Mi corazón late enloquecido, por más que trato de sosegarlo, no puedo, la carrera me ha dejado exhausta, me detengo un momento, pongo las manos sobre mis rodillas y trato de normalizar mi respiración.

Un aullido.

Levanto la cabeza rápidamente, tanto que me mareo, tratando de identificar el lugar de donde vino el sonido.

Un aullido.

Mis pies se mueven por inercia, continúo mi carrera, con el corazón saliéndoseme del pecho.

Los aullidos llegan de todos lados y no puedo evitar sentirme atrapada, mi respiración se acelera con cada paso que doy, mi garganta está seca, mis labios resecos, mi piel se quema con el frío y denso aire, sin embargo... no debo detenerme.

No debo detenerme.

Con ese pensamiento levanto la cabeza dejando de mirar al suelo y me muevo más rápido.

La tierra se siente suave y fría bajo mis pies desnudos, el aire huele a bosque y los árboles a mi alrededor parecen moverse a mi ritmo.

Lo único que puedo escuchar es mi corazón...

Bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum...

Me aferro a ese precioso sonido, sé que regresaré sana y salva, que sobreviviré.

Un aullido.

Cierro los ojos, respiro profundamente, deteniéndome, mi respiración se atora en mi garganta cuando siento algo frío tocar mi brazo, trago ruidosa y fuertemente, tratando de no moverme ni un centímetro.

Unos afilados y mojados colmillos acarician mi pierna, probando la carne, sé que estoy perdida.

Abro los ojos, veo algo destellar en el cielo, tal vez es la luna, una estrella, yo que sé, estoy tan asustada que ya no puedo distinguir más de lo que hay a mí alrededor.

Ese destello crece y veo mis ojos reflejados en los ojos del animal frente a mí.

Terror contra hambre.

Me doy cuenta de que es una estrella lo que resplandece.

Unos colmillos acarician mis brazos... y es lo último que siento.