1. Vainilla
Era una tarde de verano. El cielo estaba despejado casi en su totalidad, solo unas pequeñas nubes blancas se atrevían a cruzar la cara del sol, que brillaba radiante, como si nunca se fuera a apagar. Brillaba con demasiada fuerza, pensaba el joven rubio que caminaba descalzo por la orilla de la playa, perdiendo su mirada en la punta de sus pies, viendo cómo se hundía en la húmeda tierra y dejando encharcada la huella que ellos dejaban. Había salido a "despejarse" o eso había dicho momentos antes de salir de casa dando un portazo. Estaba cansado, cansado de escuchar a su madre diciendo que recogiera su habitación, que era un irresponsable y que estaba tirando su vida por la borda, cansado de que controlaran su vida, de tener horarios, deberes y recados ineludibles... ¿No decían que cada uno es dueño de su vida? Ja, que bonitas son las palabras cuando se dicen sin pensar. Sin embargo ahora se arrepentía de haber salido de la frescura de su casa, del placer de estar en un sitio cubierto con el aire acondicionado puesto. Dicen que es malo para el medio ambiente estar con el aire puesto, pero, ¿quién dice eso? Sólo aquellos que viven en zonas templadas o incluso frías eran capaces de decir tales "genialidades". El caso es que ahora se estaba asando, le picaba la nuca por culpa del Sol, que hoy había decidido brillar más que nunca. Sólo la brisa del mar, soplando con una constante corriente de aire fresco, refrescando su ya enrojecida nuca y meciendo sus rubios cabellos le mantenían con rumbo firme y evitaban que se diera la vuelta para volver a casa, bueno, eso y su implacable orgullo. ¿Qué hombre hecho y derecho monta su escenita, con portazo incluido, vuelve a casa a la media hora porque tiene calor? Él desde luego no.
Mientras andaba, levantó la vista de la blanca arena y la fue llevando al mar, primero a las pequeñas olas que rompían suavemente, creando una ligera espuma y más tarde a la zona más profunda. El agua, que al principio tenía una tonalidad verdosa iba cambiando a un azul más oscuro, más profundo. Finalmente alzó la vista por completo y la fijó en el horizonte, allí donde el cielo se juntaba con el mar, los matices del azul oscuro del mar se fundían con el cian del cielo, en ese punto donde debería haber una fina línea que los separase se extendía una fina nube gris que se extendía por todo el horizonte. "Fantástico, contaminando hasta el fin del mundo" pensó el chico molesto. Solo había una cosa que le molestase más que la presión en su casa, y eso era el modo en el que el hombre iba intoxicando al planeta de forma lenta pero constante.
El chico estaba tan perdido mirando al horizonte que olvido por completo que esa playa no era privada, y que más gente podría tener la brillante idea de dar un paseo por la playa a unas horas tan irracionales como esas. Quizá por eso no estuvo prestando atención a lo que tenía delante, o al menos así era hasta que chocó con un cuerpo justo frente a él, haciendo que ambos perdieran el equilibrio y cayeran sobre su trasero.
-¿Pero qué…? – Dijo saliendo del shock y mirando al frente, pero en seguida enmudeció al encontrarse con unos ojos confundidos, de un extrañamente familiar color azul. Sí, era el mismo azul que había estado admirando momentos atrás, cuando se estaba perdiendo en la inmensidad del cielo. –Ohh, disculpa, déjame ayudarte- dijo incorporándose rápidamente y mirando al suelo mientras se sacudía las bermudas de la tierra que se le había pegado.
Cuando volvió a mirar para ofrecer su mano y ayudar a levantarse a la persona que había tirado vio que ya se había incorporado y también estaba quitándose la tierra de sus shorts, o al menos eso creía, lo único que veía era una larga y dorada mata de pelo que tapaba por completo el aspecto de esa chica. Tenía que ser una chica, ya que en su vida había visto unas piernas tan bonitas como esas. Con un rápido movimiento, la chica se enderezó, echando hacia atrás toda la mata de pelo y dejando a la vista un rostro como nunca antes había visto. Su piel era de un color caramelo que solo podía haberse logrado tras muchas horas bajo el sol, tenía una nariz pequeña y respingona. Y ahí estaban otra vez esos ojos azules, tenían un brillo que parecía ser una mezcla de inteligencia, fiereza y… ¿enfado?
-Pero ¿tú por dónde vas?, ¿te crees que eres el único que va por la playa?- su cara había cambiado completamente, lo que antes parecía una hermosa y delicada princesa ahora parecía más el de una fiera pirata dispuesta a destriparte si haces alguna estupidez, justo como había hecho el chico antes.- Además, ¿qué diablos estabas mirando?
El chico se había quedado totalmente anonado, nunca había visto una chica tan guapa, y tampoco una con tanto carácter, necesitó varios segundos para recomponer su compostura y darse cuenta de lo que estaba pasando. – Oye, no te pases guapa, ¿con quién te crees que estás hablando? ¿y qué te importa lo que estaba mirando?
-¿Qué? Pero… emmm tú…- Se había quedado sin palabras. Nunca, en su vida la habían respondido así. Su aspecto siempre había conseguido enmudecer a cualquier chico que la hubiese hablado, eso sumado al contraste que hacía su personalidad conseguía dejar a todos con cara de idiota. Pero ese chico la había desarmado, no solo no se había sentido intimidado, sino que además la había respondido con la misma irrespetuosidad que ella. – Esto... estaba mirando el mar.
-¿Ehh? ¿El mar?- Una vez más se había quedado atontado. ¿Cómo lo lograba? En un momento había pasado de estar a punto de pegarle y ahora parecía confundida e… ¿insegura? Además, estaba mirando el mar, igual que él. ¿Por qué una chica como ella estaba mirando el mar?- Yo… yo también.
- Sí, el mar. ¿Qué sino?- Respondió ella como si fuera lo más obvio del mundo, cosa que tenía lógica, ya que en esa maldita playa solo podías ver eso. Empezó a recogerse el pelo en un moño, dejando una pequeña pirámide de pelo rubio por encima de la cabeza. – ¿Por qué lo mirabas tú?
-¿Yo? Bueno, pues… - ¿Por qué miraba el mar? Que pregunta más tonta ¿no?, ¿acaso ella no veía toda la contaminación que la ciudad estaba dejando en el aire? Se pasó la mano por el flequillo airado y revolvió todo su pelo hasta apoyar la palma en la nuca. El simple tacto de la piel quemada de su nuca le hizo encoger el cuello de dolor- Ahhh…
-¿Qué pasa? – Preguntó ella. Ladeo ligeramente la cabeza y abrió los ojos con sorpresa. – Anda, pero si te has quemado – Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.
-Ohh ¿te has dado cuenta tú solita? – Contestó él, molesto por la vergüenza que ella le estaba haciendo pasar.
-Tsk… eres un borde – Dijo ella poniendo los ojos en blanco. – Oye, te propongo una cosa, conozco un sitio en el que sirven unos batidos buenísimos, ¿qué te parece si vamos allí y me cuentas porque mirabas al mar como si quisieras partirlo en dos?
-Hahaha, me parece buena idea, y ya de paso me cuentas porque lo mirabas tú. – Dijo él, notablemente más animado, ¿ella, una chica tan… hermosa, lo estaba invitado a tomar algo a él? - ¿Trato hecho?
El camino que hubo desde la playa hasta el sitio que ella había recomendado se lo habían recorrido discutiendo, fuera por lo que fuese. Que si el muñequito verde del semáforo parpadeaba tenían que correr según ella, o esperar a que se pusiera rojo y después verde según él. Que si no había que espantar a las palomas porque eran mensajeras según ella, y él negándolo, diciendo que eran ratas voladoras. Todo eso creaba cómicas situaciones como cuando cada uno se miraba de forma desafiante a cada lado de la acera esperando a que el maldito muñequito se pusiera en verde, o ver a un adolescente espantando palomas como si fuera un niño pequeño y una chica enfadada gritándole y corriendo tras él.
Finalmente llegaron a la heladería que ella había propuesto. El lugar era poco más grande que un bar. Había unas 10 mesas repartidas por todo el establecimiento, y en cada una de ellas había un servilletero pegado a la carta del local. En el otro lado de la mesa había un vaso redondo lleno de pajitas de distintos colores y junto a él una cajita con sobres de azúcar y sacarina.
El chico estudiaba la carta con atención, sopesando la gran variedad de batidos y pensando cual sería la mejor elección. "Maldita sea, ¿qué cojo?, todos tienen buena pinta… ¿Chocolate? ¿Fresa? ¿Piña colada? ¿Kiwano? ¿Pero qué coño es un kiwano? ¿No será kiwi? Pfff, mejor tiro por lo básico y cojo el de vainilla". Levantó la mirada de la carta para ver si su compañera ya había escogido y se encontró de nuevo con esos ojos azules que tanto le habían sorprendido cuando los vio por primera vez. Pero había algo distinto, ahora tenían un brillo de simpatía, como si estuviera disfrutando con lo que veía. - ¿Qué pasa?
-Nada, pones unas caras muy raras cuando miras la carta- Soltó ella apoyando la barbilla sobre sus muñecas. – Ohh… Quizá… ¿Acaso no sabes leer? – Dijo como si acabase de encontrar la última pieza del puzle que estaba reconstruyendo.
-¿Qué? Tú estás loca. – Respondió él ligeramente avergonzado por el comentario de la chica.
-Tsk, no soy yo la que pone cara de idiota al leer la carta – Rumió ella en voz baja mirando a otro lado.
-¡Te he oído! – Elevó ligeramente una ceja mientras trataba de frenar el tic que gracias a ella le acababa de salir en el ojo. La camarera se acercó a ellos sin que él lo notara, por lo que se sobresaltó cuando les preguntó qué querían. – Emm pues, yo quería…
-Un batido de vainilla – Interrumpió la chica alegremente mientras miraba al chico. – ¿Y tú? ¿Qué quieres?
-Ahh… pues que sean dos. – Dijo él sonriendo a la camarera. Ella le devolvió la sonrisa y se volvió sobre sus pasos.
La chica, que había visto todo el espectáculo se quedó mirando al chico encarando una ceja.
-¿Qué? – Dijo él, consciente de la mirada que ella le estaba echando. Una mirada suya decía más que mil palabras.
-Ahh… pues que sean dos- Contestó burlonamente ella, imitando la voz del chico. Mientras sacaba un boli y empezaba a moverlo con los dedos. – Por cierto, sé que te gusta mi sonrisa, pero no te dejes engañar, no sé leer.
-¡Oye! Eso no es verdad- Repuso él intentando sonar ofendido, pero lo cierto es que esa burda imitación le había resultado de lo más cómica. – Además, tengo una sonrisa preciosa.
-Ya, seguro – Respondió ella cambiando su tono a uno mucho más cansado y bajando la vista. De pronto pareció como si hubiera recordado algo. – Por cierto, no te lo he preguntado, ¿cómo te llamas?
-Ohh, es verdad, me llamo Link, ¿y tú?- Estaba en una heladería con una chica preciosa y ni siquiera le había preguntado su nombre. "Bien, Link, eres un genio…".
-¿Link? Qué raro, es como si ya hubiera oído ese nombre antes… como en otra vida. – Dijo totalmente abstraída.
Él guardó silencio y decidió deleitarse con la vista que tenía enfrente. La cara pensativa de ella, esa forma de arrugar la nariz, como intentando ver algo más allá de lo que sus ojos la dejaban ver. Ahora fijándose más atentamente podía ver la verdadera belleza de su acompañante. Más allá de sus ojos, que de por sí parecían hacer temblar al mundo tenía una pequeña y bonita nariz, respingona y ahora con alguna arruga. Debajo estaban sus labios, en los que apoyaba el bolígrafo, eran finos y rosados, pero sin duda tenían un aspecto delicado. Tenía una barbilla redondeada, a simple vista podía verse lo suave que era su piel. Pero sin duda lo que le dejó la boca seca era la curva que hacía su cuello, desde la barbilla hasta perderse por el cuello de su camisa, la cual, ligeramente entreabierta dejaba ver el principio de sus pechos.
-Aquí están sus batidos- Interrumpió la camarera. La inoportuna aparición de la camarera rompió el trance en el que ella se había abstraído. Por primera vez, Link maldijo que hubiera aparecido.
-Gracias.- Contestó él tratando de no sonar demasiado descortés, ya que no le había hecho ninguna gracia que hubiese aparecido en ese momento.
Link sacó un par de pajitas del vaso y los hundió en sendos batidos. –Bueno, ¿cómo decías que llamabas?- Se había reservado la pregunta antes, pero ya no tenía sentido seguir haciéndolo.
-Ahh, es cierto.- Parecía haber aterrizado definitivamente aquí, en el mundo de los vivos.- Me llamo Tetra.
-¿Tetra?- ¿Dónde había oído ese nombre? Sin duda le parecía familiar, pero no podía recordar dónde lo había escuchado.- Es un bonito nombre, no conozco a ninguna Tetra por aquí.
-Normal, es un nombre demasiado especial, no todas pueden llamarse así- Podía sentir una nota de orgullo en su voz al referirse a su nombre, pensó él. Parecía como la niña pequeña que siempre dice que su padre es mejor que el de sus amigas.- Ahora a lo que íbamos, ¿por qué mirabas el mar con esa cara tan desagradable?
-Es cierto, esa era la tapadera para que te acompañase a este sitio- Soltó él haciéndose el importante. Sorbió un poco de batido mientras Tetra rodaba sus ojos y decía algo parecido a "creído".
- ¿Pero tú no estabas mirando el mar también cuando nos chocamos? – preguntó él haciendo memoria.
- Limítate a responder, guapo. – Dijo ella, poniendo en la palabra guapo un toque más de burla que de halago.
Link sorbió su pajita y cuando hubo refrescado su garganta continuó con la conversación. – ¿No te has fijado que nos estamos cargando el planeta?
Tetra lo miró extrañada, ¿había dicho cargarse el planeta? Perfecto, era guapo y ácidamente gracioso así que algo malo debía tener, era un friki ecologista. – ¿Cargarse el planeta? – repitió ella por si acaso. - ¿Qué tiene que ver eso con el mar?
-¿Acaso no miras nunca el horizonte? – Respondió él como si fuera la cosa más obvia del mundo, es más, le habría quedado como una frase filosófica de primera. Al ver la cara de desconcierto de la chica, Link trató de explicarse mejor. – Esto está lleno de polución, como acaban de abrir esa maldita fábrica se expulsan un montón de gases al aire y dejan esa capa asquerosa de humo tóxico, si miras atentamente al horizonte podrás ver esa nube justo donde se separa el mal del cielo.
-Ahh, ahora entiendo – Contestó ella como si todas las dudas se hubieran resuelto, pero de pronto volvió a esa expresión perdida y lo señaló con el bolígrafo. Era muy gracioso ver como cambiaban sus gestos al pensar, era como un libro abierto, solo con sus expresiones podía saber lo que pensaba. – Pero, ¿y a ti qué más te da lo que le pase al aire? Quiero decir, en otros sitios las cosas están mucho peor que aquí, deberías preocuparte más de esos lugares, o directamente no preocuparte.
- Yo… sé que no debería preocuparme pero el cielo es lo único que consigue liberarme de este apestoso ritmo de vida que llevo, todo cronometrado, todo ajustado al milímetro, me siento como un pájaro encerrado en una jaula, me siento prisionero, solo el cielo me libra de esa sensación. – Link se perdió en sus pensamientos, se le había formado una mueca de angustia en la cara que más tarde fue reemplazada por otra de tristeza.
Tetra se quedó muda, ese chico comprendía como se sentía ella. Era impresionante, ni en el mejor de los casos se le hubiera ocurrido pensar que alguien aparte de ella podría sentir esa presión a su alrededor. Sonrió – Sé exactamente a lo que te refieres. Que estés condicionado a los demás, que ellos te digan qué hacer y no dejen que naveg… que vueles libre.
Los ojos de Link se abrieron como platos, se le cayó la pajita de la boca y sonrió como un idiota. – Eso es, justo eso. No puedo creer como alguien aparte de mí pueda comprenderlo. Y dime, ¿qué mirabas tú?
-Yo… verás, mi padre es pescador y siempre está viajando por el mar, antes vivíamos en la ciudad de Hyrule, allí tenía a mis amigos, mi gente, toda mi vida en general. Pero resulta que la lonja ha sido comprada por una sociedad privada y han despedido a mi padre, por lo que tuvimos que irnos. – Decía ella mientras jugaba con el boli entre sus dedos. Link notó la importancia de lo que le estaba contando, sin duda era un problema que llevaba un tiempo guardando y necesitaba contarle a alguien.
- Entiendo, supongo que ese maldito comprador podía haberle dado un trabajo a tu padre, y así podrías haberte quedado allí con tu gente.- Dijo Link con un tono condescendiente.
- ¿Qué? No, el comprador da igual, la culpa es de mi padre. Tengo 18 años, ¿sabes? Creo que soy mayorcita para saber lo que es mejor para mí, pero no, siempre tengo que estar pegada a él, siempre dependiente… es irritante – Sin duda estaba molesta, fruncía el ceño como la típica niña a la que no dejan comer más chucherías. Link no pudo hacer más que esbozar una sonrisa. – El mar es lo único que consigue despejarme, quitarme esa sensación de que soy una niñita a la que tienen que estar cuidando. Al igual que tu sueñas con volar por el cielo, yo quiero navegar por la inmensidad del mar. Libertad, eso es lo que significa para mí.
Link asintió lentamente - Supongo que sí, pero míralo de esta forma, tu padre es marinero, no podrá estar todo el tiempo contigo cuidando de ti, tarde o temprano se irá a la mar y podrás ser todo lo independiente que quieras, al menos no tienes a una madre gruñona que no te deja ni respirar en casa – Recordó Link, sintiendo un frío recorriendo su espalda y bebió el resto del batido sin la pajita, creándole un pequeño bigote blanco bajo la nariz. Tetra no pudo sino contener una carcajada al ver la expresión del chico al recordar a su madre y con ese bigote.
-Sin duda una mujer dura, merecería la pena escucharla, y más aun teniendo que cuidar de un irresponsable como hijo. – Dijo ella con la clara intención de picar al chico. Cosa que sin duda consiguió al ver la cara que puso el rubio. Terminó de sorber lo que quedaba de batido y miró su reloj de pulsera. – ¡Ohh Diosas! Que tarde se ha hecho… Debo irme, el marinero intrépido llega a las 8 y ya son menos cuarto. – Se levantó y miró al chico con sus preciosos ojos azules.
- Oh, sí… emm, esto… – Consiguió articular el chico mientras se levantaba torpemente de la silla.
- Tú invitas, ¿no, guapo? – Interrumpió ella mientras le guiñaba un ojo y se dirigía a la puerta, justo antes se dio la vuelta. – Ohh por cierto. – Hizo un gesto con la mano frotándose bajo la nariz. – Ya hablaremos.
Link se quedó de pie en el sitio como un pánfilo, siguiendo con la mirada a la hermosa chica que ya se perdía tras la puerta, y se tocó encima del labio, justo donde ella le había indicado. Al notarlo sucio cogió la servilleta que había puesto la camarera y se limpió con ella. Cuando acabó le echó una rápida mirada a la servilleta y no pudo contener una sonrisa. La dobló con cuidado, haciendo que el número escrito con bolígrafo quedara hacia adentro, evitando que se borrase. Después de pagar salió a la calle y dejó que la brisa marina meciera de nuevo su pelo. Sonrió, se metió las manos en los bolsillos y se encaminó de vuelta a casa. – Sí, ya hablaremos.
NA: Bueno, pues después de tanto tiempo leyendo, al fin me animo a escribir algo, y como no, de Zelda tenía que ser. Me gustó la idea de meter un TetraxLink ya que es una pareja que me gusta bastante y me hizo gracia probarla. Añadiré un par de cosas que quizá no quedaron del todo claro.
1. Tetra se fue al mar a despejarse, pero está claro que no puedes saber que cara tiene la persona que tienes delante si no la estás mirando... ahí lo dejo...
2. Sí! El kiwano existe Dx es una fruta superrara, podeis verlo en google imágenes, la verdad es que es algo extraña.
