Advertencias: Este fic surge de un reto propuesto por la locura de Japific y como competimos por ser la más loca, yo acepté hacerlo. Vosotros sufrís las consecuencias. Es posible que este fic no te guste si quieres algo "rosa", primero porque no es lo mío y segundo porque tampoco es la ocasión. Tampoco te gustará si crees que Sora tuvo un matrimonio más feliz, y es muy posible que no te guste si no eres abierto a leer esta pareja. En ese caso, recuerda que Digimon no me pertenece, tan solo son historias de mi imaginación y todos tenemos de eso.

Si todavía te apetece, adelante. Espero que te guste.

Estetoscopio

Dos partes

―Ayer me preguntó con cuántos hombres estuve. Y yo le dije "con tu padre, hija. Con tu padre y nadie más". Se le marcaron los hoyuelos y me contestó que no se lo creía. Hay que ver cómo crecen. Mi madre siempre decía que la iba a echar de menos el día que se fuese, y la verdad, nunca comprendí porque decía eso aparte de para hacerme sentir culpable, pero tenía razón. Jamás creí que la necesitase tanto, parece que ahora puedo entenderla mejor. Cada vez que me decía lo mucho que deseaba que no creciese nunca… porque es la mejor forma de protegerles. Son bebés, los limpias, los alimentas, les quieres, no dejas que nada les lastime y un día ellos quieren hacerse daño y cuanto más intentas protegerles, más se alejan de ti. Por eso… es complicado. Uy, me he puesto a hablar demasiado. Enhorabuena por el embarazo ¿cinco meses, entonces?

Su exsecretaria le corrigió, eran seis, y se despidieron, no sin antes recordarle que estaba invitada a la fiesta prebebé.

Sora releyó el informe que tenía apoyado encima de la mesa mientras divagaba en su última conversación ¿Fiesta prebebé? ¿Qué invento era ese? Recordó el momento en el que le anunció a su madre que sería abuela. Al poco tiempo fue a buscar las viejas ropas confeccionadas con amor en su embarazo. Viendo esa escena, descubrió por primera vez el paso del tiempo en su rostro, ya que las arrugas que se formaron con su felicidad todavía seguían allí minutos después. Aquel día fue el mejor de su espera, y según pasaron los meses se acostumbró a ser feliz ¿Cómo no serlo, cuando todos los que te rodean lo son?

Ella conocía las dos partes. Había una parte feliz, la parte sonrisa, que abrazaba a su familia, hacía entrevistas, animaba a los demás, viajaba… y había otra parte, la mueca, en la que estaba sola, lamentándose por los amores que no fueron, por las veces que se equivocó y las veces que quiso equivocarse pero, al mismo tiempo, no quería romper la felicidad de quienes la rodeaban y dependían de su felicidad también.

Por ese motivo, para Sora ser madre significaba que debía aferrarse a su parte feliz y esconder la otra. Enterrarla en lo más profundo aunque renunciase a sus propios deseos. Aun así, no quería que creciesen nunca. Prefería sentirse atada y no cobarde.

Prefería decir "con tu padre y nadie más" y aclararse luego que no era por mentir, ni porque se avergonzara. Solo quería que su hija viese que el amor era algo serio, algo que podía ser para siempre. Porque ni ella misma era capaz de explicarse cómo se complicaba tanto a la hora de amar.

Se quitó las gafas, recomendadas por su oculista recientemente. Odiaba darse cuenta de que la letra pequeña cada vez era más pequeña, pero más odiaba tener que llevarlas. Con ellas su parte oculta salía a la luz y le recordaba lo mucho que había mentido a su hija.

Porque había una verdad, y solo su parte mueca podía decirla, en su imaginación. En el mismo lugar donde habita la vida que no tuvo.

―Te lo voy a contar, hija mía, hubo algunos. No fueron demasiado importantes, muy pocos llegan a serlo. Papá se iba de gira mucho tiempo y teníamos problemas porque yo no sabía lo que estaba haciendo, él tampoco. A veces salía hasta las tantas y al día siguiente solo se acordaban los paparazzis que le seguían constantemente. A veces yo leía esas revistas, mal hecho, lo sé, y les daba crédito y entonces acudía a un amigo que tenía: Joe ¿Te acuerdas de él? Venía a casa con su hijo, seguro que sabes a quien me refiero.

»Pues, acudía a ese amigo y lloraba con él, era con el único que me atrevía a hacerlo ya que en esa época todavía era incapaz de mirar a Taichi, no después de conocer sus sentimientos ¿Cómo confesarle que renunció a mí para que yo le fuese infiel a su mejor amigo? No podía hacerle daño dos veces. Además, Joe siempre supo escuchar.

»Esperaba a que acabase de desahogarme y después me convencía de que no debía pensar así. Es extraño como lo conseguía sin apenas palabras. Me sentía fuerte a su lado, porque no todos los días un chico al que yo, a pesar de ser solamente un año mayor, siempre vi como alguien a quien había que escuchar, solía estar en lo cierto y por eso o quizás por muchas otras razones, me miraba a través de sus ojos y me gustaba a mí misma. No pasaba muy a menudo. Vosotros no lo entendéis porque no sois como yo, ni siquiera como papá. Habéis crecido viendo amor, pensando que lo encontraréis fácilmente, pero no todos los niños tienen esa suerte y cuando esos niños son adultos siguen pensando que no lo van a encontrar.

»Más tarde ya no hubo otros hombres. Solo papá y Joe. Volví a ser capaz de hablar con Taichi, pero solo para darme cuenta de que él estaba mejor sin mí, y yo, probablemente, no podía estar bien con nadie.

»Sabía que ya no sentía lo mismo con tu padre. No lo entiendes, porque todavía no te ha pasado, aunque creas que sí. Nos habíamos pasado la vida huyendo de cosas, y descubrimos que estando juntos no necesitábamos nada más. Pero eso se acabó. No sé si fue por los sentimientos de culpabilidad, o porque a pesar de lo contento que le puso el embarazo, siguió con sus planes de marcharse al espacio. Sentí que volvía a huir de mí, pero yo ya no tenía las ganas para hacerlo. Tampoco el valor para decírselo, "quédate conmigo, aunque sea quédate infeliz". Supongo que no puedo culparle por no poder atarle, fue lo que más me atrajo de él cuando empezamos a salir.

»Tú eras muy pequeña, no creo que te acuerdes, pero Joe pasaba mucho tiempo en casa cuando papá no estaba. Te contaba cuentos mientras yo hacía las tareas que no había podido hacer durante el día. Es por eso que te gustan tanto las series de médicos, estoy segura, porque muchas veces tú le llamabas "doctor" y le pedías el aparato ese para escuchar el corazón, no recuerdo su nombre.

»Cuando ya dormíais, le servía una copa de vino y nos quedábamos hablando. Creo que nunca nadie supo la relación tan especial que teníamos, se extrañaban cuando nos reuníamos y nos sentábamos al lado. Pero miro nuestras fotografías y siempre estábamos el uno junto al otro, es curioso.

»Después dejó de venir, tú preguntabas por él. Más incluso que por papá, pero yo simplemente te dije que su hijo había vuelto y también le necesitaba. No te puedes ni imaginar lo mucho que me dolía tu pregunta, lo que quería recuperar esas conversaciones en el sofá. Siempre me hacía recordar ese momento, poco después de decírselo, confesarle que era mi único motivo para poder afrontar el día a día. "Te noto más callado desde que lo sabes. Así estaba yo después de que Taichi se me declarase, pero yo tenía diecisiete años. Me sorprende que actúes así, la verdad."

»Me arrepiento de esas palabras porque tal vez, si le hubiese dejado pensárselo, él acabaría rompiendo su moral. En lugar de eso, me dijo que ojalá me hubiese dado cuenta antes de mis sentimientos, pero que ya era tarde. Teníamos familia, nos necesitaban. Y no se me ocurrió nada mejor echarle en cara que su mujer le había abandonado dos veces ¡Dos! Y que en lugar de tratar de recuperarla, se quedaba hablando conmigo… Supuso el fin de nuestros encuentros.

»Tengo una amiga con la que me lamento de mi matrimonio. Tienes que saber que a todas las parejas les pasa, tarde o temprano. Yo siempre me quejo de lo mismo "no se puede decirle nada a Yamato. Cada vez que lo intento, se va de casa o se encierra en su despacho. Dice que no quiere hablar y eso es todo." No parece una gran queja, pero es difícil tener una relación con alguien que no es capaz de hablar de ella. En una ocasión, mi amiga, la que te hace esas tartas de cumpleaños con tantos adornos, se hartó y me dijo como si fuese lo más obvio del mundo "Déjale y para de quejarte. Ya sabías cómo era antes de casarte"

»Tenía razón y no volví a mencionárselo. Así que mis quejas se quedaron para esos días en los que las dos partes se separan y una habla con la otra. Tampoco le conté que echaba de menos hablar con Joe, aunque sé que ella lo hubiese entendido, porque me doy cuenta de cómo busca la atención de otro amigo nuestro, ya sabes, el padre de esa niña tan lista, y como él aún se ruboriza al verla y parece mareado, cada vez que nos reunimos.

»Pero tienes que saberlo, hija, mejor que lo sepas ahora y lo recuerdes cuando te enamores. Hay amores que duran toda la vida y otros que no, no importa cómo se dieron ni si fueron buenos, siguen ahí mientras no queramos desprendernos de ellos. Y Joe sigue ahí y seguirá, porque no quiero perder esa sensación, saber que mi vida pudo ser diferente a su lado.


Como yo ya me conozco, puedo analizarlo. Esta introducción es muuuuy asondomar, a pesar de que he notado que usé frases más largas que de costumbre.

Por el momento del reto de Japific solo tiene el Joera pero... continuará.