Dougie

Me miro las manos y los brazos cubiertos por arañazos, moratones y costras.

Desde que yo...bueno...desde aquel día era el muñeco de trapo del que todos se reían y maltrataban, tanto en casa, como en el instituto con aquel continuo bullying. ¿Por qué me odian todos? ¿Qué he hecho? Solo quiero ser feliz, ver un atisbo de luz tras la niebla de sufrimiento que me rodea.

Vivo preso, no puedo expresarme. ¿Libertad? ¿Qué significa eso? Nunca podré saber lo que se siente al ser libre, cuando te aceptan y no tienes ataduras a nada ni a nadie.

No puedo escaparme porque soy menor (sólo me queda un triste año de espera) y no puedo ir a ningún lado, y están mis padres, que no puedo hablar con nadie porque se enteran, se enteran aquellos que intentaron hace un año matarme psicológicamente, aquellos de los que quiero huir de una vez por todas.

Me voy a dar un paseo, a respirar ése aire que tanto deseo que se acabe para mí, para que pueda morir de una vez por todas y sufrir esta calvarie.

Lo único bueno de todo es que nos habíamos mudado y nadie me conoce aquí, todavía.

Danny

Estoy bastante feliz hoy, como todos los días, en la carrera me va genial, no es que saque unas súper notazas, pero, apruebo bien y eso ya es difícil. Me llevo genial con todo el mundo y mis padres están muy orgullosos de mí. Hasta no les importa ése pequeño detalle, ni a mis amigos.

Salgo a tomar aire fresco mientras pienso el sonido de los acordes que un rato antes estuve tocado con mi guitarra. Me dirijo al parque del final de la avenida.

Es primavera, hay demasiados olores agradables. ¡Una ardilla! Vaya... se ha subido al árbol. Quiero cogerla. Pero, ¿en qué pienso? Tengo 19 años, no cuatro. Aunque mi mentalidad... ¡Danny céntrate! Me digo a mí mismo.

Ya he llegado, sigue como lo recordaba, con aquellos grandes árboles siempre verdes, esos setos perfectamente cortados con formas de animales llenos de flores blancas, la fuente de piedra en el medio del cruce de los cuatro caminos que lo recorren, y muchos niños correteando por cualquier sitio.

Me cruzo con un chico, parece realmente triste, me fijo más y entreveo que su cara está tapada por lágrimas. Se le cae algo. Lo recojo y lo miro. Es un artículo sobre reptiles de alguna revista de animales. Me doy la vuelta y voy tras él para devolvérselo. Pero a medida que me acerco al él, comienza a andar más rápido.

-Ey, que se te ha caído- le digo mientras comenzó a correr

-Déjame, déjame en paz, por favor- rogó cortándome la frase a la vez que aceleraba su ritmo.

-Que yo sólo...

-Te lo suplico, no me hagas nada, no me hagas daño. No te he hecho nada malo.

Aquel rubio gira la esquina y se adentra en otra calle entre jadeos cada vez más sonoros. Casi no puede respirar y no es el único, a mí también se me van agotando las fuerzas y mi respiración se entrecorta. Le sigo con el papel en la mano, con cuidado de que no se me caiga al suelo.

Es un callejón sin salida y al final está él, sin poder encontrar una opción para escapar, excepto por dónde ha entrado. ¿Pero por qué leches huye? Sólo le quería dar el recorte que se le deslizó hacia afuera del vaquero.

Me acerco lentamente hacia él para no causarle temor. Pobrecillo, está acojonado.

No le entiendo, ¿por qué se pone así? Ni que le fuese a violar salvajemente.

-No, no, no me pe, pegues- dice temblando como un flan( o más bien como una gelatina que se mueve aún más)

-No te voy a hacer nada

-No mientas, dices lo mismo que los demás.

-De verdad, no te voy a poner un dedo encima. Se te cayó esto- digo enseñándolo el trozo de revista.

-¿De, de, de verdad?

-Claro, además ¿por qué te iba a querer hacer algo yo?

-Por cómo soy.

Me fijé en él. Está delgadísimo, en los huesos. No se podía apreciar sus ojos, porque están rodeados por un cerco morado, un moratón. La nariz, roja, debía haber estado llorando, y el labio inferior, rajado. Pero lo peor son sus brazos, cubiertos por manchas moradas y amarillas, de golpes; arañazos y heridas por cicatrizar. ¡No me extraña que desconfiase, le estaban maltratando!