Iº capÃtulo  Â
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La llegada de Ron a Privet Drive
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El timbre sonó unas cientos de veces antes de que tÃo Vernon llegara a la puerta con mucha desgana, murmurando algo entre dientes.
-¡YA VA, YA VA!- bramó, mientras Harry lo adelantaba a toda velocidad. Cuando este abrió la puerta, unos segundos antes de que su tÃo llegara hasta la él, la señora Weasley admiraba con entusiasmo la alfombrilla en la que se podÃa leer Welcome, y su marido mantenÃa pulsado el botón del timbre, que aún sonaba, y que habÃa conseguido que muchos de los aburridos vecinos de los alrededores se asomaran. Como casi todos los magos, los señores Weasley no conocÃan muchas de las costumbres de los muggles, es decir, de los no magos.
-Puede soltar ya, señor Weasley- le indicó Harry.
-Nunca habÃa visto uno de estos, ¿para qué valen?- preguntó interesado el padre de Ron
-No precisamente para llamar la atención del vecindario- respondió con desprecio tÃo Vernon -. Entra- le ordenó a Ron -, y tú, llévale las maletas a tu habitación. A tÃo Vernon no le hacÃa ninguna gracia que un mago se quedara a pasar el resto del verano en su casa, más que nada, porque la familia de ese chico le habÃa hecho un estropicio en su chimenea el año anterior, pero Harry habÃa amenazado con mandarle una carta a su padrino, el supuesto asesino Sirius Black, y tÃo Vernon habÃa cedido. Por otro lado Harry no habÃa podido irse a casa de Ron porque, por algún motivo, con relación a Voldemort, estaba más seguro en la casa de los Dursley que en ningún otro sitio.
Ron se despidió de sus padres, y entró curioso en el número 4 de Privet Drive. El señor Weasley abrió la boca para despedirse del incómodo tÃo Vernon, pero este le cerró la puerta en las narices. Los dos amigos comenzaron a subir peldaños a toda prisa, sin detenerse a mirar a Dudley, que se escondÃa en la alacena de debajo de la escalera, en la que habÃa dormido tantos años Harry. En la habitación, Ron se tiró de golpe en la cama.
-Me tienes que enseñar todos esos juguetes muggles que tiene tu primo.
-Claro, ven, te enseñaré la consola de video-juegos.
Harry se arrodilló al frente de un mueble bajo que habÃa en un rincón, el cual sostenÃa sobre él una televisión. Ron se acercó a su amigo, que en ese instante sacaba unos mandos de colores de un cajón.
-Es una Mega-mutilation, tercera generación, Dudley estuvo a punto de tirarla por la ventana la semana pasada, porque le compraron la Hiper-Games 3.000, siempre que le regalan una nueva consola tira la antigua por la ventana, es una tradición- corroboró.
Harry le explicó con detalle a Ron para que servÃa cada botón del mando, y estuvieron jugando una rato con diversos juegos hasta que la voz de tÃa Petunia resonó en toda la habitación.
-¡Bajad a cenar!¡AHORA! - Harry y Ron bajaron precipitadamente por las escaleras, y corrieron hasta la cocina, en ella, tÃa Petunia cocinaba algo que olÃa bastante bien. Un chico con cara de cerdo con peluca que medÃa más de ancho que de alto engullÃa una gran rosquilla de chocolate. Hasta hacÃa unos meses, Dudley habÃa estado a dieta, porque no podÃan proporcionarle un uniforme de su colegio a su medida, pero su sufrimiento ya habÃa acabado, gracias a que tÃa Petunia habÃa contratado a una modista para arreglarle el traje colegial.
-Hola- se limitó a decir Harry, y se sentó con Ron a la mesa. Ipso facto, Dudley se cubrió la rabadilla, como hacÃa siempre que un mago se le acercaba, a causa de que el dÃa que Harry supo que era un mago, Hagrid, que fue quien se lo comunicó, le puso un rabito de cerdo. Cenaron pastel de carne y riñones, y como postre una gran tarta, capricho de Dudley, aunque a Harry y a Ron sólo les dejaron probar un mordisco. Los dos magos subieron a la habitación, y mientras hacÃan las camas se pusieron a conversar.
-¿Y por qué no ha venido Hermione? - preguntó Ron estirando el cubrecolchón.
-No ha podido.
-¿Por?
-No se lo pregunté- respondió Harry mientras Ron, con el entrecejo fruncido, extendÃa una sábana por la cama a medio hacer -. Oye... ¿te puedo confiar algo?
-¿Tú qué crees?
-Bien... ¿recuerdas que me gustaba Cho? - Ron asintió - ¿y recuerdas que Hermione me dio un beso en la mejilla para despedirse de mà en el andén nueve y tres cuartos? - Ron volvió a asentir-pues... - Harry se sentó en el suelo y apoyó la cabeza en las manos, suspiró, y luego añadió - desde ese dÃa la veo de otra forma.
-¡¿Hermione?! ¡¿te gusta Hermione?!
-¡Eh!, para el carro, solo he dicho que la veo de otra forma.
-No me lo trago, además ¡te estás poniendo colorado!
-Eh... yo... no...
-¡Te gusta Hermione! ¡te gusta Hermione! ¡te gusta Hermione!- dijo Ron en tono burlón.
-Vale, vale, lo admito, me gusta un poco - Ron continuó haciendo su cama pero de vez en cuando canturreaba:
-Te gusta Hermione, te gusta Hermione - A lo que Harry respondÃa con un merecido almohadazo, se volvÃa a poner colorado, y empezaba a perseguir a Ron por encima de las camas, que se deshacÃan. Cuando consiguieron terminarlas se metieron cada uno en la suya y se dispusieron a dormir.
-Harry- dijo Ron cuando su amigo estaba ya apunto de empezar a soñar - ¿has pensado en Lord Voldemort?
-Mucho, ¿y tú?
-Sà - Harry se dio la vuelta y cerró los ojos, no querÃa hablar de eso.
A las siete en punto el despertador de Harry, o mejor dicho, el antiguo despertador de Dudley, empezó a pitar estruendosamente, Ron pegó un salto y se puso a gritar.
-¡Harry!, ¡esa... esa cosa!
-Oh vamos, solo es un despertador.
-¿Un... un qué?
-Despertador, Ron, sirve para levantarte a una hora determinada.
-Ah - Harry se tapó con la almohada la cabeza, tenÃa mucho sueño.
-¿Qué hora es?- preguntó Ron.
-Las... - Harry echó un vistazo a su antiguo reloj de pulsera- ¡¿las nueve y media?! Eso es imposible, si todavÃa no ha amanecido - pero se acordó de que el reloj se le habÃa estropeado el año anterior, asà que miró el despertador, y luego añadió - en realidad son las siete y cinco.
-¿Por qué no nos levantamos ya?
-SÃ, vamos a darnos una ducha - Los dos chicos recorrieron el pasillo hasta llegar al frente de la puerta del cuarto de baño. Cuando Harry la abrió, él y Ron soltaron un tremendo grito, y cerraron la puerta de golpe. HabÃan visto a Dudley desnudo. El gran cerdito salió del cuarto de baño con una inmensa toalla que le cubrÃa de la cintura hacia abajo, se detuvo y observo como su primo y el amigo de este se partÃan de la risa en el suelo. Al verlo tan parado y mirándolos de aquella manera, Ron paró de reÃr, le miró sombrÃamente, le señaló con el dedo meñique y dijo:
-¡Bramnerius, ocasiumisium, cataclismus! - lo que hizo que Dudley saliera despavorido agarrándose el trasero con fuera. A los dos les volvió a entrar la risa. A partir de aquel momento, cada vez que Harry y Ron entraban en alguna habitación de la casa en la que se encontrara Dudley, este salia de ella a toda prisa y se ocultaba en cualquier rincón que encontraba, cierto es, de todos modos, que si Harry o Ron hubieran intentado encontrarle les habrÃa resultado extremadamente fácil, ya que se escondiera en donde se escondiera siempre habÃa al descubierto alguna parte de su ancho cuerpo.
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La llegada de Ron a Privet Drive
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El timbre sonó unas cientos de veces antes de que tÃo Vernon llegara a la puerta con mucha desgana, murmurando algo entre dientes.
-¡YA VA, YA VA!- bramó, mientras Harry lo adelantaba a toda velocidad. Cuando este abrió la puerta, unos segundos antes de que su tÃo llegara hasta la él, la señora Weasley admiraba con entusiasmo la alfombrilla en la que se podÃa leer Welcome, y su marido mantenÃa pulsado el botón del timbre, que aún sonaba, y que habÃa conseguido que muchos de los aburridos vecinos de los alrededores se asomaran. Como casi todos los magos, los señores Weasley no conocÃan muchas de las costumbres de los muggles, es decir, de los no magos.
-Puede soltar ya, señor Weasley- le indicó Harry.
-Nunca habÃa visto uno de estos, ¿para qué valen?- preguntó interesado el padre de Ron
-No precisamente para llamar la atención del vecindario- respondió con desprecio tÃo Vernon -. Entra- le ordenó a Ron -, y tú, llévale las maletas a tu habitación. A tÃo Vernon no le hacÃa ninguna gracia que un mago se quedara a pasar el resto del verano en su casa, más que nada, porque la familia de ese chico le habÃa hecho un estropicio en su chimenea el año anterior, pero Harry habÃa amenazado con mandarle una carta a su padrino, el supuesto asesino Sirius Black, y tÃo Vernon habÃa cedido. Por otro lado Harry no habÃa podido irse a casa de Ron porque, por algún motivo, con relación a Voldemort, estaba más seguro en la casa de los Dursley que en ningún otro sitio.
Ron se despidió de sus padres, y entró curioso en el número 4 de Privet Drive. El señor Weasley abrió la boca para despedirse del incómodo tÃo Vernon, pero este le cerró la puerta en las narices. Los dos amigos comenzaron a subir peldaños a toda prisa, sin detenerse a mirar a Dudley, que se escondÃa en la alacena de debajo de la escalera, en la que habÃa dormido tantos años Harry. En la habitación, Ron se tiró de golpe en la cama.
-Me tienes que enseñar todos esos juguetes muggles que tiene tu primo.
-Claro, ven, te enseñaré la consola de video-juegos.
Harry se arrodilló al frente de un mueble bajo que habÃa en un rincón, el cual sostenÃa sobre él una televisión. Ron se acercó a su amigo, que en ese instante sacaba unos mandos de colores de un cajón.
-Es una Mega-mutilation, tercera generación, Dudley estuvo a punto de tirarla por la ventana la semana pasada, porque le compraron la Hiper-Games 3.000, siempre que le regalan una nueva consola tira la antigua por la ventana, es una tradición- corroboró.
Harry le explicó con detalle a Ron para que servÃa cada botón del mando, y estuvieron jugando una rato con diversos juegos hasta que la voz de tÃa Petunia resonó en toda la habitación.
-¡Bajad a cenar!¡AHORA! - Harry y Ron bajaron precipitadamente por las escaleras, y corrieron hasta la cocina, en ella, tÃa Petunia cocinaba algo que olÃa bastante bien. Un chico con cara de cerdo con peluca que medÃa más de ancho que de alto engullÃa una gran rosquilla de chocolate. Hasta hacÃa unos meses, Dudley habÃa estado a dieta, porque no podÃan proporcionarle un uniforme de su colegio a su medida, pero su sufrimiento ya habÃa acabado, gracias a que tÃa Petunia habÃa contratado a una modista para arreglarle el traje colegial.
-Hola- se limitó a decir Harry, y se sentó con Ron a la mesa. Ipso facto, Dudley se cubrió la rabadilla, como hacÃa siempre que un mago se le acercaba, a causa de que el dÃa que Harry supo que era un mago, Hagrid, que fue quien se lo comunicó, le puso un rabito de cerdo. Cenaron pastel de carne y riñones, y como postre una gran tarta, capricho de Dudley, aunque a Harry y a Ron sólo les dejaron probar un mordisco. Los dos magos subieron a la habitación, y mientras hacÃan las camas se pusieron a conversar.
-¿Y por qué no ha venido Hermione? - preguntó Ron estirando el cubrecolchón.
-No ha podido.
-¿Por?
-No se lo pregunté- respondió Harry mientras Ron, con el entrecejo fruncido, extendÃa una sábana por la cama a medio hacer -. Oye... ¿te puedo confiar algo?
-¿Tú qué crees?
-Bien... ¿recuerdas que me gustaba Cho? - Ron asintió - ¿y recuerdas que Hermione me dio un beso en la mejilla para despedirse de mà en el andén nueve y tres cuartos? - Ron volvió a asentir-pues... - Harry se sentó en el suelo y apoyó la cabeza en las manos, suspiró, y luego añadió - desde ese dÃa la veo de otra forma.
-¡¿Hermione?! ¡¿te gusta Hermione?!
-¡Eh!, para el carro, solo he dicho que la veo de otra forma.
-No me lo trago, además ¡te estás poniendo colorado!
-Eh... yo... no...
-¡Te gusta Hermione! ¡te gusta Hermione! ¡te gusta Hermione!- dijo Ron en tono burlón.
-Vale, vale, lo admito, me gusta un poco - Ron continuó haciendo su cama pero de vez en cuando canturreaba:
-Te gusta Hermione, te gusta Hermione - A lo que Harry respondÃa con un merecido almohadazo, se volvÃa a poner colorado, y empezaba a perseguir a Ron por encima de las camas, que se deshacÃan. Cuando consiguieron terminarlas se metieron cada uno en la suya y se dispusieron a dormir.
-Harry- dijo Ron cuando su amigo estaba ya apunto de empezar a soñar - ¿has pensado en Lord Voldemort?
-Mucho, ¿y tú?
-Sà - Harry se dio la vuelta y cerró los ojos, no querÃa hablar de eso.
A las siete en punto el despertador de Harry, o mejor dicho, el antiguo despertador de Dudley, empezó a pitar estruendosamente, Ron pegó un salto y se puso a gritar.
-¡Harry!, ¡esa... esa cosa!
-Oh vamos, solo es un despertador.
-¿Un... un qué?
-Despertador, Ron, sirve para levantarte a una hora determinada.
-Ah - Harry se tapó con la almohada la cabeza, tenÃa mucho sueño.
-¿Qué hora es?- preguntó Ron.
-Las... - Harry echó un vistazo a su antiguo reloj de pulsera- ¡¿las nueve y media?! Eso es imposible, si todavÃa no ha amanecido - pero se acordó de que el reloj se le habÃa estropeado el año anterior, asà que miró el despertador, y luego añadió - en realidad son las siete y cinco.
-¿Por qué no nos levantamos ya?
-SÃ, vamos a darnos una ducha - Los dos chicos recorrieron el pasillo hasta llegar al frente de la puerta del cuarto de baño. Cuando Harry la abrió, él y Ron soltaron un tremendo grito, y cerraron la puerta de golpe. HabÃan visto a Dudley desnudo. El gran cerdito salió del cuarto de baño con una inmensa toalla que le cubrÃa de la cintura hacia abajo, se detuvo y observo como su primo y el amigo de este se partÃan de la risa en el suelo. Al verlo tan parado y mirándolos de aquella manera, Ron paró de reÃr, le miró sombrÃamente, le señaló con el dedo meñique y dijo:
-¡Bramnerius, ocasiumisium, cataclismus! - lo que hizo que Dudley saliera despavorido agarrándose el trasero con fuera. A los dos les volvió a entrar la risa. A partir de aquel momento, cada vez que Harry y Ron entraban en alguna habitación de la casa en la que se encontrara Dudley, este salia de ella a toda prisa y se ocultaba en cualquier rincón que encontraba, cierto es, de todos modos, que si Harry o Ron hubieran intentado encontrarle les habrÃa resultado extremadamente fácil, ya que se escondiera en donde se escondiera siempre habÃa al descubierto alguna parte de su ancho cuerpo.
