Disclaimer: Nada me pertenece, todo es propiedad de S. Meyer.

Sol de mediodía

Capítulo I: "Forks"

Su vida era un completo desastre, de eso estaba segura; lo pensó apenas había salido de Phoenix, cuando volaba de vuelta a Forks, apenas había terminado de decorar su nueva casa y lo pensaba justo ahora cuando manejaba con inseguridad por las escarchadas calles del pequeño Forks.

Suspiró; a pesar de ser su lugar natal, todo era nuevo, pues no recordaba nada del aquel tranquilo pueblo del que su padre había intentado escapar veinte años atrás.

Bella Swan poseía una suerte bastante poco envidiable; pero ya había quedado atrás la etapa de preguntar "porque" las cosas sucedían de tal forma, ahora aceptaba su destino sin cuestiones y siempre escudándose en aquella coraza impenetrable que había creado.

Bella era joven y bonita, pero ella no era consciente de ello. Para Bella, su cabello largo y castaño oscuro era demasiado simple para ser lindo, sus ojos marrones solían ir tristes y apagados, era pequeña y menuda, cosa que odiaba porque la hacía sentirse vulnerable ante los demás; en su intento por mostrarse fuerte y segura y dejar atrás todas las malas experiencias, Bella mostraba al mundo su coraza de joven autosuficiente y satisfecha de su soledad, aquella en que deseaba estar sola y sin la compañía de nadie, aquella de joven retraída y seria que no demostraba sus sentimientos hacia los demás; pero la verdad era otra, Bella era vulnerable, era tímida y no quería querer a nadie, en realidad, era una chica de gran corazón que se sentía más sola que nunca y cargaba consigo una enorme pena que jamás la dejaría.

Bella bufó observando el paisaje que aquel pequeño lugar ofrecía en el centro de la península Olímpica mientras manejaba su antiguo Chevy por la carretera. No podía creer como todo podía ser tan verde en Forks, ¿Dónde estaba el sol en aquel pueblo perdido del mundo?; definitivamente extrañaría Phoenix. Forks parecía ser el tipo de lugar que no la acompañaría en la lucha contra su mala suerte, la nieve, el hielo y la lluvia, eran factores más que propicios para dejarla tirada en el suelo con más de algún hueso roto, bueno, había que admitirlo, en Phoenix era lo mismo, pero aquí en Washington, las posibilidades de resultar lesionada se incrementaban con creces.

Llegó a su destino. Estacionó su antiguo auto frente a la tienda y descendió de ella acomodándose la chaqueta. Observó el cielo, genial, lo más seguro sería que dentro de dos horas se pusiera a llover otra vez. Caminó con cuidado sobre el hielo resbaladizo y sujetándose del auto para no caer; no sería una buena señal que se presentara el primer día de trabajo completamente mojada por haber caído en el pavimento cubierto de hielo. Alcanzó la bonita puerta de vidrio e ingresó con seguridad a la librería, apenas hubo cerrado la puerta tras ella una campanilla sonó. Bella revoleó los ojos. Se volteó y observó la campanilla exasperada, como si aquella cosa tuviera la culpa de todo lo que le sucedía, como si aquello fuera el punto de quiebre, allí se dio cuenta que había ido a huir del mundo al lugar más remoto de todos, pero se calmó.

Forks era un pueblo pequeño y generalmente ese tipo de cosas no se veían en Phoenix.

- ¿Isabella Swan? –

La aludida se volvió, en frente de ella había una mucha alta, de cabello y ojos claros, era delgada y lucía tan tímida como ella misma. Trató de sonreírle, debían tener la misma edad.

- Bella… - corrigió de inmediato, estrechando la mano que la chica le tendía – Bella Swan-

La chica sonrió amble y asintió.

- yo soy Ángela Weber – dijo - trabajo aquí en la librería, ¡te estábamos esperando!... estábamos necesitando más gente pues las ventas mejoran en esta época del año… -

Bella no dijo nada, sonrió con amabilidad y asintió, no era muy buena con las palabras.

- sígueme… -

Ángela la guió por el salón y entonces Bella observó la librería con detenimiento. No había otro adjetivo para describirla, el lugar era simplemente espectacular, tenía dos pisos de alto, todo perfectamente decorado y ordenado, entre elegancia y sencillez, la gente iba y venía, otros leían en los sofás, las estanterías estaban perfectamente ordenadas, era un lugar lleno de vida; pero lo más extraño era aquel ambiente cálido, acogedor y familiar que entregaba. Por un momento se sintió afortunada de poder trabajar allí, adoraba leer desde que era niña y pensó que si hubiese habido un lugar así en Phoenix años atrás, su padre habría tenido que sacarla de allí a empujones. Su padre. Sus ojos volvieron a ensombrecerse. No quiso pensar en eso.

Entonces se percató que al fondo del lugar había una amplia área infantil, todo lleno de colores y enormes dibujos. Allí había niños que coloreaban y reían, juegos por doquier y todo perfectamente decorado para los más pequeños.

- es precioso… - comentó maravillada mientras caminaban.

- sí, todo esto es como entrar en un cuento ¿no?… - afirmó Ángela en el mismo tono, Bella asintió – la verdad es que es un lugar bastante desproporcionado para la cantidad de habitantes que tiene Forks, pero Esme Cullen, la dueña de la librearía, siempre soñó con un lugar así y ahora ella puede permitirse tenerlo – Bella comprendió de inmediato, la dueña debía ser una mujer adinerada y caprichosa para plantar un negocio así sin que las ventas la respaldaran, Ángela pareció captar su expresión - ¡oh no, no pienses mal! – se apresuró – Esme es la más dulce y sencilla de las mujeres, hace todo esto porque le gusta, porque adora ver el rostro de felicidad en los niños y adora la literatura… ahora viene de vez en cuando, quiere dedicarse a su familia por lo que su hija se ha hecho cargo de esto por el momento –

Llegaron entonces a un pasillo, doblaron hacia la izquierda y alcanzaron una amplia estancia donde había una lujosa y moderna oficina decorada con el mejor de los gustos y la mayor de las elegancias. Al fondo había un enorme ventanal que daba a un jardín interior, demasiado verde para el normal gusto de Bella, pero que ahora lo consideraba sencillamente ideal.

- Alice…- llamó Ángela con familiaridad - Bella ha llegado… -

- ¡genial, hazla pasar…! -

Ángela le dio una sonrisa amigable y le señalo la oficina antes de volver a la tienda. Entonces, Bella ingresó con timidez, una chica joven y menuda se acercó a ella con una enorme sonrisa y antes de que pudiera detenerla, la joven la había abrazado como si fuesen hermanas…

- ¡Bella! – exclamó emocionada cuando se hubieron separado - ¿puedo yo también llamarte así, no? –

Bella lucía desconcertada y un poco mareada por la felicidad que la joven irradiaba.

- c-claro, prefiero que me llamen así… -

La muchacha sonrió ampliamente, mostrando su dentadura perfecta en una fracción de segundos, tomó la mano de Bella con energía y la guió hacia uno de los mullidos sofás.

- ven, Bella, siéntete como en casa… - ambas se sentaron, entonces la joven se levantó de nuevo como si hubiese sido pinchada - ¡que descortés!... ¿deseas algo?, ¿té, galletas? -

Bella negó con la cabeza un poco arrebolada. Estaba realmente sorprendida por la hermosura casi descomunal de la joven, su voz de soprano era tan suave y melodiosa que relegaba su propia voz al nivel de sonido ronco y áspero; la chica caminaba de tal forma que despedía gracia y una energía y alegría casi envidiables.

La joven se sentó otra vez, con una taza de té para cada una.

- mi nombre es Alice Cullen… - apuntó la muchacha, tendiéndole una taza a Bella con una sonrisa enorme – me he hecho cargo de la librería por un tiempo, mientras mi madre piensa que hará con ella. Yo estudio diseño y decoración, pero por ahora me encanta este trabajo… –

Alice era preciosa. Su tez era pálida pero sus mejillas eran rosadas por la energía, sus ojos grandes y chispeantes eran de un azul profundo, su cabello hasta los hombros caía en puntas y oscuro como la noche. Tenía facciones delicadas y respingadas y era aun más pequeña y menuda que Bella, pero todo ello la hacía inevitablemente linda.

La autoestima de Bella cayó seis puntos en menos de un minuto.

- entonces, tú tomarás el turno de la tarde… - apuntó Alice viendo un calendario que estaba en la pared de atrás, sonrió amable - ¿está bien eso para ti? -

- ¡claro…! – contestó Bella - ¡no hay problema…! –

- entonces no hay mucho más que decir… - señaló Alice con una sonrisa – de verdad espero que te sienta cómoda, aquí, Bella… estoy segura que todos los demás te recibirán con los brazos abiertos, y ante cualquier cosa que necesites no dudes en venir a mi – sus ojos azules brillaron de manera especial al verla – no sé porque tengo el presentimiento de que seremos grandes amigas – la castaña alzó una ceja, Alice continuó derrochando amistad – quiero que te sientas como en casa, así que no dudes en sentarte a leer un rato si así lo prefieres… no hay presión-

Bella estaba realmente extrañada…

- bien… ¿gracias? –

Alice asintió con una sonrisa, abrió la boca para hablar otra vez, pero entonces su teléfono móvil comenzó a sonar.

- mi hermana… - le comentó al ver la pantalla, pero un dejo de sombra apareció en sus ojos y su sonrisa vaciló un milímetro – hablaremos mañana con mas calma, por hoy encárgate del área infantil… es más liviano. –

Bella asintió, por una parte aliviada de dejar el parloteo y el derroche de felicidad de Alice Cullen, le dijo adiós con la mano y salió de la oficina. Entonces oyó el cambio en el tono de voz de Alice al contestar el teléfono, parecía cansada y sin ganas de hablar.

- ¿Qué sucede ahora, Rosalie? -

A lo largo del día, Bella pudo darse cuenta que Alice Cullen tenía razón. El área infantil era la más liviana de toda la tienda pero lejos la más adorable. Los niños iban y venían, reían, coloreaban y jugaban. A Bella nunca le gustaron demasiado los niños y nunca había tenido una relación cercana con ninguno, los miraba desde lejos y sonreía levemente al verlos. No tenía hermanos y jamás había convivido con niños pequeños por lo que la perspectiva de tener alguno en su vida nunca había sido ni primordial ni emocionante para ella.

De hecho, Bella no quería hijos, no quería nada que la atara emocionalmente, no quería volver a querer a nadie de tal forma que el perderlos significara el mayor dolor de su vida. Bella había aprendido que la mejor forma de vivir era buscar la felicidad en su soledad. Después de todo, todos los que ella había amado con su alma habían salido de su vida por su causa.

- ¿Isabella, verdad? –

Bella se volvió tan rápido por la sorpresa que no alcanzó a notar el desnivel del piso bajo sus pies y cayó de espaldas con fuerza al suelo. Abrió los ojos y vio otro par ojos castaños que le observaban desde arriba. Maldijo su mala suerte otra vez.

- ¿estás bien? –

- Bella… - corrigió la chica, levantándose del suelo – mi nombre es Bella. -

El muchacho rió. Bella se acomodó la chaqueta y se quitó el cabello del rostro con impaciencia, el joven le tendió una mano para saludarla.

- ¡pues hola Bella, soy Mike! – Bella tomó la mano que él le ofrecía - ¡Mike Newton! –

Bella le dio una sonrisa forzada…

- Hola Mike Newton – contestó.

Mike era un poco más alto que ella y aparentemente eran de la misma edad. El joven era apuesto, tenía cabello rubio y corto, y sus ojos era castaños de un tono bastante profundo. Le sonrió con complicidad y Bella intuyó de inmediato porque se le había acercado al ver su sonrisa y su mirada. Por un momento creyó que estaba equivocada, los chicos que se le habían acercado en Phoenix buscando más que amistad con ella eran contados con la mitad de los dedos de su mano.

Le dio la espalda a Mike y continuó ordenando las estanterías como lo había hecho durante los últimos treinta y cinco minutos, pero el muchacho no se fue, se acercó a su otro lado y se apoyó galantemente en uno de los estantes en una evidente pose de conquista.

- ¿Eres nueva aquí en Forks? –

Bella no lo miró, tenía un libro en sus manos y debía ponerlo en la repisa más alta, no la alcanzaba.

- sí, llegue la semana pasada… - contestó mecánicamente - de Phoenix –

- ¡Vaya, Phoenix! – exclamó Mike sorprendido, Bella se rindió, no alcanzaba la repisa, dejó el libro en una de las de abajo, ya mañana buscaría una silla y lo pondría en su lugar, Mike continuó sin siquiera haberlo notado - Ese es un gran cambio, desde la gran Phoenix al pequeño Forks… ¿buscabas algo más tranquilo?... – trató de sonar divertido - ¿huyes de algo en especial? –

Bella se volteó y continuó acomodando la repisa de enfrente.

- definitivamente un poco de lo dos… - contestó sarcástica.

- ¿Tienes amigos aquí? –

Bella frunció el ceño, no le gustaba eso de contestar preguntas. No podía mentir y siempre terminaba contando toda su vida. Le observó.

- no Mike, ni aquí, ni en ninguna parte –

Era obvio que Mike Newton creyó que era una broma, puesto que soltó una colosal carcajada y luego se acercó unos centímetros a ella para sostener su mirada de una forma, que Bella pudo jurar que el usaba en sus conquistas.

- ¡Eres divertida, Bella! – dijo - ¡Realmente haces reír…! –

- ese es el propósito de mi vida… - comentó.

Mike no captó la ironía. Bella tomó otro de los libros, se alejó un poco de él y pudo ver a Ángela que le observaba desde el otro lado de la tienda con una sonrisa satisfecha en el rostro y le asintió con la cabeza. Bella pudo jurar que Ángela sabía lo que Mike buscaba y disfrutaba la actitud de ella, pero lo peor estaba por venir.

- tu turno está por terminar, el mío ya ha terminado – comentó el rubio – podríamos ir a tomar algo, ¿te parece? –

Bella entrecerró lo ojos. ¡Genial!... ¿Qué mentira se le ocurriría ahora?, ¿Cómo se sacaría a Mike de encima? Era horrible mintiendo. ¡piensa, Bella, piensa…!

- ¡Tu turno terminó, Bella! – la tintineante voz de Alice Cullen apareció de pronto tras ella y Bella pudo ver que la joven sonreía de forma cómplice - ¡…pero necesito pedirte un favor antes de que te vayas, espero que no te moleste! – apuntó la caja que llevaba en sus manos - ¿Podrías llevar estos libros a la Academia de Música? está en los terrenos de la entrada de Forks, la ubicarás de inmediato, los están esperando y ahora no puedo llevarlos. –

Bendita seas Alice Cullen.

- ¡Claro! – Bella saltó como un resorte, Mike gruño y Ángela rió por lo bajo, tomó la caja de las manos de Alice - ¡no hay problema yo los llevaré! –

- Bella… - comenzó el rubio.

- lo siento Mike… - dijo Bella con suavidad, aliviada por no tener que mentir – ya ves, debo continuar mi trabajo, estoy cansada y luego de hacer esto, iré a casa a dormir–

Se despidió de él con la mano y Alice la guió por el pasillo con una sonrisa en su rostro perfecto. Ambas se miraron en la entrada de la tienda, como si fueran grandes amigas que acaban de cubrirse la una a la otra.

- te veré mañana Bella – sonrió la chica de cabello negro – tal vez tengamos un poco más de tiempo para conversar… –

Bella le sonrió con transparencia

- gracias Alice, de verdad… nos veremos mañana –

Ángela se apresuró y tomó un paraguas de la entrada.

- Está lloviendo bastante fuerte… - dijo – yo llevaré tu paraguas hasta el auto para que puedas llevar los libros con facilidad. -

Bella sonrió y ambas salieron al frío de la tarde. Ángela tenía toda la razón, estaba lloviendo como el cielo se fuese a caer sobre ellas, apenas se podía ver con claridad y el cielo había comenzado a oscurecer con la llegada de la noche.

Caminaron hacia el Chevy estacionado al frente.

- Mike puede ser muy pesado cuando se lo propone, Bella – señaló Ángela con seguridad – ten cuidado, le gustaste de verdad y no te lo quitarás de encima fácilmente… - los ojos marrones de la aludida se abrieron con horror ante la perspectiva - ¡No te preocupes, estoy segura que tanto Alice como yo estaremos allí para salvarte! –

Después de dejar los libros en el asiento trasero, Bella se volvió hacia su compañera de trabajo quien le sonreía de forma amigable. Entonces, pensó en que Alice y Ángela realmente eran personas valiosas y tal vez serían grandes amigas algún día. Sin embargo, sabía que no debía atarse emocionalmente a nadie.

Negó con la cabeza ante sus propios pensamientos.

- gracias, Ángela – sonrió con transparencia

Ambas se despidieron y Bella manejó hacia la dirección que Alice le había dado. La lluvia caía a cantaros sobre la ciudad y golpeaba con fuerza el parabrisas. Veinte minutos más tarde estaba fuera de La Academia de Música y no pudo evitar quedar con la boca abierta. Era el edificio más lindo y pintoresco de todos los que había visto en Forks, era enorme, con jardines colgantes y enredaderas que se aferraban con fuerza a los muros, parecía una antigua casona Victoriana de las pocas que quedaban en Washington.

Eran pasadas las seis de la tarde, por lo que el estacionamiento estaba vacío y Bella se preguntó si realmente habría alguien allí. Antes de bajar los libros quiso asegurarse de que hubiera alguien; con el mayor cuidado que pudo, para no tentar a su mala suerte, salió del auto y subió las elegantes escalinatas que daban al amplio pórtico de la entrada. La enorme puerta de roble estaba completamente cerrada. Observó hacia dentro por la pequeña ventana del lado derecho, pero no había nadie. Debería volver mañana temprano, genial.

Entonces se volteó para volver al auto y la vio. Un par de ojos verdes la miraban desde debajo de un paraguas color rosa.

Bella se congeló al instante, era una niña. La niñita más linda que había visto en toda su vida.

- Hola… – saludó la pequeña.

La lluvia caía implacable sobre Forks, había comenzado a anochecer, la Academia estaba vacía, pero de igual forma, allí, debajo del pórtico había una pequeña niñita que la observaba entre tímida y aliviada. Bella observó alrededor, no había nadie, entonces su mirada volvió a la pequeña, ella tenía unos profundos y vivaces ojos verdes cubiertos por una gruesa capa de largas pestañas, era pálida, pero sus mejillas estaban sonrojadas a causa del frío y los colores propios de su edad. Su rostro era enmarcado por su largo cabello rizado que tenía la más extraña tonalidad de castaño, como si fuera color bronce. La niñita era pequeña y menuda e iba enfundada en un elegante y precioso abrigo blanco, debajo de su paraguas color rosa estaban ella y la muñeca que abrazaba contra ella.

La niña la miraba con tal expresión de adoración y alivio que Bella se asustó. La pequeña se acercó a ella con ternura y tontamente Bella se alejó un paso.

- yo soy Lizzie y esta es Rosie… - señaló la muñeca con ternura como presentándola - ¿Cómo te llamas tú? –

Los ojos marrones de Bella se suavizaron un poco al escuchar la voz de ella. Tenía voz suave y tierna y algo en el pecho de Bella comenzó a apretarse cuando la escuchó.

- me llamo Bella… -

La niña sonrió satisfecha por la atención recibida. Entonces, Bella pensó que era la niñita más adorable de todas y que era un crimen de consideración el que una niña tan pequeña y de no más de seis años estuviera allí sola. Se acercó hacia ella más tranquila y con una sonrisa que no pudo borrar aunque quisiera.

- ¿Qué haces aquí, pequeña? – preguntó agachándose para quedar a la altura de la ella - no hay nadie… ¿porque estás aquí sola? –

La niñita contestó con transparencia y como todos los de su edad contó todo lo que sabía de forma rápida e imparable.

- ¡Nadie podía venir a buscarme hoy, entonces, mi papá dijo que vendría por mí cuando saliera de su trabajo, pero no ha llegado! – la pequeña le observó asustada - ¿Crees que se demore mucho? –

- puede ser – contestó Bella, entonces frunció el ceño. -¿y tu mamá? –

Los ojos de Lizzie se ensombrecieron una poco…

- no tengo mamá… - contestó, sus ojos se iluminaron otra vez y dijo alegre - ¡pero me gustaría tener una...! –

Algo en el pecho de Bella se apretó. Observó a Lizzie y al lugar, y casi pudo verse a sí misma siendo una niña pequeña y esperando a Charlie a la salida de la escuela vacía. La gran diferencia era que esta niñita parecía sacada de un catálogo de ropa para niños y ella no.

La pequeña tiritó de frío.

- ¡Estás helada! – exclamó Bella, se quitó su chaqueta con rapidez y la envolvió con cuidado. Lizzie le sonrió. Entonces la idea más descabellada apareció en su mente pero las palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas.

- ¿Quieres venir conmigo a casa y esperar allí a tu padre? –

Los ojos verdes de la Lizzie se iluminaron con súbita alegría.

- ¡Sí… vamos, vamos...! –

Bella no pudo evitarlo, devolvió la sonrisa ampliamente. Garabateó una nota para el padre de la niña que pegó en la enorme y elegante puerta de roble para volver y tomar a la pequeña niña en sus brazos, Lizzie se aferró a su cuello con cariño y se sonrieron la una a la otra. La calidez en la sonrisa de la pequeña hizo que algo se apretara en el pecho de Bella y sintiera algo que jamás había sentido. No supo bien lo que era. Apretó aun más a Lizzie contra ella y cruzó con cuidado hasta el Chevy en medio de la lluvia y la subió al auto, para luego subir ella del otro lado y partir a casa.

Bella manejó con cuidado en medio de la implacable lluvia y la inundada carretera.

- ¡mi papá es médico, como mi abuelo…! - decía la niña con cariño – ¡él cura a las personas enfermas, tiene mucho trabajo y lo veo poco, siempre lo están llamando a casa para que vaya al hospital… pero él me quiere mucho!…-

Bella no podía creer que un padre fuera capaz de dejar a una niña tan pequeña esperando en medio de la lluvia.

- me imagino cuanto te quiere… - dijo con sarcasmo - ¿Cuántos años tienes Liz? –

La pequeña señaló cinco dedos de su mano.

- los cumplí dos semanas atrás… - exclamó - ¡Mi tía me hizo una fiesta gigante, todos mis amigos estaban allí! – sus ojos verdes brillaron de emoción - ¡todos estaban disfrazados, mi tía me vistió de princesa!… ella me compra la ropa, siempre está diciendo que debo desarrollar el buen ojo para la moda y el buen gusto, no sé qué significa, pero dice que no será difícil, que está en mis genes – sonrió – o algo así… -

Bella la observó. La ropa de la pequeña parecía ser original y de buen gusto pero sencilla. No quiso imaginarse los costos de su tenida habiendo tanto niño en el mundo que no tenía nada para ponerse. La tía de Lizzie debía ser una completa chica caprichosa y adinerada. Continuó manejando y se concentró en lo que decía Elizabeth ahora.

- ¡…llegamos de Chicago hace poco! – la pequeña parloteaba con los ojos brillantes de emoción mientras la miraba - ¡Vivíamos allí, pero mi abuela y mis tías nos extrañaban demasiado, así que nos mudamos de vuelta aquí! –

- yo también acabo de llegar… - comentó Bella dándole una sonrisa a la niñita - soy de Phoenix –

Los ojos verdes de Lizzie se abrieron de la emoción…

- ¡Phoenix, ¿me llevarás algún día allí, Bella?! – preguntó rápido - ¡Yo quiero conocer allí, ¿me mostrarás tu casa?! –

Bella la observó unos segundos, aquel sentimiento en el pecho volvió y no pudo evitar sonreírle con adoración.

- ¡claro que algún día te llevaré! – la niñita lucía satisfecha y con una sonrisa enorme en el rostro, entonces Bella recordó - ¿estudias en la Academia?... ¿Qué tocas Liz? –

- violín… - contestó la niña – ¡desde que tenía esto…! - señaló tres dedos con su mano – ¡me gusta mucho…!-

Bella se sorprendió y abrió la boca…

- ¡¿Tocas el violín desde que tenías tres años?! –

Lizzie asintió y sus rizos se movieron al compás de ella observando hacia afuera por la ventanilla el vecindario donde Bella vivía.

- ¡Mi abuelo dice que soy demasiado inteligente para mi edad…!-

Un escalofrío recorrió a Bella, estacionando el auto fuera de la casa.

- ya lo creo… -

La lluvia caía con más fuerza que nunca, parecía como si estuvieran tirando agua del cielo para ahogarlos a todos. Sin embargo estaba muy helado y el viento corría con fuerza, por lo que acomodó el abrigo de Lizzie y la arropó aun más con su propia chaqueta, cubriendo a la niña por completo.

- ven acá… -

Liz hizo lo que ella dijo, se colgó a su cuello y ambas bajaron del coche con cuidado. Bella llevó a la pequeña tratando de no caer en el piso resbaloso. Apenas estuvieron a salvo en el corredor, Bella dejó a la pequeña en el suelo y tomó su pequeña manito para conducirla a la casa. Lizzie caminaba adorable a su lado con Rosie en sus brazos.

Ingresaron a la casa y el calor interior fue algo reconfortante para ambas y Bella se apresuró en quitarle la chaqueta mojada a la niña. Entonces un ladrido llenó la estancia y los ojos verdes de Lizzie se iluminaron al instante.

- ¡tienes un perro! –

Bella le sonrió sintiéndose más feliz que nunca de ver a la niña sonreír.

- su nombre es Jake… - le dijo – se llama así por un gran amigo que tuve en la infancia… –

Lizzie corrió con la emoción plasmada en su rostro de muñeca hacia la sala con toda la confianza del mundo, como si estuviera en su propia casa, Bella rió bajo. Extrañamente, se sentía demasiado contenta al escuchar la risa de la pequeña mezclándose con los ladridos de Jake. Por un momento se sintió feliz de tenerla allí. Colgó el abrigo de ambas en el perchero y se encaminó al salón.

Lizzie estaba en el suelo con su enorme perro color café y la niña parecía adorar su mullido pelaje. Jake parecía casi tan contento como ella.

- Mi papi no me deja tener un perro… - comentó la pequeña – Rosie sí tiene uno… - señaló su muñeca.

Bella le sonrió.

- ¿Quieres algo de chocolate, Liz? – preguntó – hace frío… -

La niñita asintió y Bella se dirigió a la cocina. Lizzie la siguió al instante y corrió para alcanzarla.

- lávate las manos y vuelves aquí… -

En menos de dos minutos, Lizzie estaba sentada en la mesita de la cocina con un humeante vaso de chocolate y galletas frente a ella. Bella observaba las facciones perfectas de la niña y no podía evitar sonreírle cada vez que Lizzie la miraba.

- ¿Dónde está tu mamá, Bella? –

Bella sonrió con tristeza y negó con la cabeza.

- yo tampoco tengo una… - se lamentó Lizzie y continuó - ¡Pero mi tía dice que es mejor que no tenga la mía, que no me merecía, que ella, mi abuela y mi tía Rosalie siempre estarán cuando yo las necesite…! -

Sus ojitos verdes la observaron de pronto y la miró casi con adoración.

- pero me gustaría tener una mamá para mi… ¿tú también quieres una, Bella? –

Bella no contestó. Odiaba hablar de su madre, antes de hacer un intento de mentirle sin resultado a la pequeña, se acercó a ella y acarició su cabello color bronce. Lizzie se acercó a ella con cuidado también y sus ojos verdes se encontraron con los marrones de ella…

- a mi me gustaría tener una mamá como tú, Bella –

Bella no pudo evitarlo. Sintió aquel sentimiento desconocido que se había presentado desde el momento en que había visto a Lizzie fuera de la Academia y supo lo que era, cariño. Lizzie era la niña mas adorable de todas y había logrado ganarse su corazón en menos de lo que cualquier otro lo había hecho. Algo fue más fuerte que ella, y cuando Lizzie la abrazó supo que en realidad deseaba alguien a quien cuidar, alguien a quien proteger y todo eso de no atarse emocionalmente a nadie y que sería más feliz en su soledad vaciló cuando Lizzie apoyó su cabeza en su pecho y la abrazó buscando refugio en ella. Bella sintió aquella presión en su pecho otra vez y acarició el cabello de la niña con cariño.

- Bella… ¿puedes ser mi mamá? –

Entonces un trueno rompió el aire y la energía eléctrica de la casa se fue al instante. Dos segundos después, fuertes golpes en la puerta sobresaltaron a ambas. Se separaron al instante, Jake saltó de inmediato y se dirigió a la entrada ladrando con fuerza, Bella se levantó del asiento frunciendo el ceño ante la insistencia de quien estaba en la puerta.

Lizzie lucía asustada.

- quédate aquí, Liz…-

Bella se dirigió a la puerta, una alta sombra se veía tras el cristal. Otro trueno. Entonces abrió.

- ¡¿Dónde está?! -

El hombre ni siquiera pregunto si podía pasar. Ingresó al oscuro corredor hecho un huracán y el viento helado que entraba desde la calle golpeó a Bella y la hizo temblar. Se volteó hacia el furioso recién llegado y lo vio moverse entre las sombras, era obvio que era el padre de la niña. A la luz de la luna pudo vislumbrar el mismo color de cabello de Liz.

La voz de la niña se oyó en la puerta de la cocina.

- ¿Papi? –

- ¡¡Elizabeth!! –

Bella sintió como la desesperación del hombre se convertía en alivio. La voz del padre de Lizzie era grave y aterciopelada, jamás había escuchado una voz igual y se sintió como una tonta cuando volvió a temblar al escucharle. Bella vio al recién llegado lanzarse con rapidez hacia la pequeña y la alzó del suelo para apretarla contra sí mismo y besarla en la mejilla casi con adoración.

- ¡oh, Dios! – soltó aliviado - ¡Elizabeth estás bien, estás…! –

Entonces el hombre se volteó hacia Bella y ella pudo ver por la luz de la calle sus ojos verdes, idénticos a los de su hija, inyectados de furia.

- ¡¿Cómo has podido llevártela así?! – rugió, Jake ladró furioso - ¡¿Quién te crees que eres?! –

- papi, no… -

Pero Bella no necesitaba que Lizzie la defendiera. Ya no le parecía que la voz de él fuera tan aterciopelada y no dudó en defenderse con la misma ira de él.

- ¿Cómo has podido tu dejarla allí? – exclamó incrédula y aunque él era notablemente más alto que ella, eso no la amedrentó - ¡estaba sola bajo la lluvia, no había nadie en la Academia, pudo haber pasado cualquiera por ahí, da gracias que fui yo quien me la lleve! –

El padre de Lizzie no contestó, dejó a su hija en el suelo otra vez y se apresuró en quitarse su elegante chaqueta oscura para envolver Elizabeth con ella y alzarla de nuevo.

- Bella me cuidó papi… - susurró la pequeña

Su padre la ignoró.

- ¡Te quiero lejos de mi hija! – bramó a Bella – ¡aléjate de ella… estás advertida! –

Cruzó el rellano sin más palabras y salió hecho un vendaval de la casa en medio de la lluvia sin ningún problema, sin importarle lo resbaladizo del suelo. Bella observó como él subía a Lizzie en el asiento trasero de un elegante y moderno Volvo plateado. Rodeó el auto sin mirarla y subió; en menos de lo que dura un pestañeo aceleró para perderse a toda velocidad calle abajo.

Entonces, Bella lo sintió. La furia había dado paso a la pena, en menos de dos horas se había atado emocionalmente a esa niña. Luchó contra las lágrimas que se agolparon en sus ojos por sentirse humillada y se quedó allí, en el pórtico, mojada hasta los huesos, sin darse cuenta que tiritaba de frío, rabia y pena. Entonces oyó a Jake llorar, se volvió a mirar la casa y la vio.

Rosie estaba en la mesita de entrada y Bella se sintió más sola que nunca.


Hola! Bueno, no soy muy nueva escribiendo pero este es mi primer fic de Twilight por lo que realmente espero que les guste y me dejen saber lo que piensan, nos estamos leyendo. Cariños.