Se desliza entre mis manos.

Kuroshitsuji ©Yana Toboso

"Este fic participa del fandom de Kuroshitsuji: Reto Especial "Las amistades del Conde" del foro La Revolución de los Fandoms".


Era una oscura noche de Londres, la neblina era densa pero no lo suficiente como para que aquel hombre de traje y su sequito de oficiales caminase temeroso por las sombríos callejones. Esa era su responsabilidad para con el pueblo y con su majestad la reina de Inglaterra: victoria.

Arthur Randall conocía que había algo que se escondía entre aquellas brumas, donde los crimenes sin resolver se desvanecían de entre sus manos para terminar en las sombras bajo las faldas de la reina y en la siniestra figura de un niño. Sentado en una mesa de un lustre bar de caballeros londinenses y aunque su título de Comisario parecía dar respeto a media sociedad había una sola persona que se burlaba de aquello: El conde Phantomhive.

Parecía que aquel niño cuyo título y reputación en el bajo mundo resguardase un millar de secretos en los casos más insólitos con la suprema complacencia de la reina. Su copa de coñac a medio tomar daba muestra de su amarga reflexividad, sabia el desagrado que tenía al joven noble y a su extraño mayordomo.

Su aspecto era de una seguridad inamovible, y, aunque deseara atraparle en algún truco la reina estaría como un muro solido frente a él. La captura del destripador era solo parte de que las especulaciones de la familia eran "Los Nobles Oscuros" desde hace generaciones, comenzaba a creer que no era solo como decían entre los altos mandos. Era, el Scotland Yard del bajo mundo donde todo les era permitido y aunque muchas veces deseare atraparles parecían deslizarse era el otro mundo que habitaba entre ellos del que hablaba H.G. Wells.

Tal vez, cuando joven deseo servir a los reyes de Inglaterra y detener a los maleantes que propagaban el caos en el país. Pero, ahora, viendo como al entregar los sobornos que entregaba al conde que habitaba aquel condado de East End era su Némesis y también su reflejo ante el mundo desconocido que trabajaba.

Levanto la copa con una trémula sonrisa y miro como el líquido ambarino se ilumino por las lámparas del bar, el humo de puro giraba en el aire en espirales que solo podía ver como un lago en el que la silueta de aquel niño cuya vida se había desvanecido en las sombras de su mayordomo acaparaban el bienestar de la reina.

– Ciel Phantomhive, no puedo atraparte –murmuro y girando la copa mientras la bajo suavemente y miro sombras entre las ranuras deformadas del cristal. Hizo una mueca de molestia al saber que la última palabra de cada caso desconocido y resguardado por la familia real la tenía aquel niño–siempre, parece que se desliza entre mis manos.

Tomo el trago de un solo, para escuchar como la puerta se abría y ver el uniforme oscuro de la policía metropolitana en uno de sus subordinados, dejo un chelín sobre la mesa para levantarse e ir al encuentro del informante. Era hora de trabajar, aunque fuese siempre la sombra del Oscuro conde.