Título: Diez minutos. [1/2]
Pairing: 2759
Advertencias: OoC, personajes TYL, spoilers del Arc del Futuro y leeeeve manoseo. (a.k.a lime)
Notas: Odio cuando arruino una idea que me gustaba u.u, y tiene continuación. Los personajes no me pertenecen, todos son de Akira Amano.
Diez.
―Te veo en diez minutos, Gokudera-kun― dijo Tsuna, sin dejar de firmar papeles, deteniendo su labor solo unos segundos para dedicarle una sonrisa a su Mano Derecha quien, luego de verlo fijamente, correspondió a su gesto con una sonrisa igual de amplia.
Nueve.
Dejaba organizado todo en su oficina, apilaba los papeles que tendría que firmar al día siguiente y los que tendría que entregarle a su jefe, cerrando la puerta del lugar cuando terminaba con esa tarea.
Ocho.
Recorría con lentitud los pasillos de la mansión, con las manos en los bolsillos y algunas veces con un cigarrillo colgando de sus labios, dejando atrás la zona de oficinas y empezando a ingresar al ala destinada a las habitaciones de los Guardianes y de, por supuesto, el jefe de estos.
Siete.
Llegaba a la habitación que le habían designado e ingresaba sin prisa alguna, aflojándose la corbata y dejando el saco colgando de la silla del escritorio que estaba a un lado mientras se dirigía a su cama.
Seis.
Su espalda quedaba apoyada contra su cama y, con los brazos tras la cabeza y fumando completamente relajado, esperaba, viendo ocasionalmente y con seriedad la puerta de la habitación cerrada.
Cinco.
Su puerta de madera emitía un sonido al ser abierta y los sonidos de pasos y el de la puerta al cerrarse retumbaban en la silenciosa habitación.
Cuatro.
Gokudera dejaba el cigarrillo que ya se había acabado en el cenicero junto a su cama y levantaba el torso para incorporarse, lo suficiente como para poder ver a su jefe, recargado contra la pared, cruzado de brazos y con una sonrisa perfilando sus labios.
Tres.
Él lo observaba fijamente y Tsuna, sonriendo otro poco al ver eso, se quitaba su propio saco, dejándolo junto al suyo y eliminaba la distancia que lo separaba de la cama de su Guardián y también de este, sin despegar la mirada de su figura al mismo tiempo que aflojaba su corbata.
Dos.
Una caricia en su mejilla se hacía presente y la mirada de ambos se conectaba por unos segundos, al mismo tiempo que idénticas sonrisas aparecían en los labios de ambos.
Uno.
Las bocas se unían, las caricias bajo la ropa comenzaban y su cuerpo quedaba apresado entre el colchón y el cuerpo de su jefe quien, sin perder el tiempo, besaba posesivamente su mejilla y reclamaba la piel de su cuello con sus dientes, sacándole un gemido profundo y un intenso rubor en las mejillas, rubor que se intensificaba cuando su jefe lograba colar su mano en sus pantalones y su boca se movía de su clavícula a su pecho.
Gokudera no creyó que esa rutina cambiaría algún día. Mucho menos que se convertiría en algo como una visita diaria de diez minutos frente a un ataúd de negro brillante.
Tampoco que esos diez minutos se convertirían en algo tan triste y solitario.
