Disclaimer: Vocaloid, UTAU, Fanmades y canciones le pertenecen a sus respectivos creadores y dueños. Historia sin fin ni intención de lucro alguno.
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Prólogo:
Fue un viernes o sábado a la noche, el día no importaba, sólo era relevante que uno tenía que divertirse en esa discoteca de mala muerte; en donde la música a volúmenes altos, las bebidas alcohólicas, el poco espacio, los cuerpos rozando unos con otros, la oscuridad cortada por las luces brillantes e intermitentes y el humo de los cigarrillos confundían a los sentidos y despertaban los instintos.
Llamados a la lujuria, insinuaciones de algo más, efímera diversión, lugar donde no importaba el aquí, el ahora, lo que era en realidad cada persona, los malos momentos, el mundo fuera de esas paredes…
Ahí se encontraba él, sonriéndole a su conquista de turno y bailando despreocupado los pasos de la canción de moda. Había perdido hacía varias pistas a sus amigos, aunque tampoco tenía mucho interés en encontrarlos, toda su atención se enfocaba en la joven de cabellos morados que atrapaba su cuello entre sus brazos y lo miraba con sus penetrantes ojos de un falso color verde, vestida y maquillada de manera provocativa, incitando indirectamente a buscarla, poseerla y disfrutarla.
"Ay, linda y tonta chica, tan cerca de mi cuerpo, pero tan lejos de mi corazón" pensaba con malicia, manteniendo su mirada azul en la muchacha y sonriendo tan socarrona y falsamente como siempre lo hacía con sus conquistas —aunque, claro, ella no se daba cuenta ―, pero, en lo profundo de su mente, sabía que ella tampoco pretendía mucho más.
Besaba sus labios entrecortadamente, se deleitaba en su momento efímero y comentaba de vez en cuando algunos halagos a la chica en su oído para ser escuchado, también recibiendo su pequeña cuota; todo lo necesario para disfrutar y no pensar en ciertas molestias de su alma. Para su desgracia, una de las amigas de su conquista —que se llamaba "Sakura" o algo así― se la llevó luego de una hora o menos de entretenimiento, no sin antes conseguir el número telefónico; dejándolo completamente solo entre la gran masa de gente.
Miró a su alrededor lo poco que las luces intermitentes le dejaba distinguir: algunos sosteniéndose en la pared, controlando su borrachera; unas cuantas parejas del momento comiéndose la boca; otros luciendo su físico en la tarima del lugar… ¿Dónde se habían metido Gakupo, Kaito y Yuma? Tanto esfuerzo que habían hecho ellos para que él entrara a la discoteca y, de un momento a otro, desaparecían. La pantalla de su celular se iluminó y leyó la hora: dos y media. Suspiró, pensando que sus colegas de seguro estarían con alguna conquista casual, por lo que decidió no buscarlos todavía, no iba a amargarse por eso; ellos eran grandes y sabían lo que hacían, por más borrachos que estuviesen.
Sería porque no estaba acostumbrado al alcohol en sus venas, la temperatura en el ambiente que le resultaba un poco asfixiante, que ya se estaba impacientando por la aparente soledad o que simplemente ya se estaba aburriendo; pero una pequeña incomodidad en su estómago comenzó a hacerse notar; por lo que decidió ir a la barra por un trago. Todo con tal de divertirse en su primera ilegalidad a sus diecisiete años de vida.
Se encaminó dificultosamente a su destino, tratando de tropezar con alguien y obtener una pelea sin sentido, percibiendo varias miradas seductoras por parte de algunas muchachas y buscando de reojo alguna cabellera azul o morada; llegando a duras penas después de una pequeña batalla con la masa que se movía al ritmo movido del tema que seleccionaba el DJ.
Se apoyó en la madera adornada con motivos hawaianos, coqueteó con la muchacha detrás, casi gritándole para ser entendido, y pidió una bebida fuerte que lo desviara de la realidad un buen rato. La chica asintió y se alejó para buscar los ingredientes para el trago elegido, dejando al rubio solo y esperando de nueva cuenta.
Otra vez la incomodidad se hizo presente, esta vez, apuntando al corazón. Decidió ignorando prestando atención a las personas que estaban cerca suyo y se distinguían más que la multitud a sus espaldas. Y fue entonces cuando la vio…
Abrió los ojos desmesuradamente, para estar seguro de que no se trataba de una simple ilusión causada por su borrachera y el propio ambiente distractor. Estaba seguro, ese pelo rubio y esa figura eran inconfundibles para él, aún con esa circunstancia tan confusa. El escalofrío por su espalda y el latido acelerado de su corazón confirmaron sus sospechas, haciéndole sentir como si un balde de agua helada hubiera caído en su cabeza y volviera a la realidad de un golpe seco.
Su objeto de admiración estaba lejos de su persona, tomando dos vasos llenos de una sustancia desconocida y agradeciendo al barman, para después darle uno de los objetos a un muchacho albino con una sonrisa y alejarse del rango de visión del rubio. Tal fue el bloqueo que tardó unos valiosos segundos para darse cuenta que ella se alejaba de ahí.
El muchacho trató de seguirla, ignorando los gritos de la chica detrás de la barra indicando que su trago estaba listo, empujando de manera algo brusca a cualquiera que pasara a su lado y estorbara su carrera, tambaleándose debido al alcohol en sus venas y tratando de enfocar la mirada para seguir el rastro de la cabellera rubia que tanto anhelaba ver. De un segundo a otro, la discoteca se había convertido en una ruda selva que parecía estar dispuesta a no hacerle lograr su objetivo.
Fue de esa forma fue que una mano agarró su hombro sin que él se diera cuenta, obligándole a voltearse y mirar a quien le impedía seguir con su marcha. Un muchacho de cabellos y ojos azules era su captor, que sonreía alegremente —y, de seguro, algo borracho— a su persona, rodeado por otro joven de largos cabellos morados y ojos celestes y otro más, con una cabellera menos llamativa —pues era negra ― y sus ojos marrones.
― Ey, Len, ¿por qué esa cara? ¿Acaso has visto un fantasma?― bromeó el muchacho de pelos azules, debido a la expresión que portaba su amigo en esos momentos.
El aludido no respondió, sólo dirigió su mirada a su camino incompleto, con la esperanza de volver a detectar la cabellera rubia que hacía unos minutos estaba persiguiendo. ¿Fueron sus ojos, el alcohol o una mala jugada del destino lo que le hizo tener esa visión?
Porque era verdad, Len había visto a un fantasma, uno que nunca pensó que volvería a su vida: el fantasma del pasado.
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¿Continúo? Eso lo deciden ustedes.
¡Un abrazo desde Argentina!
Neko C.
