Capítulo 01 - El comienzo

La primera vez que posó sus labios sobre los tuyos fue en un caso, era necesario despistar al asesino y Sherlock tuvo que hacerlo. Aún recuerdas a cámara lenta como sucedió: él poniéndote contra la pared, pegando su cuerpo contra el tuyo, mirándote a los ojos, transmitiéndote lo que pronto iba a suceder, notas su respiración acelerada por el momento, notas sus labios contra los tuyos en un roce suave. Ninguno de los dos cerrasteis los ojos, no era necesario, todo había pasado en unos segundos. 10 segundos después te encontrabas disparando al asesino mientras corrías detrás de Sherlock. En menos de una hora lo habías atrapado. Tú seguías pensando en el beso.

Al llegar a casa ninguno de los dos dijísteis nada, estabais cansados de la persecución. Hoy habías resuelto tres casos. Un supuesto suicidio y dos asesinatos. Lo único que querías era darte una ducha y dormirte, y al parecer Sherlock pensó lo mismo. Te diste cuenta al abrir la puerta del baño y verle a él sólo en ropa interior, a punto de quitársela.

Sus ojos se clavaron en los tuyos, diciéndote en una mirada que estaba bien. Erais dos hombres, qué más daba?

Cerraste la puerta del baño, él aún seguía de pie al lado de la ducha con el grifo del agua caliente abierto, mirándote. Los dos estabais serios, cansados, con algunos moretones y heridas aquí y allá, pero vivos y a salvo.

Él se acercó a ti y te desabotonó la camisa, sin prisa, luego te la quitaste poniendo los hombros hacia atrás. Te acercaste un poco más a él.

Mirándote fijamente a los ojos posó sus dedos sobre el cierre del pantalón. Desabotonó el botón y bajó la cremallera. Te quitaste los pantalones y los tiraste junto a la demás ropa.

Ahora los dos estáis en las mismas condiciones. Colocas tus manos sobre sus caderas y coges la goma de los bóxers negros. Los bajas lentamente, mirándole a la cara en todo momento.
Él hace lo mismo contigo pero finalmente recorre con sus dedos largos desde tu espalda baja hasta tus hombros.

Todo se nota tan normal.

Da un paso hacia atrás y se mete en la ducha, es entonces cuando puedes ver de verdad las heridas que se fueron acumulando en su cuerpo y en el tuyo en la última semana. Debajo de sus costillas de la parte derecha tiene una pequeña raya morada que destaca en su piel pálida. Hay tres moretones: uno en su hombro izquierdo, otro en la parte izquierda de su pelvis y el tercero en su brazo derecho. También notas las marcas de su cuello, de todas aquellas veces que han intentado ahogarle.

Él se da la vuelta y alarga un brazo para que entres con él. No hay problema porque la ducha es espaciosa.

Te pones debajo del chorro de agua echándote el pelo hacia atrás y limpiándote la cara mientras él coge un poco de champú.
Lo extiende sobre tu pelo y masajea tu cuero cabelludo con sus dedos suavemente. Te dejas llevar y cierras los ojos para sentir mejor la sensación.

Abres los ojos. Los dos seguís serios. Te aclaras el pelo y dejas que él se moje el suyo. Ves como sus rizos se deslizan por su cuello y se alisan formando pequeñas ondas al finalizar. Coges un poco de champú. Él entiende y baja la cabeza para que puedas hacer lo mismo con su pelo. Lo tocas y te sorprendes de lo sedoso que es aunque tenga la apariencia de tener un montón de nudos.

Le escuchas suspirar cuando pasas tus dedos por detrás de sus orejas. Levanta la cabeza y te mira fijamente. Aclara su cabeza y coge dos esponjas. Te da una con algo de gel mientras él pone gel en la suya.

Observas como la pasa suavemente sobre su piel. Sobre sus brazos, sus hombros, su torso, su pelvis, sus piernas. Mientras, tú imitas sus gestos.

Entonces se da la vuelta y entiendes el mensaje. Deslizas tu esponja por su espalda hasta su espalda baja incluyendo su culo.

Se da la vuelta y pasas tu mano rozando con los dedos el moretón de su hombro, el de su brazo y el de su pelvis mientras con la otra apoyas la palma de tu mano sobre su corazón.

Notas su corazón y su respiración levemente acelerados. Deslizas los dedos que se encuentran en su pelvis hacia la zona baja donde tocas su miembro, casi erecto, de manera suave.

Él apoya su cabeza sobre tu hombro y besa tu cuello mientras baja sus manos a ese sitio tuyo también necesitado por el contacto.

No os habéis dado cuenta de cuando ha sucedido.

Lo masturbas a un ritmo lento al igual que él a ti. Los dos a la misma velocidad y con la misma delicadeza.

Él pasa su lengua por tu cuello y tú clavícula y deja un camino de besos.
Escuchas sus jadeos claramente en tu oído y el eco de los tuyos.

Su respiración agitada en tu oído y en tu cuello, vuestros pechos juntos, sientes que vas a terminar más pronto de lo que nunca lo has echo ni tú mismo ni con una mujer. Incluso crees que nunca has tenido una masturbación tan satisfactoria.

Te vienes al mismo tiempo que él. Os apartáis un poco el uno del otro y os limpiáis con el agua de la ducha que aún corre. Ves sus mejillas sonrojadas y su cabeza baja mientras se limpia. Besas su frente y sales de la ducha.

Recoges la ropa y la metes en la cesta que mañana por la mañana la Sra. Hudson recogerá para lavar.

Te pones unos bóxers nuevos y una camiseta de color gris, vieja.
Entras en tu habitación y te acuestas. Estás apunto de apagar la luz cuando notas su presencia en la puerta. Él está con unos bóxers y su bata azul.

Abres la cama y él desliza su bata hasta que ésta cae al suelo. Se mete en cama a tu lado y se acurruca en tu pecho. No te importa. Ya habéis dormido más veces así.

Coloca un brazo alrededor de tu cintura y su otra mano sobre tu pecho. Enreda su pierna en una tuya y apoya su cabeza en tu pecho.

Cierra los ojos y apagas la luz, ha sido un día largo. Ambos os dormís al instante.