Las primeras luces de la mañana entraron en la habitación a través de la ventana cuando Merlin se despertó con un tierno beso en la mejilla y unos dedos que le rodeaban la cintura y se movían como si de agua de mar se tratara sobre su piel.
"Arthur te echará de menos si te retrasas." Escuchó decir junto a su oído, en un dulce y cálido susurro. "No quiero que te eche la bronca por mi culpa."
Merlin adoraba esa voz, hacia tiempo que la escuchaba al despertarse y se dormía con ella todas las noches y cada día resultaba ser una nueva sensación junto a la persona que más quería. Se acurrucó un poco más en la cama, entre los brazos que le calentaban en una mañana tan fría y le hacía sentir tranquilo.
"No quiero ir a trabajar." Para su compañero, Merlin sonó como si de un niño se tratara y sonrió mirándolo embobado, enamorado, encandilado con el joven mago entre sus brazos.
"No me digas que vas a dejar que Arthur se vista solo." Lancelot apoyó la cabeza sobre el hombro de su joven amante y le besó de nuevo en la mejilla, le sorprendió que estaba más cálida de lo habitual, pero no dijo nada. Siempre le besaba porque le gustaba escucharle suspirar aliviado. Sonrió una vez más, le parecía imposible que hubiera transcurrido todo ese tiempo desde que su vida había cambiado por completo.
Había sido un año de locos y ni siquiera se había dado cuenta, hasta despertarse esa mañana. Merlin dormía junto a él, tranquilo, apoyado sobre su pecho, parecía estar escuchando el latido de su corazón. La noche anterior, se habían dormido tarde, hablando, riendo, recordando. Habían pasado tantas cosas en sus vidas aquel año, que ya casi no recordaban ni como eran las cosas antes.
Un año atrás, Lancelot estaba seguro de estar enamorado de Gwen y que no habría otra persona en su vida que pudiera llegar a llenar su corazón. Cuando consiguió convencerse que ella había decidido estar con Arthur y que el sentimiento era mutuo, pensó que jamás volvería a sentir nada parecido. No podía estar más equivocado. Merlin era su amigo, lo había sido desde el principio y guardar el secreto de su amigo, siempre los había unido, aunque no se había dado cuenta hasta que extremo.
Por su parte Merlin, que no había sido capaz de decirle nunca a Arthur lo que realmente sentía por él, había tenido que ver como el entonces príncipe se enamoraba perdidamente de Gwen y él se quedaba como un simple buen amigo. Pronto había descubierto, aunque de alguna forma ya lo sabía, que Lancelot era mucho más que un buen amigo para él, más que el único de los caballeros de Arthur que conocía su secreto. Un poco más tarde se convirtieron en confidentes y sin darse cuenta un día compartieron el beso más apasionado que ninguno de los hubiera conocido nunca.
"Merlin es muy tarde."
"Lo se, pero no quiero ir a trabajar, la verdad es que no me encuentro nada bien. No se, creo que tengo un resfriado." Le dolía casi todo el cuerpo y moverse era algo que ya había descartado.
Lancelot depositó una mano sobre la frente de su compañero. Era cierto estaba ardiendo igual que su mejilla al besarle, tenía algo de fiebre.
"Quédate si quieres, ya hablaré con Arthur."
"No, en realidad no hace falta, no quiero que te metas en problemas por mi culpa. Acordamos no decirle nada a Arthur sobre lo nuestro, ya va a ser bastante complicado contarle la verdad sobre mis poderes. No quiero complicar mas las cosas si le dijo que estamos juntos. Tampoco sería la primera vez que vaya a trabajar con un resfriado, seguro que Arthur no se entera."
"Eso es lo malo, a veces creo que Arthur no te ve, después de todo lo que has hecho por él. No vayas, podrías ponerte peor y con el trabajo que te da siempre Arthur, es lo menos que podría pasar. ¿Qué tienes que hacer hoy, limpiar a los caballos, ir a buscar algo a otra aldea o simplemente decirle lo bien que hace las cosas?"
"Lancelot…"
"Aprecio mucho a ese hombre, le quiero como si fuera mi hermano, pero no entiendo porque te trata a ti así. Eres su mejor amigo, pero nunca lo ha querido decir en voz alta. Le has salvado la vida más veces que ninguno del resto de nosotros, pero no podemos decirle nada." Lancelot protestó, pese a saber que no le merecía la pena, pero apretó todavía más el cuerpo de Merlin contra él. "Date un día libre al menos. Me da igual lo que diga Arthur, ya le daré alguna excusa yo."
"No hace falta."
Merlin se levantó y suspiró con fuerza, con los ojos todavía cerrados, las manos de Lancelot tomaron su rostro y le besó en los labios. La fiebre le obligaba a moverse lentamente, para evitar que todo le diera vueltas. Las piernas apenas le sostenían, aquello más que un catarro debía ser una buena gripe.
"Déjame ayudarte a vestir." Le susurró Lancelot al oído. "Deja que al menos haga eso por ti."
Merlin se quedó quieto y dejó que Lancelot lo hiciera todo; le levantó los brazos y le quitó la ropa del pijama, que había absorbido buena parte del sudor del joven mago. Deslizó una toalla por su pecho y espalda. Le besó en el cuello y de nuevo, le escuchó suspirar.
"¿Y si voy a trabajar por ti? Seguro que Arthur no se de cuenta."
Merlin se echó a reír, aunque eso tan sólo hizo que la presión en sus sienes fuera terrible. No le importaba, Lancelot siempre le había sentir bien. Lo volvió a tumbar en la cama, para ponerle el pantalón, aunque se tomó su tiempo, deslizando las yemas de los dedos por las piernas del joven brujo. Se sentó sobre él y se apoderó de sus labios.
"¿De verdad sigues queriendo ira trabajar?"
"Sabes que tengo que hacerlo."
"Esperaba poder convencerte de lo contrario. Pero bueno, supongo que prefieres estar con Arthur."
Lancelot se levantó, simulando estar molesto. Merlin fue tras él, se puso de nuevo en pie y alargó los brazos hacia el caballero, pero al dar el primer paso, sintió un calambre que recorrió todo su cuerpo y cayó al suelo de rodillas. No podía respirar, todo su cuerpo se había tensado y sus extremidades se habían bloqueado. Lancelot se di la vuelta al escucharlo protestar.
"¡Merlin!"
Lo arropó entre sus brazos.
"Lo estoy bien, estoy bien de verdad." No era cierto, no estaba nada bien, pero no quería preocuparle. El dolor el hizo comenzar a temblar. Respirar era algo casi imposible y moverse, un hecho en el que era mejor no pensar. "Estoy bien, pero podrías llevarme con Gaius."
Lancelot no dijo nada, se acercó a él y rodeó con cuidado y muy lentamente su cuerpo. Merlin gritó desesperado cuando le puso en pie, el dolor bajo su vientre era terrible, como no lo había sentido nunca y la mano de su amante apoyada sobre él le estaba haciendo ver las estrellas.
"¿Puedes andar?"
Hubiera dado cualquier cosa por poder decir que si, pero la realidad era que no era capaz de dar un solo paso sin sentir que le estaban clavando una espada en su cuerpo. se mordió el labio mientras negaba con la cabeza y se quedó sin aliento totalmente sorprendido, cuando Lancelot lo cogió en brazos.
"¿Qué estás haciendo? ¿Te has vuelto loco?" No era fácil hablar cuando el aire no entraba en los pulmones, pero aquello era una auténtica locura.
Lancelot sonrió.
"Si alguien nos ve, diré que te he encontrado; además no puedes andar." Merlin gimió por el dolor y apoyó la cabeza sobre el hombro de su compañero. No podía hacer nada, por mucho que hubiera querido protestar, le hubiera sido completamente imposible.
- o -
"No estoy preparada para todo esto." Dijo Gwen mientras caminaba por la habitación sin parar de dar vueltas.
Arthur la miraba sonriente. Había sido un año duro, ver a su padre, que había dejado ser el gran rey que todo el mundo conocía y tener que convertirse él en el nuevo monarca de Camelot, no había sido nada fácil. Pero al menos, tenía gente a su lado que le apoyaba. Gente como Gwen, su futura esposa y la futura reina de Camelot.
La chica había pasado de ser una simple sirvienta, a convertirse en la mujer más envidiada de todo el país. No estaba acostumbrada a estar en ese lado de la mesa, a que el sirvieran a decirle a su propia sirviente a que hora la despertaría al día siguiente y que vestido se pondría; incluso a veces lo hacía ella misma.
"Claro que lo estás, llevas casi toda vida viéndolo." Arthur se acercó a ella y puso sus manos sobre los hombros de la muchacha. "Además no me imagina a nadie mejor que tu para estar a mi lado en esa recepción."
"Son todo gente importante, no merezco ese honor. Ve tu solo y di que estoy indispuesta. Ni siquiera me has presentado oficialmente como tu prometida."
Arthur la besó en la mejilla, sonriente y orgulloso de ella. Gwen no se estaba mostrando como alguien fuerte, alguien capaz de cualquier cosa, alguien que al fin y al cabo no era. Gwen no tenía miedo y no le importaba mostrarlo a simple vista. Eso le encantaba de ella, su dulzura, su forma de ser. Podía pasar horas mirándola y no se cansaba de contemplarla.
"Entonces va siendo hora de que todo el mundo te conozca como tal. Los reyes de otros lugares se empeñan en querer que conozca a sus hijas, quieren que unamos nuestros reinos, por el simple poder político y militar. Pero ahora estás tu y ninguno de esos reyes podrá hacer nada al respecto."
"Oh, Arthur."
"Lo se, tenías que haberme visto en mi primera recepción oficial. Todo el mundo me miraba, esperaban mucho de mi y yo estaba muerto de miedo. Entonces y no tenía a nadie a mi lado. Pero no te preocupes, me tienes a mi, no te dejaré en ningún momento." Por fin consiguió que Gwen sonriera. "Tengo que arreglar un par de cosas. ¿Nos vemos esta tarde?"
Gwen asintió y tras un tierno beso, lo vio marchar.
Todos los trabajadores del castillo estaban alterados por la llegada de los importantes dignatarios que se avecinaba. Unos cuantos sirvientes se cruzaron con el que estaba a punto de ser coronado rey, pero ninguno se percató de su presencia. De repente escuchó risas en una de las habitaciones, sabía de lo que se trataba, por lo que entró sin tan siquiera llamar.
Una chica, no mayor de veinte años se cubrió con las ropas de la cama, pero no lo hizo antes de que Arthur le viera. Junto a ella Gawen se reía.
"Te dije que lo dejaras." Protestó Arthur. "¿Sabes cuantas sirvientas de Gwen he tenido que dejar marchar por culpa de tus caprichos pasajeros?"
"Con ella es especial." Desde debajo de las sábanas la chicas soltó unas risillas casi infantiles. "Creo que podría estar enamorado esta vez."
"Dime su nombre." Gawen fulminó a su amigo con la mirada. "Si tanto la quieres, incluso habrás creado alguna rima para su nombre."
La chica dejó entrever su rostro mirando al caballero. Si supiera que había usado con ella los mismos trucos que usaba con todas las demás chicas.
"¡No sabes mi nombre!"
Arthur se dio la vuelta a tiempo para no verla saltar de la cama y coger su ropa.
"¿Por qué tienes que hacerlo? No es tan fácil encontrar una sirvienta para Gwen ahora que se está corriendo la voz de tu facilidad para enamorarlas a todas. ¿No tienes un lugar mejor donde encontrar a tu próxima conquista?"
Arthur no esperó respuesta y salió de los aposentos del caballero, ya había oído muchas veces sus excusas. El pasillo estaba por fin vacío, sin embargo, una sombra se acercó desde la esquina. Arthur se quedó parado, bloqueado incluso, al ver que se trataba de Lancelot y que llevaba a alguien en brazos, inconsciente, que llevaba a Merlin.
