Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡
Yo aquí de nuevo con otro fics Twincest¡¡¡. Espero que sea de su agrado, de una vez me disculpo si hay fallas ortográficas, pero es que ya es muy tarde y me estan sacando del pc, no me dejaron corregir .
Este capi, no hay mucha expresión twincest, pero no desesperen, en serio si lo es ^^ solo sigan la trama.
Solo un juego
1. Capitulo
El juego empieza
Suspiró por tercera vez en esa hora. Se encontraba en mitad de clase de algebra; materia odiada. Nunca entendía nada de lo que explicaban en ella, ni siquiera cuando ponía la mayor atención del mundo, sin embargo; ese día, ni se había inmutado en poner atención a lo que, en ese momento, el profesor explicaba, su mente estaba ocupada con muchas cosas más en que pensar.
Se había levantado deprimido, sin ganas de nada, algo que comúnmente estaba sucediendo por esos días. Hacía algunas semanas que cada que despertaba se hallaba más demacrado, más aburrido, más vacío, y quizá, todo era producto de lo que en ese instante pasaba por su cabeza.
Una pequeña bola de papel golpeó su sien sacándolo de la ensoñación en que se había sumido. Un poco sorprendido se agachó en su asiento recogiendo el objeto, y leyéndolo al instante. Su pupila se dilató un poco del asombro, mientras dirigía su vista hacia atrás, buscando con la mirada a alguien en especial.
-Imposible...-Susurró para sí mismo, volviendo su mirada a la hoja, sin percatarse que otra persona había notado lo ocurrido.
-Joven Kaulitz...-Escuchó como lo llamaba una voz no muy grata en ese momento. Casi mecánicamente, giro su cabeza encontrándose con los ojos furiosos de su profesor- ¿podría usted compartir con la clase lo que hay escrito en aquel papel?- Preguntó al menor, haciendo que este abriera un poco su boca tratando se articular respuesta en vano.
Todas las miradas del lugar se posaron en el susodicho, mientras este seguía haciendo muecas con la boca, con la vista fija en el anciano calvo de anteojos que tenía de maestro.
-¿Y bien joven Kaulitz?- Preguntó de nuevo, al menor, pero esta vez con cierto tonó de molestia.
Negó con su cabeza, ignorando la risa de sus compañeros. Que diablos le importaba ahora eso, ya hasta se había acostumbrado, aunque sonará raro.
-Bien Bill, si no quieres colaborar...- En un rápido movimiento, arrebató el pedazo de papel de manos del joven, sin que este tuviera tiempo tan siquiera de reaccionar.
-¡Oiga!- Reclamó ante el atrevimiento de su maestro, pero ya era demasiado tarde.
-Eres muy lindo Bill. Me gustaría conocerte un poco más...- Leyó en voz alta lo escrito en el pedazo de hoja ya arrugada – Nos vemos a la salida del colegio; en el parque del lado. Te espero... – Miró por encima de sus anteojos a cierta persona, y volvió su mirada al objeto en manos – Anne-
Todos los presentes posaron su mirada instintivamente en una joven rubia oji verde, unos puestos más atrás del menor. Esta que hasta el momento, había estado callada, rió nerviosa al ver la atención de todos sus compañeros puesta en ella. Agachó su mirada en señal de vergüenza.
-¿Algo que compartir con sus compañeros señorita Weigel?-Preguntó esta vez, a la rubia, ocasionando que esta se pusiera más roja de lo que ya estaba.
-No maestro- Respondió sin mirar el anciano en frente, en vez de esto, tenía su mirada puesta en cada acción del pelinegro.
-Ok. Espero que esto no se vuelva a repetir jovencitos- Tiró el papel a la canasta de basura, y cogió de nuevo el libro que minutos atrás había dejado a medias- prosigamos-
-"Perfecto"- Pensó más deprimido aún de lo que ya estaba el pelinegro.
Primero tenía que aguantarse una maldita hora en total aburrimiento, mientras todas las cosas malas que habían ocurrido en su vida pasaban por su cabeza. Luego llegaba una de las niñas más populares del salón a "burlarse" de él, sin tener la más mínima idea de porque. Y por último, y para completar un día desastroso, tenía que volver a una monotonía infernal. ¿Desde cuando su vida se había convertido una rutina simple?, ¿desde cuando los sueños habían dejado de vagar por su cabeza y por su mente?, ¿desde cuando había pasado a ser una persona más de la sociedad? Algo faltaba en su vida, algo de suma importancia, algo que llenara lo que poco a poco iba faltando en su interior.
-Oye Kaulitz.- Escuchó como lo llamaban de uno de los puestos traseros. Sin muchas ganas giró en su asiento hacia la voz, encontrándose con lo que para él era, lo que completaba su día de desgracias- En el mismo parque, a la misma hora – Añadió un joven castaño, sosteniendo una hoja de su cuaderno que tenía escrito, con letras excesivamente grandes: "Mi chica, Mis reglas", mientras señalaba el bote de la basura.
-"Que día Bill, y pensar que ha sido uno de los mejores"-Pensó rodando sus ojos en señal de cansancio; si, estaba cansado de todo, de su vida, de sus desgracias, de sus compañeros, de todo lo que le hacían la existencia miserable. Pero, ¿Qué podía hacer? Nada, simplemente esperar la paliza de Anton, el peor busca pleitos de su escuela, porque ni siquiera le pasaba por la cabeza, llegar a ser tan cobarde para acabar con todos sus problemas de la forma más sencilla posible. Se resignó a lo que venía, dejándose caer pesadamente en su puesto.
Fue el día más largo de la vida para Bill. El reloj pasaba lentamente, provocando con cada sonido, el estremecimiento del pelinegro.
La campana de la última hora sonó, dando a entender a todos los alumnos que ya acababa la jornada. Todos los compañeros del menor cogieron sus mochilas rápidamente, y de igual manera salieron de aquel salón, dejando a cierto pelinegro con su sufrimiento interno. Lentamente recogió sus útiles, y como si tuviera todo el tiempo del mundo, salió del aula que lo encerraba en esas cuatro paredes todos los días.
Caminó a paso moderado por los ya vacíos pasillos, mientras reflexionaba en lo que ocurriría. No podía faltar a esa pelea, ya de por si era considerado afeminado solo por delinearse los ojos, huir sería como una aceptación a todos esos falsos rumores.
-Das pena Kaulitz- Se reprochó en un susurro, dejando escapar el cuarto suspiro del día. Ya no podía hacer nada para remediar la situación, era inevitable. Paró frente a una ventana que dejaba ver su reflejo, y sonrió con melancolía.
Siguió su camino hacia al parque, pero antes de bajar las escaleras que lo llevaban directamente al lugar acordado de la pelea, frenó casi al instante. Una sonrisa surco su rostro, mientras su corazón formulaba una sola palabra que encerraba todo lo que su mente había traído al verse en el reflejo: esperanza. Si, había encontrado una solución temporal.
Hecho a correr por el pasillo contiguo tan rápido como pudo. Pasó por unas grandes puertas hasta la parada del autobús, al otro lado del colegio. Divisó a lo lejos una figura con unas largas rastas rubias, amarradas en una coleta. Sonrió casi por inercia, mientras llegaba al lado del susodicho.
-TOOOOOOMMYYYYYYY- Gritó al tiempo que se abalanzaba por atrás del rubio y saltaba encima de este quedando colgado por la espalda del de ratas.
-¿Pero que mier...?- Fue lo único que alcanzó a decir antes de caer al pavimento con su gemelo en la espalda.
Giró su cuerpo quedando frente a frente con su hermano, dejando notar al menor su enfado. El pelinegro al ver la expresión del rubio, se paró en un movimiento rápido agachando un poco su cabeza. No había querido tumbarlo, solo que ya estaba acostumbrado a saludarlo así, y creía que el mayor también lo estaba. Tom se incorporó en seguida con el ceño fruncido. Sujetó al pelinegro del brazo, jalándolo un poco hacia unos árboles cercanos. Era tanta su ira, que inconscientemente, agarró muy fuerte a su gemelo
-Tom, ¡suéltame!- Habló el menor, tratando de zafarse de su hermano- Me haces daño-
-¿Qué diablos crees?, ¿Qué aún tienes 8 años? Tienes 14 Bill, compórtate como alguien de tu edad- Casi gritó al menor, mientras lo soltaba. Nunca le había gustado como actuaba su hermano. Siempre con esas efusividad, e inmadurez. Ya muchos creían que era "rarito" por su forma de ser.
-Lo siento Tommy- Respondió avergonzado al notar como muchas de las personas que pasaban por allí se quedaban mirándolos.
-Ya no importa...- Se sintió un poco mal por haberle hablado de esa forma a su igual, pero, su orgullo le ganaba mil veces- en total es tu vida, no la mía –
-Ya lo sé- Respondió de inmediato, llevándose una mano al pecho, agarrando su camisa negra en el lugar del corazón, denotando que algo allí dentro le había dolido, aunque fuera en lo más profundo.
-Ya ni se te ocurra llorar- Maldita conexión, le había avisado las intensiones de su gemelo.
-No lo iba a hacer de todos modos- Respondió frunciendo el ceño, y descartando así la suposición del de rastas, que lo miraba un poco sorprendido.
-Igual debo irme- ¿Desde cuando fallaba la conexión de esa forma? Ya que más daba, tenía cosas más importantes que hacer en ese momento. Se giró para irse, pero una mano lo detuvo
-Tom espera...necesito un favor- Esto último salió en un susurro casi imperceptible para su hermano. Tom notó el nerviosismo del menor, e igual se puso a la defensiva, sabía que cuando su gemelo se ponía en esa faceta, no venía nada bueno.
-¿Qué quieres?- Esperó expectante la respuesta del pelinegro, quien solo bajó aún más su mirada- Vamos Bill, no tengo todo el día-
-Es que Anton...tuve un problema con él, y quisiera saber si, quizá...-
-Ni se te ocurra decirlo Bill- Interrumpió la súplica del pelinegro. Ya sabía perfectamente para donde iba esa charla, y no aceptaría, no de nuevo- No pelearé por ti, estoy ocupado-
-Nunca dije que pelearas, solo quiero que hables con él. Sabes que Anton te respeta más que a...-
-Te dije que ¡NO! ¿Acaso eres idiota?- Volvió a interrumpir, pero esta vez, más hastiado. Ahora dejaría que su "pequeño" hermano lidiara con sus propios problemas el mismo, además, ya tenía otro "planes" ese día- Me voy con Kat, me está esperando- Terminó la frase señalando tras su espalda a una chica pelirroja que los miraba con impaciencia.
Solo en ese momento fue que notó a la joven. Esta al verlo le sonrió coquetamente, mientras él solo atinó a devolverle la sonrisa. Ahora comprendía el porque de la actitud de su gemelo; estaba ocupado con su conquista.
Al pensar tal cosa, sintió un estrujón en el pecho. ¿Qué era lo le pasaba?, ¿desde cuando su hermano se había vuelto tan popular con las chicas, y el tan tímido? Siempre había sido al revés, o ambos por igual, pero ahora, solo sentía un profundo dolo en lo más profundo de su alma, que desgarraba poco a poco algo en su interior, y que por desgracia...no podía evitarlo.
Caminó con su mirada perdida en el suelo hasta el parque, donde se suponía, enfrentaría a Anton. Sin ganas posó su mirada en frente suyo, analizando su alrededor, como pocas veces lo hacía. Siempre le había gustado hacerse el de oído sordo, y vivir en la ignorancia, era lo que mejor sabia hacer, más que cantar. Habían muchas personas allí, solo para verlo pelear; lo sabía, y en cierto modo hasta lo aceptaba, el morbo de la gente era sorprendente.
Divagó más con su mirada por todo el lugar, tratando de encontrar a alguien en especial, pero, no estaba allí. Otra opresión en el pecho se hizo sentir. Esta vez, su respiración se cortó por unos momentos. Volvió a agarrarse la camisa.
-Amigo... ¿estas bien?- Alguien atrás suyo posó una mano en su hombro. Conocía esa voz. Una sonrisa triste surco su pálido rostro, reflejando el dolor en su corazón. Al menos alguien había ido a apoyarlo.
-No te preocupes Andreas. Solo serán unos cuantos moretones- Fingió la peor de sus sonrisas. Sintió asco de si mismo, pero eso ya era algo natural. Agarró su morral y se lo pasó al rubio enfrente suyo, quien lo miraba preocupado.
-Solo...defiéndete- Añadió al ver como el pelinegro daba unos pasos al frente y se perdía en la multitud que lo aguardaba allí.
Abriéndose pasó por entre la gente, el menor apretaba fuerte sus puños en señal de nerviosismo. ¿Cómo no iba a estar en ese estado? Iba a enfrentarse con alguien a quien, seguramente, solo lograría atinar unos cuantos golpes si mucho. Nunca le había gustado ese tipo de broncas, pero, casi siempre estaba involucrado en una, con la diferencia que su hermano siempre lo ayudaba. Hasta quizá entendía a su gemelo, ¿a quien le gusta cargar con los problemas de tu hermanito molesto? A nadie eso era seguro.
-Suerte...- Escucho como le susurraba una tímida voz a su lado, sacándolo de sus debate interno. Giró hacia la voz, y allí la vio. Aquella joven rubia, por la cual en ese momento estaba maldiciendo su existencia y su suerte, aquella rubia que se había burlado de él, provocando semejante problema y que luego había preferido el silencio total frente a la situación. La oji-jade se quedó mirándolo directamente a los ojos, adivinando sus pensamientos – Nunca lo dudes Bill, en serio, eres lindo–
Antes que pudiera reaccionar, positiva, o negativamente, sintió como unos suaves labios se posaban sobre los suyos. Un sentimiento nuevo lo invadió; algo cálido fue fluyendo por todo su cuerpo, llegando a sus mejillas, tiñéndolas de un color carmesí.
-Maldito bastardo – Gritó alguien a su lado, al momento que sintió como lo agarraban de la camisa y lo estrujaban contra el suelo brutalmente.
Con mucha dificultad se paró del suelo, mirando con odio a su agresor. Con un rápido movimiento, se fue encima, logrando atinar un puño en la cara de aquel castaño con porte de neandertal. Se alejó lo más que pudo, mientras el joven al frente suyo se reponía del golpe, mirándolo con aún más rabia de la que sus ojos ya denotaban.
-No quiero problemas Anton – Trató de razonar. Sabia que tenía todas las de perder.
-Ya lo hecho, hecho está. Te metiste con mi chica, y ahora lo pagarás – Respondió tronándose los nudillos, mientras cautelosamente se acercaba a él.
Un puño se estrelló contra su cara, rompiendo de inmediato su labio inferior. Sintió como perdía fuerzas, mientras lo sujetaban por la parte delantera de la camisa y lo dejaban en el aire suspendido. Miró con autentico miedo al castaño que lo tenía alzado, mientras este dejaba surcar en su rostro una fea sonrisa. Dio un cabezazo directo en la nariz del chico pelinegro, provocando un grito desgarrador por parte de este. Andreas que solo observaba la escena, estaba aterrado.
Una sonrisa de satisfacción se apoderó del rostro del agresor, mientras Bill trataba de zafarse vanamente de su agarre, dando patadas y puños al aire, obteniendo solo, que el castaño lo alzara más.
-¿Qué pasa Kaulitz? ¿La maricada te afecta tanto?-Se burló del menor - ¿Por qué no lloras? Desahógate
-¡Nunca lo haría por ti idiota¡ - Reunió coraje de donde no tenía para dejar escapar ese insulto. Recibió otro puño por eso, pero no lloraría, no por él.
-¿Pero sabes que es lo que más extraño me parece? ¿Por qué estás solo? – Dejó de forcejear en ese preciso segundo. Solo...que repugnante sonaba esa palabra.
-NO ESTOY SOLO – Gritó tratando más de auto convencerse, que de convencer al mayor. Otro puño no se hizo esperar. Escupió a un lado la sangre que ya inundaba su boca con un sabor metálico escalofriante.
-Si lo estás, ¡mírate! Juguemos algo, yo seré tu psicólogo, quien te hará salir de aquel mundo infantil que cargas –Volvió a sonreír feamente, mientras acercaba al menor hacia si mismo – Empecemos con nuestra primera sesión: tu vida; ¿Quién te muestra algo, tan siquiera la más mínima muestra de cariño?–
-CALLATÉ -Le dolían en los más profundo del alma esas preguntas, más que cualquier golpe que pudiera recibir. A su mente vinieron sus padres. Jörg estaba muy ocupado nunca lo veía, Gordon, ni siquiera era su padre real, y Simone, ella, se había sumido mucho en su padrastro. Por un instante pensó en su gemelo, pero, recordando lo acontecido las ultimas semanas, descartó esa posibilidad. Se habían distanciado demasiado. Otro puño se estrelló contra su ya aporreada cara. Ni siquiera se inmutó en limpiarse esta vez.
-Veo que te esta funcionando, entonces sigamos hablando más de tu vida, me interesa – Lo miró fijamente a los ojos, había logrado que ese brillo especial se extinguiera, y eso le gustaba - ¿Por quien luchas ahora? ¿Por quien intentas salvar tu deplorable reputación? ¿Quién quieres que se sienta orgulloso si me ganaras?...-
-¡QUE TE CALLES¡- Gritó nuevamente, llegando a la desesperación. Intentó zafarse, mientras escuchaba al castaño burlarse de él. La rabia en su interior iba creciendo más y más, el dolor lo estaba inundando.
-¿Quién te da el afecto por el cual vivir?. Dejemos atrás lo fraternal. Mejor dime... ¿Quién te besa?, ¿quien te acaricia?, ¿quien te abraza? – Estaba disfrutando la cara que tenía en ese momento el pelinegro. Lo estaba destrozando, no de la manera como lo había planeado, pero si de una forma más eficaz. Había encontrado el punto débil de aquel chico – Simplemente ¿Quién te da la razón de existir?-
Un silencio se formo en el ambiente. Todos miraban expectantes al pelinegro, quien solo trataba de liberarse de su agarre, tratando de ignorar lo que el mayor le decía, tratando de ignorar, su maldita realidad. El castaño sonrió de oreja a oreja, mientras alejaba un poco a su victima.
-Lo sabia idiota, no tienes a nadie...- Habló, riéndose al mismo tiempo.
-¡DEJAME EN PAZ!- Ese grito salió de su garganta como un sollozo silencioso, una suplica vana hacía lo que no quería oír, no ahora, no allí, no aún.
-Ni amigas, ni novia, ni amor, ni besos, ni abrazos, ni caricias – Prosiguió ignorando las súplicas desgarrantes del chico- Acéptalo Kaulitz, tu estas...-
-¡NO LO DIGAS¡- Ese último grito resonó como un eco de lamento en todo el parque.
-Solo, solo, solo, solo, solo – Esa era su palabra descriptiva, lo sabia, pero no lo aceptaba, no quería, no podía, no debía. El mayor siguió con su burla, provocando que la ira que ya albergaba su corazón, fuera aumentando a pasos agigantados. Empezó a respirar con dificultad, un sudor frío se apoderó de u cuerpo, mientras sentía la sangre correr por sus venas a toda marcha. Se mordió el labio inferior, provocando una hemorragia aún peor de la que ya tenía. Anton al ver la reacción mostro una mueca de conformidad con lo que había causado – Jodidamente SOLO-
-YA BASTA MALDITASEA – Estalló sin poder controlar la furia. Sintió como calló al suelo, siendo liberado de su agarre. Se levantó casi al instante, mirando a todas partes, y pudo ver al castaño tirado en el piso, desmayado, y sangrando por la nariz.
Se llevó las manos a la boca de la impresión. Todo había pasado por inercia. Todos los sentimientos que habían aparecido en su interior, habían hecho que su razón se cegara, y su mente se pusiera en blanco, provocando que por instinto lanzara esa patada directo a la cabeza del mayor.
Un silencio total se apoderó instantáneamente del lugar. Todos los presentes miraban aterrados a ambos chicos, que minutos atrás se gritaban mutuamente, Pero más que aterrados, estaban asombrados; uno de los peores acosadores del colegio acababa de ser derrotado por Bill Kaulitz, con una simple patada.
Una queja de dolor salió de los labios del vencido, señalando que seguía vivo. Una bulla resonó por todo el parque, dando por terminada la pelea, y alabando al ganador. Los aplausos no se hicieron esperar.
Se suponía que tenía que estar feliz ¿verdad? Que tenía que celebrar y sentirse complacido, entonces, ¿porque se sentía totalmente abatido, cansado, dolido? No era por culpa de aquellas heridas que tenía en su cara y cuerpo, más bien, era esa insistente opresión en el pecho que segundo a segundo se intensificaba. Sonrió falsamente a la multitud que ya hacia alrededor del cuerpo del castaño, y caminó fuera de esta. Distinguió cerca la figura de su amigo, y con paso firme se dirigió donde él. Su cara le dolía horriblemente, y aún sentía su garganta arder por los fuertes gritos que dejaba escapar, pero al llegar donde el rubio, se aseguró de aparentar mejor posible.
-Andreas dame la mochila. Ya debo irme – Agarró la maleta de las manos de su amigo, quien solo lo miraba con preocupación. Él lo había visto todo, y podía afirmar que el pelinegro no estaba del todo bien como quería parecer. Lo conocía demasiado bien- Gracias por todo...-
-Bill...- Lo cogió del brazo antes que se fuera. El pelinegro ni se inmutó en mirarlo – Si gustas te acompaño a casa, no creo que estés en condiciones de irte solo y...-
-No te preocupes Andreas, solo he estado toda mi vida, estarlo ahora no seria gran cosa- Interrumpió antes que la charla se fuera por rumbos más dolorosos.
-¿Seguro?- Añadió no muy convencido, pero sabiendo que la decisión hace rato ya estaba tomada. Bill a veces podía ser cabezota.
-Seguro- Respondió alejándose de su amigo- Y de nuevo gracias –
-¿Por qué?- Preguntó por último a su amigo en la lejanía.
-Por no ser como Tom – Dijo sin más comenzando a correr para salir del parque.
Corrió por varios minutos hasta que estuvo lejos de aquel lugar, que desde ese momento, traería los más repugnantes recuerdos de su vida. Ya era tarde, dentro de poco anochecería. Siguió su camino a paso lento. De todas formas ni ganas tenía de llegar a su casa.
-"Diablos"- Pensó, recordando su hogar. No podía llegar en tal estado.
Suspiró por quinta vez en el día. Con cuidado abrió su mochila sacando una gorra negra con un símbolo rojo en la delantera. Se la había robado a su hermano una vez. Era especial para casos como ese. La utilizaba cada vez que necesitaba llegar directo a su cuarto sin que nadie notara su estado, y hasta ahora siempre le había funcionado. Aunque pensándolo mejor, era muy fácil no ser notado en su casa.
Volvió a colgarse la mochila al hombro, mientras pensaba en todo lo que hasta el momento se había propuesto aparentar, ¿desde cuando se había convertido todo un experto en eso? Sacudió su cabeza dejando de lado esos pensamientos. Acomodó la gorra en su cabeza, sin importarle su peinado, si es que aún tenía uno. ¿Algo raro no?, su vanidad siempre había estado primero, sin embargo, preocuparse por su imagen mientras se sentía como una escoria, era caer demasiado bajo. Incluso para él.
El manto nocturno cubrió el vecindario por donde caminaba. A lo lejos distinguió su hogar, aquella casa en la que había "vivido" siempre, si es que así se le podría llamar a toda su existencia. Al llegar a la entrada de la morada, se quedó mirando la puerta, dubitativo si entrar o no. Por último se resignó, y abrió con cuidado, intentando no ser escuchado. El lugar estaba en total silencio. Sintió algo de alivio por esto, pero a la vez, un poco de melancolía llegó a su pecho.
-"Que mierda de vida te cargas Kaulitz, ni una persona te espera en casa"- Pensó dolido mientras entraba en la cocina, dirigiéndose al refrigerador por un poco de hielo para sus heridas; solo las externas, las internas nunca sanaban, aunque lo intentara con todas sus fuerzas, siempre estaban allí sangrando.
Notó algo en la mesa; una nota. La cogió y empezó a leerla:
"Pequeños, tuve un contratiempo en el trabajo, demoraré más de lo esperado. No me esperen despiertos. Gordon también llegará tarde, ya saben asuntos de la banda. Deje comida en el refrigerador. No se acuesten tarde. Con amor: Simone"
Alzó una ceja irónicamente. ¿De que valía palabras si no había acción?, ¿de que vale escribir te amo, si tus actos dicen lo contrario? Subió a su habitación, y sin quitarse la gorra, aunque ya empezaba a molestarle. Nunca le había gustado, solo era por obligación, hasta recordaba una vez en una foto escolar, la había tenido que usar. Al llegar a su cuarto, descargó la mochila y se dirigió al espejo de cuerpo entero que tenía allí.
-Doy lastima – Se dijo a si mismo, observando su reflejo.
-¿Quién da lástima? – Una voz hizo que diera un pequeño salto de la impresión. Apretó un poco los labios, para no dejar escapar todos los insultos que en ese momento aparecieron en su cabeza, todos dirigidos a la persona que estaba en la puerta mirándolo con desconcierto: su gemelo.
-Ah Tom, no sabía que ya estabas aquí – Trató de sonar lo más normal posible. Estaba enfadado, decepcionado, pero más que todo, dolido por que la persona que más quería en el mundo, lo había dejado solo, ignorando sus súplicas.
-¿Estas enfadado conmigo? – Maldita conexión, porque siempre lo delataba de esa forma. Negó con la cabeza gacha. El de rastas sonrió aliviado. Otra opresión en el pecho del menor se hizo presente. ¿Acaso no notaba que le estaba mintiendo en la cara?- Que bien, además, mira que hasta la pasé en grande con Kat...-
Golpe bajo para el pelinegro. Él había estado moliéndose a golpes con un neandertal, mientras el mayor ligaba con esa que hasta le había coqueteado con disimulo. Dejó escapar un sonoro bufido.
-Ya Tom, no tengo ganas de oír tus historias ahora – Interrumpió dándole la espalda y volviéndose a mirar en el espejo. Necesitaba que se fuera antes que se diera cuenta de su estado, además, necesitaba ponerse hielo rápido, o sino se empeoraría todo.
-Vamos Bill, no seas aguafiestas, si todo estuvo tan...- Dejó la frase a medias, al notar algo inusual en el pelinegro – Bill...esa gorra...-
-"Diablos" – Pensó al ver la cara del de rastas. Demasiado tarde.
-Rayos Bill. ¡Quítate eso ahora! – Ordenó asustado acercándose a su gemelo.
-No es nada, solo me apeteció ponérmela, a veces hay que cambiar de estilo, tú sabes...-
-¡No me mientas! Tú solo te la colocas cuando... – Interrumpió la farsa del menor, mientras llegaba donde este y le quitaba la gorra- Por Dios Bill...- Su respiración se cortó por unos segundos. Abrió totalmente sus ojos en señal de asombro, y horror. Ante él, estaba su hermano, su gemelo, molido a golpes. Sus ojos, ambos denotaban un color morado oscuro. Su mejilla derecha tenía un raspón en todo su esplendor, haciendo juego con la sangre seca de su nariz. Y por último, su labio mostraba una gran cortada, que era delineada, por la sangre, seca y fresca que ya hacía por toda su comisura- Bill...lo siento...yo – Solo ahora venía a comprender el daño que él le había hecho a su hermanito, a aquel que una vez, juró proteger. Trató de tocar la cara de su igual, pero este lo apartó de inmediato.
-No digas nada. Solo vete. No me recuerdes más lo solo que estoy en esta miserable vida- Respondió cogiendo el hielo que había puesto cerca a él, y poniéndolo en su mejilla. Su cara se desfiguró un poco por la mueca de dolor, que dejo escapar.
-¿Quién te dijo que estabas solo? No lo estas – No quería que Bill se sintiera así, le dolía mucho que pensara de esa forma. Lo tenía a él ¿no es verdad?
-Si lo estoy, y ya no importa mucho eso. No te diré quien fue, yo ya me resigne. Ahora Tom, por favor vete – Replicó señalando con su mano libre la puerta.
-No lo haré hasta que me respondas - ¿Su hermano no veía que se estaba muriendo de la preocupación? Si tan solo lo hubiera ayudado cuando se lo había pedido.
-¡DEJAME YA¡ NO TE IMPORTÉ HOY, NO TE VENGAS A HACER EL BUEN HERMANO AHORA – Estalló ante su atónito gemelo. Tomó aire calmándose mirando frívolamente a su hermano – Fue Anton, contento. Ahora lárgate-
-Ese maldito...- Susurró para si mismo, siendo escuchado de paso por el menor.
-No, sabes, hasta me hizo un favor – El rubio lo miró confundido. Bill se mordió el labio inferior, provocando que su gemelo hiciera un amague de retenerlo- Ni lo intentes. Y con lo de Anton, él me hizo ver la realidad. Mi maldita soledad. ¿Sabes Tom?, a veces envidio tu vida...-
-¿De que hablas? - No quería que su hermano se sintiera de esa forma.
-Si, Tom, a veces yo quisiera solo la mitad de lo que tú tienes. Tanta gente a tú alrededor, tanta compañía, tantas novias. Solo quiero eso, un poco de cariño Tom, que me abracen, que me acaricien, que... que me besen, una simple razón para vivir – No continuó por el nudo que empezaba formarse en su garganta. Cerró los ojos fuertemente tragándose el dolor, porque no iba a permitir que su gemelo viera su debilidad, no quería que lo viera desprotegido, como se sentía en ese momento.
Apretó más duro sus labios, ignorando el dolor causado, pero en ese momento, sintió unos brazos alrededor suyo. Abrió sus avellanas, encontrándose al de rastas con su mirada seria y penetrante.
-No lo hagas por lástima, que me siento peor – Susurró Bill a su igual. Cierta parte de su alma, gritaba que no dañara ese momento, que era algo de lo que había estado esperando, pero el solo hecho de pensar que su hermano lo hacía por pesar, lo aterraba, le daba asco de sí mismo.
El rubio sonrió ante las palabras de su hermano, y lo abrazó más fuerte, mientras frotaba su espalda.
-Nunca sentiría lástima de mi gemelo, estaría sintiendo lástima de mi mismo ¿no lo recuerdas? Somos uno, además...- Se separó un poco mirando al menor a los ojos. Estos desprendían cierta tristeza, que le hacía doler algo interiormente. No deseaba ver a Bill así - ¿No era esto lo que querías? Un abrazo- Alejó uno de sus brazos y lo acercó a la mejilla del pelinegro mientras la acariciaba, este lo miró con confusión reflejada- ¿no era un caricia también lo que deseabas?-
-¿A que juegas?- Preguntó el pelinegro mirándolo con cierto enojo – Eres mi hermano idiota, no quiero esto –
-Te equivocas Billy, yo juego lo que tu quieres jugar –Respondió acercándose al pelinegro – Empecemos un juego Bill...-
-¿Qué juego? – No podía negar que se sentía muy bien todo lo que estaba pasando, ese vacío que tenía desde hacia tiempo, se iba llenando lentamente, no completamente, pero si la mitad de aquel dolor iba sanado.
-Uno diferente a los de siempre – Propuso mientras alejaba la mano con hielo del pelinegro, y acariciaba la mejilla aporreada del menor – uno que nos guste a ambos, y que llene lo que falta-
-...-
-¿Te gustaría?- Preguntó esta vez mirándolo seriamente.
-¿Cómo seria...?- Cada vez le interesaba más, la idea lo tentaba. El mayor sonrió.
-Fácil – Añadió el rubio- Juguemos a querernos Bill. Tú me das lo que yo quiero, y yo te doy lo que tu necesitas-
-¿Y que es lo que necesito?- Preguntó casi en un susurro a su gemelo.
Tom sonrió, y se acercó al menor lo más que pudo. Su respiración chocaba con la de Bill, provocando que sus alientos se mezclasen en una coordinada danza de seducción.
-Esto...- Respondió el mayor, juntando lentamente los labios con los del pelinegro.
Fue un beso corto, solo una muestra de lo que podría suceder si entraba a ese juego, pero suficiente para que el menor dejara escapar una de sus mejores sonrisas, una sincera. Eso era lo que buscaba, una simple razón para seguir, un simple juego entre gemelos. Su enojo con su hermano, ya era nulo, cosa del pasado.
-Acepto – Respondió al alejarse un poco de Tom. Este sonrió, mordiéndose el labio inferior, pero casi al instante, su expresión cambio a una totalmente seria.
-Sin embargo, cada juego tiene reglas Bill- Replicó ante la mirada confundida del menor – Solo hay dos...-
-¿Cuáles?- Ya se esperaba algo así, pero no podía evitar asustarse un poco.
-Podremos jugar con otras personas, pero no nuestro juego. En este solo vamos tú y yo – El pelinegro asintió atento. Comprendía a la perfección la explicación de su gemelo- Y la más importante, y que nunca debes olvidar...-
-...-Estaba expectante a lo que su hermano iba a decir.
-Solo es un juego. No esta permitido salirse de ese contexto, no esta permitido amplificar emociones y no esta permitido...-
-Ya lo sé, no lo digas. Y créeme, lo cumpliré – La conexión nuevamente había hecho su labor.
Ya lo tenía bien claro. Iba a empezar algo de lo cual no podía salirse, pero si con eso, la opresión de su corazón sanaba, estaba dispuesto.
Se acercó al mayor, y juntó de nuevo sus labios, sellando así el pacto. Estaba decidido, ese día oficialmente el juego comenzaba.
Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡
Espero que les haya gustado. Por cada review se donara un avance a la inspiracion de esta niña ^^.
