Permanecer alejada de su hogar era lo peor. Consideraba la casa de Ben y Maddie su propio hogar. Había vivido allí desde que había perdido a su hermana Donna, cuando la desesperación había formado parte de su día a día pero incluso entonces, las cosas eran todavía más fáciles de lo que a partir de ahí fueron.
Existían muchas historias de sirenas, pero no leyó absolutamente ninguna. Helen le había a dicho que de permanecer demasiado en tierra acabaría perdiendo la capacidad de transformarse, pero había tomado su decisión. No volver al mar nunca más.
Había renunciado a sus dos hogares. Solía pasear por la playa, lo suficientemente lejos como para no poder ser reconocida, obligándose a sí misma a permanecer a esa distancia. El mar parecía muy lejano desde allí pero ella estaba muerta para los de su propia especie, todos estarían a salvo así. Ninguna empresa había vuelto a intentar a quitarle la comida para obligarles a salir a la superficie, pero seguía sintiendo la llamada del mar. Era más débil, ya que cada vez se iba acostumbrando más ser humana pero ahí seguía, de forma constante, sin cesar, invitándola a volver.
Las historias de sirenas no hablaban de un canto de sirena que afectase a las propias sirenas pero era de esa forma como podría definirlo con palabras. Se preguntó si habrían elegido a otro líder, ya que cuando tomó el mando fue también cuando ordenó que informaran acerca de su falsa muerte y se preguntó si Maddie habría hecho que Ben volviese a la normalidad.
No se había permitido quejarse de forma animal, ni siquiera cantar un sólo segundo por miedo de empeorar a Ben. "No pasa nada, es su instinto" le habían dicho una vez refiriéndose a Donna. ¿Realmente había cambiado?
Lo único que podía hacer era conformarse con el agua dulce, pero su instinto siempre le pediría más.
