El Impostor

Disclaimer:

Saint Seiya y todos sus personajes no me pertenecen. Esto es sin fin de lucro.

Aclaración: Esta es una adaptación de la película mexicana Dos Caras Tiene el destino (1952) y ésta tampoco me pertenece; yo sólo hice la adaptación. Aunque la historia, diálogos y personajes están cambiados; recomiendo no ver la película hasta terminar de leer ésta historia.

Introducción:

Seiya es un brillante y joven médico, recientemente casado con Miho, quien también es su enfermera. Ambos deciden ir de luna de miel a Grecia a las Playas de Calcídica[1] debido a una importante oferta de trabajo hecha al joven doctor.

Al llegar a Grecia, la pareja se enamora de aquel paradisiaco lugar y deciden instalarse permanentemente y aceptar el empleo.

Muy tarde, Seiya se da cuenta que sus empleadores no son más que una empresa minera que decide explotar un yacimiento de oro que existe en aquél turístico paraíso, acabando así con la flora y fauna del lugar.

Seiya y Miho deciden quedarse sólo para ayudar a los miles de empleados y civiles que sufren de la contaminación que deja la explotación de la mina. Seiya es feliz por el simple hecho de estar junto a la persona que más ama en el mundo, pero un día ella muere debido a un accidente cuando se encuentra atendiendo a un trabajador herido dentro de la mina.

Seiya se derrumba, no es el mismo desde la muerte de su amada esposa. Al alcoholizarse día y noche pretende olvidar su dolor. Sin saber que el destino le tiene preparada una y extraña segunda oportunidad.

Capítulo 1

El minero caminaba presuroso tratando de no resbalar en el lodazal inmundo. Al fin, trastabilló y calló de bruces, como pudo se levantó tratando de retirar el lodo que había quedado embarrado en su rostro.

Por fin llegó; se sentía mal. Sentía que su cabeza estallaría, sin mencionar las náuseas y frecuentes vómitos del que había sido presa, y el punzante dolor en su estómago que no lo dejaba caminar erguido. Lo sabía, lo más probable era que se tratara de una intoxicación por arsénico, muy común en las minas de extracción de oro en esa zona.

Se acercó pidiendo ayuda a la orilla de una deplorable carpa que resguardaba de la lluvia a otro grupo de trabajadores.

–¡Miren quién está ahí! –se burlaron de él.

–¡No dejen que se acerque! –gritó otro de los trabajadores.

–¡¿Qué diablos quieres, no eres bienvenido?! ¡Lárgate!

–¡Por piedad! ¡Dejen que el doctor me cure! –imploró el pobre hombre aún bajo la lluvia.

–¿Escucharon lo que dijo? Quiere que lo cure el doctor… –todo el grupo de trabajadores bajo la carpa rieron a carcajadas sin ocultar su burla.

–¡¿Y al doctor quién lo va a curar?! –preguntó con sarcasmo el capataz.

–¡Por piedad! ¡Por lo que más quieran! ¡Ayúdenme! Hagan algo por mi. –Chilló el individuo arrodillándose en el lodo frente a todos.

–¡Lo único que podemos hacer es matarte! ¡Anda lárgate! Te mereces eso y más por traidor.

El hombre al verse amenazado por un enorme cuchillo salió despavorido, llorando y huyendo a un destino igual de trágico que el que le ofrecía el portador de aquél arma.

El grupo de trabajadores tomó de nuevo asiento en la mesa que hasta hace un momento estaban ocupando, a excepción del capataz que se quedó de pie mirando hacia la nada por donde había desaparecido el minero.

–¡Maldita mina y maldita compañía! Yo no pienso regresar para morir intoxicado, eso que lo hagan los imbéciles como el que acabamos de ver. Y si me quieren obligar a cumplir mi contrato les rajo la cara con éste cuchillo.

–Yo estoy contigo Damian, yo tampoco regreso.

–¿Y cómo quieren que regresemos? ¿Qué nos van a traer otro doctor cómo ese? –el minero señaló a una mesa ubicada en un rincón de la carpa. Dónde Seiya se encontraba dormido completamente borracho todavía sosteniendo una botella vacía de ouzo.

–Ése es el que tiene la culpa de todo ¡ahí lo tienen! Ahogado de borracho desde que perdió a la mujer, y mientras tanto nuestros compañeros se mueren en la mina ¡Me dan ganas de matarlo! –dijo mientras se ponía de pié con su cuchillo en mano.

–¡No Damian, él no tiene la culpa! –dijo un hombre de avanzada edad que hasta ese momento se había mantenido al margen de toda conversación.

–Es una víctima más de ésta maldita mina como nosotros. –dijo aquel viejo con tristeza. –Qué diferencia cuando llegó todo vestido de blanco, traía a su linda esposa, estaban recién casados. Yo les ayudé a mudarse a su nueva casa. Venían felices e ilusionados. Cuando se iniciaron las excavaciones los dos trabajaron sin descanso. ¡Acuérdense! Querían atender a todos. Y ella, ella fue la primera en irse.

La plática terminó por despertar a Seiya, quien al verse con su botella vacía, se encaminó desesperado a la barra del improvisado bar bajo la carpa, tenía el cabello largo y más desordenado que de costumbre, y una incipiente barba que lo hacía irreconocible a los ojos de los demás.

–Dame un trago. –pidió al cantinero.

–¿Con qué me vas a pagar? Ya me has empeñado toda tu ropa y tus cosas. –dijo con molestia el cantinero.

Seiya hurgó en los bolsillos de su sucio pantalón que anteriormente solía ser blanco. Y sacando una vieja armónica se la ofreció al cantinero. –Toma, es todo lo que me queda ¡Pero dame un trago! –Imploró.

–¡Lárgate! –le gritó arrojando la armónica al suelo. –¡Si no traes dinero no hay alcohol! –Seiya humillado, se arrodilló trastabillando para recoger su ya de por si maltrecha armónica.

La lluvia incrementó y fuertes truenos se dejaron escuchar sobre la carpa. En medio de la creciente tormenta, las luces de un vehículo de tracción total se acercaban rumbo a la carpa. El Jeep se detuvo levantando una ola de lodo con sus grandes ruedas. Dos hombres ataviados con gabardina y sombrero descendieron del vehículo para acercarse a la carpa.

–¡Se acabaron las vacaciones! Ya se divirtieron bastante ¡Vamos! ¡A trabajar! –gritó el supervisor en turno de las maniobras de extracción, dirigiéndose con altanería al grupo de mineros.

–¿Y ustedes que dijeron? Las reses al matadero ¿no…? Nosotros ya no volveremos más a esa mina; no mientras exista el peligro de morir envenenados ¡Si quieren oro, tendrán que sacarlo ustedes mismos! –contestó a gritos el capataz.

–Ustedes tienen un contrato firmado y la ley los obliga a cumplirlo –argumentó el abogado de la compañía minera.

–A nosotros nos importa un pepino sus amenazas ¡Váyanse al diablo con su estúpido contrato.

–¡Ustedes son empleados de la compañía y están aquí para obedecer!

–¡Pero no mientras exista peligro ahí adentro, exigimos la protección de un médico y equipo profesional! –contestó el anciano.

–Se los prometemos, antes de 2 semanas estará aquí un buen médico y tendrán medicamentos.

Seiya no pudo evitar escuchar la conversación y cuando escuchó los últimos argumentos del supervisor, el coraje y la impotencia lo envolvió.

–¡Mienten! ¡Estos hombres mienten! ¡No se dejen engañar por estos buitres! Porque eso son ¡buitres! ¡Viven de la carroña y comercian con la vida humana! –les gritó sin ocultar su odio y rencor guardado por la muerte de su esposa.

–¡Todos ustedes morirán envenenados por el arsénico! ¡Ó en un derrumb…! –dijo dirigiéndose al grupo de mineros. Pero no logró terminar su oración porque el Supervisor lo calló dándole un fuerte golpe en la cabeza. El pobre doctor en su estado actual, calló completamente de frente al lodo sin siquiera poner las manos, para luego el abogado y el supervisor arremeter juntos contra él a puntapiés.

–Eso te mereces por meterte en lo que no te importa. –le dijeron arrojándolo a un lugar aún más alejado de la carpa. El anciano y otro minero corrieron a ayudarlo a ponerse de pie.

Seiya, en medio de su desesperación, le arrebató el cuchillo que llevaba uno de los mineros que lo había auxiliado, con toda la intensión de arrojárselo al supervisor de la compañía.

El supervisor reaccionó rápidamente y sacó su arma para defenderse lanzando un disparo fallido que hirió al anciano, que hasta hace unos minutos estaba defendiendo a Seiya del resto de sus compañeros mineros. El viejo se desvaneció y Seiya sólo pudo sostenerlo en sus brazos para que no se embarrara de lodo.

La trifulca no se hizo esperar, todo el grupo de mineros bajo la carpa salió en medio de la lluvia y el lodo con toda la intención de desarmar al supervisor y su compañero y darles a ambos una buena paliza.

Continuará…

NDA: ¡Hola, Hola! Pues heme aquí con éste nuevo loco proyecto. Como ya leyeron antes, ésta es una adaptación de una mis películas mexicanas favoritas desde que era niña. Hace poco la volvía ver y no me pude resistir a la tentación de hacer esta locura. Pensaba hacer más extenso el capítulo, pero como mi intención es actualizar por lo menos una vez por semana quiero que el gusto de leerla les dure un poquito más de tiempo. Espero les haya gustado, me encantaría saber sus comentarios, quejas y jitomatazos, de los que ya vieron la película y de los que no también. Si todo va como lo planeo ¡nos vemos en una semana!

[1] Éste lugar si existe, y el conflicto con cierta compañía minera interesada en extraer oro de esa región también.