Se que debería estar continuando el otro ficc... pero por alguna extraña razón reencontré esta historia, entre otras, y me hizo ilusión terminarla... porque no es normal que a saber cuando se me ocurriera esta paranoia. Bueno, como indica el título, los personajes de KHR! se verán haciendo el rol de algún personaje de Alicia en el país de las maravillas.

He intentado seguir un poco la temática original de la película del 1951, si no se la vieron ya y tienen pensado verla en algún momento leen bajo su responsabilidad de posible spoiler(?).

Disclaimer: Los personajes aquí mencionados no me pertenecen.

Advertencia: Ninguna... puede tener algún insulto grosero o desnudos, pero nada explícito.


El conejo blanco y Seño Picaporte

Mi nombre es Sawada Tsunayoshi, y desde aquel día dejé de ver las cosas de la misma forma. Aún así, hoy día me sigo preguntando si fue un simple sueño, o fue realidad…

A penas quedaba una semana para el fin de las clases, siete días y podría decir adiós al estudio y hola al pasarse el día tirado en la cama. Eso era lo único que le animaba a seguir en pie esos días.

Como todas las mañanas desde a saber cuando, fue arrojado de la cama como si de un simple saco sucio se tratara, todo para despertarle.

— Du-duele… - se quejó aún medio adormilado, sobándose la cabeza. - ¡Oye, Reborn! Podrías dejar de despertarme tan bruscamente, ¿no crees?

— Idiota… - fue lo único que respondió, dibujando una inocente sonrisa en sus labios. - ¿No que habías quedado hoy con Kyoko a mitad del camino?

— ¡Es verdad!

Esa mañana había empezado como todas, un golpecito, un insulto, un "aquí no pasó" nada… Cambió el pijama por el uniforme del instituto y corrió a por el desayuno ya preparado por su madre.

— ¡Nyajajaja! ¡Hoy Lambo-san conseguirá comérselo todo!

— Ah… escandaloso ya de buena mañana.

— ¡Tsuna! ¿Ya hiciste tu tarea?

— ¡Oh, mierda! ¡Me olvidé por completo! ¡Me voy!

Agitado, no solo porque parecía que iba a llegar tarde aún cuando había quedado con Kyoko sino porque además no había echo la tarea. Siempre podría pedirle un poco de ayuda a Gokudera, pero de todos modos debía llegar rápidamente.

Tras coger su bolsa salió como alma llevada por el diablo, aunque tomando el camino erróneo. De echo, tenía en mente poder encontrarse "por error" con el albino y pedirle el grandísimo favor de que le dejara copiar pues no iba a estar por la labor de llegar pronto.

Pero parecía que el destino no estaba a su favor, pues aún tras larga pateada no dio con él, de seguro se le habría ido a buscarle a casa.

— ¡Tsuna-kun! - se escuchó una dulce voz tras suya.

— ¡Ah! ¿Ky- Kyoko-chan? - algo dudoso, giró la mirada por sobre el hombro para dar de lleno con aquella joven, quien ladeó la cabeza cerrando los ojos a la vez que sonrió.

— Te ves ajetreado, ¿ocurrió algo?

— ¡N-no! Solo… solo corrí demasiado.

— ¿Oh? - dejó escapar una pequeña risa - ¿Te dormiste?

— Eh… no. Es que - se rascó torpemente la cabeza - anoche no hice la tarea, y quería apresurarme, sin dejar a Kyokyo-chan plantada.

Solo hizo a la chica reír, sonrojándose al escuchar aquella dulce melodía para sus oídos. Aquella risa se le contagió, pues pronto empezó a reír con ella.

— ¡AL EXTREMO!

Bien reconocida fue aquella expresión para ambos jóvenes, solo una persona gritaba tan extremadamente energético de buena mañana. Kyoko giró en si misma para dar de lleno con su hermano mayor, el presidente del club de boxeo, Sasagawa Ryohei.

— ¡Buenos días Sawada, Kyoko! ¡Hoy es un hermoso día para correr al extremo!

— Eh… - rió algo nervioso, en ocasiones daba miedo aquella extraña hiperactividad del mayor. - Parece que va a llover a media mañana, el cielo se anda cubriendo.

— ¡NO HAY ESCUSA! Bueno. Iré a continuar con mi entrenamiento matutino. Recuerda, Sawada, ¡estaré esperando por ti en el club!

Tal como acabó de hablar salió dando golpes al aire, una costumbre que tenía aquel joven boxeador desde hacía demasiado tiempo, es mas, desde que lo conocía era así.

Le vio marcharse con una sonrisa algo nerviosa, mientras Kyoko únicamente se despedía con la mano.

— ¿Vamos? - preguntó la joven sin borrar aquella sonrisa.

— ¡AL EXTREMO! ¡Llego extremadamente tarde! - se escuchó de fondo, parecía que no se había alejado demasiado, pues se le seguía escuchando.

— ¿Eh? No sabía que se llegaba tarde a un entrenamiento propio.

— ¿A qué te refieres, Tsu-kun?

— Ah, bueno. Es que acabo de escuchar lo que dijo Ryohei y me extrañé.

— ¿Onichan? No le escuché. Ya mejor empecemos a ir o llegaremos tarde.

— ¡Cla-claro! - Iniciaron un tranquilo paso rumbo hacia el instituto Namimori. - "Que extraño… me pareció escuchar su griterío"

Durante el camino mantuvieron una conversa animada, el castaño explicaba alegremente las anécdotas de la noche pasada con Lambo. Ella parecía divertirse, aunque hubiera algún momento en el que su rostro mostraba preocupación - ya que como siempre, habían golpizas de por medio -, terminaba sonriendo. Ya habiendo llegado a territorio escolar se podían apreciar los subordinados de Hibari observando todo como si algún peligro amenazara de nuevo aquellas paredes. Por un momento su cuerpo se paralizó, debía admitir que sentía miedo por el solo echo de tener que pasar frente a ellos. Mentira, no era miedo, lo suyo era pánico, lo cual quedó demasiado evidente al empalidecer su rostro.

Hibari, quien no andaba muy lejos, vio al joven Vongola acercarse a la entrada. Su mirada se mantuvo fija y su gesto se frunció mas. Algo no estaba bien con él.

El largo frenar y el sonido de las ruedas deslizarse por el caliente alquitrán provocó que todo alumno presente se diera la vuelta para ver que demonios pasaba. Un camión, bastante mas pesado de lo permitido circular por esas zonas de la ciudad, parecía estar escapando de algo, o eso indicaba su alta velocidad, pero un par de alumnos se entrometieron en su camino.

— ¡RYOHEI! - gritó el joven castaño mas alarmado que nunca.

Sin embargo, algo no estaba bien con él. Sus pasos eran rápidos y en ocasiones parecía estar dando brincos. ¿Qué demonios? ¿Cómo podía ponerse a brincar estando apunto de ser arroyado por un camión de a saber cuantas toneladas? El boxeador, al darse cuenta del peligro que estaba corriendo echó a correr por su vida, dando un último brinco para colarse entre las ruedas.

— ¡¿Pero qué demonios hizo? - salió corriendo ante la atenta mirada de todo el instituto.

— ¡Ah! ¡Se me hizo tarde! ¡Debo correr al extremo! - espetó sin preocuparse de nada mas al percatarse de que seguía con cada una de sus piezas en su lugar.

— ¡Ryohei! ¡¿Estás bi- - Y entonces estuvo apunto de irse de espaldas al suelo. - Esto… m-me parece bien que intentes llamar la atención pa-para nuevos miembros, pe-pero… ¡no creo que hiciera falta ponerse esas orejotas!

En esos momentos se podía ver un Ryohei de espaldas, curiosamente con una espumosa cola asomando bajo la chaqueta del uniforme y unas largas orejas adornando su cabeza. Desde luego, esa vez mas que llamar la atención para chicos fuertes simplemente la llamaría de chicas que adoraran esos detalles.

— ¡Tarde, tarde, tarde! ¡Llegó extremadamente tarde! Dos horas, espera, mas. No, menos… ¡Ah, que demonios importa cuanto!

Sin mas salió corriendo bajo un boquiabierto Tsunayoshi. Volvió la mirada para comprobar que el camión se había detenido, además de fijarse en como el conductor salía corriendo seguido por algunos miembros de la policía. Kyoko seguramente le perdonaría.

— ¡Espera, Ryohei!

No supo cuanto estuvo corriendo detrás del boxeador, es mas, ni sabía hacia donde se dirigía. Algo llamó su atención por el camino, y fue ver como Yamamoto y Gokudera iban en dirección contraria del instituto, parecía que ese día no iban a asistir. Bueno, ya luego les preguntaría, ahora tenía una prioridad; perseguir al hermano mayor de Kyoko para asegurarse de que se encontraba bien tras el pequeño incidente, además de preguntarle hacia donde llegaba tarde.

Estuvo apunto de perderle de vista cuando este se metió en un callejón. Se detuvo al inicio de la calle, inclinándose levemente para apoyar las manos en las rodillas y recuperar todo el aliento perdido. Sin duda alguna, Ryohei era rápido corriendo. A paso lento se acercó a la boca de una alcantarilla que estaba curiosamente abierta, estando la tapa no muy alejada.

— ¡¿Ryohei? - exclamó agachándose.

— ¡Al extremo! - fue lo único que recibió como respuesta, haciéndose eco en el vacío.

Vale, ya le había quedado claro. Hoy le había sentado fatal el desayuno al boxeador y el pensar en cosas al extremo se había multiplicado. Suspiró pesadamente arrimándose mas a la boca, no le quedaría de otra que bajar si el otro no tenía intenciones de subir.

— Oniichan, será mejor que subas. Ahí abajo debe de oler fatal y seguro Kyo- wao, ¡wah! ¡AAH! - No por nada era llamado Tsuna el inútil. Su mano resbaló provocando que cayera de lleno por el agujero.

Cerró con fuerza los ojos, esperando un impacto que nunca llegó. Se hizo un ovillo en si mismo, parecía que el agujero era profundo y sin duda le iba a doler el golpe, si es que sobrevivía. Se despedía mentalmente de aquella cruel vida cuando sintió un golpe de aire que le dio la vuelta, quedando literalmente en pie.

Lentamente abrió los ojos, sorprendido, anonadado, y todos los sinónimos que a uno se le pudieran ocurrir. Estaba cayendo demasiado lento, algunos objetos flotaban y para el colmo de los colmos habían espejos y cuadros colgados en las paredes. Su mente lo único que podía pensar era en que ya había dado por finalizada su vida al caer por la alcantarilla y que ahora se estaba dirigiendo a un paso muy lento hacia el infierno.

— Esto es extraño.

No bien acabó aquella frase que inició una caída en picado. Temiendo al ver que flotaban incluso anchos armarios, camas, mesas, sillas… ahí había de todo, parecía una casa flotante. Un terrible hormigueo recorrió su cuerpo según descendía, todo iba demasiado deprisa, su mente no podía ni siquiera memorizar con todo lo que se estaba encontrando.

Al fin vio el suelo pero, demasiado cerca. Cerró fuertemente los ojos preparándose nuevamente para un impacto. No tardó mas que milésimas de segundos en dar con tierra, aunque para su buena - o mala suerte - cayó sobre una mullida cama que no pudo mas que hacerle rebotar e impactar de bruces al suelo.

— ¡Du-duele! - se quejó, manteniéndose tirado en el suelo.

— Tarde, tarde, tarde… - se podía escuchar aquella voz alejarse, hasta perderse tras el cierre de una puerta.

Alzó la mirada para intentar dar con el dueño de aquella voz, pero ya no había nadie, por no decir que tampoco había nada. Cuando sintió que aquel dolor lentamente se iba disipando se incorporó quedando arrodillado, cauteloso de su alrededor. Observó todo con detalle, no era mas que una pequeña habitación pintada a cuadros rojos y negros, con una demasiado pequeña puerta en una de las paredes. Terminó de acercarse mientras se sacudía las ropas.

— ¿A dónde fui a parar? - preguntó al aire.

— ¡VROOOOOOOOI! ¡¿Es que aquí no puede nunca uno dormir tranquilamente?

— ¡¿Squalo? - Sus ojos se ensancharon, buscando desesperadamente al nombrado.

— Vroi. Aquí ni hay ningún Squalo, a menos que así te llames tu, ¡basura!

En uno de sus intentos por dar con el pelilargo vio como aquella puerta era la que le estaba hablando. Sus ojos se ensancharon mas si era posible, parecía que se le fueran a salir de orbita. Corrió a acercarse a esta, viendo con cierto miedo a lo que se suponía que le estaba hablando.

— ¡¿Qué demonios miras, gusano?

— ¡Wah! ¡Sin duda eres Squalo!

No era para menos lo que estaba mencionando. Aquella especie de pomo tenía una cara que le miraba de forma escalofriante, de esta curiosamente sobresalía una cabellera albina y lo que dejaba mas claro eran esos gritos por conversa. No pudo evitar la tentación y presionó con el índice aquel pomo que tenía por nariz.

— ¡Estate quieto! ¡Estoy cerrado!

— ¿Ce-cerrado? - preguntó extrañado el castaño.

— Ajá, además de que estás demasiado grande para pasar. ¡Me dolería que me entraras así!

Su rostro enrojeció, aunque algo por su interior moría de felicidad. Siempre era la burla por su corto tamaño y se le estaban quejando de grande.

— Oye, Squalo, ¿ha pasado por aquí a Ryohei? - se agachó hasta quedar a cuatro patas.

— ¡No me llames Squalo! ¡Me llamo Señor Picaporte! Y no se quien es ese Ryohei, por aquí el único que pasó fue el conejo blanco con su tan estúpida prisa de siempre. ¡Además de que esos "al extremo" me dan dolor de cabeza! Si pudiera le cortaría en dos…

— ¡Ah, ya! Escuché bastante. - Prefirió no replicarle, después de todo no quería acabar con la cabeza fuera de su lugar. - Quiero pasar, ¿me dejas, por favor?

— ¡NI HABLAR! Si quieres pasar, deberás hacerte pequeño.

— ¡¿Eh? ¡¿Pe-pero como?

— Allá en la mesa está el frasco, inútil y ciego.

— ¡Oye! Allí n- - Tuvo que dejar la frase a medias, de la oscuridad se vio una mesa que se acercaba a gran velocidad, con un pequeño frasco encima. - Me dormí… ¡Si, eso! Fui atropellado, por eso veo cosas que no podrían ocurrir.

— ¡IDIOTA! ¡BÉBETE ESO SI QUIERES PASAR!

— ¡SI! - Acatando aquella orden se levantó y corrió a la mesa.

Aquel frasco tenía consigo una etiqueta en la cual rezaba "Bébeme". Parpadeó tomándola, vio de reojo al supuesto Squalo y regresó la mirada al contenido de la botella.

— ¿Qué hay dentro? - preguntó retirando el tapón.

— ¡¿Cómo quieres que sepa si ni tengo manos?

— Es-está bien… no te en-enfades.

Dubitativo cerró con fuerza los ojos y bebió de un solo trago todo el líquido. Parpadeó confuso, dibujando una sonrisa entre sus labios. Después de todo sabía a zumo y hasta el momento no parecía que le sintiera mal. Se había emocionado demasiado rápido, en un abrir y cerrar de ojos todo se volvió enorme para él. No solo estaba sorprendido por lo que acababa de ocurrir, sino que la vergüenza se apoderó de él al verse tal y como lo trajo dios al mundo; desnudo. Con rapidez de cubrió aquella zona mas íntima y corrió hacia "el pomo".

— ¡Ya está! Ya soy pequeño, déjame pasar Squalo.

Aquel que se hacía llamar Señor Picaporte no pudo mas que estallar en una sonora carcajada.

— ¡Pedazo de idiota! ¡Te olvidaste la llave! Ya dije que estoy bien cerrado.

¡Bien! ¡Genial! ¡Estupendo! Giró el cuerpo para poder ver como encima de la mesa aparecía una enorme llave. Estaba por reclamarle, esas cosas se decían antes y no cuando uno ya tenía el tamaño de un insecto. No le quedaba de otras que intentar trepar. Corrió para intentar de un salto avanzar trozo, pero, a escasos metros tropezó consigo mismo acabando besando, literalmente, una de las patas de la mesa. "Squalo" volvió a burlarse de él por todo lo alto.

— ¡No te burles! - protestó quedando arrodillado.

— Bien, bien… puedes comer una de mis galletas para regresar a tu tamaño, coger la llave y volver a tomar este tamaño para… ¡oye, engendro! ¡Escucha a la gente hasta el final mientras hablan!

Tsuna, mientras hablaba, se había comido una galleta entera justo al momento en el que un pequeño cofre apareció con un montón de galletas en las que rezaba "cómeme". El efecto de nuevo no tardó en hacerse presente haciendo que su cuerpo se hiciera mayor de sobre manera, casi hasta el punto de destrozar toda aquella habitación por no caber.

— Maldita sea - rechistó "Squalo" al estar aplastado por un enorme pie.

— ¡Eso debería decir yo! ¡Ahora soy un monstruo, soy enorme!

— Eso te pasa por no escuchar hasta el final. Solo bebe del frasco, ¡del frasco!

Pero aquellas palabras no fueron escuchadas por el castaño, quien sin poder evitar la desesperación empezó a llorar. Las lágrimas empezaban a inundar todo, el pobre picaporte parecía que no tenía como respirar… entonces cayó en cuenta del frasco. Lo buscó en el pequeño lago que había formado, lo cogió y dio un largo sorbo. Lo que no esperaba era que su cuerpo se encogiera al aire y cayera dando vueltas en picado. No supo si fue suerte o desgracia caer de lleno en la botella.

Y entonces todo se volvió negro. El mareo le impidió el seguir con los parpados abiertos. Por un momento deseó que cuando los abriera todo volviera a la "normalidad", estar junto a Kyoko y que quedara como un extraño sueño. Pero el destino no jugaba a su favor…


La apertura de como llega el "chiquitín" al nuevo mundo... Squalo en un principio iba a ser el rey, acompañado por Xanxus de reina, peeeeeero... acabaron otros personajes como los reyes, así que Squalo se quedaba sin asomar -se cubre por la idea de Xanxus reina, no quiere morir tan joven-

Y ya... :3