DISCLAIMER: el Potterverso (incluyendo lugares, personajes...) pertenece única y exclusivamente a J. K. Rowling. Yo, como fan (obsesionada con el slash) de su trabajo, sólo me limito a jugar con los frutos de su imaginación (shippear a Dumbledore y Grindelwald, a Remus y Sirius, a Harry y Draco...).

DISCLAIMER 2: Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".


¡Hola! Hello! Konnichiwa! Salut! Hallo! ¿Qué tal? ¡Aquí llega una vez más, Sherry Furude!

El fic que os traigo en esta ocasión lo escribí para, como he indicado antes, un Desafío. Consistía en que me daban cinco palabras al azar, y con ellas yo debía crear un fic de cinco capítulos, cada uno de los cuales debía incluir una de ellas. Así pues, me puse a trabajar y... bueno, aquí está. La verdad es que me ha costado un poco, sobre todo determinados capítulos (cofcofeltercerocofcof) porque no tenía ni tiempo ni inspiración. Aun así, nada es imposible, y pude terminar el fic dentro del plazo.

Al principio de cada capítulo indicaré la palabra que contiene. Este primer capítulo contiene "gota".

Deseándoos una agradable lectura y un feliz Año Nuevo se despide

Sherry Furude


Cap. 1: Risas y truenos.

Una fuerte tormenta caía aquel día en Mould-on-the-Wold. Dentro de su acogedora casa, el pequeño Albus apretaba la nariz contra el cristal de la ventana de su cuarto, entretenido; ver la lluvia caer era uno de sus pasatiempos favoritos.

Repentinamente, un relámpago brilló contra las oscuras nubes. Unos segundos más tarde, el ruido de un trueno resonó en los oídos del pequeño. Albus sonrió. Le gustaban las tormentas eléctricas. Cada vez que caía un rayo, un agradable escalofrío le recorría la espalda, una mezcla de miedo y excitación.

Un segundo rayo, acompañado también al poco de su inseparable trueno, cayó. Apenas había vuelto a instaurarse el silencio en la habitación cuando una idea apareció en la cabeza del niño: ¿y si abriera la ventana? Así sentiría el agua y el aire en su propia piel, y además vería caer la lluvia mucho mejor, sin ese molesto reflejo del cristal. Sin embargo, en el mismo momento en que puso la mano en el tirador de la ventana cayó otro rayo y se escuchó un pequeño grito. Sorprendido, Albus se preguntó quién habría gritado. Un nuevo rayo cayó, causando otro nuevo grito. Intrigado, el pequeño salió al pasillo.

Era Ariana quien había gritado. Podía verla a través de la puerta abierta de su cuarto, de pie junto a su cuna y temblando de pies a cabeza. A su lado, Aberforth la tenía agarrada por los hombros (con poco más de un año, sólo se mantenía de pie si había alguien que la sujetara) e intentaba calmarla inútilmente.

-¿Qué pasa, Abby? –preguntó Albus, extrañado.

-Es Ariana –respondió el pequeño. Sus ojos azules mostraban preocupación-. Le tiene miedo a…

Pero no hizo falta que hablara más. Antes de que Aberforth pudiera decir una sola palabra más, un trueno resonó por toda la casa, causando que Ariana soltara otro grito y temblara aún más violentamente.

Albus lo entendió todo al instante. Se agachó junto a su hermana y susurró:

-¿Te dan miedo las tormentas, Ari? –la niña asintió; al hacerlo, su melena rubia se balanceó de arriba a abajo- ¿Por qué?

-Poque no me gutan –contestó ella con su torpe hablar infantil- Etá ocudo y cae muta agua. Y hay tuenos y dayos.

-¡Pero si las tormentas son muy chulis! Te voy a enseñar algo que te va a encantar. Ven.

Albus tendió sus manos. Tras dudar durante unos momentos, Ariana las agarró y los dos comenzaron a andar, atravesando la habitación. Aberforth los siguió tímidamente. Cuando llegaron a la ventana, Albus elevó a su hermana cogiéndola en brazos.

-Hay algo muy guay que se puede hacer sólo cuando llueve –comenzó a explicar-: carreras.

-¿Cadedas?

-Sí: carreras de gotas de agua –puntualizó, orgulloso-. Escoge una gota de las que hay en la ventana, Ari. Y tú también, Aberforth –Ariana puso un dedo regordete sobre el cristal, y Aberforth puso su índice en el extremo opuesto. Un relámpago cayó, pero la niña pareció no darse cuenta-. Y ahora veis qué gota cae más rápido. Empezamos en 3… 2… 1… ¡ya!

Al mismo tiempo, Ariana y Aberforth comenzaron a mover sus dedos hacia abajo, siguiendo el movimiento de sus respectivas gotas. En pocos segundos, el de Ariana tocó finalmente el marco de la ventana.

-¡Has ganado, Ari! –exclamó Albus con una sonrisa.

Una risa cantarina escapó de los labios de la pequeña justo al mismo tiempo que un trueno resonaba por toda la casa. La niña, sin embargo, siguió riendo, contenta por haber ganado.

-Vamoz a jugad ota ved –pidió ella- ¡Ota, ota cadeda!

Albus y Aberforth rieron. Ambos estaban seguros de que a partir de ese momento, por muchos rayos que cayeran, Ariana sería siempre feliz.