Sabes que es uno de tus regalos, de tu turco favorito ¿No?
Quizá esta pequeño texto no sirvió para curarte en su momento (Si lo hiciese, sería extraño xD) pero espero que al menos te sacara una sonrisa, Liech.

Sadiq


Dejó de lado sus malas maneras y su tosquedad mientras marchaba hacia Liechestein solo para verla, la joven Lily era la única capaz de amansarle y quizá por ello Sadiq la tenía en tan alta estima.

En cuanto al turco le llegaron noticias de que el mal tiempo había hecho mella en su cuerpo consiguiendo hacerla enfermar, no dudo un segundo en abandonar lo que estuviera haciendo en esos instantes para ir a visitarla aunque ello supusiera debilitarse por abandonar Turquía sin aviso alguno de que se debían reforzar las defensas de la zona en su ausencia.


Por suerte llegó a Liech sin ningún percance y no tardó en averiguar dónde reposaba la dulce Lily mientras durase su mal estado.

Aun con la frente perlada de gotas de sudor estaba preciosa, no podía negarlo.
Se acercó a la cama y acarició la mejilla de la rubia, la cual no pudo evitar emitir una especie de quejido al contraste del frío de los dedos del turco con el ardor de sus mejillas.

-Sabía que vendrías…-le dijo con una sonrisa en el rostro la cual acabo por contagiar a Sadiq, era extraño verle enarcar los labios de tal manera.

-No iba a dejarte, pequeña –respondió depositando el ramo de flores que había traído encima de la mesilla y sentándose en el borde de la cama.

-No me gusta que lleves el antifaz, no te veo los ojos –le espetó la rubia. El turco negó con la cabeza, indicando que no se lo iba a quitar por mucho que ella le dijera.

-¿Cómo estás? –le preguntó, volviendo a acariciar su mejilla. Aprovechando que Sadiq se había acercado a ella, Lily le revolvió el pelo.

-Se me pasará, esto no es nada –le contestó con su característica sonrisa en los labios.

-Deberías descansar, pequeña -la aconsejó Sadiq tras levantarse y arreglarse un poco el alborotado cabello.

-Debería…

-Es casi la hora de comer, te traeré algo ¿Quieres? -preguntó el turco enarcando una ceja.

-No estaría nada mal, muchas gracias –respondió la rubia, Sadiq la sonrió por iniciativa propia.

-No hay nada que agradecer, pequeña – y tras decirlo, se marchó de allí en busca del almuerzo.


-Aquí est-…

Cuando entró en la habitación, Lily ya había caído presa de los brazos de Morfeo. Con mucho cuidado, el turco depositó las bolsas de comida encima de la mesilla, al lado de las flores y se acercó a besar la frente de la chica.

Ésta apenas pareció notar los gruesos labios de Sadiq en su rostro, siguió durmiendo como si tal cosa.

Acariciándola la mejilla, como tantas veces había hecho aquella mañana, se despidió de la chica, al menos hasta que ésta estuviera descansada y con nuevas fuerzas para afrontar el día.

Sin embargo, antes de marcharse, dejó junto a las flores su antifaz, esperanzado de que cuando Lily despertase, sonriera al pensar que le vería entrar por la puerta tal y cómo era, como ella le conocía, como contadas veces se dejaba ver.

Sin máscaras, literal y metafóricamente hablando.