Nota: ya sabemos, los personajes son de SM. La historia es mía :D
SUMMARY: "–Entonces, si logro que Bella se acueste conmigo ella tendrá que..." Edward y yo tenemos la maldita costumbre de apostar por todo. ¿Quién iba a sospechar que esta vez la situación se iría de las manos? Una apuesta. Un ganador. Miles de consecuencias. B&E
ADVIERTO: NO será un fic lemmon. No estoy interesada para nada. Si es necesario, las situaciones serán tratadas como lime, de forma totalmente sutil, digo, por si esperaban lo contrario. Lo que SI habrá es temas de contenido adulto. Advertido.
Luego de dos años, comienzo a resubir la historia porque, sí, ahora la terminaré.
Se que deben haberla olvidado, por lo mismo las invito a leer nuevamente sus capítulos asegurándoles que esta vez verán el final. Perdón mi larga ausencia.
(:
1. Iron Friends*
.
–¿Hola?
Cerré la puerta del apartamento con sigilo. Nada se oía dentro.
–¿Edward? –llamé despacio. Dejé las llaves, mi bolso y lentes de sol sobre la mesa de arrimo que hay en el pasillo. Abrí las cortinas del living; Edward nunca aprovechaba la luz natural de recibía su apartamento–. ¿Edward? –volví a llamar.
Nadie contestó. Se había quedado dormido. Eso seguro. Otra vez. Últimamente se le estaba haciendo una costumbre. Fui hasta su dormitorio, abrí la puerta y lo que encontré…
Oh, mierda, no otra vez, me quejé mentalmente.
Edward estaba acostado en su cama, aún dormido y desnudo. Así es, desnudo, tal como dije. Y puedo afirmar que estaba desnudo porque pude literalmente notar su desnudez. Digo, parte de la sábana que se suponía debía estar cubriendo sus… partes privadas, estaba corrida hacia un lado tapando su pierna derecha. Muy útil, pensé con sarcasmo. El resto de la sábana estaba enredada en el cuerpo de una curvilínea rubia que dormía a su lado. El cuadro incluía uñas manicuradas de ella descansando sobre el pecho blanquecino de Edward.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser yo quien presenciara estas… cosas?
Solté un pesado suspiro, salí de la habitación cerrando la puerta (obviamente) y me dirigí a la cocina. Ya en el lugar preparé un poco de expresso en la cafetera y me serví un tazón dispuesta a esperar a que el bello durmiente tuviese la decencia de aparecer en escena. No pasaron ni cinco minutos hasta que Edward entró en la cocina vistiendo sólo unos bóxer púrpura y luciendo algo despeinado. Dio un pesado y largo bostezo mientras se rascaba la espalda.
¡Wow, súper sexy!, ironicé.
–Buenos días, Pepper Potts –saludó dándome un beso en la mejilla y robándome de paso un sorbo de mi taza de café–. ¿Llegaste hace mucho? Me quedé dormido –agregó dando otro bostezo y sentándose sobre la encimera.
Grandioso. Todo el trasero de Edward estaba apoyado donde usualmente corto las verduras para la comida. Mmm, sabroso.
–Así veo. Y también veo que estuviste ocupado anoche –agregué enarcando una ceja.
Edward esbozó una sonrisa torcida en respuesta. No tenía mucho que aclararme, menos explicarme. Aquel era un cuento viejo.
–¿Dónde vamos hoy? –preguntó estirando el brazo y alcanzando mi taza de café de la cual bebió otro sorbo. Típico de Edward, si yo no le servía, él no se servía por mucho que hubiese una cafetera llena a dos metros suyo.
–Olive Garden(1).
–¿Otra vez?
Puse mi mejor expresión de niña buena –Tengo antojo de lasaña y sabes que no hay como la de Olive Garden.
–¿Antojo? No me asustes Pepper, no estoy preparado para ser tío –mi estampa seria confirmó que aquella broma estaba demás–. Uy, está bien, Olive Garden será –accedió haciendo amago de bajar de la encimera pero se detuvo a medio tiempo–. Bells, ¿me haces un favor? –preguntó rascándose la nuca. Cuando Edward ponía esa expresión… nada bueno podía augurar–. ¿Puedes fingir que estás enojada?
–Es una broma –afirmé incrédula, apoyándome en el mesón y cruzándome de brazos.
–Si la echo con mis métodos tomará por lo menos media hora, si pones cara de enojada serán sólo cinco minutos. Te lo prometo. Cinco.
Siempre tenía que verme envuelta en estos asuntos. Siempre. Puse mi mejor expresión de reproche.
–No tienes que hacer mucho, sólo mantén esa mirada que me estás dando. Esa misma que tienes ahora –bromeó; me mantuve firme–. Por favor, por favorcito…
Edward haciendo muecas era sinónimo de yo accediendo a ser parte de sus vergonzosas tretas, las que por lo general tenían relación con sus aventuras sexuales. Él lo sabía, por eso utilizaba aquel viejo truco.
Solté un suspiro, resignada. ¿Qué opción tenía?
–Eres la mejor, Pepper, te adoro –sonrió bajándose del mueble y dejando el tazón ya vacío en el lavaplatos (¿en qué momento se adueñó de mi café?). Me dio un sonoro beso en la mejilla y se fue con paso rápido a la habitación.
Solté otro suspiro, más sonoro aún.
No alcanzaron a transcurrir ni dos minutos cuando la chica rubia de la habitación, vistiendo su vestido de fiesta, tacones en mano y cabello despeinado (seguro no lucía así la noche anterior) cruzó frente a la cocina con paso apresurado. Me dio una rápida mirada algo asustadiza a la que respondí con una fría expresión y ojos que mataban, y salió del apartamento sin decir palabra. A los segundos, Edward hizo su entrada en la cocina luciendo una gran sonrisa en el rostro como si nada hubiese pasado.
–¿Quién fui esta vez? ¿Tu jefa, tu hermana, o tu prima lejana a quién olvidaste recoger en el aeropuerto?
–Mi novia. Estabas de viaje y volviste antes.
–¿Y se lo tragó? –Edward asintió solemne, orgulloso de su gran logro–. ¿Con qué tipo de mujeres te enredas, Edward? –lo silencié con un gesto antes de que abriera la boca–. No, no quiero saber.
–Si así lo prefieres. Bien, me doy una ducha rápida y nos vamos.
Edward salió de la cocina no sin antes, de paso, revolver mi cabello sin darme tiempo a detenerlo; aquella era una costumbre que no se le quitaría nunca. Suspiré entre divertida y resignada.
Ese era Edward Cullen, mi mejor amigo.
...
–Y bien, ¿a dónde fui en mi viaje de ficción?
Edward y yo estábamos sentados en la terraza del Olive Garden. Era parte de nuestra rutina almorzar juntos todos los sábados en algún lugar que escogíamos alternadamente; él había ordenado spaghetti con albóndigas mientras que yo me servía mi anhelada lasaña.
–Irlanda.
–¿¡Irlanda!? –exclamé sorprendida–. ¡Wow! Sí que me va bien dentro de tus historias. Tal vez me convenga vivir en ellas –bromeé saboreando la lasaña–. ¿Viaje de placer o de negocios?
–Negocios obviamente. Si hubiese sido de placer me tienes allá contigo –agregó haciendo un gesto sugerente con sus cejas.
–Aunque hubiese sido de placer y estás allá conmigo, créeme que no habríamos hecho nada de lo que ahora debe estar pasando por tu linda y pervertida cabecita –aclaré indiferente picoteando una de las albóndigas de su plato.
–Aburriiidaaa –se mofó; le saqué la lengua en respuesta en un gesto de madurez perfecto–. Bueno, algún día yo te llevaré a Irlanda. Los dos nos iremos de viaje y recorreremos ese verde país que tanto adoras. Te lo prometo, Pepper –comentó masticando su comida: digamos que tuve una vista panorámica de la albóndiga dando vueltas en su boca.
Lo miré con suspicacia. Edward siempre buscaba regalonearme y consentirme en todo, aunque siempre a su manera. Ahora mismo me decía que algún día los dos nos escaparíamos a Irlanda, un país que por cierto añoraba conocer.
–Te lo cobraré.
–Esperaré a que lo hagas –sonrió limpiándose con la servilleta que descansaba a su lado–. Ya sabes, cuando sea millonario como Tony Stark(2) te llevaré a conocer Irlanda.
Hay una cosa que deben saber de Edward: él adora a ese tal Tony Stark, es como su modelo a seguir. Su alter ego, mejor dicho: millonario, exitoso y acosado por las mujeres. Ese es su norte.
–Vas por un buen camino. Digo, te falta lo de millonario pero lo de mujeriego ya lo tienes.
–Por algo hay que empezar –respondió entre risas.
–Entonces, ¿cuál es tu método? –pregunté cortando un trozo de lasaña–. No, mejor no me lo digas, yo lo haré, estoy segura de que conozco todas tus artimañas.
–¿Segura? –me desafió Edward tomando un sorbo de mi vaso de bebida; el suyo ya lo había vaciado.
–Así es. Hasta podría apostarlo.
Otra cosa que deben saber: Edward y yo siempre nos refregamos que sabemos todo acerca del otro. Él dice que nadie me conoce como él y yo afirmo lo mismo. Por esa razón hemos adquirido la costumbre de desafiarnos por todo. Literalmente por todo. No hay cosa por la que no estemos apostando. Siempre.
–Está bien. Si adivinas, te dejo escoger la película.
Ah, cierto, también es parte de nuestra rutina ver alguna antigua película en un viejo cine de barrio que frecuentamos.
–Te lo digo desde ya, tendrás que ver una vez más City Lights(3) –adoro a Charles Chaplin.
–Eso crees tú. Lo cierto es que te tocará repetirte Plan 9 From Outer Space(4) –Edward ama las de terror clase B–. Comienza –sentenció ceremonioso.
–Bien –me acomodé en mi silla; crucé las manos sobre la mesa–, primero, identificas a la víctima: una chica que por supuesto debe cumplir con tu larga lista de requisitos para poder quedar seleccionada. Suelen calificar aquellas mujeres que son delgadas, de largas piernas, que visten vestido y calzan tacones, es decir, el 99% de las mujeres del local de turno –agregué en burla–. Guapas, obviamente.
–Guapas –repitió Edward asintiendo.
–Luego de tener a la escogida, la observas: que ella note que la estás mirando. La haces esperar un rato hasta que te acercas y la invitas a un trago. Tú pagas, por supuesto –Edward sonrió–. La sacas a bailar, le coqueteas un poco y la besas.
–No todo es tan conciso como lo relatas pero sí, en resumen, esa es la idea –admitió bebiendo otro trago de mi Pepsi.
–Lo sé, simplemente voy al punto. No quiero hablar de cómo les acaricias el trasero ni mucho menos.
–Está bien, está bien.
–Luego de provocarla más de la cuenta terminas invitándola a tu apartamento donde te acuestas con ella.
Edward sonrió en extenso pero esta vez negó –En eso estás equivocada.
–No me salgas con que no tienen sexo. Eso es una gran mentira.
Que no me saliera con eso, digo, eran incontables las veces que había llegado a su apartamento y me había encontrado con la "afortunada" de turno en su cama o ducha. A veces me cruzaba con alguna rubia o morena despampanante en el lobby del edificio: era fácil deducir de qué apartamento venían.
–Me acuesto con ellas, no lo voy a negar. Es decir, para eso hago todo –rodé los ojos–. El punto es que yo no las invito a mi apartamento, ellas son las que proponen ir a "otro sitio" –enarqué una de mis cejas–. Siempre es igual.
–¿Siempre? –enarqué mis dos cejas.
–Siempre. Lo que pasa es que mi… "trabajo" en tan preciso y acertado que ellas terminan rogando por irnos a un lugar, ya sabes, más privado –sentenció tomando nuevamente de mi vaso.
–Es escalofriante como hablas de hacer un "trabajo" –comenté y un escalofrío me recorrió; Edward rio–. Bien, entonces cuando ellas te proponen marchar del local tú, gentilmente, les ofreces tu antro de perversión.
–Algo así –admitió.
–¿Y bien? ¿Le he atinado a todo?
–¿Sabes si las despacho antes o después del desayuno?
–No lo sé con certeza pero deduzco que antes. Ya has logrado lo que querías, ¿no? –comenté con burla.
Edward soltó una risotada –Antes. Si es día de semana les digo que tengo una reunión importante en el trabajo. Si es fin de semana, tengo una cita con mi hermana pequeña. Eso nunca falla.
Solté un suspiro, incrédula. No conocía ese detalle: oficina o cita con la hermana. ¿Alice estaría enterada que todos los fines de semana se supone se veía con Edward? Bien, a pesar de conocerlo como la palma de mi mano Edward nunca dejaba de sorprenderme.
–¿Y las vuelves a ver? ¡Hey! No te sigas tomando mi bebida, pide otra si quieres –me quejé al notar que Edward bajaba a toda velocidad mi Pepsi.
–No te quejes, sabes que no lo haré. Terminarás pidiendo una cuando me acabe la tuya –lo observé un momento manteniéndome firme. Luego de unos segundos se la devolví. Edward me dedicó una sonrisa reluciente. Es cierto, no sé para qué me molestaba. Paciencia, le tenía tanta paciencia.
–No es una regla pero no acostumbro a hacerlo –continuó Edward con su sórdido relato–. Es decir, siempre hay alguien más con quien salir, no hay necesidad de llamarlas.
–¿Y cómo haces para que no te molesten?
Hay una cosa que tenía clara a pesar de que me era imposible ver a Edward con otros ojos que no fueran los de amiga: el tipo era increíblemente guapo y encantador, digo, por algo las mujeres le llovían, pero no dejaba de extrañarme que no se obsesionaran considerando el tipo de chica que frecuentaba.
–Si surge el tema, les pido su número de teléfono con la excusa de que no confío en que con darles el mío ellas me llamarán.
Abrí mi boca en una gran "O" mayúscula –¿Y se creen ese pésimo cuento?
–Están más ocupadas escuchando como me han dejado enganchado –comentó, echándose hacia atrás en su asiento–. Todas las mujeres son iguales –le di una sola mirada de advertencia–. Bien, no todas –corrigió.
–Tal vez todas la mujeres que frecuentas sí son iguales. En eso puedo concederte la razón.
–Puede que todas las que frecuento… sí –admitió sin terminar la idea.
–Eres último –concluí poniendo mi mejor expresión de regaño.
–Lo soy, aun así no puedes no quererme, Pepper –comentó regalándome una fastidiosa sonrisa.
Ah, ¿no les he aclarado? Hay veces en las que Edward (léase siempre) me llama Pepper Potts(5). ¿Acaso no lo habían notado? Ya saben, la mano derecha, mejor amiga e interés romántico de Tony Stark, el hombre tras Iron Man, y que Edward idolatra a más no poder. Bien, en este caso yo sólo soy su mano derecha y mejor amiga, de interés romántico entre nosotros digamos que hay nada. Lo cierto es que no sé qué se le metió en la cabeza que yo era como ella, su propia e incondicional Pepper Potts como dice él, y simplemente he tenido que acostumbrarme a que me llame de esa forma. Bien, lo admito, hasta ha terminado gustándome como suena.
–Te aseguro que es mi duda existencial. No sé por qué te aguanto.
–Te lo he dicho mil veces, eres mi incondicional Pepper Potts.
Lo observé un instante. Levanté mi mano y le hice una seña a la mesera para que me trajera una nueva bebida. Edward enanchó su sonrisa.
Pepper Potts, esa soy yo.
*Adaptado de la película (y cómic) Iron Man (El Hombre de Hierro, 2008) de Jon Favreau. Es un juego de palabras: Iron Man= Hombre de hierro; Iron Friends= Amigos de hierro. Creo que en el capítulo quedó más que claro que la amistad entre Bells y Edward es irrompible. De Hierro.
(1)Olive Garden es un restaurant de comida italiana presente en muchas ciudades de EEUU.
(2)Tony Stark es el hombre tras el superhéroe Iron Man. Un tipo millonario y galán dueño de una empresa armamentista. Exitoso, por supuesto.
(3)City Lights (Luces de la Ciudad, 1931) es una película dirigida y protagonizada por Charles Chaplin. Por eso Bella lo menciona.
(4)Plan 9 From Outer Space (Plan 9 del espacio exterior, 1959) es una cinta del reconocido Ed Wood. Es un filme de terror de bajo presupuesto de los que se acostumbraban en la época, también conocido como Cine clase B, o Cine B.
(5)Acá recién entro a explicar el apodo que le da Edward a Bells: Pepper Potts es, tal como dice en el fic, la mano derecha, mejor amiga e interés romántico de Tony Stark, ya mencionado arriba. En realidad la chica se llama Virginia Potts pero Tony la apoda "Pepper" Potts (Pepper= pimienta; Pepper Potts es pelirroja).
A ver si se entusiasman otra vez, chicas.
Soles.
(:
