Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K Rowling, no me pertenece ni lo hará nunca, y es mejor así porque quién sabe en qué habría terminado...
Título: Hanahaki
Summary: Draco está enfermo, su enfermedad es muy "compleja".
Imagínese que está muy enfermo y salen pétalos de su boca cuando tose. Sin duda sería una expectoración muy atípica, esa fue la sorpresa de Draco Malfoy al darse cuenta que padecía Hanahaki desease.
Notas de la autora: Espero y les guste.
Las maneras de despertar varían dependiendo del individuo. Por ejemplo: Neville Longbottom despertó en el suelo de su dormitorio con su sapo, Trevor, cubriéndole la cara; Luna Lovegood se levantó en la lechucería envuelta en listones azules y blancos; Ernie Macmillan se sorprendió al abrir los ojos y toparse con un boggar gigante en forma de cobra bajo su cama; y Draco Malfoy, tras una espantosa pesadilla, se despertó tosiendo pétalos de rosa.
La más singular sin duda fue esta última ¿A quién le pasa algo tan atípico como una expectoración de pétalos de rosas? Incluso la curiosa mañana de Lovegood pasa a segundo plano después de eso.
— ¿Qué diantres...?—todavía adormilado, miró la costosa seda que cubría su cama, era verde, por lo que el contraste de los pétalos rojos era muy notorio. Sin embargo, al momento de recogerlos con su mano, se desvanecieron como una alucinación que iba perdiendo fuerza.
Soltó un bufido y se restregó los ojos con las palmas de sus manos, convencido de que aquello sería nada más un efecto colateral de haber tenido tan espantosa pesadilla...
Si, claro. "Espantosa".
Ya más recompuesto, corrió las cortinas que cubrían su cama y apoyó sus pies en el frío suelo de las mazmorras, permitiéndose sentir ese contacto con el mundo real.
Compartía el dormitorio con Vicent, Gregory, Blaise y Theodore, quienes no eran unos compañeros tan molestos. Cada quien tenía sus formas y costumbres, quizás los primeros días se vieron en problemas por los ronquidos de Gregory o el olor a comida que siempre provenía del lado de Vicent, pero tan solo bastó un encantamiento silenciador y un escudo impermeabilizante de olores para que todos llevaran su convivencia en paz.
Recapitulando todo eso, está por demás decir que para alguien de la calaña de un Malfoy (mago de sangre pura) las cosas son un tanto más exigentes: debía tener un cronograma rígido, un modelo de distribución de tiempo para todas sus actividades sobre su escritorio, y sus útiles escolares siempre en orden sin una pizca de polvo o suciedad.
Pero estaba bien, él había sido criado de esa manera.
Como todo buen heredero, cumplía a cabalidad las normas y rutina representadas anteriormente, aun a pesar de no estar en los dominios de Malfoy Manor, estas consistían en: Despertarse y seguir una escabrosa sesión de limpieza personal, empezando por una ducha y terminando en la pulcritud de su peinado; después estaba la vestimenta, colocarse firmemente las prendas y concluir en una túnica a la que no se le debería ver ni una sola arruga; y finalmente revisar que todas sus pertenencias esten aseguradas y en orden para dar inicio al ciclo escolar. Realizado todo eso, podía dirigirse al gran comedor a desayunar.
La trayectoria hacia su sala común, no consistía en más que varios pasillos tenuemente iluminados y escalones de piedra que los dejaban en frente de los ventanales que impedían que el agua del lago traspasase hacia el interior, dándole una iluminación verdosa bastante agradable y tranquila.
—Draco ¿Nos vamos?—Pansy Parkinson, amiga de la infancia, era quien usualmente lo apoyaba en todo, en sus fechorías y en sus propuestas, puede no tomarse como alguien a quien considerar extremadamente lista, pero para ser una Slytherin su astucia y métodos para conseguir algo eran innegablemente determinados.
Draco había aparecido después de todos sus compañeros de cuarto, solía tardar más que el resto por ser tan meticuloso en su apariencia e higiene, pero tampoco significaba que tardase más de lo necesario para llegar a tiempo a cumplir con su itinerario.
Justo ahora, las miradas de su séquito estaban puestas en él, esperando por indicaciones o un gesto afirmativo, Draco apreciaba que sea así.
—Si, vámonos.
Todos lo siguieron, se encaminaron tras él en dirección al gran comedor. La mañana había empezado de forma corriente. Juntos tomaron asiento en sus puestos habituales y organizaron sus platos de forma individual.
El té de luparia, la leche con miel de hadas y los panes rellenos de mermelada de frangüesa bailaban por el largo de la mesa de los estudiantes. Un día como cualquier otro.
Fue entonces que Draco Malfoy levantó la mirada hacia la mesa de Gryffindor, nada fuera de lo común, un gesto que pudo imitarse por quien sea.
La única diferencia, es que seguramente nadie habría tenido un ataque de tos con pétalos de rosas rojas, como él.
Y empezamos...
