Este es mi primer Fanfic, así que espero que sean comprensivos conmigo.  Gracias a Claudia de Snape por ayudarme a subir la historia, ojalá te guste.

Los personajes no me pertenecen, son de J.K. Rowlin, pero he de decir que pienso que ya pertenecen a todos aquellos que nos sentimos fascinados por estos libros.

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PUERTAS MÁGICAS

Era una calurosa tarde de Julio, y en el desván del número 4 de Primet Drive el calor se estaba haciendo insoportable.  Aún así Harry estaba tumbado en su cama, mirando el techo con aburrimiento, empezando a sentirse francamente hastiado.  Hastiado del calor, de su habitación, y de todo cuanto lo rodeaba.

Giró en su cama y pensó en visitar a la señora Figss. Pero no se le ocurrió ninguna excusa para que lo enviaran allí. Este verano no había sido como los otros.  Ahora que sabía que la señora Figgs sabía quién era él, sentía alegría de poder ir a su casa.  Claro, tenía que mostrar fastidio de parte de los Dursley, pero era fácil engañarlos.  La señora Figgs le preparaba panecillos y pastel de calabaza y le hablaba de su familia, de magos y costumbres y las tardes eran mucho más entretenidas.  Las cartas de sus amigos llegaban a su casa, y no había problema si quería leerlas tranquilamente acostado en el sofá. Pero no se sentía bien.  Aún no se acostumbraba a la idea de que Sirius estuviera, estuviera… que se hubiera marchado. 

Prefería las tardes solitarias en su habitación, para recordar todo lo que había sucedido el año anterior.  Para los Dursley era preferible que no bajara y para él era más cómodo no tener que hacer un esfuerzo para mostrarse indiferente.  Sabía que debía permanecer en su casa si quería estar fuera de peligro, pero dentro de sí todo esto le parecía una tontería. 

La profecía era muy clara.  Harry moriría a manos de Voldemort o viceversa.  No había forma de escapar de esto.  Y retrasar el momento no tenía caso, al final sucedería, no importando lo que el profesor Dumbledor hiciera.

Estaba fastidiado de que todos lo protegieran y cuidaran.  No le importaba nada.  Ya no tenía a Siritus, no tenía a sus padres y estaba condenado a vivir con gente que lo aborrecía.  Le hubiera gustado enviar todo a paseo y que sucediera lo que tenía que suceder.

"Tus amigos no lo permitirán".  Esa vocecilla en su cabeza era de lo más inoportuna.  Aunque no quisiera siempre le hablaba cuando menos se lo esperaba. "Todos se preocupan por ti, no puedes defraudarlos".  "¿Y que si los defraudo? – pensó – "No tengo porque vivir para los demás.  Yo no elegí esta cicatriz.  No elegí que mataran a mis padres y no tengo obligación de responder por ello ante otros".  "Ellos no te piden que respondas, sólo que te des cuenta que no es una guerra personal sino contra todo el mundo mágico".

Harry se levantó, deseando que la voz se callara.  Empezó a caminar en círculos.  "Pero el ministerio de magia no quería aceptarlo, las personas no creían lo que decía, nadie escucho lo que el profesor Dumbledore decía.  Si no escuchan, yo no tengo porque preocuparme".  "Pero te preocupa.  Sabes muy bien que si no se le detiene no importará nada.  Los que se opongan morirán, la orden no será suficiente para detenerlo, muchos morirán como Sirius, y sólo porque estas enfadado contra tu destino."  ¡No es mi destino!  - gritó tan fuerte que despertó a su lechuza, quién dormía placidamente en su jaula – "La profecía fue clara, lo único que tienes que hacer es prepararte.  Sabes que la resistencia final debe provenir de ti.  Puedes rechazarla, aceptarla o no hacer nada y esperar lo que venga.  Pero entonces todo lo que han hecho, la muerte de Sirius incluso, no habrá valido la pena".

Harry se dejó caer en el suelo.  Esos pensamientos lo corroían por dentro desde hacía mucho.  Una parte de él se sentía molesto por esa profecía.  No entendía porque lo habían involucrado en todo esto. Esperaban que el resistiera, que el matara a Voldemort. Pero eso era imposible, Voldemort era mucho mejor mago que él.  Era inútil luchar porque no había escapatoria.  Pero la otra parte, la mayor, sabía que si ese era su destino no quedaba más que prepararse y aceptar su papel en esa guerra. 

Hubiera preferido encontrarse a miles de kilómetros y no tener preocupaciones, como Ron y Hermione que estaban felices con su familia sin tener que soportar ese peso.  "Te equivocas, la familia de Ron esta en peligro constante, ellos ya tomaron una decisión.  Ron lleva el peso de perder a cualquiera en cualquier momento, incluso, ya perdió a un hermano.  Hermione tiene el peso de su sangre, de ser un objetivo para Voldemort y sus mortífagos, y de cualquiera que este de acuerdo con sus ideas.  Y ambos te seguirán a donde vayas, aunque sea a un duelo con el mismísimo Voldemort.  Ellos lo han arriesgado todo por ti.  ¿No puedes arriesgarlo todo por ellos? ¿Y Neville, Ginny, Luna?  ¿No merecen vivir felices? ¿No merecen vivir sin temor de que sus familias se vean rotas?  Neville perdió a sus padres.  Tu por lo menos tienes dulces recuerdos, sabes que te amaban.  El en cambio tiene que verlos en San Mungo, convertidos en extraños.  Todos tienen coraje Harry, todos desean justicia.  Y si tu eres quién debe darla, no debes renegar de ello".

Era una lucha constante con su conciencia.  Sentía odio, rencor.  Pero el desaliento lo consumía a veces.  Deseó estar con sus amigos para sentirse mejor, o por lo menos, menos solo.  Se quedó viendo por la ventana y de repente reparó en que el cielo se había obscurecido.  No creyó que fuera tan tarde, pero al mirar el reloj, notó que aún no eran las cuatro.

Podría no se nada, pero las probabilidades de eso eran pocas.  Tomo su varita y bajo apresuradamente las escaleras y se topó con tía Petunía que lo miró con ojos asustados.

- ¿Se puede saber que te pasa?

- Nada.  - Escondió la varita en el bolsillo trasero del jeans, para que ella no la viera - Esta un poco oscuro, ¿no te parece? –  Tía Petunia miro a  la ventana como si no se hubiera dado cuenta de nada.

- ¿Oscuro?  Claro que no.  ¿Qué pretendes hacerme creer?

Harry siguió su mirada y se asombró.  Afuera brillaba el sol, hasta casi hacer que los ojos dolieran por el resplandor de la calle.

- Bueno, ahora que te dignaste bajar necesito que vayas a comprar leche.

- Eh. Yo.  Claro. 

Salió de la casa con un extrañó presentimiento.  Se suponía que no debía salir, pero no creía que pasara nada a plena luz del día.  La tienda se encontraba dos calles más abajo, y el camino era bastante transitado.  Sin embargo a medida que caminaba veía con frecuencia hacía atrás.  La sensación de que algo no marchaba bien iba creciendo.  Sacó su varita y camino más aprisa, sin importarle si alguien lo veía, pero la calle estaba desierta. Cuando llego a la esquina iba en franca carrera.  El cielo volvió a oscurecerse y Harry vio por el rabillo del ojo que sombras empezaban a surgir de los callejones.  La tienda se encontraba al finalizar la calle, pero no estaba seguro de poder llegar a tiempo.  Se detuvo y giró en redondo para enfrentarse a las sombras, pero no había nada.  Lentamente volvió la vista hacia la tienda para calcular el tiempo que le tomaría alcanzarla…

Un chorro de luz roja le pasó rozando el hombro y Harry no esperó más.  Se precipitó en su carrera, agachándose y zigzagueando, huyendo de los haces de luces que surgían de todos lados.  Pero no avanzó mucho.  Una luz le golpeó la pierna y calló estrepitosamente sobre unos botes de basura.  Se levantó con dificultad, intentando seguir, pero otra luz le golpeó la espalda y supo que estaba perdido.  Se giró, con la varita en alto para defenderse.  Un hombre con capucha se apareció frente a él.  Justo en el momento en que le lanzaba un hechizo, y antes que Harry pudiera hacer algo, sintió que lo tomaba por los hombros y lo halaba hacia atrás.  Todo se volvió negro y no supo nada más.

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Cuando Harry abrió los ojos lo primero que noto fue un fuerte dolor en la pierna.  Se incorporó y su costado también le dolió.  Se encontró acostado en una cama que no era la suya.  La habitación le era desconocida.  Había una gran ventana a su derecha, y la cama parecía antigua.  Tenía doseles en la parte superior, como en su dormitorio de Howarts, pero definitivamente no se encontraba allí.   Las paredes no tenían ningún retrato, pero había una chimenea.  Encima había piezas de ajedrez y algunas botellas.  Un gran armario dominaba la pared de la izquierda.  Había cómodas en ambos lados de la cama.  Un sofá y una pequeña librera completaban la decoración.  La chimenea estaba encendida y el ambiente era agradable. 

El se encontraba en pijamas y al levantar la sábana noto que le habían curado la pierna, ya que se encontraba vendada.  También tenía un vendaje alrededor de la cintura, pero no le dolía tanto como la pierna.

Se levantó con dificultad, y apoyándose en un bastón, que se encontraba casualmente al lado de la cama, se acercó hacia la ventana.  La abrió y se inclinó acacia afuera. No reconocía el paisaje, aunque era claro que se encontraba en el campo.  No en una casa como la de Ron, más parecía una mansión.  Y la habitación en la que se encontraba debía estar en el tercer nivel.

- ¿Qué demonios crees que estas haciendo?

Harry se sobresaltó tanto al oír esa voz que casi pierde el equilibrio.   Giró lentamente teniendo miedo de lo que iba a descubrir, pero sabía, aún antes de verlo, a quién pertenecía.

- Te pregunté que estas haciendo Potter.  No debes levantarte de la cama.

- Profesor Snape ¿Qué hace usted aquí?

- Viendo a un muchacho demasiado tonto como para permanecer en la cama.  ¡Vuelve inmediatamente antes que decida emparejar tus piernas para que no puedas levantarte nuevamente!

Harry caminó con dificultad, sintiendo una inmensa rabia contra Snape.  ¿Qué diablos hacía él allí?

- Profesor  - Harry hizó una mueca al acostarse - ¿Dónde estoy? ¿Qué hace usted acá? ¿Qué pasó?

- Una pregunta a la vez Potter.  – Se acercó con un vaso en la mano - Bebe esto – Harry  lo tomó con desconfianza.

-Potter si quisiera envenenarte lo hubiera hecho hace mucho tiempo. Pero tendría que rendir un informe demasiado pesado frente a Dumbledore y soportar las preguntas de los demás.  Es demasiado trabajo por una satisfacción tan pequeña, así que bebe. 

Harry tomó todo el contenido de un solo.  Era profundamente amarga, pero no quiso hacer ningún gesto frente a Snape.  Este tomó el vaso y se dirigió hacia la puerta.

- ¡Profesor!  Yo quisiera saber…

- Todo lo que quieras saber te lo dirá el profesor Dumbledore, Potter.  Estará aquí más tarde.  Podrás hacerle todas las preguntas que quieras.  Ahora, ¡cállate y duérmete!

- Pero… sólo dígame donde estoy… por favor – estas últimas palabras fueron muy difíciles de decir.

- Bien, si insistes en saberlo.  Estas en mi casa Potter.  Así que obedece y duérmete… Sus ojos fulguraron en forma siniestra y luego se retiró. 

Harry creyó que le sería muy difícil conciliar el sueño después de semejante noticia, pero se durmió casi inmediatamente.  Al despertar deseo que todo fuera un sueño, un mal sueño.  Pero al abrir los ojos con lentitud se dio cuenta que lamentablemente no era así.   Las cortinas de la cama estaban echadas.  Al estirar la mano para apartarlas se dio cuenta que no le dolía el costado.  Esta vez no le costó tanto levantarse y nuevamente se acercó hacia la ventana.  Era de noche, tenía que haber dormido mucho tiempo.

- ¿Te gusta el paisaje Harry?

- ¡Profesor Dumbledore! – Harry se sorprendió gratamente.  El profesor estaba sentado en el sillón cerca de la chimenea.  Se incorporó lentamente y se acercó.  Sus ojos transmitían preocupación.

- ¿Cómo te encuentras?

- Bien.  Me duele un poco la pierna, pero por lo demás estoy bien.

- Me alegro.  Nos diste un buen susto Harry.

- ¿Les dí? – Se sintió molesto al interpretar que le estaban echando la culpa de lo sucedido – Lo lamento pero no creo haber provocado nada.

- Lo se Harry, lo se.  Es un decir.

- ¿Qué fue lo que sucedió profesor?

. ¿Por qué no tomamos asiento? – con un movimiento de la varita apareció otro sillón.

Harry se sentó y esperó lo que el profesor quisiera decirle.  Pero al ver que no parecía dispuesto a hablar, decidió hacer las preguntas él.

- ¿Y bien?

- Oh.  Lo siento, estaba tratando de pensar en la mejor manera de explicarme.  Verás, parece que han querido hacerte una pequeña emboscada.  No estamos seguros quién, aunque todo apunta hacia algunos mortífagos deseosos de quedar bien con su señor.

- ¿Voldemos ordenó…?

- No, claro que no.  El no es tan torpe Harry.  Estoy seguro que fue por iniciativa de alguno de sus ayudantes.  Voldemort jamás te atacaría sabiendo que hay muchos que te protegen.

No le gustó la idea que insinuaba Dumbledore, acerca de que lo tenían vigilado.

- ¿Qué paso entonces?

- No quisimos exponernos a una lucha a plena luz del día, frente a muggles.  Habría causado algún revuelo.  Así que uno de los nuestros te "liberó" de la situación.

-¿Liberó?  Yo sólo sentí que alguien me jalaba. 

- Bueno, es una forma de llamarlo.  Abrieron una puerta mágica, por medio de la cual fuiste trasladado a un lugar seguro.  Lamentablemente el hechizo que te lanzaron alcanzó a golpearte, fue por esto que te desmayaste.

- ¿Quién abrió la puerta?

- Fue Tonks.  Ella era la que estaba más cerca.  Observó la nube que te seguía y supo que te estaban acorralando.  No debiste salir Harry.

- No fue mi idea – no le gustaba que lo acusaran de ser imprudente – Tia Petunia me envió por leche.

- Si, lo se.  Hable con ella. – Harry puso cara de asombro.  No podía imaginarse a Dumbledore hablando tranquilamente con su tía.  Seguramente ella se puso histérica. – Parece que no termina de convencerse que no estas totalmente a salvo fuera de casa.  Es por ello que hemos decidido que te quedes en casa de uno de nosotros el resto del verano.

- ¿Si? ¿Iré con Ron?

- No Harry.  Estarías en peligro en casa de cualquier miembro de la orden.  El lugar más seguro para ti es este.

- ¿ESTE? ¡¡PERO SI ES LA CASA DE SNAPE!!

. El profesor Snape Harry.  Es el lugar más seguro por el momento, ya que ha nadie se le ocurriría buscarte acá.

- Pero… Pero… - sentía un nudo en el estómago – no… Sn… el profesor Snape no lo permitirá.

- Él esta de acuerdo Harry.  Desde el momento en que le explicamos la situación lo estuvo.

- ¿Pero porque aquí?   La casa de Sirius es muy segura también.

- Veras Harry.  No hemos podido volver a entrar a ella.  Sirius era el último miembro con derechos sobre ella, y ahora que el… se marchó, la casa no acepta que nadie entre.  Además no lo decidimos nosotros.

- ¿Entonces quién?

. Cuando se abren puertas mágicas, estas eligen hacia donde te llevan.  Si tú les dices "Howarts" no te llevarán por estar protegido contra hechizos.  Si les dices "Banco de Gringot" te llevarán frente a su puerta.  Pero si les dices "Llevame a un lugar seguro"  Ellas decidirán cual es ese lugar. Saben mejor que nadie lo que conviene a cada situación.  Tonks solicitó una puerta hacia el lugar más seguro para ti, y… te enviaron a esta casa.

- Debe haber estado dañada.

- Que curioso, lo mismo dijo el profesor Snape.

- Pero podría irme a otro lugar.  – Harry tenía la esperanza de convencer a Dumbledore.

- La Orden ya votó Harry.  No podemos cuidarte las 24 horas, y Voldemort o sus ayudantes tratarán de llegar a ti antes de que entres a Howarts. 

. Pero nadie me pidió mi opinión.  Yo podría ir a Howarts ¿sabe?  No me importaría llegar con semanas de anticipación.  Podría quedarme en la enfermería, o Hagrid podría cuidarme, y estando dentro del colegio no habría problema.

- La señora Pomfrey esta de vacaciones y Hagrid esta de viaje.  Escucha Harry, se que esto es duro para ti.  También es duro para el profesor Snape.  Pero él esta dispuesto a cuidar de tu salud. Es un excelente maestro de Pociones y bajo sus cuidados te recuperaras rápidamente.

. Eso si no decide envenenarme primero.

Dumbledore rió, dulcificando su rostro y prestándole un brillo especial.  Harry se sorprendió de lo cansado que se veía.   Él no tenía porque agregar cargas sobre sus hombros.  Dejó escapar un suspiro de resignación frente a todo esto.

. ¿Podré salir de la habitación?

. No veo porque no.  El profesor Snape te dirá a donde puedes ir y que puedes hacer.  – Harry pareció dispuesto a protestar – recuerda que es su casa.  Pero no te mortifiques,  te visitaremos todos los días.  Estoy  seguro que se llevarán bien ustedes dos.

Harry lo dudaba, pero si iba a estar de "huésped" en esa casa lo mejor que podía hacer era resignarse y aprenderse las reglas para evitar cualquier incidente.

Poco después que se marchara el profesor Dumbledore, Snape había aparecido con una poción para que Harry la tomara, e inmediatamente se durmió.