A WELL RESPECTED MAN
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Cuando Draco entró en la habitación, Harry ya estaba despierto y sentado al filo de la cama. Suspiró, sacudiendo la cabeza antes de tocar la puerta, más para anunciarse que para pedir su permiso para entrar.
-Hoy despertaste más temprano que de costumbre,- dijo Draco, caminando hacia el ropero y sacando un par de pantalones (demasiado desgastados para su gusto) y una camiseta con mangas.
-No podía dormir- dijo Harry, estirando el brazo para tomar su ropa: -¿De qué color es la camiseta de hoy?
-Roja,- dijo Draco, acercándole la pieza. –Tiene una snitch dorada bordada en una de las mangas… aquí- dijo, tomando una de las manos de Harry, guiándola hasta la pequeña figura sobresaliente. –La encontré en uno de esos mercados de pulgas que tanto te gustan.
-Es suave- dijo Harry con una media sonrisa. –Francamente, me sorprende que por fin te dieras por vencido con eso de cambiar toda mi ropa con trajes de seda.
Draco rodó los ojos. –Sí, bueno, nadie puede engañar a tus manos. Además, no es como si fueras un muñeco. Si quiero comprar ropa adecuada, tendré que conformarme con comprarla para mí.
-Como si eso te molestara- bromeó Harry mientras se cambiaba de camisa. –Justo a la medida- dijo apreciativamente, y Draco pudo notar el cambio en su expresión. Harry por fin se había relajado un poco.
-Por supuesto que lo es,- dijo Draco, sacando un par de zapatos y dejándolos a un lado de sus pies. –Cuando termines de vestirte, baja. El desayuno está casi listo- dijo antes de darse media vuelta y salir, haciendo un esfuerzo por no mirar los anteojos redondos que aguardaban en el buró a lado de la cama, olvidados e inútiles.
Draco había terminado de servir el tocino para cuando Harry llegó a la mesa.
-¿Cuántas veces te estrellaste contra la pared esta vez?- Draco preguntó mientras le acercaba el plato y un vaso a medio llenar con jugo de naranja.
-Dos- dijo Harry, sonriendo. –Tres menos que la semana pasada.
-Ya era hora, Potter –dijo Draco, dándole una palmada en la espalda, sintiéndose más orgulloso de lo que sonaba. –El tenedor está a tu derecha.
-Gracias –dijo Harry, mordiendo el tocino con entusiasmo.
-Tenemos que hacer las compras hoy- anunció Draco, luego de un momento mientras leía el periódico.
-¿Creí que iríamos hasta mañana?
-Yo también, pero la señora Weasley te invitó a comer en su casa mañana.
-Querrás decir nos invitó.
-Invitarme a mí no es más que una cortesía, Potter. Con quien desean estar es contigo- dijo Draco, sacudiendo la cabeza y bajando el periódico.
-Bah, Molly te adora desde que le enviaste tu receta de estofado. Aunque no lo parezcas, eres una persona agradable de vez en cuando.
-¿Agradable?
-Bueno… tolerable ¡Auch!
-Sigue bromeando y la siguiente irá a parar en tu cabeza- dijo Draco, tomando otra naranja del frutero mientras Harry echaba la cabeza hacia atrás, riendo.
Esta es mi vida ahora, pensó Draco, con una media sonrisa, mientras dejaba la naranja de vuelta a en su lugar para terminar su taza de café.
La señora Weasley los abrazó a ambos, pero se tomó más tiempo con Harry, como siempre. Draco no sabía si era parte de ese amor maternal que sentía hacia Potter o si, secretamente, sintiera algo de pena por él. Quizá fuera un poco de ambos, pensó mientras se escabullía al fondo de la casa, buscando a Granger. Harry estaba en buenas manos, no tenía por qué preocuparse por él aquí.
Encontró a Hermione sentada en un sofá individual, abrazando un libro cerrado, mientras Weasley brillaba por su ausencia.
-¿Lo conseguiste?- preguntó Draco apenas la vio. Hermione rodó los ojos, pero le sonrió de todas formas.
-Yo también me encuentro bien, gracias por preguntar- dijo ella, ofreciéndole el libro. –Aquí tienes.
-¡Brillante!- dijo Draco, tomando el libro de inmediato y encogiéndolo para guardarlo en su bolsillo antes de que alguien pudiera verlos. –Sabes, a veces te pareces mucho a Pansy- dijo mientras se sentaba a su lado. El rostro horrorizado de Granger le causó gracia.
-Sí, ella pondría la misma cara- dijo él, con una media sonrisa. –Pero en serio, gracias. No podía encontrarlo en ninguna biblioteca.
-No me sorprende,- dijo Hermione. –Estas tratando con magia negra, Draco. Ya deberías haber aprendido la lección.
Draco se encogió ante su tono severo, y tuvo que tomarse un momento para recuperar la voz. Sí, ya sabía cuáles eran las consecuencias por involucrarse con magia maligna, pensó mientas buscaba a Harry con la mirada, sin pensarlo. Lo encontró sentado con Ginevra en el comedor. Ella estaba recargada contra su pecho, y él le acariciaba el cabello suavemente. Draco suspiró, regresando su atención a Hermione.
-No tienes por qué recordármelo- le dijo, sacudiendo la cabeza. –Pero se me agotan las opciones. Además, no estoy poniendo nada en práctica. Solo…
-Quieres encontrar una solución- dijo Hermione en su lugar. Draco asintió, encogiéndose de hombros.
-Es lo menos que puedo hacer.
-No, lo menos que puedes hacer es cuidarlo- dijo ella, alargando la mano para tomar la taza de té que tenía a un lado. –Creo que estás comenzando a hacer más de la cuenta. ¿Has estado durmiendo bien?
Draco bufó, rodando los ojos.
-Por favor, no tienes por qué actuar como si te preocuparas por mí.
-Que Harry no pueda ver las marcas debajo de tus ojos no quiere decir que los demás tampoco podamos- dijo ella, dando el asunto por terminado mientras tomaba un sorbo de té. Draco la miró con atención, como si de pronto se hubiera transformado en un monstruo de tres cabezas. Simplemente no podía comprenderla. Era una mujer demasiado perspicaz para haberse casado con un tonto como Ron, pensó, distraído, mientras observaba su estómago.
-¿Ya tienen un nombre?- preguntó, cambiando el tema.
-A Ron le gusta Rose, si es niña- dijo ella, su expresión suavizándose de inmediato. –Pero aún es muy pronto para saber el sexo.
Draco abrió la boca para preguntar qué nombre le pondrían si resultaba ser niño cuando apareció la Señora Weasley para avisarles que la cena estaba lista. Hermione se levantó de inmediato, como siempre, y se ofreció a ayudarla. Draco suspiró, levantándose también y tomando un lugar en la mesa. Como Harry estaba ocupado con Ginevra, terminó a un lado del Señor Weasley y con Ronald en el otro. En el otro extremo de la mesa estaban Harry y Ginny, sonriendo y murmurándose cosas al oído. Cuando Granger apareció con un par de platos y los dejó en la mesa, Ginny se apresuró a poner una cuchara en la mano de Potter y a acomodarle una servilleta debajo de la barbilla, como si fuera un niño. Draco rodó los ojos. Hacía meses que Harry no tenía problemas para comer sin ensuciarse, y una parte de él se preguntó si Potter no decía nada porque disfrutaba la cercanía con la pelirroja.
Draco apartó la mirada cuando ella le besó la mejilla. Eran insufribles. Draco solo venía a esta clase de reuniones porque era el perro lazarillo de Potter, pero las evitaría si pudiera. Sin decir nada, tomó el plato que la Señora Weasley le ofreció, sonriéndole amablemente y comenzó a comer en silencio, rogando porque la vista terminara pronto.
La visita, sin embargo, se prolongó hasta el anochecer. Todos querían hablar con Potter, preguntarle cómo se sentía, diciéndole lo valiente que era, lo brillante, lo maravilloso, lo terrible que era todo lo que había pasado. Draco no podía soportarlo, así que se resguardó en la cocina, ofreciéndole a la Señora Weasley lavar los platos mientras ella tomaba el té. Era mejor así. Nadie apreciaba su compañía aquí y él lo sabía. No tenían por qué, después de todo, que Potter estuviera ciego era su culpa. Se había salvado de Azkaban por un pelo, pero el remordimiento y la culpa era un castigo del que no podía escapar. Incluso ahora, cuando Potter estaba rodeado de su familia, Draco no podía dejar de sentir esa molestia en el pecho, ese dolor sordo que le hacía pensar en que Harry jamás podría ver el rostro de su novia o sus amigos de nuevo.
Draco miró sus manos húmedas. Estaban algo resecas y tenían marcas, quemaduras y cortes por sus primeros meses cocinando. Podía hacerlo con magia, podría haber traído un elfo domestico de la Mansión para que hiciera el trabajo duro por él… pero eso no habría sido suficiente. Draco quería escarmentar y, por un tiempo, había funcionado, pero pronto se dio cuenta de que no era suficiente. Si quería librarse de la culpa, tenía que encontrar una forma de regresarle la vista a Potter. Así que, además de ayudarlo y cocinar para él, también pasaba gran parte de sus noches leyendo, estudiando remedios, contra hechizos, lo que fuera. Pero, hasta ahora, nada era suficiente. Hermione le había dicho que se tranquilizara un poco y había sugerido que necesitaba dormir pero, honestamente, su cuerpo no se lo permitía.
En una ocasión Ronald le había preguntado cómo era que dormía por las noches. Draco no dijo nada ese día, la primera vez que llevó a Harry a visitar a los Weasley, pero le habría gustado poder decir que, en realidad, no podía, que no hacía más que recordar una y otra vez lo que había pasado, que cuando cerraba los ojos tenía que abrirlos de golpe, de nuevo, que si no tomaba dos frascos de poción para dormir sin sueños no podía descansar en lo absoluto. Eso, quizá, le habría ganado algunos puntos de simpatía con los Weasley, pero su orgullo le impidió decirlo y, de todas formas, no les incumbía en lo absoluto.
Draco terminó de secar los platos, todo a mano, y decidió regresar a la sala solo para encontrarse con la noticia de que Harry iba a quedarse a dormir.
-Tú también puedes quedarte, si quieres. Ginny se hará cargo de él por esta noche- dijo la Señora Weasley.
Draco pudo ver la tensión en los hombros de Harry, así que sonrió cortésmente y negó con la cabeza.
-Gracias, pero tengo algo de trabajo pendiente- le dijo, luego volteó hacia Potter. –Potter. Ya sabes en dónde está la chimenea, regresa a la hora que quieras.
-Pero ¿las compras?- preguntó Harry. Draco casi sonrió.
-Pueden esperar hasta que regreses- dijo Draco. Harry, por alguna razón que no pudo comprender, sonrió al escuchar eso, pero ninguno de los dos dijo nada más. Draco se despidió poco después, agradeció por la comida y salió por la puerta.
Sin Harry en la casa, tendría más tiempo para leer el libro que Hermione le había conseguido, pensó. El jardín olía a pasto recién cortado y tierra húmeda. Solo por un momento, Draco se permitió respirar el aroma de la noche.
Grimmauld Place guardaba silencio.
Draco apareció en la entrada y usó su juego de llaves para entrar. La casa estaba sumergida en la oscuridad más profunda pero Draco no encendió ninguna luz antes de avanzar. Un paso, luego otro.
-Esto no está tan mal…- se dijo, cerrando los ojos en la oscuridad. –Uno puede vivir así. No entiendo por qué tanto alboroto. Solo hay que avanzar con cuidado y…
Draco tropezó contra… algo. ¿El sofá? ¿La mesa? A todo esto ¿en dónde estaba? Había avanzado bastante antes de tropezar pero lo había hecho distraídamente. ¿En qué parte de la casa estaba? ¿Dónde estaba el maldito interruptor? Estaba demasiado cansado para esto. Sacó su varita del bolsillo.
-Lumos
Draco estaba de pie en medio de la sala de estar, a unos pasos de él estaba el interruptor de la luz. Qué tontería, pensó, bajando su varita. No podía ni imaginar cómo sería para Potter…
-Nada de esto hubiera pasado de no ser por él. Todo es su culpa, no mía- murmuró Draco, dejándose caer en el sofá y sacó el libro que Hermione le había prestado. Era sobre encantamientos oscuros y magia negra y, como con muchos otros, Draco comenzó a leerlo.
Draco despertó con el crujir de la chimenea. No se había dado cuenta de cuándo se había quedado dormido, pero su cuello dolía como el diablo.
-¿Potter?- Draco murmuró cuando vio a Harry saliendo de la chimenea. Miró el reloj de reojo, ni siquiera eran las nueve de la mañana. -¿Qué haces aquí? Creí que te ibas a quedar con los Weasley hasta tarde.
-¿Draco?- Harry pareció sorprendido de escuchar su voz, pero no hizo preguntas al respecto. En lugar de eso, solo se encogió de hombros. –Creí que íbamos a ir de compras.
-Te dije que esperaría, no tenías por qué volver tan pronto- dijo Draco. Iba a agregar algo más, pero Potter se veía extraño, tenso. Draco suspiró. –Anda, ve a bañarte. Apestas. Voy a preparar el desayuno.
Harry pareció relajarse un poco y asintió con la cabeza sin decir nada más. Pronto, la casa se llenó de ruido: los pasos de Harry resonaban en la madera y, pronto, el sonido de la ducha llegó hasta abajo, donde Draco freía salchichas y ponía agua a hervir. Poco a poco, Grimmauld Place se llenó de vida. Draco la prefería así.
NA.
Hace mucho que comencé a escribir este fic. Hace mucho que no escribo nada y tenía muchas ganas de volver. Espero que les guste!
DN.
