Antes que nada, bienvenido lector y/o lectora a esta nueva historia, historia que aún no tiene un final, pero que espero podamos encontrárselo juntos.
Sin más por el momento, les dejo una pequeña introducción y el primer capítulo que espero disfruten mucho. Sin más preámbulos... ¡Comenzamos!
Disclaimer: Todos los personajes pertenecientes a la saga de Harry Potter son de JK Rowling... los demás (y hay varios) son de mi propia cabecita loca.
Ah olvidé advertirles!... está algo enredada, así que deben prestar mucha atención (lo enredado es una de las razones por las que aún no está terminada xD). De todos modos, si surge alguna duda, propuesta o premonición pueden compartirla conmigo en los Revs =D.
Brújula se topa con su deseo más profundo hecho realidad cuando conoce a BrujaMaestra... Pero ese sueño se ha vuelto más complicado de lo que ella creyó que sería cuando se le dio una misión.
Dos dragones, una princesa y una escritora se ven envueltos en las tramas de un concilio que no sabe lo que quiere, pero que eso no les impide tomar decisiones a la ligera. Harry Potter, Draco Malfoy, Hermione Granger y Pansy Parkinson, deben aprender a sobrellevar lo que ella les va causando sabiendo que ella es la que maneja sus vidas y ellos no pueden hacer nada para evitarlo.
Esta es la historia de la gente que sueña con una segunda oportunidad. Y espero que la disfruten y me acompañen hasta el final.
"Los Dos Dragones"
CAPITULO I "La Decisión del Concilio"
Al principio de las eras, se habló de la llegada del gran Dragón Negro, una criatura cruel y despiadada, que juraría venganza sobre todo aquel que no le obedeciera, que destruiría a culpables e inocentes, que no tendría a nadie que lo detuviere, una criatura indestructible.
- Pero nada es indestructible –Había dicho alguien en el consejo de la creación. Un hombre de aspecto antiguo, cabellos y barba blancos y ojos castaños ambarinos, una figura que no inspiraba más que respeto a todo aquel que le veía.
- No seas tonto Alator, -fue interrumpido por una voz joven y profunda- el será indestructible, y todo el mundo caerá ante el. –un hombre de apariencia joven y valerosa, con orejas puntiagudas y cabellos tan negros como la noche que contrastaban con sus azules y penetrantes ojos, era el causante de la interrupción al sabio.
- ¡Me niego a eso! -Alator se levantó de golpe al escuchar al joven, golpeando con las palmas de sus viejas manos la mesa con sorprendente fuerza, esparció una mirada seria por todos y cada uno de los miembros que estaban sentados en la mesa- y si se planea hacer a este ser indestructible, dimitiré en este momento.
En al mesa, estaban sentados los seres más sabios y viejos del universo, cada uno había llegado ahí de distintas formas y en los ojos de todos se podían descifrar la sabiduría que solo es adquirida por la existencia de muchas vidas, y la experiencia de todas ellas.
Se miraron preocupados, Alator era uno de los sabios mas importantes y antiguos en el concilio, nadie nunca se le había enfrentado, y eso solo significaba algo, el fin del concilio estaba cerca.
- Si deseas irte Alator, estás en tu derecho –La jefa del concilio, cuya voz era suave pero al mismo tiempo determinante habló sin levantarse de su sitio, limitándose a entrecruzar sus dedos frente a ella en actitud pensativa- pero no te vayas antes de escuchar esto: El Dragón Negro tendrá un feroz contrincante un caballero de plateada armadura, amante de la tierra y la inocencia, que protegerá a los habitantes del mundo, pero, si el caballero fallase en su misión, el Dragón será amo y señor del mundo, y ni si quiera tu: Alator; podrás impedirlo.
Alator lo meditó un par de segundos, y de acuerdo con la mujer se inclinó respetuosamente, y volvió a tomar asiento tranquilamente, sus manos se juntaron apoyando sus codos sobre la mesa y él apoyó la barbilla en ellas, ahora debía de encontrar la forma de que el Caballero plateado venciera al Dragón antes de que este se volviera completamente indestructible.
Pasaron muchos años, miles y miles de años en los que el consejo se disolvió parcialmente, y los sabios vivían esparcidos por los mundos. Alator, era llamado Maestro por todo aquel humano que lo conocía en la tierra, se sabía que era más viejo que cualquiera, más fuerte que muchos, y más sabio que todos.
Había tomado la decisión de encontrar al caballero, así que se había dedicado a entrenar a todo aquel al que le veía oportunidad de llevar ese título; pero luego de tanto tiempo de convivir con los humanos, comenzó a dejarse llevar por las apariencias, dejando de lado su propio instinto, cosa que por desgracia sucedió en el momento menos indicado.
Pues se dice que hubo alguien…
Un muchacho de cabellos plateados como la luna, inteligente y valeroso, con principios que seguía al pie de la letra, con honor, que respetaba a todos y procuraba al necesitado; el joven en plena flor de la vida, y que además estaba enamorado; amaba sobre todas las cosas a una hermosa doncella, hija del rey del castillo en que este muchacho servía de escudero.
La princesa se había interesado en el, un muchacho fuerte y apuesto, con ojos negros cual ébano que siempre parecían estar meditabundos, ella solicitó a su padre que aquel extraordinario muchacho el enseñase a montar, el rey tras suplicas de su hija y a las que pronto se unió su esposa, había accedido aunque no de muy buen talante, así que la princesa y el muchacho se conocieron poco a poco, hasta quedar completamente enamorados el uno del otro.
Él solía caminar por las tierras salvajes del castillo pensando en su amada, y fue en una de estas caminatas que había conocido al Maestro, Alator no había confiado en el muchacho, su cabello era demasiado extraño y sus ojos demasiado tristes; y esto hizo que lo alejara de él, perdiendo una oportunidad única de ayudar al presente y al futuro de la humanidad.
Todo esto era observado por la jefa del Concilio, quien movía la cabeza a los lados tristemente, Alator se había mezclado demasiado entre los humanos, adquiriendo varios de sus defectos, como la desconfianza y el miedo lo desconocido, la jefa del concilio decidió que era el momento de que el Dragón Negro apareciera.
- Elrick –llamo por lo bajo, un hombre joven, el mismo que había enfrentado a Alator hace tantas eras, se presentó de inmediato ante la líder.
- ¿Qué puedo hacer por usted? –preguntó el poniendo una rodilla en el suelo, e inclinando la cabeza en señal de obediencia, pero sin bajar la mirada.
- Alator ha perdido la clarividencia de los sabios –su voz preocupada era acompañada de una mueca de tristeza- es hora de que El Dragón sea liberado.
- ¿Tan pronto? –Elrick alzo el rostro sorprendido- con todo respeto, pero el elegido, ni siquiera ha sido identificado.
- Pero lo será, cumple mis ordenes Elrick, y reúne al concilio, Alator debe alejarse de los humanos lo antes posible. –Su voz había cambiado, ahora era una orden ya no sonaba triste, mas bien fuerte y decidida.
- Como usted diga. –accedió el levantándose del suelo.
Y desapareció dejando un rastro de humo, la líder observo por la ventana, sería el último día antes del fin del mundo… o eso creyó.
Mientras tanto, Elrick que ya se encontraba en lo más profundo de un volcán miraba a su creación, el Dragón Negro observaba a su creador con furia contenida, y a la vez reverencia.
- ¡Thora! –exclamó Elrick alzando los brazos ante la criatura- ¡tu hora ha llegado, ve y destruye todo a tu paso, no dejes a nadie con vida!
El Dragón contestó con un fuerte rugido, y con un despliegue de sus poderosas alas, destruyó su prisión, y salió rumbo al mundo, donde causaría destrucción y dolor mientras Elrick suspiraba resignado, y deseando no haber dado la idea de la creación de un ser indestructible.
Pero Alator lo había predicho, nada, ni nadie era indestructible, y el Dragón al llegar al reino en el que la princesa habitaba y al ver a tan maravillosa criatura se avergonzó de si mismo, y se ocultó en una cueva por todo un año, alimentándose de viajeros y animales; el Dragón Negro había encontrado a una criatura que representaba lo opuesto a él, una criatura hermosa, eh inocente, la cual nunca había sido mancillada con el dolor o el sufrimiento, el Dragón no soportaba saber de la existencia de alguien así, y se sentía dueño de ella, por lo que una noche llegó con la neblina, y la secuestró destruyendo la aldea y el castillo, y matando a todos aquellos que trababan de detenerlo.
Por fortuna, o destino, el joven enamorado de la princesa, no se encontraba en el reino cuando esto sucedió, y al volver y ver lo que había sucedido, juro venganza en contra del raptor de su amada.
Así emprendió su búsqueda del Dragón, con la esperanza de que la princesa estuviera viva, y que el Dragón no la hubiese dañado, sufrió mucho, como todos los héroes de la historia, pero sus esfuerzos valieron la pena, cuando por fin encontró al Dragón.
La bestia, oculta en una cueva, tenía a la princesa en una jaula a cientos de metros del piso donde ella vivía desde hacia algún tiempo, bajo la jaula, había un enorme tesoro, cosas que el Dragón había conseguido de sus victimas y sus robos, pues como todos saben, los Dragones aman los tesoros.
El joven llegó una mañana, muy temprano, y trató de colarse en la cueva, pero el Dragón lo sorprendió, y lo atrapo.
- Eres un humano muy tonto –Se había mofado Thora al descubrirle.
- O muy valiente –dijo el joven, y sacando su espada enfrentó al Dragón.
- Tú no puedes hacerme nada muchacho –la poderosa voz del Dragón le causo escalofríos al escudero- nadie puede, soy invencible.
- No importa lo que seas, no debiste haber raptado a la princesa. –y apretando con fuerza su espada, se lanzo contra la infernal bestia.
Comenzando así una encarnizada lucha entre ambos, más adelante se narraría que dicha lucha había durado días, algunos dirían semanas, otros, más lejos de la realidad dirían meses, pero la realidad era que apenas había durado un par de minutos, pues Thora era grande, fuerte y maligno, mientras que el escudero simplemente estaba enamorado.
Así que la criatura le venció al atraparlo bajo su poderosa garra, presionando lentamente y con extremo cuidado de no asesinarle de golpe, Thora quería que sufriese, así que le destruiría poco a poco sus huesos y órganos que cedían bajo la presión y el peso de la inmensa bestia.
La princesa había visto al muchacho, el único que se había atrevido a ir a rescatarla, y se sintió conmovida y agradecida hacia él. Buscó entre todos los tesoros que el dragón le había ofrecido a cambio de su amor, encontrando una afilada espada con un par de serpientes enredadas como mango y esmeraldas en lugar de ojos, y al ver que su rescatador estaba a punto de morir, se arrojó desde su prisión con la afilada punta de la espada hacia abajo sin importarle nada más, que salvar a aquel que había amado, la punta se clavo justo en la unión del cuello con el cuerpo del Dragón, haciendo que este bramara de dolor por primera y ultima vez en su vida.
Ella soltó la espada con una triste sonrisa por haber herido a su captor, su cuerpo casi sin vida, destruido por la caída, rodó por el dorso de la bestia, y quedo ahí, tendida con los ojos casi vacíos clavados en el techo de su prisión. Mientras, el escudero, aprovechando la distracción del Dragón, clavole su espada en su hocico, provocando así la muerte del Dragón Thora.
Él soportando el dolor de su cuerpo lastimado, se acercó a la princesa, quien yacía en el suelo a un lado del cuerpo ahora sin vida del Dragón.
Su rostro, que él había conocido blanco y hermoso, ahora tenia marcas de sufrimiento, que él habría dado lo que fuera por evitarle, su cabello estaba esparcido por el suelo de piedra, sus labios color rosa pálido, en ese instante estaban bañados en sangre, sangre que parecía emanar sin control de su boca manchando así su blanca barbilla y sus perlados dientes, con los que le había regalado tantas dulces sonrisas, sonrisa que volvió a obsequiarle apenas lo distinguió acercarse.
- Me alegra que hayas venido –su voz cansada penas era un murmullo triste, como el murmullo del riachuelo que esta a punto de secarse ante el fin del verano y las temporadas de lluvia.
- Lamento no haber llegado antes –el dolor se reflejaba en cada silaba que salía por sus labios, y por primera vez en su vida, él lloró.
- No llores caballero, algún día nos volveremos a encontrar… -lagrimas cristalinas salieron de sus ojos al pronunciar aquellas palabras, tratando de convencerse a sí misma de que así seria.
- En otra vida te veré princesa, y espero que en ella podamos estar juntos. –Se acercó al rostro de ella, le dolía hablar, seguramente la presión habría terminado con todos sus órganos y en ese momento estaban agonizando, apunto de para de funcionar para siempre.
Y con un último esfuerzo, ella apretó su mano en señal de agradecimiento, y soltó su ultimo aliento, el joven, hecho pedazos, beso los labios de la doncella, derramando lagrimas de dolor sobre su angelical rostro; ya no le importaba estar muriendo, ya no le importaba nada, así que se perdió en ese beso, el primero y el último para los dos jóvenes enamorados…
El concilio, reunido luego de varios siglos, observaba al joven morir junto a su amada y a su peor enemigo, Elrick lamentaba que las cosas hubieran sucedido así, mientras que Alator se sentía miserable por no haber podido cumplir con su misión, los dos miembros mas involucrados cruzaron una mirada sombría, en los dos rondaba la misma pregunta ¿Ahora que sucedería?
- Ellos reencarnaran –la suave voz de la jefa del concilio les interrumpió adivinando el pensamiento de ambos- los tres lo harán.
- Pido que se me permita volver a la tierra a ayudar al caballero –el pelinegro se levanto.
- Nadie ira a la tierra, ya han sucedido suficientes desgracias para aumentarlas, esta vez, seremos simples espectadores. –volvió su estricta mirada al joven.
- Pero si alguno hace algo mal… -comenzó Alator.
- Son el uno para el otro, nosotros lo decidimos así hace miles de años, entonces, por mucho que se equivoquen terminaran juntos. –replico ella.
- Solo espero que esto no se vuelva a repetir –susurro por lo bajo Elrick mientras se volvía a sentar sin dejar de observar los cuerpos inmóviles a los que ellos habían causado la muerte.
Pero al terminar esa reunión, los dos consejeros se habían quedado un par de minutos con la jefa, y se sorprendieron de ver el espíritu de un dragón plateado emergiendo del cuerpo sin vida del joven escudero, el Dragón de un Plata transparente, tomo el alma de la doncella, y desplegando sus alas despegó perdiéndose en el cielo.
Los dos consejeros palidecieron, dándose cuenta que habían desatado algo más grande que cualquier otra cosa, la jefa del concilio les pidió que se retiraran, ella debía meditar en lo que acababa de pasar.
Espero que les haya gustado esta pequeña introducción de lo que nos espera =D...
Cualquier parecido con la realidad será mera coincidencia (en serio! xD)
Se aceptan comentarios, críticas constructivas, porras, chocolates y dinero, para más información, comunicarse conmigo por este medio xD... No, en serio, dejen Revs xD
Y para las que se lo preguntan... aún no me regresan mi computadora T_T, pero luego de un mes no pude dejarles más tiempo sin nada, espero puedan perdonarme. A partir del siguiente capítulo, reiniciamos con los datos ñoños que no sirven para nada xD.
