¿Había algo peor que sentirse vacía? No, ni siquiera la muerte. Ella había perdido todo y en el transcurso de tan poco tiempo. La frescura de la juventud se esfumó de tal manera que pareciera que nunca había experimentado el sabor de ser joven, ni disfrutado las alegrías, conflictos y tristezas dignos de cualquier mago o bruja adolescente. Su única motivación era que experimentaría el exquisito sabor de una muerte anunciada e inminente. Para Freeda Shilton, morir era algo que ansiaba, porque le pondría fin a una vida turbulenta, oscura y que nunca le perteneció. ¿De qué servía estar muerta en vida?

Servirle al Señor tenebroso no era algo que le interesara, ni mucho menos vivir bajo las órdenes de Fenrir Greyback. Era una guerra que ya no tenia nada que ver con ella, ni mucho menos deseaba formar parte de algún bando, pues había perdido las ganas de vivir y los deseos de luchar por algo. Para qué luchar, cuando le fue arrebatada su libertad desde que era una niña; cuando la vida le había quitado al único que ser que realmente amo con todo su corazón.

La joven tenía las mejillas hundidas y humedecidas, a causa de las lágrimas que provenían de unos preciosos y melancólicos ojos color marrón. El cabello largo, rizado y azabache le caía hasta la cintura, como si fuese una cascada que recorría su espalda. Era alta, delgada y daba pasos largos y ligeros, dando la impresión de ser una ave asechando a su presa. Freeda secó sus lágrimas con la manga de su túnica, porque no quería que la consideraran una criatura débil e incapaz de afrontar lo que venía por delante. Se pasó los dedos por el cabello y se acomodó el cuello de la túnica esmeralda, que le llegaba hasta los tobillos. De repente, una voz de mujer le indicó que entrara a la sala principal. La joven ingresó a una elegante y frívola sala, adornada con pinturas de antepasados de la familia Malfoy.

Cerca de la chimenea se encontraba Bellatrix Lestrange, quien la recibió con una mueca burlona. A su lado, estaba Fenrir Greyback, quien despedía una fétida mezcla de sudor y sangre.

-¿Qué debo hacer?- preguntó la joven, cerrando la puerta tras de sí.

Bellatrix sonrió y soltó una estruendosa carcajada.

-La sangre sucia se encuentra en el calabozo... Al amanecer, Fenrir recibirá su recompensa, mientras tanto, deberás vigilar que esa repugnante niña no haga alguna de las suyas- ordenó la bruja, mientras jugueteaba con una copa de vino.

Freeda Shilton asintió y escuchó con atención las indicaciones de Bellatrix. De pronto, Fenrir tomó la palabra y la muchacha tan solo asentía con la cabeza, después de todo, estaba acostumbrada a seguir órdenes de otras personas, por muy desagradables que fueran. A fin de cuentas ¿qué más podía hacer, sino era cumplir la voluntad de los demás? Nada, solamente acatar ordenes sin mascullar protesta alguna...

Así era la vida de Freeda, quien desde su nacimiento, había estado atada a imposiciones, contrarias a lo que en realidad añoraba en su corazón.

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Un fuerte dolor oprimía su pecho, aunque no se trataba a un simple malestar físico, mas bien, era una profunda herida que le desgarraba su interior, como un hierro caliente que yacía en el fondo de su corazón y que en su mente, marcaba a fuego vivo los recuerdos de aquella pesadilla, que había vivido en carne propia esa noche.

Una semana y tres días, llevaba ahí confinada, en la mismísima Mansión de los Malfoy. Torturada, humillada y con terribles pesadillas día tras día... Noche tras noche...

Sin embargo, Hermione Granger no perdía la esperanza de salir con vida de aquel lugar. Sabía bien que no podía quedarse cruzada de brazos, esperando a que Harry y Ron la rescataran, ya que encontrar los Horrocruxes restantes eran la prioridad y ella estaba consciente de eso. Por lo tanto, en cualquier momento, una brillante idea le vendría a la cabeza y pondría en marcha algún plan, que con dificultad podía llevar acabo, sin perder la esperanza de salir victoriosa; aunque, sin duda, tendría que pagar un precio muy alto por ello.

Aprovechando la poca luz que le proporcionaban los tenues rayos de la luna, la joven se acercó una mesita mohosa y torcida, donde se encontraba una sucia lámpara de aceite. Hermione la analizó por un momento, frunciendo el entrecejo, como queriendo conocer la manera en la que un lámpara y una mesa, podrían servirle de ayuda para escapar de aquella fría y temible mansión. «¿Podrían estos cacharros servirme de algo?» se preguntó, mientras acariciaba la superficie de la mesa. «¡Piensa, Hermione! Algo bueno se te debe ocurrir» se animó a si misma. Sin embargo, después de observar detenidamente el calabozo y los objetos, se resignó a pasar una noche más en el refugio de los Malfoy, sin ningún plan de escape.

De pronto, se preguntó a si misma qué es lo que estarían haciendo los Malfoy. La curiosidad la invadió y sonrió. ¿Acaso Draco estaba ahí en su mansión ó se encontraba en Hogwarts? Hermione se llevó las manos al rostro e imaginó al rubio caminando altaneramente por los corredores del castillo. ¡A quién engañaba! Era estúpido seguir pensando en él. En un pasado solo eran unos niños inmaduros, que se odiaban solamente por los prejuicios de sangre, pero ahora las cosas eran distintas: Draco y ella eran enemigos a muerte. Los bandos se habían definido y la guerra en la comunidad mágica estaba en pie. El absurdo sentimentalismo no podía ser protagonista de una batalla que se deslizaba como sombras tenebrosas en la oscuridad. La muchacha apretó los puños y soltó un sollozo...sin duda tenía que olvidarse del hijo de Lucius Malfoy.

¡Crac!

Hermione Granger se puso en pie, asustada y con los ojos como platos. Alguien había forzado la cerradura del calabozo. Unos pasos sigilosos se acercaban a ella. La respiración de la joven se entrecortó y un ligero escalofrío la sacudió. ¿Era Bellatrix Lestrange que venía para aplicarle otra dosis de tortura? Pero la chica estaba equivocada...

La luz de una varita iluminó el rostro demacrado de una joven de tez pálida, quien la miraba con un aire de tristeza y repulsión. Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de la bruja, la cual estaba a unos cuantos pasos de Hermione. La castaña la miró con aprensión y suspicacia.

-Mañana por al amanecer partiremos de aquí- exclamó la chica, mientras encendía la lámpara con un hechizo - Fenrir y los carroñeros te estarán esperando y debes evitar que...-

-¿Quién eres tú?- interrumpió Granger, con firmeza.

La bruja soltó una risita y la observó desdeñosamente.

-¿No me recuerdas, Granger?-

-No, me parece que no- respondió con franqueza - ¡Espera! - bramó la joven, entrecerrando los ojos, como quien intenta recordar algo - Tu rostro me parece familiar... Pero no, no creo...-

-Lo sé, es difícil reconocerme... Mi rostro esta marchito y aparento más edad. Ya me acostumbré, pero, aunque no lo creas, me acuerdo perfectamente de ti- inquirió la muchacha con un dejo de tristeza- Eras una rata de biblioteca...igual que yo-

La castaña se quedó petrificada, mientras que la misteriosa joven se acercaba cabizbaja hacia ella.

-¿Te es familiar el nombre de Freeda Shilton?- masculló la bruja, haciendo una mueca, como si mencionar su propio nombre le provocara dolor.

-¡Freeda!- se sobresaltó Hermione - ¡Sí, ahora recuerdo! Eras tú la chica que me mostraba los libros de herbología avanzada ¿verdad?- sonrió - Aunque después dejaste de frecuentar la biblioteca-

-Si, así es. Nunca imaginé que le mostraría un par de libros a una sangre sucia- se bufó con desdén- Después desaparecí... Las razones son más que obvias- sollozó - Bueno, será mejor que me vaya...Recuerda: al amanecer partiremos con los carroñeros. Hasta mañana, Granger- se despidió con una seca cabeceada y salió del frío calabozo.

Sí, ahora que sabía su nombre lo recordó todo. Aquella muchacha era una ex alumna de Hogwarts; Slytherin, de tez ligeramente morena y en un pasado atractiva. Siempre se topaba con ella en la biblioteca del colegio. Pero ahora era pálida y demacrada, como si alguien le hubiese quitado parte de su juventud. Nunca fue amiga suya, pero era la única muchacha de la casa de Slytherin que era amable con ella, aunque no dudó en llamarla "Sangre sucia" aquella noche antes de despedirse. Hermione permaneció inmóvil por unos minutos, pensativa y algo triste. ¿Qué le habría sucedido a esa muchacha? ¿Cuáles eran esas "obvias razones" por las que desapareció?