Y Dios dijo: hágase el disclaimer. Y el disclaimer se hizo, y dijo que ni Avatar ni Crepúsculo me pertenecían. Y vio Dios que era bueno. Pasó una noche, pasó una mañana: el capítulo primero.

No hay lugar en la Tierra donde no pueda llegar el brazo de los Vulturis, ni existe refugio en que los Cullen puedan esconderse de Demetri. Abandonar el planeta puede ser la clave de la salvación, pero tal vez ni siquiera el espacio sea frontera para su imperio. Y todos saben que un cazador nunca renuncia a una presa.

Exilio

Capítulo 1: Crónica de una muerte anunciada

Era un día de rutina para la familia Cullen. Una deliciosa monotonía que se había mantenido inalterada desde hacía más de un siglo. En diferentes ciudades, con diferentes tapaderas, pero siempre se repetía la misma coreografía de comportamientos y calendarios escolares. Pudiera parecer deprimente, pero cuando te sabes inmortal no tienes tanta prisa por vivir. Hay años de sobra para hacer cualquier cosa que te puedas proponer, lograr cualquier desafío que te puedas plantear, o jugar a cualquier juego que puedas imaginar. Mientras tanto, vivir el día a día resulta fascinante.

El doctor Cullen practicaba una complicada operación quirúrgica en un quirófano del hospital, acompañado por un anestesista y varias enfermeras. Una horda de estudiantes admiraba la pericia de Carlisle con el bisturí, y entre ellos se encontraba Isabella Swan. Perdón, Bella Cullen. Tras muchas décadas practicando el autocontrol se había decidido a estudiar la carrera de medicina, una ambición que había nacido del enorme respeto que sentía por Carlisle.

Siempre quiso ir a la universidad antes de ser vampira, para no parecerse a las adolescentes enamoradizas que se casan nada más terminar el instituto y dedican el resto de su vida a preparar tres comidas diarias. Aunque al final se casó luego de su graduación, y eso sólo la había hecho más feliz de lo que podía imaginar, hay metas personales que no dependen de su utilidad ni su necesidad para ser valiosas.

Quería vivir las etapas que no había podido recorrer como humana, incluso Edward deseaba que lo hiciera, y una de ellas era la vida de estudiante universitaria. Había satisfecho esta inquietud obteniendo múltiples títulos a lo largo de los años, acompañada en todo momento por el resto de los Cullen. Edward no se hubiera separado de Bella por las buenas, y el resto de los chicos vieron interesante la perspectiva de ir a la universidad en vez de repetir de nuevo el instituto. Sin embargo ninguno tuvo el valor de apuntarse con ella a medicina, así que ese año decidieron probar otra vez con el instituto.

—Tu suegro es un genio, un genio de verdad —le dijo con admiración el estudiante que se sentaba a su lado.

Bella le miró y sonrió sin decir nada. Ella ya había aprendido a hacer esas maniobras hacía varios años, no era nada del otro mundo. Pero ver a Carlisle trabajar sobre un cuerpo humano abierto de par en par y rebosante de sangre, sin siquiera temblar, seguía siendo digno de contemplar. Bella tenía que evitar respirar, pues tras unos minutos su sed de sangre se hacía sencillamente insoportable. Carlisle no. Él respiraba regularmente, más que si fuera humano de verdad, pedía ayuda a las enfermeras, fingía secarse el sudor de la frente, miraba los monitores como si necesitara algo más que sus sentidos para comprobar el pulso y las constantes vitales… todo un espectáculo de humanidad que Bella no era capaz de representar con tanta naturalidad. "Y yo era la del gran autocontrol", pensó con ironía.

A varios kilómetros de allí, el resto de los jóvenes Cullen asistían a clase en el instituto. En concreto, la clase de educación física. ¿Puede haber algo más aburrido para un vampiro? Al menos estaban jugando un partido de béisbol. Gracias a un barniz transparente inventado en los años 20 (2120) podían salir a la luz del sol sin que su piel brillara como una bola de discoteca. Eso les había abierto una amplia gama de posibilidades a la hora de escoger destino.

Todos los alumnos de la clase iban rotando por las diferentes posiciones a cada jugada, para acostumbrarse a jugar en todos los puestos. De vez en cuando coincidían dos vampiros, y entonces aprovechaban para desahogarse con una bola hiperrápida cuando nadie miraba.

Ahora habían coincidido tres: Edward lanzaba, Jasper bateaba y Alice recogía. Era hasta cómico. Alice podía adivinar por donde esperaría la bola Jasper y por donde no llegaría a darle bien, y Edward leía la información directamente de la mente de Alice.

"Lánzala alta, muy arriba y a la izquierda. Esta vez le dará al aire", pensó Alice convencida. Ya podía ver claramente a Jasper maldiciendo tras fallar el bateo.

Rosalie y Emmett se estaban divirtiendo bastante con la cara de concentración de Jasper, que intentaba inútilmente anticiparse a la trampa mental imaginando por dónde se lanzaría él a sí mismo la bola. Edward se colocó con gran teatralidad en posición de lanzamiento, cogió impulso y lanzó con todas sus fuerzas una bola alta. Jasper, que tras mucho pensar había llegado a la conclusión de que iría baja, dio un batazo al aire. Ya solo le quedaba oír el sonido de la pelota contra el guante de Alice para saber que había perdido el punto. Pero contra todo pronóstico ocurrió algo inimaginable: la pelota dio en la cara a Alice, derribándola al instante por la fuerza del impacto. Toda la clase se quedó mirando, sorprendidos de que un Cullen fallara una recepción. Incrédulo, Jasper miró a Alice, que se incorporaba lentamente. Edward, Rosalie y Emmett se acercaron preocupados. Alice estaba teniendo una visión, y por la cara de Edward no era nada bueno.

Alice se levantó por fin y trató de tranquilizar a la profesora, que estaba preocupada por la violencia del golpe.

—Estoy bien, de verdad —se sacudió el pantalón—. Ha sonado más fuerte de lo que ha sido. ¿Ve? —dijo señalándose la mejilla—. Ni siquiera se nota el golpe.

La cara de Alice seguía tan blanca como lo había estado los últimos doscientos años. Era evidente para todos que el lanzamiento no había sido tan duro como parecía, pero hubiera destrozado el cráneo a cualquier otro estudiante.

—Aún así me quedaría más tranquila si te examinaran en la enfermería —insistió la profesora—. Por favor Edward, acompáñala. ¡Y no me des estos sustos, por el amor de Dios!

—Lo siento, profesora. Lanzaré más suave —se limitó a contestar Edward. Después murmuró una sola palabra, en un tono inaudible para el oído humano—: Vámonos.

Alice y Edward se marcharon del campo de béisbol, pero no fueron a la enfermería. Salieron directamente del instituto y esperaron en el aparcamiento del centro a que llegaran los tres vampiros restantes, tras solicitar ir a la enfermería a ver a Alice. La pregunta era evidente, pero Emmett la verbalizó.

—¿Qué ha ocurrido?

Con la angustia reflejada en el rostro, Alice reveló por fin la noticia.

—Vulturis.

No hacía falta decir más.


Jacob y Reneesme disfrutaban del sano deporte de la caza, en la modalidad sin armas. Era uno de los pasatiempos más entretenidos que conocían, y una manera muy sana y barata de conseguir alimento cuando necesitas el doble o el triple de comida que un humano corriente. Reneesme acechaba a un enorme alce, de al menos media tonelada. Podía perseguirlo y alcanzarlo, pero era más divertido atacar por sorpresa y ver el desconcierto del animal. Ya estaba lo suficientemente cerca como para considerar el acecho un éxito, pero cuando se disponía a saltar, su teléfono móvil sonó escandalosamente con la melodía de una canción de rock de moda. El alce ni siquiera se molestó en mirar antes de salir corriendo. A lo lejos oyó reírse a Jacob. Se tomó un segundo para tragarse el enfado antes de responder a la llamada.

—¿Sí?

—Hola cielo, soy yo —habló la voz de Bella, seria, al otro lado.

—¡Mamá, me alegro de oírte! —respondió ella con súbita alegría.

Jacob oyó desde lejos la conversación y se acercó velozmente para saludar con su habitual descaro:

—¡Hola, chupasangres!

Reneesme le dedicó una mirada de reproche que él fingió no advertir. Pero si Bella lo escuchó, no lo demostró.

—Escuchadme los dos: los Vulturis han vuelto al ataque —la declaración bastó para captar su atención. Hacía más de un siglo que no tenían noticias de ellos. Tras una pausa de unos segundos Bella siguió hablando—. Irán a por los Cullen como objetivo principal, pero los lobos y los vampiros que nos reunimos cuando vinieron a por Reneesme también corren peligro. Quieren erradicar cualquier posibilidad de que formemos otra alianza contra ellos.

—Maldita sea, pues nos reuniremos y les plantaremos cara de nuevo. Esta vez no les dejaremos retirarse —aseguró Jacob. Reneesme cogió de la mano a Jacob para transmitirle su miedo, lo que le puso aún más furioso.

—No hay tiempo para organizar nada —negó Bella—. Llegarán hoy mismo. Vosotros que estáis a salvo del poder de Dimitri debéis esconderos. Nosotros huiremos, aunque no creo que dejen de perseguirnos.

Jacob haría lo imposible por proteger a Reneesme, aunque eso implicara tragarse el orgullo y huir. Bella lo sabía, y Jacob sabía que lo sabía. No había discusión posible. Salvo por parte de Reneesme, que estaba aterrada.

—Mamá, ¿a dónde vas a huir? De un escondite os seguirán al siguiente —razonó—. Tenéis que ganar tiempo hasta que podamos reunir a todos los que se oponen a ellos.

—Podemos buscarlos por vosotros —terció Jacob.

Se oyó un suspiro al otro lado de la línea. Tras unos segundos Bella volvió a hablar, con una voz tan triste que resultaba desgarradora.

—Ya están casi todos muertos.


Bella colgó el teléfono.

—Evacuarán el poblado quileute y se esconderán con los demás lobos —informó rápidamente. Bella agradeció que su don impidiera a Edward leer su mente. Así le evitaría el sufrimiento de conocer lo destrozada que estaba por dentro. No estaba demasiado preocupada por sí misma, pero solo de pensar que su hija podría correr algún peligro le embargaba la angustia y se le venía el mundo encima. Daba igual que tuviera ya casi 150 años, para ella seguía siendo su niña pequeña.

Edward no necesitaba leerle la mente para imaginar lo mal que lo estaba pasando, y lo mal que lo pasaría cada día hasta que volviera a ver a su única hija. Él también estaba preocupado por su hija, no dejaba de ser el padre, pero comparar su sentimiento con el vínculo que compartían Bella y Reneesme era imposible. Se moría de ganas de consolarla y prometerle que todo iba a salir bien, pero hubiera sido inútil. Hay penas que no se alivian con palabras. Ambos lo sabían muy bien.

—Carlisle ha localizado a varios amigos. En Europa occidental han aniquilado a casi todos los que conocíamos, pero todavía quedan varios vivos. Se han enterado y están intentando organizarse, pero nadie quiere enfrentarse a los Vulturis abiertamente —dar malas noticias a Bella no era precisamente el hobby favorito de Edward.

Los Cullen preparaban a toda prisa el equipo necesario e imprescindible para los viajes. Documentación falsa, varios cientos de miles de dólares en billetes y provisiones del barniz que utilizaban como maquillaje contra el sol. Entre ellos lo llamaban "nube", porque cumplía la misma función que el frecuente tiempo nublado de Forks. Era un producto industrial que protegía la pintura o cualquier superficie fotosensible del deterioro por estar a la intemperie, formando una resistente película de material transparente que neutralizaba parte de la luz solar absorbiendo la mayor parte de la radiación. O algo parecido. A los Cullen solo les interesaba la parte práctica: poder moverse por la ciudad en pleno día. Iban a necesitarlo para desplazarse.

Alice no tenía tiempo para esas trivialidades. Inmóvil como una estatua en medio del salón, y con la mirada perdida, estaba concentrada en analizar las distintas vías de escape con que contaban. Ni siquiera había explicado a sus hermanos por qué habían decidido acabar con ellos, eso tendría que esperar para cuando estuvieran a salvo y tuvieran tiempo que perder.

De momento había posibilidades si eran muy rápidos, pero a cada minuto los Vulturis pensaban en nuevas medidas para acorralarlos. Explorando cada posibilidad en el tiempo veía una escapatoria clara y simple: el aeropuerto. Cualquier medio de transporte terrestre o marítimo era demasiado lento para escapar de la persecución. Había dos aeropuertos en la zona, pero los Vulturis se dirigían a un aeródromo privado, con la intención de llegar lo antes posible hasta ellos.

Podían embarcar en un vuelo charter que cruzaría el océano pacífico y los llevaría a Japón. No, eso les dejaría aislados en el país, porque los perseguidores tendrían tiempo de llegar a Japón en el jet privado antes de que saliera el siguiente vuelo con plazas libres. Tal vez a Sudamérica… no, imposible, era un callejón sin salida. En cambio Europa… ahora mismo las fuerzas de los Vulturis estaban dispersándose por todo el mundo y habían dejado desprotegido su propio continente.

Bien, ese sería el siguiente paso. En Berlín podrían viajar a cualquier parte del mundo sin problemas. Y entonces los Vulturis… los seguirían. Y su jet era más rápido que los aviones comerciales. Tras unos tensos minutos probando diferentes combinaciones llegó a la conclusión de que en la mejor de las situaciones podrían viajar continuamente durante dieciocho días antes de que los alcanzaran. Lo que ocurriría entonces era demasiado horrible para describirlo.

Era sencillamente imposible, tenían un ejército tan grande que podían controlar medio planeta a la vez. Habían movilizado cientos de vampiros. ¿Desde cuándo eran tantos? Le extrañaba no haberse dado cuenta antes. La Tierra ya no era lugar seguro. Edward, que seguía atentamente el discurrir de sus pensamientos, de pronto le dio una loca idea descabellada.

—¿Y si abandonamos el planeta?

Eso atrajo la atención de toda la familia, que se congregó en el salón inmediatamente con un suave silbido al cortar el aire. Podía parecer una tontería, pero cualquier idea era bien recibida en tiempos de crisis.

—¿Cómo vamos a hacer eso? —preguntó Rosalie escéptica.

—Dejadme ver un segundo… —pidió Alice.

—Es cierto —interrumpió Jasper—. Ni siquiera Dimitri podrá rastrearnos si salimos de su alcance, y dudo mucho que su don llegue más allá de la atmósfera, no digamos del sistema solar. Ni siquiera tú puedes predecir la caída de un meteorito, ya lo comprobamos una vez. Hay un viaje espacial previsto para dentro de unas semanas, ¿no es cierto? —preguntó a Alice.

—Sí, pero desde luego no puede subir cualquiera a bordo. Tendríamos que falsificar un montón de documentos y permisos, y habría que conseguir sobornar a personal del gobierno y el ejército. Literalmente nos arruinaríamos… pero es posible, sí —concedió al fin.

—Los viajes espaciales no son ningún paseo —observó Emmett—. Estaríamos varios años encerrados en una nave espacial con un montón de humanos. Carlisle, ni siquiera tú puedes aguantar tanto tiempo sin matarlos. Y aunque los humanos pueden criogenizarse para no envejecer, dudo que el sistema funcione con nosotros.

Ningún vampiro podría soportar la sed durante tanto tiempo, ni siquiera durante un solo año. Incluso con todo su autocontrol, tenían que cazar como mínimo una vez cada dos semanas para no ponerse nerviosos con el olor humano. Si las distancias interestelares ya eran de por sí un obstáculo gigantesco para los humanos, más aún para los vampiros. Ellos no podrían criogenizarse durante el camino, no tendrían esa ventaja.

—Yo puedo conseguir algunas bolsas de sangre muy fácilmente en el hospital, y supongo que podríamos vaciar los almacenes de los hospitales de la ciudad, pero preferiría evitarlo —dijo Carlisle—. No nos hará ningún favor tomar sangre humana, y además los humanos la necesitan para transfusiones.

—¿No sería posible conseguir sangre animal en grandes cantidades? —sugirió Esme— Cada día se matan miles de animales en las granjas para producir carne. No creo que sea muy difícil conseguir varios miles de litros si pagamos por ellos. El problema será introducirlo en la nave y poder alimentarnos sin llamar la atención.

—¿Sangre de pollo? —protestó Emmett— No quisiera ser el primer vampiro en vomitar. Alice, ¿seguro que no hay otra opción?

—¿La prefieres de cerdo? —contestó Rosalie con sorna, haciendo bufar a Emmett de frustración y provocando una alegre sonrisa en los demás.

—A ver, parad un momento —pidió Alice. Todos abandonaron la conversación para prestar atención—. La lluvia de ideas está muy bien, pero no puedo comprobar todo a la vez. Vayamos por pasos —se tomó un momento para poner en orden sus ideas. Señaló a Jasper—: Ponte en contacto con el de la agencia para conseguir permisos para el viaje. Tendrás que meterle miedo y ofrecerle mucho dinero, porque se va a jugar la cárcel con esto.

—De acuerdo. ¿Pero qué tipo de permisos?

—En realidad Lawrence se encargará de todo. Las chicas y Carlisle iremos como personal científico, y vosotros os haréis pasar por marines. Él sabrá lo que tiene que hacer.

—Supongo que no será fácil falsificar documentación del ejército —valoró Bella—. ¿No sería más fácil intentar colocarnos todos como asistentes científicos, o algo parecido?

—Sí, pero no va a conseguir más plazas —respondió Alice. Podía ver al señor Lawrence, el contacto de Jasper, devanándose los sesos pensando en la manera de encontrar tres plazas más para los Cullen, aterrado ante la perspectiva de fallar a Jasper. Después de eso se tomaría unas largas vacaciones para superar el estrés, que se las habría ganado a pulso. Pero pese a la alentadora visión, Alice seguía preocupada—. Seguimos teniendo tres problemas. Primero, seguir vivos hasta entonces; segundo, preparar el viaje; y tercero, cumplir nuestros papeles cuando lleguemos.

—Claro —opinó Bella—. Tendremos que saber en qué vamos a trabajar para poder prepararnos. ¿Sabes en qué campo se especializan?

Siempre podían coger unos cuantos libros sobre la materia y leérselos por el camino. Una de las ventajas de estudiar siendo vampira es que no tenía que dejar de estudiar para dormir ni comer, y tampoco tenía que leer un dato dos veces. Su mente lo memorizaba todo, hasta las migajas más pequeñas de información. Y además todo tenía más sentido a primera vista que cuando era humana. No tenía que pelearse con los conceptos y los cálculos para comprender de qué iba el tema. Podía leer un manual de mecánica y unas horas después reparar un coche sin ayuda. Claro está, había algunas materias más complejas que otras.

—En ingeniería genética —respondió Alice. Vale, esa era una de las materias complejas.

Carlisle cayó de repente en la cuenta. Había sido la comidilla en los círculos de expertos y no tan expertos unas décadas atrás; durante un largo período nunca faltó un artículo al respecto en las revistas de divulgación científica. Pero desde hacía varios años no se sabía gran cosa del asunto, probablemente por el potencial militar del proyecto. La cuestión había sido recluida a las altas esferas militares y a unos pocos expertos en genética en cada universidad.

—Creo que ya sé de que se trata —explicó. Edward, que leía a la vez a Alice y a Carlisle, asintió en silencio—. Es un proyecto para crear cuerpos orgánicos dirigidos por control remoto. Es un campo muy complejo y hay pocos expertos realmente capaces de hacer avances significativos. Si demostramos ser capaces de ayudar —y de hecho estaba seguro de que tendría que contenerse para no ayudar demasiado— no tendremos problemas para mantener la tapadera cuando lleguemos. Conozco a gente que nos conseguirá todo el material disponible sin ningún problema en poco tiempo. De hecho estarán encantados de saber que hay gente joven dispuesta a tomar el relevo. Eso reduce el problema a dos cuestiones: la huída y el viaje.

Alice intervino entonces, y no esperaba réplica.

—Eso después. Jasper, tienes dos horas para hablar con Lawrence y volver. Si no conseguimos escapar ahora no servirá de nada. Tenemos media hora para sacar los billetes si queremos ir legalmente, así que el resto de preparaciones habrá que hacerlas por teléfono.

Jasper asintió con la cabeza y abandonó la casa en una ráfaga de aire. Edward notó cierto regocijo en él al pensar en asustar al pobre Lawrence. Pudieron oír el motor de hidrógeno del coche deportivo de Jasper ponerse en marcha en el garaje, mientras cada uno iba a por sus cosas y se aseguraba de que no le faltaba nada necesario. Cuando volvieron a reunirse, ya dispuestos a salir, Alice anunció una medida de seguridad tan dolorosa como necesaria.

—Debemos quemar la casa. Vienen con varios rastreadores que aún no nos conocen, y necesitamos evitar en la medida de lo posible que reconozcan nuestro olor.

La idea de destruir su hogar era descorazonadora. Los vampiros son nómadas por naturaleza, pero los Cullen se habían adaptado a tener una residencia fija y era difícil renunciar a ese estilo de vida confortable. Tener una casa significaba que eran capaces de establecerse en una comunidad sin ser descubiertos, y les devolvía parte de la humanidad perdida. Emmett fue al garaje y volvió a los pocos segundos con varias latas de gasolina.

—¿Será suficiente? —preguntó con evidente mal humor.

—Sí —contestó Alice. Odiaba ser la que daba las malas noticias. A veces pensaba que hubiera sido mucho más feliz con cualquier otro don. Ella no tenía la posibilidad de disfrutar de la felicidad de los ignorantes, y ni siquiera tenía todas las respuestas.

En situaciones como esa la responsabilidad que caía sobre sus hombros era demasiado pesada. La supervivencia de su familia dependería exclusivamente de que ella lograra ver todos los caminos para elegir el correcto, y eso nunca era tan simple como parecía. Era como jugar una partida de ajedrez contra el universo intentando predecir todas las estrategias posibles y sus consecuencias.

Salieron de la casa tras empaparla de gasolina por todos lados y arrojar una cerilla. No se quedaron a ver como ardía. Necesitaban llegar a tiempo a la cita con la supervivencia.


NOTAS DEL AUTOR: Empieza la caza. ¿Cuántos Cullen morirán? ¿Cuánto calor emitirá la casa al arder? ¿Cuántos litros de sangre bebe un vampiro al año? ¡Hagan sus apuestas!

Algunos detalles que al parecer conviene aclarar:

-La fecha. Pues si no me equivoco demasiado con las cuentas, estamos en el 2147. Insisto, si no me equivoco. Doy vagas referencias como los "casi 150 años de Nessie" o el producto inventado "en los años 20 (2120)", porque temo pillarme los dedos más adelante. Aunque tengo bastante claro lo que quiero contar, los datos precisos todavía los llevo un poco en el aire. Dentro de poco me tocará coger calendarios y una calculadora para fijar las fechas exactas, pero de momento no es importante.

-Carlisle no suda, finge secarse el sudor de la frente. Vamos, el típico gesto de frotarse la frente con un pañuelo, o con la manga de la camisa. Lo he explicitado en el texto para no causar errores a los lectores venideros. La idea es que adopta todas esas conductas para fingir ser humano, y eso es en realidad lo que intenta aprender Bella.

-Los viajes espaciales. En realidad el lanzamiento al que intentarán subirse es un "puente aéreo" entre la Tierra y la auténtica nave nodriza, la que recorre distancias imposibles y es sencillamente gigantesca. Una mega estructura de esas dimensiones (y ese peso) jamás conseguiría despegar de la Tierra (la propulsión necesaria sería suficiente como para resquebrajar la corteza terrestre), por lo que permanece en órbita permanentemente, y los pasajeros y suministros se llevan mediante naves cargueras más ligeras (aunque siguen siendo enormes). En realidad esto no aparece en la película Avatar, pero son conocimientos básicos para cualquier friki de la ciencia-ficción xD.

Pretendo explicar los detalles más adelante, creo que en el cuarto capítulo. Ya estoy viendo que se me irá la mano con los fundamentos científicos jajaja

Para más preguntas, consultar a Dimitri: http://www (.) /#/home

Nos vemos en el siguiente capítulo. Cualquier review se agradecerá.

Un abrazo a los beta reader que me cuidan desde la distancia. Sin ellos me sentiría desprotegido xD