Hetalia no me pertenece, le pertenece a Himaruya Hidecaz.
Antes de empezar con esta historia; quiero dejar en claro algunas cosas. Antes que nada, una advertencia. Alguien importante morirá en este capítulo. Soy una gran fan del hermano mayor, pero su muerte era necesaria para el desarrollo de la historia. Sin embargo aparecerá de nuevo en algún flash backs a lo largo de este cuento. Por otro lado, es la primera vez que público algo que escribo, así que esto cuenta como un experimento, Estoy abierta a las críticas constructivas, pero recuerden ser respetuosos.
CAPITULO 1
Sensaciones
Francis Bonnefoy detuvo su elegante andar; la capa de terciopelo blanca, ondeando ligeramente con un ligero floof, sobre el suelo al virarse para buscar la vocecita dulce y suave que se encontraba intentando llamar su atención.
Una pequeña figura que revoloteaba corriendo en pequeños y gráciles pasos apresurados. Bata de seda blanca aleteaba primorosamente sobre las piernitas regordetas. Los ojos azules zafiro del hombre elegantemente vestido se fijaron derramando amabilidad abundante sobre la criatura brillante, que se acercaba por los amplios y opulentos pasillos de altos techos, y paredes escarlata, recubiertas con cortinajes de un dorado refulgente, armaduras brillantes y pulidas resguardando a cada lado. Los cortos pasos de los pies desnudos resonaron, haciendo eco sobre el piso de mármol reluciente.
El pequeño llego jadeante, mejillas sonrosadas sobre la piel nacarada, y ojos amatista rodeadas por un arco de gruesas pestañas doradas. El pequeño aspiro la mayor cantidad de aire que pudo antes de recuperar el aliento y mirar fijamente a los ojos de su padre; que lo veía con solemnidad. Y antes de que siquiera pudiera abrir la boca para hacer su pequeña pero significativa petición. Unos suaves dedos, enguantados de seda fina del blanco más puro y brillante, lo tomaron del torso, levantándolo hasta su pecho, y capturándolo entre sus brazos con cariño, mientras depositaba besos suaves sobre las mejillas sonrosadas.
La barba rasposa haciendo cosquillas sobre la suave y tierna piel; despertando carcajadas musicales, convulsiones de alegría, y espasmos de repulsión automática, contra el monstruo de las cosquillas. Las risas de padre e hijo resonaron por el pasillo desierto mientras continuaban deleitándose en el ritual de reconocimiento y juegos infantiles.
El hombre de finos rasgos sostuvo a su hijo, pequeña copia aún más perfecta de sí mismo; dorado, brillante e invaluable, como una gema antigua, más valiosos que cualquier tesoro de cualquier rey o emperador; alzándolo en lo alto, en el aire, girando, dando vueltas, mientras se deslizaban a lo largo del corredor. Las luces entrantes de los vitrales parpadeando prismáticas contra los reflejos de las armaduras.
El tintineo de las risas los dientes blancos, el olor a lavanda, miel y crepas, inundando todos los ángulos de sus sentidos. Dulces palabras recitadas, como la seda, la voz un suave bucle de sonidos recónditos que perseveraban en su memoria. La más hermosa letra para una canción.
Oh dulce memoria, lleno de maravillas y misterios renuentes, complicados y seductores. – resonaban las voces del fondo.
De repente, el mareo paró; se escuchan las voces, los pasos y el movimiento; el espacio ahora es diferente. Su padre lo lleva cruzando el enorme salón; muchas mujeres rodeándole; llamándole. El chillido repentino del violín lo hace sobresaltarse. Ojos de todos los colores le observan, y el solo atina a esconder su rostro, enterrándole lo más profundo que puede entre la ropa fina de su progenitor.
Pero los suaves murmullos aumentan de volumen, y repentinamente una música agridulce resuena por el salón abovedado, paredes rojo vino, piso dorado, y grandes candelabros colgando del techo, de oro y cristal relucientes.
Las risas, el canto, las voces y el olor del perfume sobre las telas añil. Siente la cálida mano posarse sobre la suya, y un ligero balanceo de un lado a otro. Y al levantar con curiosidad la mirada de su escondite; se encuentra con unos ojos azules brillantes que le adoran con devoción, y a su padre bailando en medio del salón con él; ante las miradas enternecidas, de una centena de damas susceptibles, y fáciles de impresionar.
Francis Bonnefoy sonríe; su corazón tumbando con felicidad dentro de su pecho; mientras continua danzando de un lado a otro con su pequeño y maravilloso tesoro. Y disfruta del choque de esa mirada inocente contra sus ojos cansados; y de la ligera y dulce sonrisa que se parece tanto a la de ella; porque no había manera de que hubiese heredado tan genuino rasgo de él.
Y ambos disfrutan de esa felicidad fortuita; con la música resonando en el salón del gigantesco palacio; y de sus presencias, y es todo lo que necesitan. Pero el crepúsculo desciende, y los sirvientes les ven danzando; y mientras se inclinan avergonzados una y otra vez, frente a su amo por haber descuidado a su amado tesoro. Este solo ríe alegremente, y dejando la impresión de sus labios en la frente de su adorado brote; lo entrega sin ninguna queja, y le pide que se duerma, para que mañana no este cansado; y puedan jugar desde que nazca la mañana, hasta que se oculte tras el horizonte.
Y el niño solo le devuelve un puchero, mientras se deja llevar lejos, en los brazos de su cuidador; la luz roja se filtra por las ventanas del silencioso corredor, hasta que no queda más que un último hilillo titilante tras las colinas.
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Matthew, Matthew, pórtate bien Matthew. Eres un caballero, debes ser educado, elegante, y lo más importante… - recalco la figura de apariencia refinada frente a el – lo más importante, es ser amable. Porque la nobleza sirve al pueblo, y sin pueblo no hay nobleza.
El campo de verdes pastizales, el viento fresco, el cielo azul y el olor de la primavera envolviendo todos los jardines. El chico asiente, barbilla en alto, la cabeza ligeramente ladeada a la izquierda; la mirada es gentil y preocupada. Piel blanca como la leche, sonrosada y algo fría, viste ropas elegantes, y una capa amatista que hace juego con sus ojos cubriéndole los hombros. Rasgos sumamente delicados, nobles y gentiles; largas pestañas, cejas delgadas y arqueadas, grandes ojos, y sedoso desordenado cabello rubio, sus risos resplandecían como oro fundido, rojizo y brillante. Toma anotaciones con la pálida mano de dedos largos y delgados; escribe con gracia y caligrafía curvilínea. Un oso blanco y grande de felpa en su regazo.
El viento sopla, revoloteando entre sus cabellos, la luz del sol brilla. Reflejándose en todas las superficies que le rodean, tan maravilloso, mágico y perfecto; que él no es capaz más que de mirar más allá de si, y sonreír, por las maravillas que le rodean. Y mira a su padre con adoración, escucha cada palabra que dice, y la graba en su memoria, en lo profundo de su corazón, porque no existe nadie más gentil y que ame más en este mundo que él. Así fungen los días, soleados y perfectos, y él no se atreve a pedir nada más; en cambio, sonríe, agradece y busca con cada célula de su cuerpo retribuir cada maravilloso don que le ha sido otorgado.
Y entonces nació el fuego. Fuego que lo consume todo; lo brillante, lo fortuito, lo dulce y lo suave. Se come el oro, la plata y el terciopelo, evapora el agua cristalina de las fuentes, el vino y el champagne; se pierde en el humo el aroma de las flores, de la miel, y ennegrece el añil de las paredes, hasta reducirlas a cenizas oscuras.
Y los gritos se estampan, se graban con vehemencia en sus oídos, desgarradores gritos de dolor, de los mismos que le habían cuidado, vestido y alimentado. Y viene la muerte y se lo lleva todo. Lo perfecto, lo puro y liso, brillante como el oro.
Y en su lugar, solo quedan las espadas, la sangre derramada, el terror y la desesperación. Y Matthew corre, corre desesperado, cruzando los pasillos en llamas, los pies descalzos, la bata blanca, y el oso de felpa en la mano. Las lágrimas caen, resbalando por sus mejillas; llama a su padre, tan fuerte mente que siente desgarrar sus cuerdas vocales, en un vano intento de sobresalir sobre la multitud de gritos de dolor y miedo que son evocados a su alrededor.
El humo penetra en sus pulmones, pero él no se detiene; porque los escucha, justo atrás de él, extendiendo las manos para tratar de cogerlo, antes de que tenga la oportunidad de encontrarse con su padre.
Sintió un tirón de la bata, pero no se detuvo, con nuevas fuerzas desconocidas para él; tomo un impulso y se zafo, rasgando la prenda de fina tela. Casi tropieza, pero recupero el equilibrio; y aumento la velocidad, bajando los escalones a trompicones, dirigiéndose a la puerta principal, donde un montón de enemigos intentaron cogerle. Matty no supo cómo los esquivo; vanos recuerdos de gritos y objetos rompiéndose, el crepitar de la madera que ardía; el humo ardiente penetrando sus pulmones.
No fue consiente de sí mismo hasta que sintió la hierba húmeda en las plantas de sus pies. Busco frenéticamente a su alrededor. Un potente choque de espadas llego a sus oídos. El sonido del hierro batiendo contra hierro, y los clamores de la batalla alzándose en el caos. Tras los abedules se libraba una feroz batalla entre dos hombres. Matthew advirtió el destello de las espadas chocando; una gran cantidad de guerreros frenéticos habían formado un círculo alrededor del campo de batalla. Las dos sombras colisionaban, jadeaban y rompían en una danza errática por sobreponerse uno sobre el otro.
Matthew se acercó sigilosamente; la angustia acrecentándose en su pecho, como si una mano despiadada y helada, envolviera sus dedos alrededor de su corazón y lo estrujara con potencia, impidiendo que pudiera respirar correctamente, y volviendo sus miembros débiles. Logro colocarse tras unos arbustos de vayas, y agachándose espió entre los huecos de las piernas que se interponían en su camino. Su corazón latió locamente, retumbando en su garganta, como si amenazara por salirse por su boca de un momento a otro. Incapaz de distinguir lo que sucedía, se arrastró junto con el oso de felpa por el suelo polvoriento, hasta que logro llegar a la base de un gran árbol; esperanzado subió por su tronco, y se deslizo por una de sus ramas; desde donde era capaz de observar la batalla que estaba teniendo lugar en su jardín; y sintió que se quedaba sin aliento; y su corazón se detenía; y las lágrimas se galopaban con más fuerza desde sus ojos.
Su padre solemne y hermoso, balanceaba la espada con enorme entereza frente a su enemigo; pero la fea herida de su costado entorpecía sus movimientos, y apenas era capaz de defenderse. El extraño arremetió contra el sin piedad; la fuerza de sus estocadas hicieron tambalear a Francis; quien mantenía la mirada llena de dignidad, y entereza, a pesar de estar desangrándose con rapidez. El extraño arremetió nuevamente, con más fuerza que antes, y las piernas de Francis se tambaleó, logrando que cayera de rodillas, a pesar de que logro bloquear el golpe.
Sin embargo; el extraño no se detuvo, no le dio ni un segundo de respiro antes de atacar nuevamente. Matthew miro completamente desolado, como su padre temblaba, apenas capaz de mantenerse erguido, su fuerza desvaneciéndose con cada gota de sangre que abandonaba su cuerpo; hasta que finalmente fue incapaz de seguir sosteniendo las espada, y esta fue lanzada de sus manos de un golpe. Francis cayo en el suelo; fríos ojos verdes como esmeraldas, mirándolo con profunda repulsión. Francis intento apoyarse en sus codos, pero el extraño lo mando de vuelta al suelo de un pisotón. La bota permaneció sobre el pecho, mientras le aplastaba en el suelo. Francis le miro con furia, pero no era nada comparada con el desprecio que despedían los ojos esmeraldas.
El extraño de pronunciadas cejas apunto su estoque al cuello del hombre francés. Ambos se miraron fijamente a los ojos antes de que el extraño levantar su espada, y arremetiera contra la garganta pálida, desgarrando la carne y atravesando el hueso. Un grito desgarrador proveniente de lo alto de un árbol, las finas ropas manchadas de hollín y sangre, y el cuerpo que quedaba inerte sobre la hierba verde de aquel jardín lleno de flores, que ahora ardía en la oscuridad, bajo la luz de la luna frívola de otoño.
Arthur Kirkland contemplo el cadáver de su enemigo; su venganza al fin efectuada, tantos años, tanta espera, y por fin había logrado degollar a la razón de su más profundo odio. Y sin embargo, a pesar de haber conseguido lo que durante tanto tiempo había querido; un regusto amargo en la boca era lo único que podía saborear. Esa despreciable sensación de que no había terminado, de que no era suficiente; de que quería algo más. Pero un muerto ya no puede ofrecerle nada…
- ¡papá! – nuevamente aquel grito lastimoso llego a sus oídos; una sombra pequeña y delgada emergió de los setos; Arthur se quedó estático al contemplar a la pequeña criatura que emergió de entre los arbustos de vallas; frágil y pálido, vestido de blanco, como las ninfas del bosque.
Levanto una mano, y todo aquel que intento abalanzarse sobre él, se quedó quieto. Matthew corrió y se arrodillo a un lado del cadáver inerte en el sucio suelo. Dejo a un lado al oso blanco y acuno el rostro de su adorado padre entre sus manos y sollozo. La sangre mancho su camisón, sus manos y parte de su rostro; pero el niño destrozado continuo llorando sobre el cadáver de su única familia; el cuerpo tembloroso mientras se aferraba a las prendas, y trataba de hundir su rostro en ellas; tratando de captar por lo menos un poco del olor que antiguamente le traería tanta seguridad. Sin embargo el caro perfume estaba demasiado empañado por el olor del humo y de sangre fresca que aún no dejaba se manar.
Arthur observo la escena con paciencia, ordenando a sus hombres restantes que terminasen de saquear la casa. Espero con tranquilidad, mientras el fuego se apagaba; mientras los gritos eran reducidos a lamentos; mientras la noche se iba volviendo cada vez más fría, y la enorme mansión era reducida a escombros;… espero pacientemente, hasta que las lágrimas se volvieron frías, y los hombros del pequeño dejaron de temblar sin control.
La noche avanzo lentamente; Francis Bonnefoy ahora no era más que otro cadáver enfriándose en suelo. Arthur se acercó al pequeño con lentitud. Hace mucho que se había quedado quieto sobre el cuerpo; no escuchaba más lloriqueos tampoco. Se preguntó si se habría quedado dormido.
Arthur se acercó, y con delicadeza trato de tomar al chico por los hombros; sin embargo se sorprendió cuando este tembló. Se dio cuenta de que aún estaba despierto. Arthur suspiro insatisfecho, y repitió su acción; esta vez tiro de él hacia atrás. El chico apenas puso resistencia; pero Arthur se encontró con que sus manos aún estaban aferradas al traje azul de su padre. Batallo un poco para obligarlo a soltarle; sin embargo, tan pronto como sus dedos dejaron la tela, se lanzaron contra el oso de felpa que estaba tirado a un lado. Arthur suspiro nuevamente; dejo que el niño se acurrucara en el piso mientras permanecía con la mirada perdida y el oso entre los brazos.
Entonces, el pequeño levanto la mirada; rota, como la de un ángel caído en desgracia. Nunca había visto unos ojos de color amatista; nunca había visto una mirada tan pura; nunca había visto una criatura tan dócil. Aun debajo de toda esa sangre y barro; aun debajo de la absoluta desolación; de una forma extraña; podía ver vivo aquello que se jactaba de haber eliminado. Y Arthur quería terminar egoístamente con esa extraña esencia. Él no sabía por qué; pero no necesitaba una razón. Tomaba lo que quería, cuando quería y como lo quería; y el hijo del bastardo francés no sería la excepción. De hecho eso solo lo hacía desearlo con más achico.
Arthur se quitó el saco de los hombros; y lo coloco encima del pequeño antes de llevárselo en brazos. El chico no opuso resistencia, pero tembló incontrolablemente mientras se aferraba aterrado al muñeco de felpa. Mientras lo cargaba de regreso a sus caballos, el sol se elevaba cada vez más en el horizonte; pintando el cielo purpura de un color anaranjado, y entonces el niño en sus brazos se desmayó de cansancio.
En el caso de la narración de esta historia quise que se sintiera de una forma muy vívida. Tal vez no me exprese de la manera correcta. Pero no importa. Me gustaría que la disfrutaran y si me es posible, publicare semanal mente, aunque de verdad lo dudo debido al trabajo. Sin embargo me gustaría que leyeran más de mis historias. Por lo que me verán de manera recurrente. O eso espero. Por otro lado, tengo muy poco conocimiento de esto, así como del funcionamiento de fanfiction, así que siéntanse libres de opinar un poco, me ayudaría mucho en adelante.
