Personajes de Mizuki e Igarashi
Dado al gran éxito obtenido decidí detallar más el capítulo espero sea de su agrado y si no, no me interesa. Besos.
Hoy es el cumpleaños de Terry Granchester, mi esposo, llevamos varios años de casado el matrimonio ideal se podría decir, desde hace seis meses para acá volvió hacer el hombre, "tierno y considerado"; todos los días me traía un ramo de flores "muy dulce él", ¿a quién engaño? Siento que se dio cuenta que había llegado una hora antes de lo habitual a su oficina para irnos a casa como todos los días… Susana su fiel secretaria una hermosa rubia de un metro sesenta y cinco, delgada, de caderas pronunciadas y ojos azules no estaba en su escritorio para recibirme con la sonrisa alegre que la caracterizaba; ese día estaba en el escritorio de mi esposo con él encima gimiendo como loca, gritando "¡más fuerte Terence, más fuerte, has que me traspase mis ovarios!", ¿cómo no entré y le galoneé los cabellos a ambos? No lo sé, no era el momento apropiado. En mi agonía por la traición del hombre que creía amaba más que a nadie recibí un mensaje de voz:
-Hola Candy, soy Albert el amigo de tu esposo quiero confirmarles que sí estaré con ustedes el sábado 28 de enero para celebrar su cumpleaños, como siempre iré solo sigo soltero, ja, ja, ja felizmente soltero se lo puedes recalcar a Terry; los solteros somos más alegres. No te enojes Candy, ja, ja, ja, ja a distancia puedo ver tu cara con aire de vieja, aún, así… sigue siendo hermosa con tus bellas y delicadas pecas.
Con ese mensaje supe que todavía le gustaba me pregunté, ¿por qué nunca se me declaró? Y sobre todo ¿Por qué el siendo un hombre alto, apuesto, rubio, delgado de ojos azul claro como el cielo nunca se casó teniendo en la actualidad 37 años de edad?
Así que inicié mi plan de seducción, fui temprano a una tienda de lencería atrevida, escogería el vestido más atrevido y provocativo que hubiese en toda la tienda; ahí vi el vestido perfecto, rojo pasión extremadamente corto que al mínimo movimiento se me vería hasta el escapulario ja, ja, ja, ja. Si ese hombre no caía en mis redes entonces es un ser de otro planeta. Faltaba nada más la ropa interior en realidad sólo usaría la parte inferior estaría sin sostén para que en un descuido apreciara mi escote. Ese hombre sudaría frío ¡Listo! Un pequeñísimo bikini de encaje negro que fácilmente se perderá en mi entreglúteo, de calzado unos tacones color negro extremadamente altos.
Llegó el tan ansiado día, Terry se fue temprano y, me prometió que estaría puntualmente a las ocho de la noche.
Arreglé toda la habitación quien fuera nuestro lecho nupcial durante años de hecho puse las mismas sabanas en la que habíamos hecho el amor el día que nos casamos, estaban guardadas como una especie de trofeo un hermoso blanco satén, esparcí algunos pétalos de rosa a su alrededor, mejor dicho decoré todo tal cual mi "adorado" esposo había hecho ese día que "romántico" ¿No? Por supuesto la luz tenue y algunas velas encendidas dando ese aire de romanticismo, la luz de la habitación era entre amarilla y roja. ¿Quién se imaginaría que en esa cama definitivamente no la iba a disfrutar el cumpleañero si no el invitado de honor? Su entrañable, queridísimo amigo que tanto aprecia, me pregunto, ¿si él también sabía de las infidelidades de mi esposo y se calló? Si es así será doble venganza porque esa amistad se esfumará.
Sonó el timbre y puse en marcha mi venganza.
-Hola Bert, ¿Cómo estas tiempo? Tiempo sin verte. Pasa adelante- lo abracé efusivamente pegando sin ningún pudor mis pechos a su bien definido pectoral le tomé las manos para guiárselas a mi cintura diciéndole- abrázame sin miedo estás estático, inmóvil y sudando por Dios, ja, ja, ja, ja, ja. Fue cuando el reaccionó y me hizo girar emocionado. Le di un sutil beso muy cercano a su comisura labial, poniéndole nervioso.
-Perdóname Candy, es que te vez realmente hermosa, wow toda una ninfa dispuesta para su dios.
-Gracias, mi amor. Pasémonos a la sala-. Él con carita de perrito faldero en busca de a quién subírsele para saciar sus bajos instintos me siguió sin chistar. Me senté frente a él y fugazmente crucé las piernas, él carraspeó un poco metiéndose los dedos por dentro de la corbata como para aflojársela un poco sin dejar de sonreírme, ¿qué habrá visto? Ja, ja, ja, ja. Me acerqué a él, mi escote había quedado frente a su mirada-. ¿Te puedo ayudar a desajustar tu corbata? Estás acorralado.
-¿Ah?
-Acalorado, querido.
-Sí, sí, un poco- nuestras miradas se cruzaron- tus ojos color verdes no dejan de ser atrayentes.
-¿Sólo mis ojos?
-Eh…
-Serviré champaña, te refrescará. Falta para que llegue el agasajado.
-Ok.
-Fui directo a la estantería de licores, me subí en uno de los asientos del minibar para dar alcance a la bebida etílica, que nos serviría de elixir pasional. Él al ver que de igual forma me costaba agarrar la botella se acercó por atrás de mí para ayudarme a bajarlo en ese intento su pelvis chocó con mis bien tonificadas nalgas, aproveché para pegarme más a él, sentí su dureza que le fue difícil de ocultar, él de inmediato sin pensarlo me volteó, tomó mis labios con su boca y lengua atrayéndome cada vez más hacia él, sus dedos se metían por dentro de mi cabellera rizada y mis dedos por dentro de su lisa cabellera rebelde.
-¿A qué hora regresa tu marido?
-No sé- le pude medio contestar entre los profundos y lujuriosos besos que nos dábamos- espera un segundo.
Con una mano agarré la botella y dos copas de cristal le dije que la habitación estaba al final a mano derecha.
Entramos entre besos y risas, bebiendo champaña. Albert me sentó en la cama para desanudarse la corbata de su fino traje de etiqueta de corte italiano. Miró alrededor.
-Es un error está habitación la vas a usar con tu marido por lo que veo.
-No es un error y, sí, está es la habitación nupcial por llamarle de algún modo, pero aquí deseo yacer contigo o es ¿qué no eres hombre? Le dije tocándole su bien pronunciado miembro. Por un lado me puse nerviosa realmente su amiguito es grande. Sin embargo, se lo acariciaba, a la vez, que abría una de mis piernas para que viera todo lo que se iba a perder si se arrepentía.
Él con la respiración agitada me alzó y me quitó el vestido lanzándolo por algún lado de la habitación; por suerte no fue encima de una de las velas.
Intercambiamos miradas azul, verde y sin pensarlo dos veces nos volvimos a besar de forma más salvaje, demandante, nuestras respiraciones se aceleraban cada vez más, su legua se posaba por cada parte de mi cuerpo; cuello, busto todo a la par, mientras él se terminaba de despojar de sus atuendos, quedando solo en bóxer negro. Puso su boca a nivel de mis caderas; empezó a oler mi sexo y acariciarlo con su lengua y labios.
-Como siempre me la imaginé rosada, con una divina fragancia a rosas silvestres, su sabor indescriptiblemente dulce. Me la chuparé toda hasta hacerte jadear del placer mi hermosa Candy.
-Gracias mi Albert, hazme el amor como nunca se lo has hecho a otra.
-Eres única y especial en mi vida sólo tú me atraes me enloqueces, mira mi miembro esta erguido por ti desea estar dentro de ti.
-¿Qué esperas para hacerlo?
Se quitó el bóxer dejándome perpleja su sexo realmente es ¡Indescriptible! Dios no sabía si iba poder entrar en mí dado a su tamaño, estaríamos hablando de unos 21 o 23 cm de largo y de grueso 7cm. ¿En qué paquete me metí? Pero a lo hecho pecho. No queda de otra que aguantar.
Me sumergí o mejor dicho nos sumergimos en una entrega lujuriosa, él se acomodó en mi entrepierna y poco a poco me fue penetrando con algo de dificultad, se retiró volviendo a posar su lengua en mi vagina para lograr que tuviera otro orgasmo haciéndome lubricar más, enajenada por la excitación está vez sí, ingresó en mí con facilidad embistiéndome con fuerza, volviéndome loca de pasión.
-¿Te gusta?
-Me encanta, eres el gurú del ¡sexo! Mi amor, mi adonis ¿Dónde estabas metido?
Él sonreía con mis exclamaciones sexuales, aumentando sus movimientos, mordiéndose los labios cuando en ocasiones me lo empujaba más.
-No tienes ideas de cuantas veces me masturbé pensándote, imaginándote debajo de mí Candy, exclamando mi nombre.
-Ya te complazco mi amor… ahí va… ¡Albert, Albert, sigue mi amor Albert eres el gurú del sexo, sabes, como complacer a una mujer!
Terry bajaba de su auto traía unas rosas rojas y unos bombones de chocolate para su adorada mujer, ya tenía pensado algunas bromas que le haría a su amigo por su soltería.
Al abrir la puerta de su casa no daba crédito a lo que escuchaba un ruido proveniente de su habitación, ¿será posible, estaré imaginando? No era imaginación era la voz de Candy que exclamaba: "¡Albert eres un toro en la cama!".
-¡Rayos son unos desgraciados!- corrió hasta a la habitación que estaba semi abierta y, vio sus cuerpos desnudos bañados en sudor con Albert encima de Candy cogiéndola sin ningún reparo.
-¡Malditos los dos! –dijo lanzándoles los bombones y las flores.
Ambos se pararon en seco. Candy con una sonrisa triunfal expresó:
-Hola mi amor ¡Feliz cumpleaños! ¿Te gusta tu regalo? Decidí atender al invitado ja, ja, ja
-¡Malditos, los voy a matar!
Albert se quitó de encima de Candy para ponerse velozmente su pantalón; Terry abrió los ojos de par en par al ver la exagerada erección de su examigo, movido por la rabia fue al armario a sacar un bate de béisbol para golpearlo; al Candy ver sus intenciones se logró poner sólo la diminuta prenda íntima, porque el vestido no lo hallaba.
Terry le asestó a Albert varios batazos que él logró esquivar.
-¡Tú tampoco eres un santo Terry! ¡Acepta que tu mujer y yo nos amamos!
-¿Se aman? ¡No me hagas reír está despechada porque me encontró con Susana haciendo el amor! Pero de mí nadie se burla, ¡te mataré a ti por traidor y luego a ella por puta!
Continuará.
