Sango y Miroku observaron a su bebé ya dormido en brazos de su padre y a sus gemelas que hacían muecas de asco.

-Mi eso no guta. (A mi eso no me gusta)

-Mi eso da anas de tobitas. (A mi eso me da ganas de vomitar.)

Sango suspiro y Miroku sonrió contento. Sus hijas definitivamente serían SÓLO DE SU PAPI QUERIDO. Nunca se casarían. Jamás. Never. En la vida.

-Mi no fifetise si. (no me divierto así.)

-Mi aposo. Mi ererir pegar. (Yo tampoco. Prefiero pegar.)

Sango comenzo´ a reír. Vaya condena tenía Inuyasha con Kagome enfadada ya, para más ahora con sus pequeñas... Definitivamente si estas tres se unían algún día. Serían un PELIGROSÍSIMO enemigo. Pero fue un error por su parte comentar estos pensamientos en voz alta, cosa que descubrió al ver ese brillo tenebrosamente macsbro en los ojos de sus niñas, las cuales salieron corriendo a compinchar maldades con su tía Kagome.

Sango y Miroku se miraron y se hecharon otra vez a reír. Estas niñas parecían más hijas de Kagome que suyas. Ellas tres eran totalmente idénticas. Las niñas adoraban y querían con total devoción a su tía, la cuál las amaba como toda una madre o tía… Y incluso como una hermana que las acompaña en sus oscuras travesuras y siniestros planes… Y Sango sabía de sobra, que ellas no eran jóvenes cualquieras que tienen una bonita relación tía—sobrinas, madre-hijas o hermanas… Ellas tres, simplemente se complementaban.