Primera historia publicada, será algo corto o largo, todo depende de ustedes. Sé que la canción es vieja, pero no había tenido oportunidad de dejarlo ver el mundo. Más o menos tengo una idea de cómo se irá desenvolviendo... Bueno, dejo que la lean.
Marry You
Es una hermosa noche,
Estamos buscando algo tonto que hacer…
Le echo un vistazo al informe que tengo en las manos, manteniendo la mente ocupada. El almuerzo ha pasado y las galletas de avena no me han llenado lo suficiente, así que tendré que emprender un viaje a la máquina expendedora al final del pasillo. Odio la chatarra de ahí, pero tiene calorías y grasa; suficiente para mí.
La computadora me alertó de un nuevo mensaje. Salté en mi asiento, soltando el informe y abriendo la bandeja de los mensajes, intenté no decepcionarme demasiado cuando noté que era Alice.
Alice: ¡Belly Bells! ¿Qué haciendo?
Rodeé la mirada y le respondí rápidamente que estaba ocupada trabajando, no como ella. No estaba de ánimo para hablar con nadie.
Alice: Amargada. ¿Quieres ir a emborracharnos?
La pensé, de verdad la pensé, pero realmente no había mucho qué pensar.
Bella: Salgo a las seis.
Alice: Yo igual (;
-a-a-a-
Tapeé en el teclado de la Mac de la empresa, escribiendo recordatorios que debía realizar para el lunes. Hoy era viernes, gracias al Todopoderoso. Casi gemí de alivio cuando guardé los recordatorios y pude buscar la opción de Apagar. La computadora se apagó, la pantalla se volvió negra y me regresó mi distorsionado reflejo, aun así podía verme en todo mi esplendor de miseria. Me sentía cansada.
Escondí el teclado en el pequeño cajón del escritorio. Revisé que no estuviera olvidando nada y apagué la pequeña lamparita. Salí de mi cubículo para acercarme al de Alice, sonrió al verme.
—Hey —dijo tomando sus cosas—. ¿Lista?
Asentí, iríamos al bar a emborracharnos hasta perder la consciencia, o ese era mi plan. Estaba dolida y cansada, llevaba seis noches sin saber de Edward luego de una gran pelea que tuvimos después de que le dije que era un imbécil por revisarle el trasero a mi vecina.
—¡No le miré el trasero a nadie!
—Eres un maldito mentiroso.
—¿Qué no entiendes que el único trasero respingón que me trae loco es el tuyo?
—¿Así que admites haberle mirado el trasero?
—¿Ahora de qué hablas? —gruñó.
—Dijiste trasero respingón…
—¡Me refería al tuyo! —Me interrumpió—. Esto se arreglaría si te mudases conmigo… Nada de mujeres vecinas rondando en los pasillos.
Estaba enojada a ese punto, y comencé a lanzarle cosas mientras le gritaba que nunca me mudaría con un traidor. Fue un golpe bajo. Pero sabía que no era inmune a los pequeñísimos shorts que usaba Jessica para "hacer ejercicio"; esa perra había estado detrás de mi novio desde que se mudó, ¿no entendía las cosas cuando lo veía entrar a mi apartamento y no salir en toda la noche? ¿Qué cree que hacíamos? ¿Jugar damas chinas?
Todo terminó a media noche cuando él intentó terminar la pelea y besarme y yo solo le propine una cachetada y le dije que no quería volver a verlo. Se fue. Y no regresó a la mañana siguiente ni la siguiente de esa ni la siguiente de las anteriores con un ramo de lirios a intentar persuadirme de perdonarlo. Aunque era yo la que debía pedir disculpas.
Suspiré cuando nos encaminamos cada quien a su auto y dijo Alice que la siguiera. Las lágrimas se acumularon en mis ojos para cuando salimos del estacionamiento y dejé que fluyeran libremente, los dedos me cosquilleaban por llamarlo una vez más en el día pero me abstuve para seguir conduciendo por las calles de Chicago.
Recordé la noche que lo conocí. Ese día había tenido un día de mierda en la oficina y fui al parque para relajarme. Edward intentaba darle un paseo a Spike, el perro de Emmett, y sin embargo el Husky Siberiano lo paseaba a él.
Me reí y fui en su ayuda cuando cayó en el suave pasto. Llegué hasta él luego de tratar de que los tacones no se quedarán atascados en la hierba y le sonreí.
—¿Ocupas ayuda?
—Eso creo. Gracias.
Su mano tocó la mía, su calidez me hizo estremecer mientras Edward se levantaba, di un paso atrás por el esfuerzo que hice para ayudarlo y él alcanzó a sostenerme de las caderas impidiendo mi encuentro con el suelo.
—Vaya, gracias.
Alcé la vista y me encontré con esos cautivadores orbes esmeraldas, brillando al encontrarse con los míos. El corazón me vibró y perdí el aliento. Spike decidió darme un empujón y terminé estrellándome contra el duro pecho de Edward; quien agradeció la ayuda del Husky y me tomó de las mejillas para besarme.
Limpié mis mejillas al estacionarme detrás de Alice, viéndola bajar con gracia, al darse cuenta que no me movía llegó hasta el lado del conductor y golpeó la ventanilla. Mi estómago tembló cuando me bajé, al percatarme que estábamos cerca del dichoso parque. Controlé las lágrimas.
—¿Estás bien? —preguntó Alice cuando me encontré a su lado, le di una pequeña sonrisa y asentí—. De acuerdo, vayamos a conquistar esa botella de tequila —Entrelazó su brazo con el mío y nos adentramos en el bar.
-a-a-a-
Media botella de tequila después reía libremente y me sentía demasiado acalorada, el ligero vestido que había escogido para el trabajo ese día me ayudaba, pero el aire en el bar estaba demasiado concentrado de cigarro y sudor.
Nunca había sido muy amiga del alcohol, pero era esto o seguir llorando bajo las mantas. Alice se distrajo tecleando en su teléfono, seguramente hablaba con Jasper. Le sonreí a un chico que pasó a mi lado y murió tan rápido como se formó al verlo sentarse en una mesa junto a una chica pelirroja que sonreía realizada.
—Vamos a bailar —sugirió mi amiga, completamente entusiasmada. Supongo que la expresión en mi rostro no era la mejor.
Tomó mi mano y cuando creí que nos acercaríamos a la pequeña rockola que había en el bar, agarró nuestras cosas y salimos del establecimiento. Respiré el aire fresco pero seguía confundida.
—¿Alice?
No se detuvo al escucharme llamarla.
—¿Qué no íbamos a bailar?
Las piernas me temblaron al notar que nos acercábamos al Grant Park, intenté soltarme de su agarre.
—¡Alice!
Estaba aterrada. De pronto se dejó escuchar una canción. Era como campanillas y tambores sonando en un ritmo tranquilizador. Una y otra vez, sin la voz de ningún cantante. Entonces lo vi… Edward. De pie en el centro del parque en medio de decoraciones sin sentido. Había lirios por todas partes de todos colores además de lámparas redondas de papel color azul y blanco, iluminando tenuemente. Se veía más hermoso que nunca; rodeado de las cosas que me gustaban.
—Te quiero —susurró mirándome fijamente. Sostenía una bolsa de papel marrón en la mano izquierda.
Me había encontrado bailando mientras preparaba la cena de esa noche. Apenas encontró tiempo disponible en su ajetreado trabajo en la oficina, él era jefe de departamento, a diferencia de mí por lo que sus días eran más ocupados. No trabajamos juntos, ni en edificio, ni en la misma manzana; así que nuestras oportunidades para vernos eran cada vez más reducidas.
—¿Qué?
Dejé la mezcla del pastel de chocolate que iba a preparar como postre y me acerqué a él, intentando no demasiado para no mancharle su impecable traje. Soltó la bolsa con cuidado y me atrajo hacía él sosteniéndome de las caderas. Recuerdos del primer día invadieron mi mente.
—Te quiero, Bella —Su voz fue más firme, con más convicción. Sus orbes esmeraldas brillaban con un sentimiento demasiado fuerte que hizo temblar mis rodillas.
Me sonrió cuando fui sentada en una silla y la música seguía fluyendo en un repetido ritmo que comenzaba a encantarme. Comencé a llorar. Vestía uno de sus impecables trajes negros y no llevaba corbata. Sonrió y me guiñó el ojo cuando de la nada salieron todos nuestros amigos a pararse junto a él, saltando al ritmo de la canción.
Edward sostuvo el micrófono que nunca le vi en la mano cerca de su rostro y comenzó a cantar. O hacer playback, lo que me hizo reír aliviada porque mi chico no tenía futuro como cantante.
Es una noche hermosa,
Estamos buscando algo tonto que hacer.
Hey nena,
Creo que quiero casarme contigo.
¿Es la mirada en tus ojos?
¿O acaso es el jugo del baile?
A quién le importa nena,
Creo que quiero casarme contigo.
La voz de Bruno Mars me envolvió mientras nuestros amigos se movían en lo que parecía una perfecta coreografía. Tapé mi boca impresionada y enternecida en partes iguales.
Conozco una pequeña capilla en el paseo donde podemos ir...
Nadie se enterará, vamos chica.
A quién le importa si tenemos
Los bolsillos llenos de dinero
Que podemos derrochar,
Una foto típica, y ya está, chica.
No digas que no, no, no, no-no;
Solo di sí, sí, sí, sí-sí;
Y nos vamos, vamos, vamos, vamos-vamos.
Si estas preparada como yo estoy preparado.
Edward se acercó moviendo los labios y se arrodilló frente a mí, tomando mi mano para besar mis nudillos y luego regresar a su lugar y saltar con nuestros amigos. Todos sonreían y coreaban la canción, haciéndose participe en el coro.
Voy a buscar un anillo,
Deja que las campanas del coro suenen como oooooh,
Así que, ¿qué quieres hacer?
Solamente hay que hacerlo, nena.
Si nos despertamos y quieres romper, está bien.
No, yo no te culpo;
Fue divertido, nena.
No digas que no, no, no, no-no;
Solo di sí, sí, sí, sí-sí;
Y nos vamos, vamos, vamos, vamos-vamos.
Si estas preparada como yo estoy preparado.
Mi menté voló a todos esos hermosos recuerdos que compartí con él los últimos dos años y medio. Hermosos y desastrosos, llenos de peleas y discusiones que él terminaba cuando yo comenzaba a llorar del enojo, aunque lo empujaba me sostenía con fuerza hasta que me dejaba besar y las cosas se arreglaban en mi cama o la suya. Cada día fui feliz.
Es una noche hermosa,
Estamos buscando algo tonto que hacer.
Hey nena,
Creo que quiero casarme contigo.
¿Es la mirada en tus ojos?
¿O acaso es el jugo del baile?
A quién le importa nena,
Creo que quiero casarme contigo.
Es cierto, no podía decir que la última semana fui feliz… Pero por esa misma razón permanezco sentada. La vida sin él me parece difícil de vivir.
Edward se acercó a tiempo, arrodillándose a la vez que lanzaba el micrófono lejos y alzaba una caja de cuero negro. La abrió mientras me cantaba con susurros para evitar las desafinaciones.
Solo di acepto
Dime ahora mismo nena,
Dime ahora mismo nena.
Solo di acepto
Dime ahora mismo nena,
Dime ahora mismo nena.
Porque es una noche hermosa,
Estamos buscando algo tonto que hacer.
Hey nena,
Creo que quiero casarme contigo.
—No creo. Quiero casarme contigo. Porque te amo y eres la mujer que ha conquistado mi corazón. Por favor dime que sí, Bella —suplicó mientras terminaba la canción—. Di que sí a la continuación de nuestra historia de amor…
Nuestros amigos dejaron de saltar mientras se aplaudían a ellos mismos.
—¡Di que sí, Isabella! —gritó Emmett.
—¡Vamos! Tu atarantado novio no nos dejó descansar estas dos semanas —Le siguió Jasper, sonriendo mientras abrazaba por los hombros a Alice.
—No la presionen o nos echará la culpa en unos años —dijo Rosalie.
Nuestros amigos se rieron, incluso Edward. Él seguía arrodillado, con las cejas alzadas en expectación ante mi silencio. Me mordí el labio.
Revolví el rostro contra la almohada, negándome a despertar mientras el dolor escocía en mis entrañas. Despertar era sinónimo de llorar, y lo odiaba. Detestaba llorar. La almohada olía a Edward y la abracé con todas mis fuerzas, logrando controlar las lágrimas. Cerré los ojos con fuerza mientras inhalaba la fragancia de su shampoo.
Luego de media hora me obligué a levantarme, lavé mis dientes y bajé las escaleras. Tallé mis ojos al llegar al primer piso, no recordaba lo que era dormir en mi cama individual desde hace años. Mucho menos con alguien a mi lado.
—Buenos días, Isabella —saludó mi madre. Observándome con sus orbes castaños, su cabello rubio recogido en una coleta. Estaba haciendo de desayunar.
—Buenos días, madre. ¿Cómo estás?
—Mejor. Dejé de llorar luego de media noche —dijo, apagando la estufa.
El estómago me tembló al ver sus ojeras. Mordí el interior de mi mejilla, haciendo un sobresfuerzo para respirar.
—¿Quién es ese muchacho?
—¿Edward? —Asintió—. Es… un amigo.
—¿Duermes con todos tus amigos?
—Mamá —hablé con tono de reproche, no me gustó la forma en que lo dijo.
—Solo di que es tu novio —Sonrió picándome el estómago.
Realmente no lo sabía. Teníamos seis meses conociéndonos pero no me lo había pedido, habíamos dormido juntos el último mes y no dudó en acompañarme a las afueras de Portland para no dejarme sola en estos momentos difíciles. Pero de todas formas, no éramos novios.
—¿Dónde está?
—Cortando el pasto de enfrente —Señaló hacia el jardín en la entrada y me encaminé allí, dejando el tema sin concluir. No quería decirle algo a mi madre sin que Edward estuviera de acuerdo.
—Es un encanto, por cierto.
Deje pasar su comentario y salí, encontrándolo sin camisa empujando la podadora por lo largo del jardín. Apreté los muslos al ver su pecho desnudo, ligeramente velludo. Exhalé empujando mis pensamientos pecaminosos lejos, avanzando hasta él.
—Hola —dijo cuando estuve lo suficiente cerca.
—Hola —respondí en voz baja, todavía alterada por su piel expuesta—. Qué lindo de tu parte hacer esto —Apunté la podadora, siguiéndole el paso por lo largo del jardín.
Me guardé el comentario acerca de lo mucho que mi padre disfrutaba podar el pasto, sentía que era algo útil al no poder entrar a la cocina y a su vez matar tiempo libre cuando no pasaban algún partido en la televisión.
—No es nada. Me agrada tu madre.
—Y a ella le agradas tú —Le regalé una sonrisa.
—¿Enserio? —Su mirada lo dice todo, le sorprende que la fría Renée Swan encuentre algo de empatía en él.
—Sí, cariño.
No es hasta que termino de hablar que comprendo lo que he dicho. Estos seis meses el único apodo que le he dado es idiota o galán. Y ni eso se puede considerar algo lindo. Apagó la podadora acabando de cortar el pasto y me sonrió. Una sonrisa encantadora. Que no sabía, pero se convertiría en mi favorita y haría mis bragas temblar.
—¿Acaso escuché un halago hacia mi persona? —Se burló.
—Te acabo de decir algo lindo y lo único que haces es un comentario sarcástico—Bufé e iba a dar media vuelta hasta que noté como se comenzaba a formar un grupito de muchachas quinceañeras fingiendo tomar el sol aunque sabía que querían admirar a Edward.
Él no tenía lo que se decía "cuerpo de estrella de cine", pero conocía por la boca de Emmett que iba al gimnasio cada vez que la oficina y yo lo dejaba. Así que estaba delgado y sin gramos de grasa; a diferencia de mí. Además de que era un chico de fuera y eso aumentaba su atractivo.
—Cambie de idea —dije a la vez que saltaba para rodear sus caderas con las piernas, sosteniéndome de sus duros hombros mientras él posaba las manos en mi culo—. Bésame, cariño.
Se rió pero cumplió mis deseos. Dándome un beso suave, mordisqueando mi labio inferior logrando arrancarme gemiditos de placer.
—Mi mamá quería saber si eras mi novio —Moví las cejas de forma sugestiva—. Supongo que con la muerte de Charlie quiere aferrarse a mi vida amorosa —La voz se me quebró al mencionar a mi padre, pero dejé los malos sentimientos lejos.
—Lo lamento, Bella —repitió por tercera vez desde que le conté.
Tres días atrás recibí la llamada de Renée contándome las malas noticias, Charlie había sido vencido por el cáncer en sus pulmones. Recuerdo sus constantes bromas diciéndome: Bella, cariño, no fumes sino quieres terminar como yo. Al día siguiente estábamos enterrándolo mientras Edward me aferraba contra él y me dejaba llorar. Mamá se encontraba peor que yo, abrazando a mi tío Garrett; quien golpeó a papá en su boda luego de que intentará detenerlo de seguir manoseando a la tía Charlotte en la pista de baile debido a que se caía de borracho. Papá lo había perdonado después pero las cosas no volvieron a ser las mismas. Extrañaba a Charlie y sus bromas, me lo contaba todo.
—¿Y qué le dijiste a Renée? —preguntó. Me conocía bien sabiendo que mis pensamientos se estaban yendo hacia el camino triste.
—Nada. No creí que mentir estuviese bien.
—¿Por qué mentir?
—Porque no somos novios —dije, obviando las cosas.
Sus orbes esmeraldas brillaron, sus cejas pobladas se fruncieron dándole un aspecto mayor. Enredé los dedos en su cabello cobrizo, rascando su nuca logrando relajarlo.
—¿Entonces lo que hacemos es algo normal entre amigos tuyos?
Rodeé los ojos.
—Te pareces a Renée, ya veo por qué le caes bien —Le saqué la lengua.
—Hasta me atrevería a decir que parecemos esposos —murmuró con una sonrisa danzando entre sus labios finos color cereza—, pero no quiero precipitar las cosas —aclaró antes de que comenzará a protestar.
—¿No quieres casarte conmigo? —Hice un puchero en medio de mi broma. Se rió.
—Quien sabe. ¿Tú quieres?
—Quien sabe —Fruncí el ceño repitiendo sus palabras—. Mejor entremos antes de que decidan venir a hablarte —Me bajé deshaciendo nuestro abrazo y apunté con el mentón hacia el grupo de quinceañeras que esperaba estuviesen revolcándose de la envidia al ver que era mi hombre.
—¿Me presentarás como tu novio? —interrogó antes de llegar a la puerta.
—¿Sin una bonita declaración…? No lo creo —Me crucé de brazos. Volvió a darme esa sonrisa, mi favorita, y me rodeó con los brazos para después pellizcarme el trasero.
—Listo. Ahora eres mía —bromeó abriendo la puerta.
Solté el labio entre mis dientes.
—¿Ya sufriste lo suficiente? —bromeé.
Agachó la cabeza un segundo antes de mirarme con expresión divertida, lanzándose para besarme.
—Perdóname por no haberte respondido los llamados —susurró sobre mis labios—, quería hacerme de desear. Ya sabes, tú usas mucho esa estrategia —Me guiñó el ojo.
—Tú lo has dicho, mi estrategia.
—Gruñona.
—¿Así es como te diriges a tu futura esposa? —cuestioné cruzándome de brazos. Extendí las piernas para que él quedará entre mis muslos mientras sus ojos se abrían de la impresión.
—¿Qué?
Nuestros amigos gritaron de júbilo, abrazándose entre ellos. No sé por qué esperaron tanto, mi corazón no soportaría decirle que no a este hombre que me ha apoyado y abrazado cada vez que lo he necesitado.
—Que acepto casarme contigo. Te digo que sí, también te amo. Aunque me hayas hecho llorar esta semana…
Se levantó y me haló para rodearme con los brazos y así alzarme los centímetros que me superaba para juntar nuestros labios. Ahora era un beso necesitado. Su lengua se hizo su propia entrada para tocar apenas la mía.
—Pasaré el resto de mi vida compensándote —dijo—. Aunque no le miré el trasero a esa vecina tuya —agregó, pellizcando mi culo.
Reí y le saqué la lengua, como siempre hacía.
—¿Prometes que será para toda la vida?
—Lo prometo.
Deslizó el anillo en mi dedo para fortalecer su promesa. La pequeña piedra brillaba gracias a la luz de las lámparas de papel, teniendo incrustados alrededor pequeños zafiros azules, encabezando el aro de oro blanco. Sonreí y volví a besarlo, saltando para rodear su cadera con mis piernas regresando a aquella tarde soleada en Portland cuando descubrí que quería casarme con este hombre.
¿Es la mirada en tus ojos?
¿O acaso es el jugo del baile?
A quién le importa nena,
Creo que quiero casarme contigo.
Este es uno de mis tesoros. Espero haberlo pulido y embellecido bien, y sea de su agrado. Háganmelo saber en un review, por favor. Les agradezco que hayan decidido entrar por aquí y leerlo.
Ojalá nos veamos pronto.
Besos, Florence.
