El señor y la señora Malfoy, eran todo lo que una familia sangre pura debía ser;-gracias a Merlín. Estaban orgullosos de decir que eran la flor y nata de la sociedad mágica británica, no por nada eran descendientes de dos de las familias mágicas más antiguas y puras. Él, Lucius, era el único hijo del excelentísimo Abraxas Malfoy, antiguo co-director del Departamento de Misterios del Ministerio de Magia. Ella, Narcissa, pertenecía a la noble dinastía de los Black cuyo lema era "Toujours Pour" y se enorgullecían de decir que pocas veces se habían relacionado con sangres sucia o muggles, una de las excepciones era Andrómeda, la hermana de Narcissa a la que el matrimonio nunca mencionaba.
Ambos se conocieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, ambos eran Slytherin y llevaban tres años de feliz matrimonio. Eran muy jóvenes cuando se casaron, ella apenas había cumplido diecinueve años y él rondaba los veintiún; pero como muchas otras parejas durante la guerra decidieron casarse por si algo malo pasaba.
Sobra decir que Lucius era uno de los más fieles mortífagos al servicio del Lord Tenebroso -con el permiso de Bellatrix, la otra hermana de Narcissa- y apoyaba firmemente la causa de éste. Narcissa, sin embargo, prefería mantenerse lo más alejada posible de ese mundo para centrarse en lo que verdaderamente le obsesionaba: Traer al mundo a un heredero.
Tras dos años de intentos fallidos, el joven matrimonio fue bendecido con un hijo el 5 de junio de 1980. Un precioso bebé con el pelo tan rubio como el de su padre y los ojos grises característicos de la familia Black al que decidieron llamar Draco Lucius Malfoy.
Pero nada es para siempre, y la felicidad de la familia Malfoy estaba llegando a su fin. En Halloween de 1981, Lord Voldemort desapareció aunque nadie supo explicar cómo. Todo lo que Lucius consiguió averiguar es que fue derrotado por un niño de la edad de Draco llamado Harry Potter. De repente el mundo de Lucius y Narcissa se fue a pique sin posibilidad de ir marcha atrás.
Lucius consiguió librarse de ir a Azkaban tras una magistral actuación durante su juicio ante en Wizengamont en el cual juró haber estado bajo la maldición Imperios cuando cometió los crímenes de los que se le acusaba. Quizás el medio millón de galeones que donó para la construcción de una estatua en memoria de los que lucharon contra El Que No Debe Ser Nombrado, ayudara al nuevo Ministro de Magia, Cornelius Funge, a decidirse.
Desde aquel momento los Malfoy tuvieron que ocultar sus ideas y opiones, al menos de puertas hacia afuera. Draco creció oyendo que él era la élite del mundo mágico porque era un sangre pura y que los sangres sucia y los muggles eran aberraciones de la naturaleza que no deberían existir; así como la importancia de estar bien relacionado y de estar siempre del lado de los vencedores.
Draco fue un niño muy vivaz. Tenía curiosidad por todo cuanto le rodeaba, curiosidad que hacía las delicias de su madre y molestaba de sobremanera a su padre. Era un niño muy mimado y caprichoso, sobre todo porque Narcissa le consentía todo y si alguna vez se negaba a algo un par de lagrimitas de Draco bastaban para que cambiara de opinión.
Pero Lucius era arena de otro costal. Cuando Draco tenía ocho años escuchó a su padre quejarse a sus amigos de que Draco no era más que un niño de mamá, demasiado débil para ser un buen Malfoy. Desde entonces Draco se prometió a si mismo que haría que su padre estuviera orgulloso de él, costara lo que costase. Así que empezó a comportarse como un pequeño déspota.
