¡Hola! Aquí Alchemist Souma reportándose nuevamente.
Como ya es costumbre, les traigo un fic de la pareja que ya se ha convertido en una de mis favoritas (¿de veras? ¬¬) XD
Esta vez he preparado una adaptación, la idea principal la he tomado de una película de la época de oro del cine mexicano que se titula "La mentira", y de la cual también se realizó una telenovela.
Quiero aclarar que solo estoy tomando como base la idea principal, ya que la historia quedara adaptada a Fullmetal Alchemist, lo cual ya seria algo propio.
Aclaro este punto para que no haya malentendidos con todo este asunto de los plagios.
Sin más, le agradezco a Miyazawa19 por orientarme en todo este asunto de las adaptaciones, y le reitero que cuenta con mi apoyo en lo que se ofrezca.
Le dedico esta historia a Laura Rojas, a quien le agradezco por su incondicional apoyo, y esperando que se recupere pronto de su fractura.
Ahora si, los dejo leer.
Prólogo.
La mañana era fría en Ciudad Central. No había parado de llover en toda la noche, y aun a esa temprana hora una leve llovizna se hacia presente.
Un joven de larga cabellera rubia circulaba por la calle, caminando a paso rápido y firme.
Iba ataviado con un largo abrigo negro que lo protegía de la lluvia, el cual escondía el elegante uniforme azul que llevaba puesto, señal de que era miembro del ejército.
El muchacho comenzó a caminar aun más rápido al vislumbrar su destino, el cuartel general militar de Central.
Subió cuidadosamente las escaleras, mientras que al final de estas, un hombre también uniformado le esperaba con una sombrilla.
-Buenos días, Coronel Elric.- saludo con respeto el soldado, mientras le ayudaba a despojarse del abrigo
-Buenos días Teniente Bloch. ¿Alguna novedad?-
-Ninguna hasta ahora, Señor.-
-Bien, estaré en mi despacho.- dijo Ed, al tiempo de que se adentraba al cuartel.
El muchacho avanzaba por los pasillos del lugar, aproximándose a su oficina.
De solo pensarlo sentía orgullo. Había alcanzado ya el grado de coronel a su corta edad de veinticuatro años, pero nada de eso había sido fácil.
Desde niño siempre fue muy hábil con la alquimia, que fue la única herencia que les dejo su padre, quien había desaparecido hacía ya muchos años atrás.
Su experiencia en esa difícil ciencia le llevo a convertirse en alquimista estatal cuando era apenas un adolescente, puesto que sus superiores lo consideraban un prodigio, y desde esa ocasión su carrera militar fue en ascenso gracias al esfuerzo y empeño que puso en ello.
En un principio, tuvo que soportar pruebas difíciles, y diversas humillaciones, no le importo volverse un "perro de la milicia", ahora todo eso era parte del pasado, y pensaba que había valido la pena después de todo.
Luego de unos minutos, Edward llego hasta su despacho, y después de cerrar la puerta, se dirigió hasta su escritorio, sentándose con pesadez en la silla que se encontraba detrás.
Dio un suspiro profundo, y después metió su mano derecha en el bolsillo de su pantalón. De ahí, saco un objeto plateado que sostenía con fuerza, para luego, abrirlo delante de sus ojos.
Se trataba de su reloj de plata, símbolo de todo alquimista estatal.
Su vista se concentro en el objeto, o mejor dicho, en lo que guardaba dentro de el.
Sonrió con nostalgia, ya que lo que estaba dentro del reloj era una vieja fotografía. En ella se observaba a dos niños rubios, uno evidentemente mayor que el otro.
Después, el alquimista abrió uno de los pequeños cajones de su escritorio, sacando de ahí otro retrato, donde podían observarse de nuevo a los dos chicos de doradas cabelleras, solo que un poco mayores. Uno de ellos portaba el uniforme del ejército, quien sin duda se trataba de Ed, y a su lado posaba su joven hermano, Alphonse Elric.
Desde que tenia uso de razón, el mayor de los hermanos siempre había profesado un sentimiento de protección hacia Al, el cual se volvió mas fuerte luego de la muerte prematura de su madre.
Ambos eran aun pequeños cuando quedaron completamente solos, y desde la partida de su padre no volvieron a saber más de el, incluso ignoraban si seguía con vida.
Al saberse desamparados, Ed tomó las riendas de la situación, determinando que debía encontrar en que ganarse la vida, para que nada le faltara a su hermano menor. Con los pocos recursos que su progenitora les diera, tomaron un tren a Cuidad Central, dejando atrás el pueblo donde crecieron.
Luego, después de mucho esfuerzo e insistencia, el chico logró conseguir un permiso de los altos mandos de la milicia para presentar el examen para alquimista estatal, obteniendo el puesto siendo el más joven en la historia en aprobar la prueba. Contaba con tan solo doce años de edad.
A partir de entonces no paró de hacer todo lo posible por sobresalir ante los demás, provocando la admiración de muchos, y el desprecio de otros.
Más a él solo le importaba el bienestar de Alphonse, y el tener su reconocimiento le hacía sentir más que dichoso.
Así pasaron los años, y la creciente admiración que su joven hermano le tenía dio como resultado que este siguiera sus pasos y se convirtiera también en alquimista estatal.
Edward no podía sentirse más orgulloso, puesto que Al también se desempañaba muy bien en la alquimia, y al unirse al ejercito había asegurado su futuro, ya que el mayor se encargaría de apoyarlo para que su camino no fuera tan difícil como el que él tuvo.
En pocas palabras, Alphonse Elric, era la persona más importante para Ed. De no ser por el, este último hubiese preferido la muerte al saberse huérfano, pero aun tenía a alguien por quien vivir.
El rubio dejo de rememorar su pasado por unos segundos. Todos esos recuerdos lograban ponerlo nostálgico, y no deseaba hacerlo mientras estuviera en su cargo, además de que tenia poco más de dos meses sin saber de Al, ya que se encontraba en una misión en Ciudad del Este, y todavía no regresaba. Comenzaba a extrañarlo.
El muchacho volvió a suspirar, pero esta vez con mayor fuerza. Luego, guardo las fotografías en sus respectivos lugares y comenzó a leer algunos documentos que se encontraban en su escritorio.
Había logrado poner toda su atención en ellos, cuando de pronto fue interrumpido por uno de sus subordinados.
-¡Coronel, tiene una llamada de Ciudad del Este¡Parece que se trata de algo urgente!-
-Debe ser Alphonse. Enseguida atiendo.- contestó el rubio esbozando una leve sonrisa, después, levantó el auricular del teléfono -¿Diga?-
Un largo silencio se hizo presente. Poco a poco los ojos color miel del joven Elric se contraían, y un nudo se formaba en su garganta, impidiéndole hablar.
En un movimiento inesperado, Ed dejó caer el teléfono, saliendo de su oficina y comenzando a correr por los pasillos del cuartel.
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Bien, hasta aquí llega la introducción de esta historia, que espero que les haya gustado, y si es así, me encantaría saberlo por medio de sus reviews.
Saben que estoy abierta a ideas y sugerencias.
Bueno, me despido.
¡Nos leemos pronto!
