Mentes criminales.
Capítulo 1.
Habitualmente, los días que van a ser días perro, suelen empezar muy tranquilos. O al menos es una creencia que siempre hemos tenido en el Hospital General de Hamburgo, y mucho me temo que en otras partes del mundo no cambian las cosas.
Sea como fuere, ese día perro fue el peor de todos, y no lo digo por la consulta médica, pues ese día estaba de lo más floja. Yo no tenía nada qué hacer ahí, sinceramente, desde que renuncié a ser pediatra para entrar a las filas de la medicina forense, el hospital había dejado de ser mi área, pero como varios de mis amigos aun trabajaban ahí, de vez en cuando iba a darme una vuelta a visitarlos. Sin embargo, ese día estaba ahí por otra razón mucho más importante, iba a que me dieran una consulta médica gratuita para valorar el estado de mi rodilla, pues no hacía mucho que me la había luxado después de intentar una marometa bastante estúpida, así que ahora iba a que dos de mis mejores amigos, Leo Shanks y Gwen Heffner, me dieran el visto bueno para poder volver a mis actividades. Si bien ni Leo ni Gwen eran traumatólogos de profesión (él era cirujano, ella era urgencióloga), yo confiaba mucho en su capacidad, y prefería que ellos me atendieran a ir con un traumatólogo real… Otra vez.
- Yo te veo mucho mejor.- me dijo Gwen, checando la movilidad de mi rodilla.- Te cuidaste como debías.
- Fue tu castigo divino por dejar pediatría.- bromeó Leo, y yo le di un codazo.
- No me causa gracia.- musité.- Me perdí los festejos del 16 de septiembre por culpa de eso. O mejor dicho, por culpa de ustedes, que no me dejaron.
- ¿Qué se celebra el 16 de septiembre?.- preguntó Gwen, fingiendo inocencia.
- Yo por eso celebro la toma de la Bastilla.- replicó Leo.
Yo bufé. Ella era alemana, él, francés. Qué iban a saber los dos de festejos mexicanos… En fin… No estaba ahí para quejarme, quería salir corriendo de ahí antes de que la crema y nata de la pediatría llegaran a fastidiar. Había algo en el ambiente, no sabía decir qué, que me daba mala espina, como si algo malo estuviese a punto de suceder.
- Bueno, todavía te quedan las festividades del año que viene.- me consoló Gwen.
- Y son las del Bicentenario, así que más vale que no me lastime de nuevo.- refunfuñé.- Maldita rodilla, ¿para qué se luxa?
- Pues para qué andas metiéndote donde no te llaman.- replicó Leo.- Anda y ve, te está esperando.
- ¿Quién?.- pregunté.
- ¿No va así una canción de José José?.- preguntó Gwen.
- Da igual.- se rió Leo.
Charla vana que no conseguía tranquilizarme. Era como si presintiera que se avecinaba el fin del mundo, que traducido al lenguaje médico, equivaldría a un accidente de autobús con varios pasajeros heridos de gravedad.
- Gracias por todo.- les dije a mis amigos, ansiosa por marcharme de ahí cuanto antes.- Lamento haberles quitado el tiempo.
- Como si tuviéramos algo que hacer.- dijo Leo.- Ha estado de lo más…
- ¡No lo digas!.- gritamos Gwen y yo, al mismo tiempo.
- … tranquilo… .- concluyó Leo.
Es tremendamente conocido entre los médicos que nunca, jamás, debes decir que un servicio está tranquilo, porque la superstición dice que esa palabra traerá la maldición sobre las cabezas de quienes laboren en dicha área y a partir del momento en el que palabra sea pronunciada, comenzará a llegar más y más trabajo, el cual incrementará de manera exponencial hasta conseguir que todos terminen vueltos locos y muertos de cansancio. Gwen y yo, como el 98% de los médicos del hospital, creíamos en esa maldición, la habíamos vivido en carne propia, pero Leo formaba parte del 2% restante que pensaba que eso era una tontería.
- No sean supersticiosas.- se rió Leo.- No va a pasar nada…
Pero no bien acabó de pronunciar esas palabras cuando se acercó la asistente médica que trabajaba en recepción, avisando que alguien deseaba comunicarse urgentemente con el médico encargado del área de urgencias. Sin decir una palabra, Gwen dio un paso al frente y se marchó con la asistente, mientras Leo me mandaba una mirada de burla.
- De seguro crees que ahora le dirán que vienen 5 ambulancias en camino.- dijo.
- No. Lo que de seguro creo ahora es que no la has invitado a salir todavía.-repliqué, tomando a mi amigo con la guardia baja.
- No sé de qué me hablas.- de repente, a Leo le pareció de lo más interesante mirarse la filipina que llevaba puesta.
- Hazte pato.- repliqué.- Ya dile a Gwen que te gusta y déjate de andar con mensadas.
- Sabes muy bien que me gusta, tan bien como sabes que no soy yo el del problema.- suspiró Leo.- Ella es tan tímida, demasiado, tanto que si me acerco más de lo laboralmente permitido, salta como si el contacto conmigo le causara una descarga eléctrica. Así, no puedo pedirle que salga conmigo, no me volverá a hablar jamás.
- Tanto como que "jamás" no creo, pero sí huirá unos días.- suspiré.
- Por eso mismo es que no la he invitado a salir.- confesó Leo, con humildad.- Aun no sé cómo.
Yo podía comprenderlo, y no podía culparlo: Gwen Heffner era la mujer más tímida del planeta. Sea como fuere, no tuve oportunidad de añadir algo más a nuestra plática, pues en ese momento regresó la mencionada con una cara de seriedad que me asustó.
- ¿Qué sucedió?.- inquirió Leo, poniéndose serio al instante, pues sabía muy bien que el ver a Gwen así nunca indicaba buenas noticias.
- Algo así.- bufó ella.- Viene en camino una ambulancia con un paciente masculino de 78 años de edad, con Glasgow de 5. Se cayó de una altura de 10 metros, al parecer, de cabeza. No saben hace cuánto tiempo fue, los nietos lo encontraron al llegar a casa, inconsciente y en un charco de sangre, e inmediatamente llamaron a una ambulancia.
- ¿10 metros?.- grité.- ¿Qué estaba haciendo?
- ¡Glasgow de 5!.- silbó Leo.- Ya debe de estar pidiendo pista.
Yo pensé lo mismo. Eso de "pedir pista" era una expresión muy usada por los cirujanos de ese hospital para decir que el paciente estaba a punto de fallecer.
- No tengo la menor idea de lo que hacía.- respondió Gwen.- Y sí, Glasgow de 5 a juzgar por lo que me dijo el paramédico de la ambulancia.
- ¿Viene intubado?.- preguntó Leo.
- No lo sé, mucho me temo que no.- respondió Gwen, haciendo una mueca.- No me quisieron responder, por lo que me supongo que no.
- Si no viene intubado, se les va a morir antes de llegar sino es que se les murió ya.- comenté. Se supone que con un Glasgow menor a 8, el paciente ya no tiene muchas probabilidades de respirar por sí mismo.
- Preparen el área de paro.- ordenó Gwen a sus enfermeras y equipo médico.- Viene en camino un paciente muy grave. Tengan a la mano cánulas para intubación, laringoscopio, el monitor, desfibrilador y los medicamentos de paro. Y quiero a todas las enfermeras listas para la acción.
- ¿Por qué tanto jaleo, Gwen?.- quiso saber Leo.- Ese pobre hombre va que vuela para ser paciente directo de la doctora Del Valle aquí presente, más valdría que directamente lo llevaran con el forense. No es necesario tanto movimiento, por lo que dices, pudieron haber pasado horas desde que se cayó a cuando los nietos lo encontraron.
- Lo sé, pero aun así debemos poner todo nuestro empeño.- dijo Gwen.- Porque se trata de un pez gordo.
Un pez gordo. Una persona muy importante. O alguien con familiares muy, pero muy especiales. En cualquiera de las dos situaciones, tendríamos que hacer poco más que lo imposible para mantener a ese hombre con vida. No me malentiendan, siempre luchamos por todos y cada uno de nuestros pacientes, se trate de quien se trate, pero habitualmente, cuando se trataba de casos así, en donde prácticamente estábamos tratando de revivir a un cadáver, no realizábamos demasiadas maniobras de resucitación porque sabíamos que serían inútiles, pero en casos especiales, como el que venía en camino en una ambulancia a todo correr, era evidente que tendríamos que hacer hasta lo imposible para hacer que regresara un muerto que ya tenía un pie en su tumba.
- ¿Y quién es ese pez gordo?.- quise saber.
- Daisuke Wakabayashi.- me respondió Gwen.
- ¡No puede ser!.-exclamó Leo, visiblemente sorprendido, y varias enfermeras lo imitaron.
- ¿Quién?.- no supe de quién demonios me estaba ella hablando.
- ¿No conoce a Daisuke Wakabayashi, doctora Del Valle?.- me preguntó la jefa de enfermeras, quien como buena enfermera chismosa que era, había seguido atentamente nuestra conversación.- ¿Cómo es posible? ¿Tampoco ha escuchado hablar de sus nietos?
- Pues no.- negué.- ¿Quiénes son?
- Los Wakabayashi pertenecen a una de las familias más poderosas a nivel mundial.- me explicó la jefa.- Tienen una compañía de exportaciones muy exitosa y que gana miles de euros/dólares al año. Daisuke Wakabayashi era el fundador, y el presidente hasta el año pasado, cuando cedió su lugar a su hijo Akira. Y dos de sus dos nietos son muy reconocidos en el ámbito de los deportes y del espectáculo.
- Pues ni idea de quienes son.- repuse.
- No me sorprende, apenas y sabes cómo te llamas, Lily.- suspiró Gwen.
- ¿Y por qué, si es alguien tan importante y rico, van a traerlo al hospital público?.- preguntó una enfermera.
Leo, Gwen y yo sabíamos la respuesta: Todos los médicos y paramédicos del mundo, cuando tenían a un paciente grave, tenían la orden no expresa pero muy conocida de llevar al paciente al hospital disponible más cercano al sitio del accidente, sin importarse de si se trataba de uno público o privado, de si se contaba con afiliación a dicho hospital, seguro médico o demás trámites burocráticos innecesarios. Ante casos así, la vida del paciente estaba primero. Pero no hubo la oportunidad de explicarle esto a la enfermera, porque en ese momento entraron como tromba un par de paramédicos con una camilla, en la cual se podía ver a un hombre el cual estaba intentando ser inútilmente reanimado por otro paramédico, el cual aplicaba oxígeno con una bolsa con mascarilla. Nada más de echarles una ojeda, supe que estaban perdiendo el tiempo.
Gwen ordenó inmediatamente que se acostara al paciente en la camilla del área de paro. Leo se puso un par de guantes de plástico, arrojándole otro par a ella y otro par a mí; no pregunté, era obvio que necesitarían mi ayuda y me puse los guantes sin decir nada. Gwen ya estaba evaluando su estado general y sus pupilas, mientras las enfermeras se esforzaban por canalizarse una vena.
- Consigan equipo para ponerle un catéter central.- ordenó Leo.
- Sin reacción pupilar a la luz.- dijo Gwen.- Sin respuesta alguna al dolor. Sin lenguaje alguno.
- Glasgow de 3.- corroboré.
- Hay que intubarlo de inmediato, tráiganme el equipo.- ordenó Gwen, dirigiéndose primero al equipo de enfermeras y después a los paramédicos.- ¿Van a presentarme al paciente o no? ¿Y por qué rayos no lo intubaron? Es obvio que el paciente ya no respira por sí solo y que la bolsa con mascarilla solo le va a servir para echarle aire a la boca.
- No pudimos.- se disculpó el paramédico.- Fue muy complicado moverlo, por los familiares, quienes tampoco nos permitieron intubarlo. Son personas muy, pero muy especiales.
- Ya veo.- fue todo cuanto Gwen dijo.- Presénteme al paciente, por favor.
- Daisuke Wakabayashi, masculino de 78 años.- comenzó el joven.- Con insuficiencia cardiaca grado II, en tratamiento, quien aparentemente se cayó de la azotea de su casa, de una altura aproximada de 10 metros. Según nos informan sus familiares, estaba solo cuando cayó, ellos llegaron y lo vieron tirado en el suelo, inconsciente, nadie vio la caída ni cómo se golpeó, pero por las lesiones parece que cayó de cabeza. Cuando lo encontramos, apenas y tenía pulso, intentamos hacer maniobras de reanimación pero los nietos apenas y nos dejaron traerlo a un hospital, querían esperar a que llegara uno de sus médicos de cabecera.
- Tontos.- murmuré, al tiempo que me dispuse a revisar el cráneo del hombre. Si había caído de cabeza, la lesión principal de seguro estaba ahí.
- Un caso complicado.- murmuró Gwen, quien seguía revisando rápidamente al hombre.
- Más de lo que cree, doctora.- suspiró el paramédico.- Él no tenía nada que andar haciendo en la azotea, sus nietos creen que alguien lo empujó.
Oh, oh. Problema seguro. Si se sospechaba de un homicidio, las cosas iban a dar un giro drástico… A menos que consiguiéramos salvar al paciente, cosa que yo dudaba, pues mis dedos expertos tocaron una fractura hundimiento espantosa en el cráneo, a través de la cual escurría sangre y líquido cefalorraquídeo, y poco faltaba para que también el cerebro hiciera lo propio.
- Lo tendré en mente, gracias.- dijo Gwen, despidiendo al paramédico, tras lo cual intubó al paciente a la primera, teniendo cuidado de no desnucarlo o de agravar sus heridas.
Leo se preparaba para colocarle una vía central que nos permitiera pasarle medicamentos de una manera más directa y segura. El monitor marcaba que el pulso era debilísimo y que definitivamente no estaba respirando adecuadamente. Gwen frunció el ceño cuando palpó la fractura, sabía que era casi imposible sacar con vida a ese paciente.
Sin darme cuenta, varios médicos más nos habían rodeado, y cada uno intentaba ayudar lo más que podía. Al parecer, el rumor de que Daisuke Wakabayashi estaba en el hospital se había corrido como reguero de pólvora y había atraído a muchísima gente. Por todas partes escuchaba al personal murmurar y comentar sobre eso, lo que me indicaba que los Wakabayashi eran más conocidos de lo que pensaba. Rápidamente le eché un vistazo al paciente, pues si los familiares sospechaban de homicidio, segurito que iba a caer en la morgue tarde que temprano; así pues, tomé nota de las condiciones generales del paciente, la ropa que usaba, señas físicas de trauma y demás, para tratar de guardarme todo en la memoria. Iba a servirme de mucho la información que yo pudiera sacar en esos momentos.
- Necesitamos muestras.- masculló Gwen, sudando.
- Te las daré en cuanto le ponga el catéter.- masculló Leo.
- Empezó a llegar consulta, doctora Heffner.- anunció la asistente médico.- Ya les avisé que hay un paciente grave y que los casos que pueden esperar tendrán que hacerlo, pero aun así quieren oírlo de boca de un médico.
- Iré yo.- me ofrecí, al ver que yo no podía hacer mucho en esos momentos.
- Gracias.- Gwen alcanzó a sonreírme antes de que comenzara el tumulto.
Afuera del cuarto de paro comenzaron a escucharse gritos y reclamos hechos por una airada voz femenina, secundada por una masculina que tampoco se escuchaba muy tranquila. El ruido comenzó a inundar el lugar, y los que ya estábamos estresados nos pusimos mucho más.
Salí a ver qué estaba sucediendo, y detrás de la cortina de paro estaba una pareja joven, ambos discutiendo con una enfermera. No les presté mucha atención, sinceramente, solo vi que ella era casi tan alta como lo era él, y que ambos iban vestidos de manera muy, muy opuesta, además de que ambos estaban en una actitud muy agresiva; sin duda alguna, se trataban de los familiares de nuestro paciente.
- ¡Quiero ver a mi abuelo!.- gritó ella.- ¡Ahora mismo! ¿Me entiende? ¡Quiero ver que sea atendido como necesita!
- No puede pasar.-insistía la enfermera.- No está permitido a los familiares…
- ¡Tenemos que ver a nuestro abuelo!.- gritó él.
Decidí no intervenir, porque no sacaría nada más poniéndome a discutir. Así pues, me dirigí hacia un policía del hospital sin perder el tiempo.
- Saquen a los familiares.- le ordené.- No pueden estar aquí adentro.
- ¡No se atreva!.- la mujer había alcanzado a escucharme.
- Claro que me atrevo.- repliqué.- No pueden estar aquí dentro.
- ¡Usted no sabe quiénes somos nosotros!- me gritó él.
- Sinceramente, no.- respondí, casi sin pensarlo.
Y sin esperar nada más, me di la vuelta y salí a decirles a los pacientes que esperaban fuera que la consulta no urgente iba a quedar delegada ya que teníamos adentro un paciente muy grave. Hubo algunas protestas, pero la mayoría de los que esperaban comprendieron: a nadie le gustaría estar en una situación semejante. Así pues, me dispuse a ir a ayudar a mis amigos otra vez, cuando vi que el policía escoltaba a la pareja a la salida. No lo vi bien a él, pero ella me lanzaba una mirada asesina.
- Me las va a pagar.- gruñó.
- Ya cálmate, Eriko.- él parecía avergonzado, por su tono de voz.
- Me sentí un poco mal por ellos, pero el tener a unos familiares histéricos y agresivos no iba a ayudarnos en nada. Al pasar junto al policía, éste me sonrió, algo avergonzado.
- Mis compañeros no me van a creer cuando les cuente que saqué a Genzo Wakabayashi y a la súper modelo Eriko Wakabayashi.- me dijo.
Yo sonreí a medias; para mí, esos nombres carecían de sentido alguno y me hubiera dado lo mismo que se llamaran Juan Pérez y Petra Pérez.
Notas:
- Todos los personajes de Captain Tsubasa son creación de Yoichi Takahashi ©.
- Leo Shanks es creación de Elieth Shanks.
- Lily Del Valle, Gwen Heffner, Daisuke Wakabayashi senior y Eriko Wakabayashi son creación de Lily de Wakabayashi.
- El 16 de septiembre se celebra el Día de la Independencia en México.
- La escala de Glasgow sirve para valorar el estado neurológico de un paciente. 15 es la más alta, que se le da a un paciente despierto y normal, 3 la más baja, la que se le da a un paciente casi muerto.
- Tengo planeando este fic desde finales del 2005. Es un proyecto que le comenté solo a la gente de mi más cercana confianza, y que había pensado no escribir, a pesar de todo. Sin embargo, la idea nunca me abandonó y es hasta ahora cuando me decido a plasmarlo en papel, ahora que he podido definir algunos detalles que me quedaban sueltos. Supongo que éste era el momento preciso para escribir esta historia.
- Quiero aclarar que si bien el accidente de Daisuke está basado en un hecho real, toda la trama del fic es invento mío. El nombre es muy común a muchos títulos, por cierto.
