Disclaimer: los personajes no me pertenecen, pero la trama si.
Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de la gente.
Lo que está escrito en cursiva son conversaciones en la distancia o por teléfono.
En ésta historia, los protagonistas son humanos.
La historia está escrita desde el punto de vista de Edward Cullen.
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1. EMPEZANDO UNA NUEVA VIDA.
- Lo siento mamá, pero ya está en marcha. – dije intentando liberarme del abrazo de mi madre, pero no lo conseguí.
Había tomado la decisión de irme de casa, y ese día terminaba de llevarme mis cosas a mi nuevo hogar. En realidad, no les había contado nada hasta hace un par de días, cuando ya tenía las llaves del apartamento en mi poder. La noticia les había pillado por sorpresa a todos, tanto a mis padres como a mis hermanos. Y ahí estaba, en el salón de casa, despidiéndome de mi familia.
- Mamá, que no me voy a una isla desierta. Vendré mañana a comer. – dije consiguiendo al fin que mi madre me soltara, pero quien ahora me aprisionó entre sus brazos fue mi padre.
- Te tomamos la palabra, hijo.
- Bueno, el taxi me está esperando. – tenía que ir en taxi porque mi coche estaba en el taller. "Menudo contratiempo."
Mis hermanos me ayudaron a llevar unas cajas al taxi y allí me despedí de ellos.
- Nos vemos mañana, duendecillo. – dije abrazando a mi hermana Alice.
- Eso espero, así podré presentaros a todos a alguien. – dijo guiñándome un ojo y se marchó corriendo hacia la casa, dejándome a solas con nuestro hermano.
- Me gustaría mudarme contigo. – murmuró evitando mi mirada.
- Cuando quieras, ya lo sabes. – dije al tiempo que estrechábamos nuestras manos, aunque terminamos abrazándonos.
- Tal vez más adelante. Cuando termine la universidad.
- Hasta mañana, Emmett.
Emmett cerró el maletero al tiempo que yo entraba en el taxi. Durante el camino a mi nuevo piso, que estaba a cuarenta y cinco minutos de la casa de mis padres, no podía dejar de pensar e imaginarme como iba a ser mi vida a partir de ese momento.
Ahora tendría la universidad a diez minutos de casa y viviría en la misma calle de donde trabajaba, un restaurante, en el que trabajaba de camarero. Un trabajo bien pagado que me ayudaba a pagar el alquiler, ya que estaba en la universidad gracias a una beca.
El taxista, un amable muchacho no mucho mayor que yo, me ayudó a subir mi equipaje al apartamento, y se marchó agradecido por la propina que le di.
Dejé las cosas por el pasillo y me dejé caer sobre mi sofá improvisado, que tenía en el salón, que estaba a medio amueblar, como el resto de las habitaciones. "Paso por paso."
Tenía muchas cosas que hacer y muchas cosas por colocar, pero aun tenía una cosa que hacer. El piso necesitaba una buena mano de pintura. Me levanté del sofá y metí todas las cajas en un pequeño cuarto y me fui directo a la tienda, a comprar la pintura. Quería tener el piso pintado en menos de dos semanas. Estaba de vacaciones y empezaría la universidad en quince días. "Llamaré a Emmett para que me ayude."
Por suerte, la tienda estaba a una manzana de allí y no tuve la necesidad de pedir un taxi, grave error. Compré cinco potes de pintura y, por no dar dos viajes, los llevé todos a la vez. Debo reconocer que terminé con los brazos destrozados por lo que, en cuanto llegué a casa, me fui directo al sofá, dejando los potes de pintura en medio del pasillo. Cuando al fin encontré la postura más cómoda, mi móvil comenzó a sonar, y lo tenía en la otra punta del salón.
Contesté la llamada a desgana, y ello se notó en el tono de mi voz. Era Emmett. Me dijo que esa misma tarde se pasaría a verme, y aproveché el momento para decirle que se trajera ropa vieja para ayudarme a pintar, tarea que aceptó de buen grado, ya que él también estaba de vacaciones y se aburría bastante.
Decidí prepararme algo para comer. No tenía mucha hambre, pero sabía que si no aprovechaba ese momento para comer, no tendría tiempo de comer nada hasta la hora de la cena.
No me esmeré mucho, me preparé una ensalada bastante abundante y una coca cola, y comí frente al televisor, viendo las noticias, pero sin prestar mucha atención a lo que decía el presentador. Estaba demasiado ocupado prestando atención a la voz que atravesaba la pared. Una dulce voz de mujer hablaba cariñosamente a un niño que no quería comerse lo que tenía en el plato, pero al cabo de diez minutos, el niño accedió a comerse el plato de espinacas. Incluso a mi me entraron ganas de comerme las espinacas. Estaba tan absorto escuchando la voz de la chica, que no me enteré de que estaba sonando el timbre.
- Tío, llevo llamando casi diez minutos! – se quejó Emmet cuando al fin abrí la puerta.
- No te escuché llamar. – me excusé volviendo a sentarme en la mesa, donde aun tenía media ensalada.
Terminé de comer mientras Emmett se cambiaba de ropa, y apareció en el salón a los pocos minutos. Llevaba unos pantalones de chándal cortos, demasiado cortos, y una camiseta de tirantes blanca. Al ver esa imagen no pude evitar ponerme a reír a carcajada limpia.
- Algún problema? – dijo sin dejar de mirarme, sin entender la causa de mi ataque de risa.
- Pareces uno de los Village People. – dije intentando calmarme, pero así solo conseguí atragantarme con un trozo de tomate.
Emmett me acercó un vaso de agua y conseguí terminar de tragar. Empecé a recoger las cosas, lavé el plato y también fui a cambiarme. Emmett me dijo que me había traído ropa vieja, pero lo que no me había dicho era que mi ropa era igual que la suya. En cuanto me vio aparecer, se revolcó en el sofá sin dejar de reír.
- Que?!
- Nada, nada.
- Cállate y levántate. Quiero hacer hoy el dormitorio entero.
Ayudé a Emmett a ponerse en pie y fuimos hacia uno de los tres dormitorios. No era muy grande, por lo que nos daría tiempo de terminar de pintarla ese mismo día.
No llevábamos ni treinta minutos pintando, con la música a todo volumen, cuando sonó el timbre. "Quien puede ser? Aun no conozco a nadie por aquí."
- Yo abro. – dijo Emmett, ya que yo estaba subido en la escalera, pintando lo alto de las paredes.
Pude oír la dulce voz de la chica que había oído mientras comía. Estuvo hablando con Emmett unos momentos, dejándome tirado en lo alto de la escalera, con las rodillas temblando debido a un repentino ataque de vértigo. Intenté bajar un escalón, pero me arrepentí en cuanto me tambaleé y me di de culo contra el suelo.
Oí la puerta cerrarse de un portazo y mi hermano apareció corriendo en la habitación junto a un niño. Ambos intentaron ayudarme a levantarme, pero solo Emmett pudo ayudarme, ya que al caer, había metido la mano en el pote de pintura, manchando todo el suelo, y parte de mi brazo, de verde.
Me fui directo a la ducha y, en cuanto salí del cuarto de baño, encontré a mi hermano y al niño tumbados en el sofá, viendo una película en la televisión. Fue en ese momento cuando me fijé en el niño. Tendría cerca de ocho o nueve años. De pelo y ojos color chocolate, y era bastante delgado pero muy alto para su edad. "Quien diablos es éste crío?"
- Edward, éste es Charlie Swan, tu vecino. – dijo Emmett dejándome un sitio entre ambos.
- Y que haces aquí, Charlie? – pregunté amablemente.
- Mi hermana ha tenido que marcharse y no hay ningún vecino más, así que decidió probar suerte.
- Ah!
- Bueno, chicos, yo os dejo. Alice me ha llamado cuando estabas en la ducha. Tengo que ir con ella al aeropuerto. – dijo Emmett recogiendo sus cosas y marchándose hacia la puerta. Por suerte para él, ya se había cambiado de ropa.
- Como?! Y yo que hago?
- Tranquilo, es un buen chico, no te va a hacer nada. Su hermana me ha dicho que volverá lo antes posible.
- Pero…
- Adiós Charlie! – gritó Emmett saliendo por la puerta.
- Adiós Emmett.
Me quedé a solas con el chico, que me miraba desde la puerta del salón. No dejaba de mirarme con timidez.
- No tienes deberes?
- Los tengo en casa.
- Ah!
- Pero podría aprovechar para empezar a hacer una redacción sobre las vacaciones.
- Muy bien. Ven.
Le di al crío unos folios y un bolígrafo y le cedí mi silla.
- Oye, no estoy acostumbrado a tratar con niños. Perdona que no sea muy hablador. – me sinceré. Me senté en el sofá y encendí mi portátil.
- Yo tampoco soy muy hablador. – dijo volviéndose para mirarme. Porque no tienes sofá?
- Estoy sentado en él.
- Es un colchón con una sábana.
- Bueno, es mi sofá-colchón. Mi economía no llega a tanto. – dije empezando a redactar mi trabajo.
- Me gusta tu sofá-colchón. – dijo con una sonrisa que le devolví con gusto.
- Gracias. Si necesitas ayuda, dímelo.
Ambos estuvimos un buen rato en silencio. Él escribiendo y yo tecleando, concentrado en el trabajo de quince páginas que debía hacer, y solo llevaba media. "Hoy no estoy inspirado."
Alcé la vista unos segundos y me fijé en que el chaval no dejaba de mirarme.
- Ya has acabado?
- Hoy estaba inspirado.
- Quieres ver una película?
- Si.
- En el cuarto que hay en el pasillo hay unas cajas de colores. Elige la película que quieras.
Estuve media hora más escribiendo pero terminé cerrando el ordenador, exasperado. "Definitivamente, hoy no es mi día." No había avanzado ni una página. Dejé el ordenador sobre la mesa y me senté al lado de Charlie.
- Ésta película no es para niños. – dije al darme cuenta de la película que había elegido.
- Creo que con películas así, podemos darnos cuenta de a donde pueden llevarnos los prejuicios. – dijo sin apartar la mirada del televisor.
Me había dejado alucinado con su respuesta. De verdad ese niño tenía la edad que yo creía que tenía? No podía tener más de diez años.
- Cuantos años tienes?
- La semana que viene cumplo ocho.
- Hablas como si fueras mayor. – admití.
- Gracias.
Ninguno de los dos dijo nada más y terminamos de ver la película, ambos sentados en mi sofá. Al contrario de lo que yo creía, Charlie no dijo nada durante lo que quedaba de película. No como habría echo Emmett, la primera vez que vimos esa película. No se estuvo callado más de cinco minutos seguidos.
Justo en el momento en que comenzaban a salir los créditos, un móvil comenzó a sonar. Busqué mi móvil por el salón, pero no era el mío el que estaba sonando. El chaval sacó un pequeño móvil plateado del bolsillo de su pantalón y respondió. No había hablado ni cinco palabras cuando separó el móvil de su oreja y estiró su brazo hacia mí.
- Edward, es para ti. – dijo dejando su móvil en mi mano.
Dudé unos segundos, pero acabé respondiendo.
- Diga? – dije no muy seguro de lo que estaba sucediendo.
- Ante todo, quería disculparme por las molestias. He tenido que salir por una urgencia.
- No pasa nada. – dije. No me hizo falta preguntarle quien era. Reconocí de inmediato la dulce voz de mi vecina. – hemos estado entretenidos.
- Ya se lo he dicho a Charlie, y ahora te lo digo a ti. Necesito otro favor. Ya se que es mucho pedir pero…
- Dime.
- Puedes quedarte con Charlie hasta que se duerma? Él tiene llaves de casa.
- Claro, pero… - "esto es una locura."
- Ya se que no nos conocemos, y que solo nos hemos visto una vez… - "que nos hemos visto? Cuando?"
- Tranquila. Quería decir que puede quedarse en mi casa. Así no pasará la noche solo. A mi no me importa. – "seguro que no?"
- Pero es que me sabe mal.
- Que no te sepa. Charlie es un chico estupendo.
- Lo es. Volveré lo antes posible. Lo prometo.
- Tranquila. Quieres que te pase a Charlie?
- Por favor.
- Muy bien. Hasta mañana.
Le pasé el teléfono a Charlie, que estuvo un buen rato hablando con su hermana.
Me puse en pie, recogí el ordenador, paré el dvd y me fui hacia la cocina. Se nos había echo la hora de cenar y no tenía ni idea de lo que iba a preparar. Esperé a que Charlie terminara de hablar con su hermana y me quedé mirándole, con mi móvil en la mano.
- Que es lo que sueles cenar?
- Verdura. – dijo con cara de asco. – pescado y esas cosas.
- Si me prometes que no se lo vas a decir a tu hermana, ésta noche no vas a cenar eso. – dije aun bajo el marco de la puerta de la cocina.
- Echo. A mi me gusta la hawaiana. – dijo con una gran sonrisa en los labios.
- Vale. En verdad tienes siete años? – dije sonriendo también. Con mi pregunta y al ver el teléfono en mi mano, había entendido mi idea.
- Casi ocho.
- Venga, casi ocho, ve a lavarte las manos y empecemos a poner la mesa mientras preparan las pizzas.
Llamé para pedir dos pizzas medianas, una para cada uno, y ambos nos pusimos a preparar la mesa y una nueva película.
- Cual quieres ver? – dije con la caja de dvd's ante mí.
- Hombre, después de American History X, no se si encontraré alguna que esté a la altura. – dijo poniéndose a mi lado. – una comedia?
- De acuerdo. Lo dejo en tus manos.
Las pizzas llegaron a los quince minutos y cenamos tranquilamente mientras veíamos la película. Cuando nos dimos cuenta de la hora que era, eran ya las doce. Lo recogimos todo y le enseñé a Charlie el dormitorio en el que dormiría esa noche. Yo me fui al dormitorio de al lado. Me dormí a los pocos segundo de haber puesto un pie en la cama.
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Hola!!
Aquí hay otra historia nueva!!
Como ha empezado? Pinta bien, mal, regular? Espero que lo suficiente bien como para leer el siguiente capítulo.
Ya sabéis que podéis contactar conmigo para lo que queráis.
Nos leemos guapis!!
