Pasta.

Aquella noche, Venenciano preparó pasta para Doitsu y tambien para Prusia, que se quedó a cenar con ellos. Cocinó, al menos, casi un kilo de pasta de todas las formas y colores, diferentes platos con toda variedad de ingredientes.
Cuando los colocó sobre la mesa, Ludwig y Gilbert lo miraron, agradeciéndole el banquete que se les presentaba.

-¡Ve~! Espero que os guste.

Tras unos segudnos, los alemanes habían terminado. El italiano se giró asustado. Menuda rapidez... Después, sonrió. Se alegraba de que les hubiera gustado su comida. Aquel sentimiento se tornó gris cuando los hermanos comenzaron a pedir más a pesar de que ya se había acabado.
Los dos hermanos alemanes se miraron fijametne y se levantaron de la mesa con un gesto amenazante. Poco a poco, fueron acercándose a Italia, arrinconándolo en la cocina.

-Doitsu... Tengo miedo.
-Tranquilo Italia. -Dijo con un tono extraño.- No te vamos a hacer nada malo... ¿Verdad brüder?
-¡Kesesesesese!

El moreno se quedó petrificado. No sabía si moverse tan siquiera. El peligris cogió un bote de tomate que estaba a su lado, levantó la camiseta del Vargas y comenzó a echarlo sobre él que, ante el contacto de la salsa fría, comenzó a extremecerse, tornándose sus mejillas hasta ponerse del mismo color que el líquido que lo cubría. Después, manchó su cara y también el rizo de su cabeza.
El rubio comenzó a lamer los resto de tomate que cubrían el cuerpo del moreno, repasando con cuidado el rizo del Vargas que, a parte de asustado, comenzaba a excitarse.
Aquello no duró mucho porque el italiano se despertó. No se levantó en la cama de su cuarto, ni en el cama de su hermano, ni tan siquiera en la cama de Alemania. Estaba sobre una hierba hecha de pasta. Concretamente, de espagüetis de color verdes. El rostro de italiano se iluminó.

-¡Ve~!

Se levantó y comenzó a correr felizmente dando vueltas, encontrándose con árboles hechos de macarrones, lazitos, caracolas... También una cascada de salsa de tomate y de otras salsas. Cualquier condimento estaba allí.
Después de un largo rato corriendo, Venenciano encontró una escalera de lacitos de todos los colores. Subió por ella lo más rápido que le permitían sus piernas y llegó hasta un enorme plato de pasta de tomate que era, principalmente, su favorita. Se subió sobre la comida y comenzó a devorarla, saboreando los deliciosos manjares que se le presentaban.
Se tiró horas comiendo sin parar y aquello no parecía terminar. De una forma o de otra, la pasta no cesaba, incluso, cada vez aparecía más y más. A pesar de aquello, el italiano no paró. Incluso comenzó a comer más rápido.
Cuando estaba exahusto, la pasta comezó a vibrar y a engullir a Italia, que empezó a gritar mientras que escapaba como podía.

-¡DOITSU! ¡La pasta se está vengando! ¡Lo siento señora pasta! ¡Yo no quería, pero esta usted tan rica que no puedo dejarla! ¡Doitsu sálvame, tengo miedo!

Entonces, Socro Imperio Romano apareció de la nada y tiró de él, que se había convertido en chibitalia.

-Doitsu...

¿Doitsu? Pero si no era Doitsu... ¿Por qué...?

-Italia... Me gustas.

Tras aquella palabras, finalmente, el Vargas logró despertarse y, junto a él, estaba Alemania, que lo miraba extrañado.

-Sacro...

¿Otra vez aquello...?

-¿Italia, estás bien? Soy Alemania.
-Doitsu.-Le abraza.- He tenido mucho miedo... Ve...
-Me levanté cuando oí... Doitsu, la pasta se esta vengando. Lo siento señora pasta, pero está usted tan rica que no puedo dejarla. Doitsu sálvame... -Le mira con una sonrisa de burla.
-Creo que voy a dejar la pasta durante unos días...
-Anda, duerme un poco, que la pasta te afecta a la poca cabeza que tienes...
-Ve~

Y así, Italia y Alemania se tumbaron de nuevo sobre la cama. Al poco tiempo, el rubio se giró hacia él.

-¿Qué haces en mi cama?
-Dormir, ve~...
-... Bah, ya me da igual...

Finalmente, los dos durmieron de una forma o de otra, en la cama del rubio.