Disclaimer: los personajes mencionados en esta historia pertenecen a la excelente Cassandra Clare.
Este fic participa del Reto Exprés "Familias de Nefilims" del foro "Cazadores de Sombras". El apellido que me ha tocado es Mendoza, escribí sobre Cristina Mendoza Rosales pero ella pertenece a la serie The Dark Artifices, que no se encuentra como clasificación dentro de los libros.
Gracias por leer, y por favor dejen reviews.
Besotes
B~
Ella no quiere sentirse así. No desea que todos aquellos pensamientos vaguen por su mente, golpeándola como un torbellino.
Más no puede evitarlo. Los ama, pero odia que quieran manipular su vida.
¿Quiénes son ellos para decidir sobre su futuro? ¿Quiénes son ellos para elegir a su próximo marido? Pues simple y sencillamente son sus padres.
A veces sólo quiere alejarse de ellos, que la dejen sola, y no se internen en lo más profundo de su mente con el constante parloteo sobre su matrimonio, muy apresurado si se lo preguntaran a ella. Y allí estaba el problema. Jamás pedían su opinión. PARA ABSOLUTAMENTE NADA.
"Diego es perfecto para ti", "Cristina, me he cruzado con Diego y te envía saludos", "¿Cuándo irás a visitar a Diego?", "Los Rosales necesitamos a un hombre como Diego para continuar con una buena descendencia".
Diego, Diego y más Diego.
Era lo único sobre lo que su madre hablaba desde que ella había cumplido quince años. Su familia no quería ver que esto era el siglo veintiuno, que no importara con quien se casara, que ella sólo quiere ser una adolescente normal, dentro de la normalidad que incluye ser una cazadora de demonios, por supuesto.
Sabe que es bonita. A decir verdad sabe que es muy hermosa, con sus largos cabellos negros y su piel cobriza; y le gusta recibir cierta atención de parte del sexo masculino. Tal vez ella sólo quiere divertirse, como dicen los mundanos, besando sapos hasta encontrar a su príncipe azul. Pero no quiere tener nada que ver con ningún Diego Rosales.
Por eso decidió, con la excusa de conocer nuevas culturas, autoexiliarse a Los Ángeles. Cree que es hora de labrar el destino con sus manos, sin que nadie le diga que tiene que hacer, ni que decidan por ella.
