Era, probablemente, uno de los mayores guerreros de todos los tiempos. Por no decir casi el mejor. Había sobrevivido a cientos de batallas. Había conquistados mundos y destruido civilizaciones. Había luchado contra monstruos, villanos, tiranos megalómanos cósmicos, demonios, hechiceros de pacotilla e incluso contra un gran ente indestructible de color rosa. Había luchado contra sí mismo, y había vencido. Estaba preparado para hacerle frente a casi cualquier cosa. A todo, menos a aquella pregunta.
- ¿Papá? - Vegeta escuchó la voz de su hijita a través del intercomunicador que había dentro de su cámara de entrenamiento - Papi¿puedo pasar?
Vegeta, al escuchar la voz de la niña, se detuvo y observó a su hijo. Estaba, literalmente, despatarrado en el suelo de la cámara de entrenamiento, con la lengua fuera, tratando de recobrar el aliento. En fin, puede que fuese siendo el momento de dejarlo por aquel día. Tenía que reconocer que él también estaba cansado.
- Lárgate y dile a tu hermana que entre. - le dijo el guerrero a su hijo mientras ajustaba el regulador de gravedad a la normal. De haber tenido fuerzas, Trunks habría gritado "¡¡Viva!!" o algo similar.
El joven se arrastró hasta la puerta, la abrió, intentó sonreír a su hermanita y salió. La niña, con una sonrisa de oreja a oreja, se lanzó literalmente al cuello de su padre. Le adoraba, y sabía que él la adoraba a ella.
- Papá... ¿Puedo hacerte una pregunta?
Vegeta sonrió. Sólo sonreía abiertamente cuando estaba a solas con su hija.
- Bueno, pero que no sea muy difícil¿O.K.?
- ¿Tuviste mamá?

La niña miró extrañada la expresión repentinamente seria de su padre.
- Papá... ¿Por qué te has puesto serio de repente¿He dicho algo malo?
Vegeta tenía la mirada perdida en el infinito. "¿Mamá?"
Bra clavó sus grandes ojos azules en los ojos de su padre.
- No, cielo, claro que no. - Vegeta sólo usaba calificativos cariñosos habitualmente con su hija y cuando nadie más escuchaba. Era algo que a ella le hacía sentir muy especial. La niña respiró aliviada.
- Es que... no hablas mucho de tus papás... y sólo lo haces de tu papá... o sea, mi abuelo, que era Rey. Pero de tu mamá... - comentó Bra agachando la cabeza - ¿Era Reina¿Era guapa?
Hacía tanto tiempo que no pensaba en ella, que a Vegeta le costó volver a hacerse una imagen mental de su madre. Poco a poco, un borroso reflejo de la mujer que le había traído al mundo empezó a dibujarse en su mente: era una Reina y de hecho lo parecía; altiva, hermosa, distante, orgullosa... Procedía de las tierras del norte, y, por tanto, era temerosa de los dioses y los espíritus, y tal vez un poco bruja. La recordaba, en el Salón del Trono, sentada junto al Rey, casi siempre en silencio. Observando. Analizando. Sentenciando.
- ¿Papá? Me estás asustando... Te has quedado muy callado, con la mirada muy perdida...
Vegeta torció una sonrisa y revolvió el pelo de su hija.
- ¿Te cuento una historia? - a Bra se le iluminaron los ojos cuando oyó a su padre decir eso. Pocas veces le contaba cuentos¡pero cuando lo hacía, eran geniales! Leyendas saiyajins, y cosas así. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro y aplaudió. - Muy bien. Hace muchos años, antes incluso de que yo naciera, en mi planeta natal había dos reinos: uno de ellos, el más importante, gobernaba la gran mayoría del planeta, y su rey era el que se convertiría en mi padre. El otro era un reino ancestral, mucho más antiguo y con una tradición de muchos siglos más que el reino mayor. Ese reino estaba situado muy, muy al norte del planeta; en unos bosques casi permanentemente nevados entre montañas que casi besaban el cielo.
» La historia comienza cuando, por razones políticas, quieren casar al joven rey del mayor de los reinos con la hija del rey del reino del norte...