Oodora
Toraichi
Robin vestía unos pantalones de corte deportivo que, aún sin ser ajustados, le marcaban las curvas de sus muslos y glúteos. En negro con varias franjas blancas, en la pernera derecha una franja blanca descendía desde la cintura hasta la bastilla mientras que en la izquierda solamente alcanzaba su muslo pues en esa zona se encontraban dos franjas blancas consecutivas que rodeaban la pierna. El largo del pantalón llegaba hasta las pantorrillas. Llevaba un cinturón azul que quedaba parcialmente cubierto por varias franjas blancas, por delante encuadrando sus abdominales y por detrás haciendo lo propio con su espina dorsal. En los pies calzaba unas sandalias negras abiertas, con unas cintas cruzadas en medio del pie y otra en el tobillo. Con este calzado, y el largo del pantalón, dejaba a la vista, entreviéndolo, unas medias de rejilla. El toque final era un top de manga corta sin tirantes de color negro cuyo amplio escote corría horizontalmente, tanto por delante como por la espalda, siguiendo la curva de la clavícula, por encima de sus pechos, hasta alcanzar sus hombros justo por debajo y que le dejaba el vientre al descubierto.
En cambio Zoro vestía unos pantalones de deporte negros con una franja vertical en los laterales exteriores de las perneras de color dorado además de una camiseta gris con las mangas largas de color negro. En los pies unas deportivas negras a juego con su vestuario.
Aunque los mugiwara habían desembarcado cada uno por cuenta propia, por lo menos aquellos que lo habían hecho, y a pesar de que la ciudad no podía decirse que fuera lo suficientemente pequeña para que pudieran llegar a encontrarse muy fácilmente. Contando la diferencia de gustos personales que cada uno de ellos poseía y les hacía dirigirse a lugares de lo más diverso, y opuesto, a las elecciones de cualquiera de los demás dicha posibilidad de encuentro se hacía aún más remota.
¿Entonces cómo era que dos de ellos se encontraban sentados a la misma mesa de este bar en concreto? Muy sencillo, Zoro no tenía ni un solo berrie encima y Robin se prestó a pagarle la bebida encontrando divertidas las sospechas por parte de su nakama de que pudiera querer que le devolviera dicha cantidad con intereses a lo Nami. Por fortuna para el kengou Robin le explicó que no le prestaba el dinero sino que era ella quien lo pagaba de su bolsillo.
Se le ve tan sereno y relajado que es como si fuera otra persona completamente diferente a cuando empuña sus katana con ese espíritu que le impulsa hacia delante a combatir hasta la intención de llegar a dar su vida por la victoria. Su rostro, ¿cómo puede ser que este rostro amable pueda portar esa diabólica faz que consigue aterrar a sus enemigos?
―¿Qué es lo que estás mirando?― le preguntó Zoro, sin llegar a cruzar su mirada con la de Robin, tras tomar un buen trago de sake vaciando su vaso pero, afortunadamente, aún no la botella.
―A ti, kenshi-san― aquello, si bien no detuvo a Zoro para seguir rellenando su vaso con el delicioso sake, lo pilló por sorpresa al no comprender las intenciones de Robin aunque, siendo sinceros, ella seguía siendo un gran enigma de difícil solución―. Me preguntaba cómo es posible que este mismo rostro que ahora muestra deleite con algo tan banal como el beber sake pudiera ser el mismo que parecía estar pidiendo sangre cuando te encontrabas junto a los demás frente a la Torre de la Justicia en Enies Lobby.
Zoro no pudo evitar torcer el gesto al recordar aquel preciso momento y lo que había sentido por entonces. La manera en que le hervía la sangre exigiéndole verter la sangre de aquellos que habían hecho que Robin se sintiera obligada a traicionarles por su propio bien. Ese doloroso recuerdo que la cegó impidiéndole ver que por su nakama se enfrentarían al mundo entero de ser necesario. Bueno, ahora eso ya lo sabe pues fue lo que hicieron: ¡Declararle la guerra al Sekai Seifu!
―Muy sencillo― replicó con absoluta calma, y que a Robin le recordó la suya propia, antes de tomar un trago de sake―. Disfruto igualmente de ambas acciones.
Y Robin podía asegurar que así era al verlo actuar de las dos maneras, no solamente aquí y ahora bebiendo con ella sino en las fiestas que hacían sus nakama y en las que Zoro bebía no hasta ser incapaz de beber un trago más sino hasta que ya no le quedaba nada más para poder seguir bebiendo y cuando se enfrentaba a sus enemigos disfrutando incluso de las heridas y ataques sufridos de igual manera que lo hacía con los que él mismo infligía a sus enemigos.
―Supongo que será por eso que tienes esa fama de un perro sediento de sangre― comentó Robin con total naturalidad mientras removía su taza de kouhii―. Un monstruo en forma de hombre.
Zoro notaba la mirada de Robin recorriendo su cuerpo y si bien podía estar humedeciéndose los labios antes de tomar un sorbo de kouhii, dudaba que esa pudiera ser la verdadera causa. Sobre todo por el aumento de la tensión en el ambiente alrededor de ellos dos.
―Me da completamente igual como quieran llamarme― dijo Zoro tratando de zanjar este asunto aunque si se hubiera fijado en el brillo azulado que cruzó los ojos castaños de Robin sabría que esto aún no había terminado―. Tengo un nombre así que lo demás sobra.
―¿Eres consciente de que eres muy atractivo, kenshi-san?― no era solamente la pregunta sino el tono usado lo que hizo que su nakama se atragantase con el trago de sake que vete tú a saber por dónde se le fue―. ¿Ocurre algo?
―¿Puede saberse a qué diablos viene eso ahora?― logró preguntarle Zoro mientras trataba de aclararse la garganta.
Mientras que la mirada del kengou mostraba recelo y sospecha la de la koukogakusha tenía cierto brillo de confianza e intimidad.
―No sé, es algo que me vino ahora mismo a la cabeza― le respondió mientras su mirada examinaba con atención el físico de su nakama―. Resultas un oni de lo más atractivo, kenshi-san.
El kengou torció el gesto no sabiendo las intenciones de Robin para actuar de esta manera pero entonces ella alzó la mano por encima de la mesa para acariciarle el rostro con la yema de sus dedos delineándole la mejilla y el filo de su barbilla para acabar acariciándole los labios sin encontrar ningún tipo de resistencia porque Zoro se había quedado completamente congelado allí mismo.
―Tus ansias de combate, cortar con tus katana y hacer manar la sangre de tus enemigos, con ese ardor en tu salvaje mirada…― Robin le ofreció una sonrisa culpable―; a pesar de la situación en la que me encontraba, en poder del enemigo y llevando unas esposas de kairouseki, no pude evitar mojarme al ver reflejado en tu rostro tus crueles intenciones de buscar sangre― por debajo de la mesa Robin llevó su pie sobre la entrepierna de Zoro mostrándose satisfecha al encontrar su palpitante erección―. ¿Por qué semejante necesidad de sangre, kenshi-san?― le preguntó sin dejar de masajearle la entrepierna con su pie.
Un peligroso rugido se escapó de la garganta del kengou.
¿Por qué? Siempre quería saberlo todo pero en algún momento tendría que imponerse un límite porque de lo contrario alguien lo haría por ella porque, estaba bien claro, que no parecía haber tema demasiado comprometido para Robin.
―Por haber actuado de manera tan estúpida, aunque ello diera pie a combates de lo más interesantes.
―¿Querías salvarme o matarme tú primero?― le preguntó sin dejar de mover su pie.
Zoro seguía mostrándose muy serio y concentrado.
―Elige la que más te guste.
Robin se inclinó hacia delante para ofrecer algo más de intimidad a su conversación además de presionar sus pechos contra sus manos cruzadas sobre la mesa..
―Si quieres puedes derramarme toda la sangre que gustes, kenshi-san.
En verdad sabía qué palabras decir para lograr alterar a Zoro.
No se trataba de un edificio con una ingente cantidad de pisos pero el ascensor tampoco es que fuera a una gran velocidad que digamos. La espera, hasta llegar al piso donde se encontraba su habitación, en realidad no tenían habitación alguna sino que entraron en el ascensor y una mano golpeó el tablero llegando a pulsar un botón en concreto. El ático del último piso. Más les valdría que estuviera libre por su propio bien.
Cuando Zoro se había puesto en pie Robin había llegado a pensar que, irónicamente, iba a partirle el suyo por haberse entretenido 'pisándole' su miembro pero nada que ver con la realidad en la que la cogió de un brazo, con cierta rudeza, que aumentó la humedad de su sexo, para llevarla al ascensor más cercano.
Sus besos resultaban salvajes, indómitos y necesitados pero por muy profundos y húmedos que estos fueran, con la sugestiva participación de sus lenguas, ambos necesitaban ir más allá. Algo que la lentitud del ascensor estaba coartándoles.
―Habríamos llegado antes por las escaleras― susurró Zoro besándole el cuello a una jadeante Robin cuyos pezones se marcaban contra su top.
Robin se imaginó la escena y supo que no habrían podido subir más que unos cuantos peldaños antes de hacerlo allí mismo. Claro que, si eso es lo que harían en las escaleras, ¿por qué no iban a poder hacerlo en el ascensor?
―Lleguemos entonces en el ascensor― le sugirió Robin bajándose lo suficiente los pantalones y haciendo lo propio con los de Zoro, aunque con estos usando un par de brazos fleur, además de su ropa interior para dejar a la vista su enorme erección que casi logró que la morena se corriera.
Zoro sintió todo su cuerpo tensarse de la anticipación cuando la mano de Robin se cerró sobre su polla para dirigirla hacia la raja de su coño apartando la fina tela de su braguita. Esto era demasiado.
―Pueden encontrarnos― le recordó Zoro aunque no hacía nada para impedir las acciones, y decisiones, por parte de Robin sino que la estaba ayudando levantándola por sus muslos para situarla justo sobre su erección―. Podemos parar y coger el primer cuarto que veamos.
Robin le tiró del pelo hacia atrás exponiéndole el cuello que le lamió antes de besarle profundamente enredando su lengua con la del kengou.
―No puedo esperar tanto.
El sonido jadeante de la fogosa voz de Robin fue suficiente para que cualquier atisbo de sentido común se deshiciera en la mente de su nakama dejándola bajar y empalándola con su polla. El delicioso gemido de placer que brotó de los labios de Robin terminó por nublar la mente de Zoro con puro y llano deseo para llegar a enredar un brazo en la cintura de la muchacha mientras empezó a moverse en su interior con fuerza y profundidad.
―Yes, kenshi-san!― Robin se abrazaba a su nakama apretándole los pechos contra su rostro mientras sus piernas se agarraban a la cintura del kengou―. Fuck me! Yes, yes, yes… do it harder!
La espalda de Robin se arqueó apoyando las palmas de sus manos contra una de las paredes del ascensor con Zoro penetrándola con fuerza mientras su otra mano acariciaba todo su cuerpo introduciéndose por debajo de su top para acariciarle aquellos pechos bamboleantes.
Un gemido, ¿placer, dolor?, se escapó de los labios de Robin cuando su espalda golpeó contra la pared del ascensor quedando atrapada entre esta y las salvajes embestidas con las que Zoro la estaba follando. Conocía la fuerza de su nakama y en comparación con las gigantescas pesas que usaba en sus entrenamientos el peso de su cuerpo resultaba del todo inapreciable claro que ese conocimiento no le restaba fuerza a la imagen de Zoro follándola de pie contra la pared del ascensor mientras ella apoyaba las manos contra el techo.
―Don´t stop now, kenshi-san! Only a fucking pound more and I…― Robin sintió aquella desbordante oleada de placer explotar en su seno cuando su clímax la golpeó con fuerza―, oh, yes! I´m cuming, I´m fucking cuming, kenshi-san!
Robin se dejó caer agotada, sus muslos le ardían, abrazándose al cuello de su nakama y ni se enteró de cuando Zoro los sacó del ascensor hasta el cuarto elegido, por fortuna encontró a la primera al que correspondía la llave que había cogido Robin pues de lo contrario habría echado la puerta abajo.
Los besos de Zoro la fueron reanimando así que cuando sintió el agradable cosquilleo en la planta de sus pies, a causa de la moqueta del dormitorio, este ya iba parejo al que se encontraba en su sexo. Al abrir los ojos vio como Zoro se despojaba de su camiseta para volver a atacar los labios de Robin al tiempo que le subía la camiseta para quitársela y atacar sus pechos, y pezones erectos, cuando tuvo que interrumpir aquellos besos.
―Kenshi-san…― el tono fogoso que ofrecía Robin indicaba una intensa necesidad que quedaba aclarada al frotarse contra lo que parecía ser una perpetua erección por parte del kengou―, J'ai besoin de vous, s'il vous plaît, en ce moment…
Pero Zoro, con fuego en su mirada y una sonrisa torcida en sus labios, la arrojó sobre la cama arrebatándole un grito de sorpresa, y de excitación ante la actitud que mostraba su nakama, para acto seguido terminar de desnudarle quitándole el pantalón y su braguita para dejarla completamente desnuda, salvo por sus medias, y anhelante de sus caricias y acciones sobre todo su cuerpo.
Situándose entre las piernas de Robin, las cuales apartó para dejar una buena visión de su mojado sexo, la hizo creer que ahora recibiría a Zoro en su interior pero, aunque lo hizo, no fue de la manera en que se lo había esperado en estos momentos porque, en lugar de clavarle su polla empezó a lamerle el coño. No la acción que estaba esperando pero no por ello menos agradable. La manera en que le succionaba los labios y se los lamía, como la penetraba con la lengua mientras sus dedos le acariciaban el clítoris antes de cambiar posiciones y la penetrase con los dedos y le chupase el clítoris fue suficiente para llevarla a un segundo, y tercer, orgasmo con el que le permitió saciar su sed a Zoro.
Su cuerpo perlado por gotas de sudor, con su piel enrojecida por el deseo y sus ojos cristalinos por lágrimas de placer daban a Robin el aspecto de alguien completamente extasiada pero fue en estos momentos, cuando trataba de poner en orden su agitada respiración. Cuando sintió las manos de Zoro agarrarla por los muslos abrió los ojos justo para ver el momento exacto en que la punta del miembro de su nakama se deslizaba entre sus labios clavándosela hasta el fondo. El gemido que emitió Robin, y la manera en que las paredes de su vagina se contrajeron sobre aquel esperado intruso, cargó de deseo a Zoro quien, situando las rodillas de Robin casi a la altura de sus propios hombros dejándola completamente abierta de piernas, empezó a moverse en su interior no tardando mucho en imponerse un ritmo frenético que agitaba por completo a la morena cuyos jadeos y gemidos no hacían más que incitar al kengou a no detener ni un ápice de su ritmo.
Resultaba todo tan intenso que Robin era incapaz de emitir una sola palabra quedando reducida a alguien que únicamente podía emitir monosílabos y gemidos aunque estos dejaban bien claro lo que sentía en estos momentos.
Su cuerpo arqueado de placer, sus piernas apoyadas sobre los hombros de Zoro, y la penetración intensa y profunda llevándola de orgasmo a orgasmo. Afortunadamente era alguien bastante flexible, no al punto de ser de goma pero sí lo suficiente para poder contornearse en este tipo de situaciones límite. Zoro tiró de ella para que sus cuerpos se presionaran y poder atacar nuevamente a los enrojecidos labios que dieron la bienvenida a los del kengou como si hiciera años que no se besaban.
Zoro se dejó caer de espaldas sobre la cama de manera que Robin se quedó arrodillada a horcajadas cabalgándolo con intensidad aunque, a pesar de la nueva postura del kengou, Zoro no se detuvo y siguió penetrándola alzando su pelvis con el mismo ritmo que había estado usando hasta ahora.
Los dedos de Robin, apoyados contra el pecho sudoroso de Zoro, se contrajeron como garras cortándole cuando un nuevo clímax la golpeó con fuerza. Se dejó caer casi sin fuerzas sobre Zoro quien le apartó su larga melena para besarle su rostro por completo con dulces besos que contrastaban con la violencia empleada hasta ahora.
Se encontraban tumbados sobre la cama y Robin, luego de dejar descansar la cabeza contra el cuerpo de su nakama, se giró para darle la espalda aunque presionándose contra su cuerpo. No le resultó ninguna sorpresa el encontrar aquella erección presionada contra su trasero.
―Hazlo, kenshi-san― le pidió Robin apenas con un hilillo de voz―. Fuck me from behind…
Le sintió posicionándose sobre ella y como aquellas manos la agarraron por los glúteos mientras ella, con sus piernas separadas, se ofrecía servicialmente. Cerró los ojos cuando sintió una vez más aquella enorme intrusión en su interior, incluso ahora mismo luego de la tremenda dilatación que en su sexo se había producido, cuando Zoro empezó a cumplir con su petición follándola por detrás.
―Hai, kenshi-san, faster, do it harder, onegai…
Robin apretaba con fuerza las sábanas entre sus dedos mientras reculaba, una forma de hablar, para ponerse de rodillas a cuatro patas sintiendo como la polla de Zoro se clavaba sin dificultad hasta el fondo. Y no era lo único que sentía pues la estaba cubriendo con todo su cuerpo, llegando a besarla en el cuello donde una de sus manos la sujetaba posesivamente mientras con la otra le acariciaba la espalda y rodeaba su cuerpo para masajearle sus pechos. Cuando se irguió se la llevó consigo presionando la espalda de Robin contra su pecho quien giró la cabeza para poder besarle. Le encantaba besarle mientras la penetraba, sentir su polla bañándose con los jugos de sus corridas que llenaban su sexo al mismo tiempo que sus húmedas lenguas se enredaban en un baile de control hasta que quebrantaron sus límites.
―No puedo… resistir más tiempo, Robin― y lo increíble era que hubiera logrado aguantar hasta ahora mismo luego de provocarle ocho orgasmos a Robin antes de tener él su primera corrida.
―Do it, Kenshi-san― le pidió con la voz más ardiente jamás usada―. Fill me with your cum!
El grito de Robin fue a causa del violento orgasmo por parte de Zoro quien se vino con fuerza tal y como se lo había pedido aunque también había sido por su propio clímax que pareció estar a punto de quebrarla por la mitad y todo sin olvidar como la mandíbula del kengou se cerró sobre su clavícula dejándole marcado su dentellada aunque sin llegar a cortarle la piel.
Fue una corrida intensa segmentada en varias partes y cada uno de esos embates iba acompañado de un buen chorro de semen caliente con el que terminó por llevarla a su décimo orgasmo. Completamente agotada se dejó caer sobre la cama acomodándose entre los brazos del kengou quien la mantuvo pegada contra su cuerpo a pesar del calor que emitían y lo pegajosos que se encontraban cubiertos de todo aquel sudor.
A ninguno de los dos les pareció importar el quedar en una postura tan indefensa a merced de cualquiera que tratase de cobrarse sus cabezas. En estos momentos no existía nada más allá del contacto de sus cuerpos.
―Fuck― soltó Zoro sin fuerzas.
―Otro día, cuando recupere las fuerzas― respondió Robin moviendo únicamente los labios aunque casi parecía como ni siquiera estos se movían al encontrarse completamente desfallecida―. Tal vez dentro de una semana o dos…
―Fuck― repitió Zoro con burlona resignación disponiéndose a dormir.
Robin sintió como una creciente erección se presionaba contra su cuerpo.
―Fuck indeed!
― ― ― ― ― ― ― ― ― ―
ENDorFin
― ― ― ― ― ― ― ― ― ―
Disclaimer: todo lo reconocible acerca del Universo de One Piece pertenece a Eiichiro Oda/Shueisha inclusive, sobre todo, el ZoRo xD
Oodora: Gran tigre, bebedor.
Como algunos parece ser que un one-shot demasiado extenso les resulta demasiado aprovecharé este en concreto para dividirlo en tres partes, bien, diferenciadas principalmente por la propia naturaleza de la historia y el fan-art de apoyo. En realidad no hay mucho más que decir salvo que espero que guste a pesar de la simpleza de la inexistente trama xD
Nos leemos.^^
