Descansar para un vampiro es una promesa tan lejana a la realidad como la supervivencia de una mosca entre batracios. Tenderse en el ataúd no es como recostarse en una suave cama mientras la brisa veraniega acaricia nuestro rostro y nos colma de suaves palabras. Es más que un mero pacto con la muerte en vida, es simplemente la afirmación de estar y no estar, de haber perdido esa esencia que nos ligaba a lo mortal y paradójicamente afianzar nuestros lazos con la muerte. Perecer en el alba, extinguirse cada día.
Es ciertamente cada mañana, cuando el vampiro redescubre esa sensación de soledad y de placer, de diferencia e individualidad sangrienta, de maldad inducida, de condena voluptuosamente perpetua e inacabable que lo colma de un sabor amargo como sólo puede poseerlo la noche.
Una ópera transita libremente en el recuerdo de mis oídos, reconozco la grandeza del compositor mientras mis sentidos la capturan como si se tratara de la primera ocasión en la que soy testigo de sus matices y tonalidades pomposas.
Mi historia es muy diferente a lo que algunos mortales acostumbran a llamar romance. No, las circunstancias de mi vida y mi muerte se hayan mucho más lejanas de lo que podáis creer de esa infame palabra. Personalmente prefiero mantener mi predecible destino de inmortalidad y eternidad a millas de distancia de eso que los humanos llaman amor.
Camino por las calles londinenses mientras evoco esos amaneceres que se han transformado en el único nexo, el lazo sublime que sorprendentemente me conecta con la humanidad aún después de todos estos años. No sé si os aburro con estas palabras que habrán encontrado ya ricas en pesimismo hasta en la más ínfima parte de sus raíces.
Una mujer camina del lado contrario de la acera, me quito el sombrero respetuosamente y la saludo como es la costumbre de este siglo. Claramente es una prostituta, aunque sinceramente eso no me importa demasiado. A pesar de estar sediento, a pesar de estar muriendo por el deseo de probar su sangre y de saciarme con la dulzura de sus venas me contengo y simplemente espero que siga su camino sin mayor contratiempo.
Últimamente prefiero no atacar a las mujeres, no por misericordia o consideración del débil sexo opuesto, todo lo contrario, no existe en el mundo de los vampiros algo tan peligroso que beber de una mujer.
Por cierto, creo que aún no me he presentado… mi nombre es Severus Snape, gusto en conoceros. Soy el último descendiente del prestigioso clan Dearg Due, conocido en toda Irlanda e Inglaterra como la secta más terrible de vampiros. Mucho más prestigiosa que los Baobhan-sith si me permitís deciros.
- Buenas noches querido príncipe.- me dice la mujerzuela mientras mi olfato se sensibiliza ante su perfume barato de callejuelas y noche.- ¿Queréis divertiros?
- Me temo queridísima dama que importantes asuntos me empujan a rechazar vuestra exquisita oferta, pero no os ofendáis por esta indeseable negativa.- susurro mientras me inclino en una leve reverencia, una reverencia ante las criaturas de la noche y de ese bajo mundo que encanta de manera sensual a muchos de los caballeros más ricos en la ciudad. Deslizo unas monedas entre sus enfermizas manos.- Otro día será.
Continúo mi camino hacia el teatro…muero de hambre. Tal vez debí haber bebido de la mujer. Desecho el pensamiento y siento como los colmillos ya comienzan a suplicar por el cuello de una furtiva víctima. He llegado al teatro sin darme cuenta. Saludo con una leve inclinación de cabeza al portero.
Es extraño que para un vampiro como yo puedan ser gratificantes y satisfactorias las banales obras teatrales de los mortales. Pero ¿Cómo despreciar las exquisitas oportunidades que me brinda Londres últimamente? Dudo mucho que las obras en un futuro si es que llegara a existir el mismo, puedan lograr situarse en un puesto de altura y excelencia similar a las de este siglo ¿Olvide decíroslo? Transcurre el siglo XVIII todavía.
Aferro la cúspide del bastón con fuerza al percatarme de la presencia de Lucius Malfoy. El es un vampiro como yo, un patético asesino que aún no comprende el arte de la muerte en los niveles que debería hacerlo, sin duda alguna un mequetrefe. De nuevo me desprendo del sombrero para saludarlo sin disimular ahora una mueca de desprecio. No me invade ninguna incertidumbre al pensar que ha venido a beber sangre inocente a mansalva.
- Buenas noches querido amigo.- me saluda empalagosamente y sus gestos dejan traslúcida su incomodidad hacia mi presencia.
-Buenas noches Lucius.- saludo sin mirarlo siquiera.
- No olvidéis la reunión de esta noche amigo.- susurra en mi oído antes de que pueda liberarme de su aura maldita.
El teatro está abarrotado de gente; damas ricas con sus altos moños y exagerado maquillaje que pelean por lograr la máxima extravagancia desfilan ante mis ojos, subo las escaleras y me siento en el palco a esperar… esperar… esperar.
- Severus.- la escucho susurrar entre las sombras.
- Ah, habéis llegado al fin.- digo levantándome y asiendo sus delicadas manos entre las mías para besarlas.
- He venido a deciros que… no puedo continuar, debemos terminar esto, porque mi esposo ya sospecha y además…
- No, no pequeña.- le digo tranquilizándola. Podré ser un vampiro pero todavía soy un caballero y debo confesar que no es de mi agrado ver a las mujeres llorar.- Yo tampoco deseo continuar… aunque vuestro esposo sea el imbécil más grande del mundo no se merece esto el pobre hombre.
- De verdad lo siento… Severus yo os amo.
- Eso… no me importa – susurro mirándola con indiferencia.- disculpadme si soy brusco querida pero no me interesa saber nada más.
- Entonces… esto es el adiós.
- Sí.- le digo palpando su hermoso rostro que refleja una asquerosa, una terrible, una casi ofensiva dulzura. Me acerco a sus labios y observo con placer como se estremece entre mis manos. Como un pequeño gorrión en la boca de un cocodrilo, en parte conciente del peligro que se cierne sobre él y en parte dispuesto a tomar el riesgo. Me acerco hasta envolverla con mi cuerpo, como si tratara de una víctima a punto de caer en mis manos y ser vaciada por completo, pero solamente quiero besarla. La obligo a ladear el cuello hacia atrás y me pierdo en la perfección concupiscente de sus labios llenos de una esencia cautivadora como la carne y sangre virginales. Es una pena que no podamos ser amantes por más tiempo. Si tuviera corazón estaría roto, de verdad creí que ella era la indicada para convertirse en mi discípula.
Lucius ha dicho algo sobre una reunión hoy. Ver a todos esos vampiros me pone enfermo. Necesito comer o moriré eso es seguro. Tal vez debería pasear más por entre los oscuros callejones para encontrar algún asesino o algún pordiosero, algún escaño de esta maldita sociedad de podredumbre aún más bajo que los de mi naturaleza.
Diviso a pocos metros de un bar de mala muerte un hombre que se tambalea de un lado a otro, borracho hasta el último de sus cabellos. Sus ropas están manchadas y grasientas, su hedor impregna la calle… creo que caminaré un rato más.
No he probado una gota de sangre en tres días. No puedo dilucidar si se trata de compasión por la decadente raza humana o por caprichos acumulados a lo largo de los años. Una sombra se acerca… maldita sea, es una mujer. Debe ser prostituta, está llorando a cántaros, es una preciosa joven y sus ropas parecen costosas.
- Je me suis égaré- me dice aferrándose a mis solapas.- S'il vous plaî aidez-moi
- Madmoiselle.- balbuceo admirando la sensualidad de un perfecto cuello que se deja entrever a pesar de la capa y el pavoroso vestido.- permettez-moi d'aller.
- Monsieur.- suplica llorando.- aidez-moi.
- ¡Quelle chienne de vie Madmoiselle!- le digo al oído y antes de que pueda reaccionar hundo mi rostro en el hueco entre su cuello y su hombro. Escucho un fuerte quejido pero nada importa, siento el cadencioso ritmo de sus latidos pasar a mis labios y fundirse en mis venas. Deja de respirar, deja de existir la dama y me separo sintiéndome aún peor que cuando estaba hambriento… no me gusta atacar mujeres.- Quelle chienne de vie Madmoiselle.- repito… aunque estoy conciente de que la joven ya no puede escucharme.
- ¿Para qué hemos venido hasta acá?- pregunto incómodo despojándome del capuchón que corona mi capa negra.
- Amigo mío, nunca creí que fuérais tan impaciente.- murmura con sorna Lucius mientras observo al gran maestro ocupar un lugar central entre toda la multitud.
- Hemos estado bajo la sombra, entre la basura y la inmundicia de esta humanidad demasiado tiempo, por mi parte les digo que no perdonéis a ningún mortal, bebed de su sangre hasta que os saciéis si os apetece… exterminadlos a todos, hombres, mujeres y niños si gustan. Conviertan a cuantos puedan a nuestra sociedad, en especial a damas ricas y hombres poderosos, pero hacedlo despacio, que el velo de la muerte sea una estela sutil e imperceptible.
-Precioso.- escucho una cruel voz femenina a mis espaldas.
- Bellatrix…
- Severus… seguís tan apuesto como siempre, a pesar de vuestra sangre mestiza.- escupe como si las palabras le calcinaran la garganta.
- Diría lo mismo de vos, pero estaría mintiendo mi adorable dama, si existía alguna huella de belleza en vuestro alucinante rostro ha sido mellada por vuestra locura.
- No logro puntualizar si lo que decís se trata de un halago o de un insulto.- me mira con desprecio.
- Lo dejo a vuestra lógica señora.
- Por amor a la oscuridad ¿Es qué acaso no podéis dejar de discutir un instante vosotros dos?- dice una mujer esbelta e increíblemente hermosa que se dirige prestamente a aferrarse del brazo izquierdo de Lucius.
- Narcissa.- la saludo esta vez si inclinándome casi con placer.
- Severus querido.- sonríe deslizando una de sus níveas manos entre las mías esperando por el tierno saludo de un amante ilícito.- Hace tanto tiempo que no gozamos de vuestra deliciosa compañía en el círculo. El maestro espera con ansias que cumplamos la misión, antes de que sea demasiado tarde.
- No olvidéis hermana que Severus puede soportar la luz del sol… por ser de padre mortal.
- Si me permitís decir algo a mi favor, también el gran maestro Voldemort es capaz de resistirla por ser mestizo… espero que no lo hayáis olvidado Bellatrix.
- Bien jugado Severus.- susurra Narcissa mientras me guiña un ojo. Cuan increíblemente distraído puede llegar a ser un hombre… nunca sabré la respuesta. Soy amante de Narcissa desde hace más de tres años y Lucius parece no haberlo notado… o tal vez finge no haberlo notado. No me extrañaría un día encontrar mi ataúd sellado por todas sus partes como una cruel venganza de un esposo traicionado…tal vez me preocupe de eso más tarde, por ahora debo salir de este lugar.
A veces siento una envidia atemorizante de esa mortalidad que tanto repudian los de mi clase. Camino las calles desoladas de nuevo.
La condición de vampiro casi nunca es una decisión propia. En mi caso es una bendición adquirida por parte de mi madre, que sólo dio fe de esta gracia oscura luego de estar con mi padre una noche. Él la abandonó a merced del destino, pero qué podría hacerle daño a un vientre maldito y sediento de sangre.
Después de tenerme y pasar diez años brindándome su melancólica compañía, decidió que ya había aprendido lo necesario para una eternidad de lamentos y cuando salí de mi ataúd una tarde, encontré una pila de cenizas colindante a su sarcófago. Dejó que la luz la matara lamentablemente, pero cuando se es un vampiro no hay otra posibilidad de muerte… al menos cuando eres un vampiro de casta pura como lo era ella. En mi caso si la muerte aceptara esa dulce invitación que le hago constantemente sería de una forma aún más dolorosa… que únicamente me atrevo a imaginar, pues aún no he escuchado de un mestizo que haya muerto.
Gritos y más gritos en la distancia, me muevo rápido por las calles londinenses a salvo bajo mi manto nocturno, a salvo de las miradas inquisitivas de los ordinarios humanos. Al fin diviso a mi licántropo camarada oculto en uno de los callejones.
- Severus, por Cristo ¿qué está sucediendo?
- Por caridad Remus, no mencionéis ese nombre en mi presencia.- suplico con un sincero escalofrío.- El maestro ha dado la orden… vuestras predicciones eran ciertas, busca debilitar la raza humana a toda costa…
- Acabo de ver pasar a Bellatrix, esa mujer muestra una demencia de proporciones bíblicas, acabará con todo a su paso… - dice persignándose.
- Ciertamente, lo lamento por los mortales con los que se encuentre a su paso.- le digo restándole importancia.
- ¿Es ese vuestro pensar?- me dice con un semblante atónito.- ¿Pero es que acaso no estáis preocupado? Si Dumbledore se enterará de vuestra actitud él…
- Dumbledore no es mi amo Remus y dejadme deciros otra cosa… vos no sois precisamente el heraldo de la inocencia… Decidme tan sólo ¿A cuántas personas habéis condenado a una eterna existencia como hombre lobo?
- Lo que haya hecho ha sido sin conciencia de mi propio ser, a diferencia de algunos de vosotros…
- Ciertamente… descuidad, trataré de averiguar por completo el plan… y ahora marchaos os suplico, no quiero ser descubierto charlando con vos.
- ¿Tengo vuestra palabra?- me pregunta mirándome como tratando de leer mis pensamientos.
- Yo no tengo palabra Remus… confiad en mi astucia.
- Más bien en vuestra arrogancia.
- Es vuestra elección.
La misión se está llevando a cabo limpiamente…más limpiamente de lo que hubiese creído. Los gritos, las pesadillas terroríficas de la noche perceptibles únicamente para el agudo oído de un vampiro incluso se me escapan de las manos. El olor a sangre y muerte impregna Londres… el bajo Londres, por ahí han decidido empezar. Claro que el plan no debe suponer aniquilar a toda la raza humana de esta ciudad imagino…
Un extraño olor entre las vísceras y el hedor mortífero capturan mi atención. Como de rosas silvestres… bajo los sucios callejones y ante mis ojos desfilan espectáculos que se tornan más atroces mediante avanzo. Prostitutas y hombres ebrios de placer, sangre, asesinos esperando en los escondrijos de las inmundas callejuelas, vampiros a diestra y siniestra sesgando vidas con la rapidez de un parpadeo, pero yo sólo puedo pensar en esa fragancia, ese aroma que me atrae como una deliciosa tentación mortal, que satura mis sentidos y los llenas de calor.
El caos se sigue apoderando de la ciudad. Yo cada vez me alejo más y más de este orbe, cuando vuelvo en mí, me encuentro a varios kilómetros de la ciudad. Aún así distingo perfectamente el hálito sensual y la podredumbre mortal, luchando entre sí por la cúspide de mi olfato… Remus tiene razón, soy un poco ególatra.
Al fin mi destino. Una pequeña campiña coronada por una sencilla cabaña se materializa ante mis ojos. He llegado tan lejos desde la ciudad…pero al parecer no soy el único.
- Una rata asquerosa ha seguido el olfato también.- murmuro siguiendo a Pettigrew con la mirada.- ¿Qué hacéis aquí bastardo?
Lo observo entrar sigilosamente en la casa. La paciencia es una de mis virtudes, aunque en este caso no es muy necesaria. Escucho atentamente. Ahí está el primer alarido.
- ¡Hermione sal de aquí hija!- grita una voz femenina.- ¡Sal de aquí ahora… ha matado a tu padre, es un demonio, es un demonio!
- ¡Madre… Dios mío!- grita una voz más melodiosa.
- Es el momento.- me digo caminando sigilosamente hasta la pequeña casa. Deslizo la puerta con suavidad y observo un cuerpo inerte desangrándose a mis pies.- Buenas noches tengan señor, señora.- saludo respetuosamente tocando el sombrero…los buenos modales se aplican incluso a los muertos.
Una pequeña figura aparece ante mis ojos agazapada junto a una esquina. La pequeña lleva una antorcha en las manos, el rostro mancillado y demacrado por el terror y las lágrimas observa a Peter y no lo pierde ni por un instante de vista.
- ¡Aléjese!- grita blandiendo la tea con vehemencia.- ¡Aléjese de mi monstruo!
- Venid jovencita… sólo os pido un besito.- le dice relamiéndose los gordos labios llenos de sangre.- Un pequeño besito como el que di a vuestra madre y a vuestro padre.- culminó antes de abalanzarse y mostrar sus largos colmillos a la joven.
- ¡Pettigrew!- bramo y rápidamente se vira hacia mí.- dejad a mi presa en paz.
- ¿Snape?- me mira confuso y a la vez atemorizado.- ¿Qué hace vuestra merced por aquí?
- Eso no es de vuestra incumbencia.- le digo mirándolo tan bajo como podría mirarse al insecto más asqueroso sobre el planeta.
- Llevo meses siguiéndola su excelencia y yo…
- ¿Están bien vuestros oídos Pettigrew?- le digo tomándolo fuertemente por la pechera.- ¿O tal vez sea vuestro cerebro el que no coordina apropiadamente mis órdenes?
- Excelencia…
- ¡Fuera de aquí ahora mismo bastardo!- soy yo el que ahora enseña los colmillos. Con morbosa satisfacción observo como el nerviosismo lo hace temblar en mis manos.
- Sí excelencia.- dice librándose de mi agarre y mirando con obsceno deseo a la mujer apoyada en la esquina todavía.
- Y Pettigrew.- me dirijo a él antes de verlo salir.- Si os quedas por los alrededores lo sabré… saldré y os mataré
Rápidamente abandona la cabaña y cumple mi orden, lo sé porque ahora únicamente soy conciente de la fragancia de la dama.
- Usted…- la escucho murmurar.- Es uno de ellos, es un monstruo.
- No soy uno de ellos, le digo petulante acercándome. Arrebatarle la tea es cosa simple. La arrojo en la chimenea que orna el pequeño salón y hago cesar las llamaradas con un ademán de la mano. La habitación está cubierta por una oscuridad hiriente ahora, que sólo rompe la ingrata luna.- Soy el mejor.- susurro arrinconándola aún más a la pared y buscando sus labios… tal vez encontré lo que buscaba.
Bueno soy yo de nuevo con una historia un poquito diferente de Severus y Hermione… espero sus reviews. De ustedes depende que continúe esta historia… como siempre les dejo un montón de besitos.
Aquí les dejo la parte en Francés oui-oui:
Je me suis égaré: Me he perdido
S'il vous plaît, aidez-moi: Por favor ayúdeme
Permettez-moi d'aller: Permítame continuar
Aidez-moi: Ayúdeme
Quelle chienne de vie Madmoiselle: Que perra vida señorita
