear entre agujas por el hilo.
Pero qué más daba, qué más daba.
Y paso tras paso iba a ningún lugar en particular, pero ese algo que te hace humano, me guiaba hacia ese alguien que me hacía sentir humano. Hundido en la escoria, hundido en la autocompasión, en ese gris de desesperación… sentirme algo más que llana mierda era un placer mayor a cualquier droga, a cualquier felación.
Y allí me encontré, frente al porche de una casita de puerta café cenizo, ventanas en marco de madera rojiza, y fachada de un tono verde pasto claro. Colillas de cigarro entre nieve descansaban silenciosas, cadáveres de batallas perdidas contra el aburrimiento… y coló sí que estaba aburrido.
Busque un cigarro entre mis bolsillos moviéndome lejos del porche hacia el patio trastero. Deje el cigarro sin encender entre mis labios mientras saltaba la recién arreglada valla del jardín, esperando no romperla en el proceso. Para mi fortuna resistió.
Y me moví cual fugitivo de su propia vida hacia la ventana de su cómplice del olvido… busque por una guerrilla entre la nieve, añadiendo más tierra a mis uñas en el proceso, para luego tomarla entre mis dedos, sopesar la probabilidad de que rollo ese la ventana, y lanzada de igual forma aun si el resultado fuese una grieta en el vidrio.
Golpeó fuerte, no lo suficiente para romper el cristal, pero si lo suficiente para espabilar a un adicto a la heroína, así sea por un segundo, de su trance…por suerte para mí él era más de marihuana.
La ventana se abrió unos minutos después, el muy imbécil se había asomado sin camiseta, para dejar ir un gemido de frío seguido por una maldición desparramada de malas palabras que solo su boca se atrevía a espetar en mitad de la noche, en mitad del silencio absoluto.
"¿Que demonios quieres?" se adentro de nuevo, solo dejando su pálida cara lo suficiente afuera de la ventana como para verme "El sol ni muestra el culo y tu ya estás aquí jodiendo la puta vida" mi mirada se blanqueo en tedio.
"¡Estoy aburrido!" grite lo suficiente alto algo para ambos… y probablemente para el vecino, pero qué más daba.
"Y a mi que coño me importa"
"Voy a subir, no vayas a cerrar la ventana como la otra vez" sus labios se curvaron en una ladina sonrisa.
"Si no fueras tan lento. Sabes que se me quema más rápido la paciencia de lo que se me congela el culo" y se alejó de la ventana. Un suspiro fluyo de mis labios mientras iniciaba mi escalar, moviéndome con algo de esfuerzo entre esa remanente ebriedad, el viento y lo malditamente congelado de cada saliente de esta casa de mierda.
Por fin tras un breve lapso de agonía llegue a la ventana, entrando con dificultad en busca de algo que apaciguara mi desasosiego.
"Cartman" murmure su nombre viéndole de nuevo enroscado entre sus mantas.
Su madre tenía asuntos que atender en Denver hasta donde tenia entendido, un viaje de negocios, o una orgía en algún hotel de esos con caros… en fin, que para ella era básicamente lo mismo.
El gordo ya era lo suficiente grande para hacerse pajas y filtrar porros al patio del instituto, pero según su madre no lo suficiente grande para cuidarse; así que ese terrible orco, alias, la hermana de Stan, debía estar introduciendo tampones hasta el hartazgo por su incesante menstruación en algún lugar de esta casa. Era aterrador.
"Anda a la mierda Kenn. Mañana es lunes" sonreí ante el dedo medio que sobresalió de entre las mantas, me senté a su lado en la cama, reconociendo un condón usado en la esquina, un abrigo verde, de esos que usaba su proclamada alma gemela y… mi pecho cedió ante una punzada de…
"Hoy es lunes" corregí silenciado mis pensamientos con mis palabras, odiandome por esos destellos de humanidad que sólo él me generaba, como una sombra que cobra vida solo bajo la luz del sol.
"Ugh, maldita sea McCormick, algunos de nosotros si tenemos un puto futuro. Mañana hay clases"
"Hoy" corregí de nuevo riendo por lo bajo.
"Pudrete" Vire hacia otra dirección, vislumbrando una taza de café con las iniciales de ellos impresas contra la porcelana, y no pude evitar volver hacia la ventana en busca de una distracción entre los copos de nieve que danzaban sosegados al ritmo del viento, saboreando este pequeño refugio de calma que me patearía dentro de unas horas lejos de aquí.
Y sumido en la niebla del silencio, se atrevió a buscar por esas sombras difusas entre la espesura de la deliberada ignorancia… esas sombras de sentimientos, de preguntas que no me atrevía a formalizar más que por medio de esquivas miradas, forzada ironía y silencios ya hechos costumbre.
¿Por qué dolía?. Por fin me atreví a preguntar en la calma que el alba profesa, en el silencio de una madre que limpia condescendiente las penas de un hijo.
No lo sabía.
Sonreí ante la frustración que yació a la respuesta, al tanto de que no era más que una sucia falacia. Lo sabía, oh, si que lo sabía… pero temía dar forma de palabras a las respuestas, que hasta ahora se mantenían desfiguradas en el vilo del sentir…
Deje ir un suspiro antecesor a la valentía, y por primera vez en meses, sentado en su cama, a la orilla de la silente noche… me atreví a pensar sobre mi dolencia.
Odiaba mi vida.
Era un ente predispuesto a la tortura, tanto física como mental; una tragedia con patas, cuyo final ya plasmado en este mortificado rostro, sentenciaba una infelicidad perenne.
Estaba destinado, por tanto, a la desdicha… y como no odiar un destino irremediablemente doloroso, cuando todos a mi alrededor parecían, por el contrario, carecer siquiera de problemas mayores que una ruptura amorosa.
Temía vivir, pero era irremediable ese hecho, pues así como Prometeo, víctima de la inmortalidad era torturado hasta que los dioses lo liberasen de sus caprichosos castigos, yo debía esperar a por un descanso de mi maldición.
Era entonces, un punto negro en un mundo de blancos y grises… ese algo que desentonaba con la monotonía propia de la realidad, y por ende, entre tragedias y torturas, no me quedaba más que apelar a mi humanidad para generar siquiera un atisbo de felicidad en mi existencia.
Nuestras respiraciones, casi sincronizadas, se perdían en sonidos sordos en la nada.
"Culón" murmuré. Gimió por lo bajo en respuesta "Estoy cansado" bufo entre sus cobijas.
"Ni pienses que te dejaré dormir en mi cama" rodé mis orbes encontrando en el movimiento una fotografía del culon y su novia.
Pero poco a poco, en medio de ese mundo de sombras, descubrí otra tan bruna como yo.
Él.
Cuán absurdo, hallar un empatizar tan adorado en un objeto tan… tan él.
No podía escarbar por comprensión, añorar por entendimiento ajeno, pedir por palabras que embalsamaran mi ser de falsa esperanza… aislado del mundo en mi bucle olvidado, solo observaba desde el otro lado del abismo las espaldas sin cicatrices de esos seres completamente alienados de mi realidad.
"Somos mas similares de lo que quisiera" dijo él una vez, en mi punto más bajo… cuando decidí intentar saltar al otro lado de ese profundo abismo, en un desesperado intento por rozar la realidad de los demás… no logrando más que caer al vacío. Pero me salvó… estiró su mano desde algún lugar en el medio, pues no estaba con ellos; pero tampoco estaba conmigo.
"¿Similares?" recuerdo burlarme en silencio de sus palabras, perdidos en medio de la nada, ambos sentados sobre el techo de esa vieja camioneta de mi padre.
"Añoramos algo inconcebible para personas como nosotros. Felicidad habría de suponer. Siempre buscando por ese siguiente objetivo que generará siquiera un placebo de complacencia para luego ser decepcionados" recuerdo el silbido de los campos, las montañas de colorado rodeandonos como una manta blanca entre praderas infinitas que se estremecían en hondonadas olas de verde pasto ante el acariciar del viento. Naufragos vagando en un océano verde, refugiandonos sobre esta pequeña canoa de metal oxidado en tonos rojizos y amarillentos. Recuerdo preguntarme si al final del día nos hundiríamos.
"Pensé que solo le ibas a la marihuana" bromeé, sonrió junto a mí.
"Nuestras drogas son diferentes pobre de mierda. Las tuyas se limitan a las que se esnifan e inyectan… las mías son aquellas que implican un objetivo cumplido, tal vez un videojuego, tal vez las lágrimas de él… de ella" se encogió de hombros elevando su mirada al cielo sumido en tonos naranjas propios del atardecer. Mientras naufragábamos entre prados, el cielo se prendía en fuego… como si estuviésemos acorralados.
"¿Te place el sufrimiento ajeno?" pregunté al tanto de la respuesta sacando mi encendedor para jugar con él, encendiendo y apagándolo una y otra vez.
"Me pregunto… si lo hace" y a pesar de ello dudó "No soy tan simple" y su sonrisa creció infantil "Simplemente no sé por qué la gente se ofende tanto cuando intento divertirme" y se encogió de hombros buscando por algo entre sus bolsillos.
"Si, bueno, tus medios de diversión son bastante ofensivos de por sí. Ya sabes, como engordar a tu novia deliberadamente, solo para burlarte de ella y así conseguir… lo que sea que intentaras conseguir" encontró por fin un bien arreglado porro, lo acercó a la llama de mi encendedor, le encendí.
"Yo tampoco se que mierda intentaba… era solo… divertido. Y para este punto, tantos años después, aún si hubiese habido algo más allá del simple entretenimiento, muy probablemente no lo recordaría" y buscó por mi mirada, no le respondí, solo mirando hacia el horizonte mientras él detallaba en silencio mi perfil "Pero no son más que placebos"
"Placebos" repetí la palabra, saboreando el tono amargo que dejaba en mi pecho, y respondí a su mirada "Tal vez solo estamos rotos… y al no poder funcionar correctamente, solo emulamos lo correcto de forma sumamente incorrecta. A veces olvido como vivir, tu… tu lo haces más a menudo de lo que todos quisiéramos"
"No essa clase de cansado gordo de mierda… bueno, sí, un poco; pero no para dormir en tu puta cama" y aquí me encontraba, buscando por esa otra sombra, atraído de forma irremediable hacia esa reconfortante negrura que sabía perdonaría cualquier pecado mío, pues los suyos eran mil veces peores.
A veces olvidábamos como vivir… todo se desencajaba, como un rompecabezas que constantemente debíamos rearmar una y otra vez… ¿Era hora de ir al instituto? no, solo deseaba cogerme a la primera puta con tetas grandes que se cruzara en mi camino, ir a esnifar algún polvo barato, tal vez mezclarlo con vodka y red bull mientras me echaba una paja… y la realidad se desvanecía, porque todo dejaba de tener sentido, y las palabras de preocupación, las miradas sobre mis cicatrices me repugnaban en su hipocresía. No entenderían… nadie entendería. Excepto él.
Y él… de un momento a otro se perdía para volver unos días después en un estado decadente, su mirada perdida en decepción, su navaja con sangre seca y su pómulo amoratado. Nadie preguntaba, todos temían hacerlo… porque objetivo tras objetivo de su perversa fijación, se deterioraba y sucumbía si no era lo suficiente fuerte. Quien sobrevivía a Cartman rara vez lo hacía sin cicatrices. Y él… bueno, él si a duras penas perdía su juguete, su diversión.
Dolía.
"Cartman" murmuré su apellido buscando su figura en medio de la oscuridad.
Dios… sí que dolía recurrir a él cuando todo parecía perder color, cuando las sombras me engullían en incomprensión y… porque no me sentía más que como otro juguete más en su repisa.
Antes de poder encontrarle sentí su mano agarrar mi nuca, sus dedos jalando mi húmedo cabello por la nieve aún remanente hacia él, y labios se encontraron dolorosos.
Y aún cuando me sentía como un juguete más… era el único que seguí volviendo una y otra y otra vez, por más que doliese; pues solo yo le entendía, y solo él me entendía… y por profano que fuesen estos encuentros, ajenos a nuestras decadentes vidas… eran necesarios para aprender a vivir de nuevo.
Mis manos buscaron por sus mejillas profundizando el beso en una imperante necesidad por hacerle mío. Nunca era suficiente… y no me entendía, no entendía nada de esto… ¿Cómo llegas a este punto? ¿Que hace falta para dejarme subyugar por los caprichos del irónico destino, que hace falta para rendirme a los brazos de este cruel especimen?.
No lo sabía. Pero para atizar el fuego de mi tragedia con renovado combustible… A su lado sentía el placebo de felicidad más real que hubiese sentido hasta el momento.
Y coño. Si que dolía. Porque a fin de cuentas ni siquiera era mío… porque algún día se aburriría de este juguete, y me destrozaría como a todos los demás.
Y aún así… como un ternero camino al matadero, no podía evitar esperar.
