Todos los personajes pertenecen a sus respectivos autores.
Aioros se echó cama abajo con dificultad. La noche anterior había estado sacando cuentas hasta tarde, sin poder hacer que los números coincidieran. Algo así como a las 3 de la mañana se había dado por vencido y se había acostado. Casi sin haber despertado aún, bajó las piernas de la cama y se puso de pie. Le costó trabajo abrir los ojos y dar un par de pasos. Al estirarse, le sonaron las vértebras.
Se dirigió a la cocina a hacer el desayuno, que era la única comida del día que no le costaba preparar. Aún así, estaba demasiado atontado como para tostar pan, de manera que prefirió tirar unos cornflakes en un tazón y echarles yogurt encima. Se llevó su flamante desayuno a la sala y encendió el televisor.
Fútbol, automovilismo, teletienda, bolsa de comercio, canal del congreso, dibujos animados, Hannah Montana, Noticias de la mañana. Se quedó en ese canal.
"Tenemos un boletín especial desde el Casino de Monte Carlo en la ciudad homónima. Se busca a tres criminales por, de alguna manera, lograr escapar del sitio con cuatrocientosmil euros obtenidos de forma ilegal en las mesas de juego del recinto.
A continuación se da una descripción de los malandrines: Un hombre de cabellera larga y traje fino, una rumbera, y un rubio vestido de chofer de limusina, del cual las cámaras de seguridad han logrado captar una imagen."
Vio aparecer un segmento de video. Y en él, a un sonriente Aioria que saludaba a la cámara. Escupió parte del cereal. Traó el resto y una ira explosiva comenzó a acumularse en su interior, hasta erupcionar en un potente:
-¡AIORIAAAAAAAAAAAAAA!
El cual inmediatamente lo dejó sorprendido de lo que acababa de hacer.
-Diablos, con razón Shion pensó en mí como sucesor, no sabía que podía hacer eso. ¡Como sea! ¡Este se va a cagar!
Dicho lo cual, dejó el tazón de cereal y salió de su templo. Sólo la frescura del ambiente afuera le indicó que sólo estaba en calzoncillos, así es que se devolvió a vestirse. Volvió a salir de su templo y bajó a Leo a toda velocidad. Apenas pidió la autorización de rigor para cruzar por Escorpión, Libra y Virgo.
No encontró a Aioria en el templo de Leo. Se detuvo un poco a pensarlo y, por lo que decía el relato, más una imagen fugaz en la grabación de las cámaras de seguridad, se hizo una idea de quién podía ser el "hombre de cabellera larga y traje fino".
-La madre que parió a los gemelos. Saga me va a oír.
Se plantó en la entrada trasera del Templo de Géminis. El corazón le latía a todo lo que daba y los pensamientos pasaban raudos por su mente. Aioria estaba envuelto en un robo… ROBO. Podía ser inocente, TENÍA QUE SER INOCENTE. Y esos pelos azules sólo podían ser de una persona. Sí, sólo de una: de haber sido Saga, los cabellos habrían sido grises y el casino, hoy, también, pues la ceniza es gris. Kanon no siempre estaba en el templo, así es que más valía preguntar al verdadero dueño de casa por el paradero de su hermano, para poder aclarar los puntos como gente civiliz…
-¡SAGA DE GÉMINIS, SAL AHORA MISMO!
"Y de esto estaban hechas las pesadillas", pensó Saga, al interior de su casa, luego de ver también el informe en la televisión y teniendo en la sala de su templo tanto a Kanon como a Aioria, descansando después de la intensa noche anterior. Al oír el grito del alterado arquero a las afueras de su casa, se le terminó de helar la sangre. Las cosas se estaban yendo a pique a velocidades inefables.
Les dirigió al hermano y al inquilino miradas que, de poder hacerlo, les habrían partido en dos, y salió a la puerta a enfrentar a Aioros.
-Aquí estoy -dijo con voz la voz ronca y el aire reservado que lo caracterizaban.
Aioros contuvo el tono, intentando hablar con calma.
-¿Viste las noticias? ¿Dónde está tu hermano? -preguntó, pero pronto la furia le subió a la mirada.
-Ahí adentro -respondió, seriamente- junto con el tuyo, esperando el juicio final -agregó en un tono especial-. Estaba por ahorcarlos a ambos cuando llegaste.
-¡Qué bueno! -exclamó el arquero en tono sarcástico, con una sonrisa sardónica antes de comenzar a colarse al interior del templo.
"Y la pesadilla tiene el descaro de meterse también en mi casa sin invitación alguna", pensó el anfitrión, antes de alterarse también en algo.
-¿Disculpa? -dijo, al plantársele en frente, interrumpiéndole el paso-. En mi terreno las cosas se hacen bajo mis términos, Aioros. ¿Crees que porque tu hermanito ha decidido ser un estúpido tienes el derecho de invadir mi potestad como si fueses un Dios, o es el ego que se te ha subido a la cabeza
Mientras tanto, Kanon y Aioria seguían en el desayunador, embobados con alguna estupidez en la televisión.
-La presentadora del clima estaba más buena el año pasado, ahora se ha dejado ir. Qué desperdicio -decía Kanon mientras se echaba algo a la boca, y el otro, somnoliento, asentía.
En tanto, afuera, Aioros seguía dando muestras de haber perdido su talante habitual.
-No qué va, hombre de Dios -le dijo a Saga-, esto no es invasión, me iré enseguida, yo nada más quiero ROMPERLE EL CUELLO A TU HERMANO por arrastrar al mío, pero así, en plan casual, de buen rollo -agregó entre sonrisas malintencionadas, tratando de asomarse hacia el templo, por sobre el hombro de Saga-. Kanon, ¿dónde estás? -decía con voz cantarina, cual película de terror.
Saga le bloqueaba el paso con el cuerpo cuan bien podía. Estaba furioso, sí; pero sus prioridades en este momento se reducían a eliminar inconvenientes antes de hacer control de daños, y Aioros, para variar, tenía la palabra "inconveniente" plasmada en toda la cara. Trataría de ser razonable por cuanto le durasen los ánimos, pero algo le decía que no sería por mucho.
-Te recuerdo que tu hermano es, a diferencia del mío, un Santo Dorado, -musitó lenta y articuladamente- y que tiene la completa facultad de quitárselo de encima si es lo que desea. Si Aioria ha entrado en los juegos de Kanon ha sido por gusto propio. No puedes culpar a mi hermano de la falta de juicio del tuyo.
Su cosmos tomó un aire amenazante de pronto; había una necesidad primal que le impelía a expulsar a este intruso de sus asuntos personales, colega o no.
-Ahora, por última ocasión, te insto a que te largues a tu casa y me dejes atender los asuntos de la mía. Kanon es mi problema, y si le pones un dedo encima, te juro por mi vida que te vas a arrepentir -dijo, con intensidad en la mirada, en el tono y en la falta de gestualidad corporal que acompañaba a sus palabras.
Al interior del Templo, el noticiero había sido abandonado por el canal de deportes. El resumen de algún partido de fútbol de la temporada absorbía la atención del Gemelo menor. Tras haberse terminado el contenido de su plato, Aioria miró el desayuno que se había servido Saga para luego marcharse. El olor a fruta fresca, el yogur, en definitiva no se podría desperdiciar; así que sin pensarlo dos veces tomó el plato y comenzó a devorar. Bostezaba de vez en vez adormilado mientras Kanon cambiaba la tele.
Afuera, Aioros se echó a reír. Una pequeña parte de su conciencia le decía que se estaba dejando llevar muy lejos por la ira, que debía retomar el control. Pero también otra parte le decía que ya estaba harto de comerse marrones ajenos, de manera que antes que tuviera que pagar platos rotos por los demás, haría algo esta vez.
-¿Vamos a jugar a "te recuerdo que"? -dijo aún entre risas-. Pues bueno -agregó, poniéndose serio de pronto-. Te recuerdo que tu hermano fue capaz de engañar a un dios Olímpico, ¿qué no sería capaz de hacer con el hámster interior de mi hermano?. Y también te recuerdo que no tengo nada en especial que temer de una amenaza tuya. Te concedo que no tengo derecho a entrar en tu casa así como así. Mea culpa. Perdona, tengo la mala costumbre de alterarme cuando veo a un pariente cercano involucrado e identificado visualmente en un robo millonario. Supongo que es un defecto que me heredó mi madre -nuevas sonrisas sardónicas se le aparecían por el rostro y su fuero interno seguía diciéndole que ya era suficiente-. Dicho eso, ¿me dejarías pasar a patearle las bo… a conversar con tu hermano y de paso llevarme al mío?
-No -fue la tajante respuesta-. Me importa un comino si te intimido o no. Llévate a tu hermano y déjame a lidiar con el mío. No aceptaré nada más -dijo, manteniendo el tono firme, pero secretamente esperando no tener que recurrir a los puños; esto era ya demasiado para una sola mañana.
Aioros bufó de impaciencia y se quedó por algunos instantes respirando fuerte, como si lo estuvieran toreando. Dio un par de pasos indecisos. Indecisos entre lanzarse corriendo al interior de Géminis, lanzarse sobre Saga, lanzarse por un risco, o quedarse parado ahí y esperar. De pronto se preguntó por qué estaba tan alterado. El sabía que sus compañeros y su hermano le producían acidez con bastante frecuencia y que ya nada debía sorprenderlo. Pero le hervía la sangre, no sólo de rabias acumuladas, sino de ¿impotencia? Se había levantado con una opresión en el pecho, como si hubiese estado encerrado. Tal vez sólo era la contabilidad de los cojones la que le estaba pasando la cuenta -literalmente- y en ese caso, los habitantes de Géminis no tenían la culpa. Al menos no Saga. Debía calmarse.
-Te aconsejo que le pongas la correa más seguido a ese hermano tuyo -dijo.
"Mal, se suponía que no iba a agredir más", pensó, cerrando los ojos.
-Si tan sólo pudieras enviarme a mi hermano te lo agradecería -agregó, haciendo un esfuerzo por sonar más calmado.
Saga se limitó a asentir con cierta solemnidad, pausando un segundo para observarle fijamente como advirtiéndolo a no intentar nada raro antes de retirarse al interior de Géminis en busca del hermano ajeno. El humor sobrio del día se había ido por la cañería, y no estaba dispuesto a perder más tiempo en asuntos de leones y arqueros.
En el desayunador, Kanon se ocupaba en embutirse cuanto chuche le cabía en la boca directamente de la caja, ocasionalmente pausando a pasarse los bocados excesivos con un trago largo de cerveza. Rodó los ojos; realmente nunca había dejado de ser el niño mimado a quien había tenido que reñir él mismo en múltiples ocasiones. Ésta debería ser una más, y, esperaba él, la definitiva.
Pero para ello habría tiempo más tarde. Buscó a Aioria con la mirada, dirigiéndose directamente a él y colocándole una mano tensa en el hombro, con la ronca voz bañada en aquella ira contenida que sabía externar sin necesidad de más gestos físicos.
El león dorado tenía una sensación rara pero no le tomó importancia. Al menos no hasta que sintió la mano del gemelo mayor en el hombro que lo hizo sobresaltarse, su semblante no era del todo amigable, pero bueno era Saga, no es como si esperase otra reacción.
-Aioros te espera -dijo el dueño de casa.
Algo sí había diferente en Saga y luego de escucharlo mencionar a Aioros, de pronto se sintió como si el tiempo hubiera regresado 18 años atrás. Le miró confundido antes de asentir. Se terminó lo que quedaba en el plato y se giró hacia Kanon
-Aún tenemos que hablar de la repartición y eso, te buscaré más tarde -articuló Aioria, antes de mirar a Saga de reojo-. Gracias por el desayuno -murmuró y salió.
-Sí, sí, como sea -respondió Kanon, con aire despreocupado.
Se metió otro puñado de botanas a la boca, ignorando marcadamente al Leoncete. Se acomodó en el sillón con los brazos tras la nuca, poniéndose cómodo para dedicar algunas horas a hacer absolutamente nada. Por supuesto, se sobresaltó al ver la televisión apagarse de golpe.
Volteó a ver al hermano, una expresión de absoluta indignación plasmada en su rostro.
-Oye, ¡Estaba viendo es...! -tan pronto como abrió la boca, la cerró. Saga tenía ese aire intimidante rodeándole, aquél que no le veía desde hacía años ya. Tragó saliva, midiendo sus alrededores como un animal atrapado frente a un depredador.
De labios de Saga salió una sola frase.
-Tenemos que hablar.
