Este fic participa en el mini reto "Después de la batalla" del foro "El Mapa del Mortífago".
Todo lo que reconozcas es de la gran J.K.R.
Nota de autora: me he tomado la licencia de dejar a Bill soltero. Nunca entendí por qué J.K metió la boda en la trama. En mi humilde opinión, con la que les estaba cayendo no era momento para un bodorrio. Demasiada gente en un mismo sitio. Arriesgado y tonto.
No lo soportaba. No soportaba el aire de tristeza que flotaba en la casa. No soportaba ver caras inexpresivas y ojos cargados de tristeza. Era superior a sus fuerzas el encontrarse a su madre llorando. Detestaba ver a George convertido en poco más que un inferi. Echaba de menos las bromas pesadas, las conversaciones sin sentido que volvían locos a todos y que sólo los gemelos entendían. Se veía incapaz de permanecer más de dos minutos al lado de su padre, que había envejecido dos décadas de golpe.
Observó al grupo reunido a varios cientos de metros. Apretó con fuerza la mandíbula cuando Hermione tuvo que sostener a Ron para que no se derrumbara. Sus dientes comenzaron a rechinar cuando Harry terminó sentado en el césped con una deshecha Ginny entre sus brazos. Su agudisimo oído captaba todos y cada uno de los lamentos, cada gemido y cada sollozo. Y aquello sólo conseguía ponerlo de peor humor. Una tosecilla a su derecha le sacó de sus lobegros pensamientos.
-No te sientas mal por no estar ahí con ellos. Cada cual tiene su forma de pasar el duelo. Ellos lo hacen llorando, lamentándose.
-¿Y tú como lo haces, Loovegood?
-Vivo.
Bill giró la cabeza tan bruscamente que todas sus cervicales crujieron. Luna le obsequió con una radiante sonrisa, algo que a él le pareció inusual (por el sitio en el que estaban) y a la vez refrescante.
-Lo que quiero decir es que yo sobrellevo todo esto de las pérdidas de la guerra viviendo. Aunque él dolor por todos los que han muerto antes de su hora está aquí -se llevó la mano al corazon- No podemos enterrarnos con ellos. Debemos mirar hacia delante, disfrutar de la oportunidad que ellos nos han regalado y vivir cada día en su honor. Si no, sus muertes habrán servido de nada.
Bill no dijo nada. Ella tenía razón. Era inútil lamentarse por los muertos. No podían enterrarse con ellos en vida. Observó a Fleur. Habían pospuesto la boda por la guerra. Y, secretamente, no se veía casado. Era joven, aún le faltaban muchas cosas por ver y vivir. Y estaba el pequeño gran detalle de su pseudo licantropia. Había cambios que, aunque los demás no los notasen, estaban ahí. No sólo era el gusto por la carne poco hecha tirando a cruda y sus sentidos hiperdesarrollados. No. También estaba el anhelo de algo que sabía que no iba a encontrar en lo que hasta ahora había sido su hogar. A pesar de querer a Fleur, ya no sentía lo mismo que cuando comenzaron su noviazgo.
- Cuando terminen todas las honras fúnebres y actos conmemorativos me voy de Inglaterra.
Se había olvidado de Luna. La miró de reojo. Seguía sonriendo de aquella manera tan particular. Algo en su interior se encendió cuando la observó más detalladamente. Toda ella era un misterio. Un misterio que no le importaría desentrañar. No se dio cuenta de que la había estado mirando fijamente hasta que su voz lo sobresaltó.
-Has tardado en darte cuenta, William. Estaré cerca del Lago. Es buena época para encontrar huevos de sirena.
-Las sirenas no ponen huevos -contestó él mecánicamente, sin darse cuenta de la marcha de ella. Cuando se percató de ello, no pudo evitar sonreír. Empezó a caminar hacia su familia. Había mucho que recomponer y muchas explicaciones que dar. Pero no se echaría atrás. Estaba vivo. Y tenía una nueva meta. Vivir por aquellos que ya no podían. Y quizás, con un poquito de suerte, cierta rubia con la cabeza en las nubes le ayudaría en esa nueva etapa. Quizás.
