Disclaimer: Los personajes de HP pertenecen al universo creado por la escritora J.K. Rowling, yo solo los uso como inspiración para mis propias historias. En este capítulo en particular hay citas directas (las de Ron) del 7mo libro. Del resto, todo es producto de mi cabeza muggle. ¡Gracias por leer! Cada comentario libera a un elfo doméstico en desgracia.

A&M


Hipogrifos, trenes y túnicas

De niños, Rose Granger-Weasley y Albus Potter, como la mayoría de los nacidos magos, solían pasar largas tardes imaginando en qué casa de Hogwarts pasarían sus siete años de aprendizaje mágico. Albus, amedrentado por los comentarios de su hermano mayor, James, había desarrollado una auténtica fobia hacia Slytherin, morada de los brujos sangre pura y los "ambiciosos, lunáticos y mortífagos", a decir del primogénito de los Potter.

Tras varios intentos de convencer a su amigo acerca de las virtudes del león, el águila, el tejón y la serpiente (el primer regalo de Navidad de Rose había sido un ejemplar de Hogwarts: Una Historia, para escándalo de su padre), la pequeña Weasley, ingeniosa y pícara como era, había lanzado un gritito triunfal al contemplar al hipogrifo Buckbeak, que planeaba con elegancia sobre el jardín de la abuela Molly, infartando a los gnomos escondidos entre las calabazas y los trastos muggles* del abuelo Arthur.

—¡Ya sé! ¡Fundaremos una nueva casa, Al! —dijo, bajando de su Barredora 11*.

Albus la imitó, colocándose su Nimbus 2010 sobre el hombro.

—¿Cómo así?

—Fácil. Tomamos un animal, creamos un lema de casa y una leyenda chistosa. ¡Seremos la casa del Hipogrifo! Y nadie se sentirá intimidado o angustiado por ser seleccionado en ella.

Al rió. —¡Estás loca, Rosie!

Pero le siguió la corriente, como de costumbre.

Aquel verano ambos se tomaron en serio su papel de fundadores.

La biblioteca de Rosie constaba de tres pisos con escaleras móviles de madera para revisar los estantes con comodidad. Sobre una chimenea en la que crepitaba un fuego relator, se podía observar enmarcado en la pared un titular del diario El Profeta, donde una sonriente Hermione Granger impulsaba la campaña "Legado" inaugurando una biblioteca para magos y brujas en Camden. La actual ministra de Magia había impulsado el valor de la lectura desde el inicio de su gestión y se le adjudicaba la creación del hechizo de los fuegos relatores (ignis loquitur), inspirada en los antiguos tiempos en que los hombres contaban historias al calor de las llamas.

Albus miró con atención la fotografía en movimiento. En medio de la multitud en blanco y negro que ovacionaba a la Ministra pudo verse a sí mismo, de dos años, sentado en los hombros de su padre.

—Aquí está, Animales fantásticos y dónde encontrarlos —la voz de Rose hacía eco dos pisos más arriba.

Al la vio descender lentamente hasta dejarse caer en un Ghoul encantado. A pesar de su confección infantil, la criatura era tan desagradable como la versión real y produjo un ruido horrendo al sentir el peso de la niña. Rose esbozó una sonrisa que le juntó las pecas de la nariz. Además de los libros, era una apasionada de los animales mágicos. Albus conservaba el recuerdo de un cumpleaños del tío Ronald en el que este casi muere de una apoplejía cuando, inocente de la aracnofobia de su padre, la hija había querido sorprenderlo con una cría de acromántula como regalo.

—Vale, aquí está todo lo que necesitamos saber. Pongámonos con el lema —soltó Rosie, con el rostro atrincherado en su copia.

Orgullosos, fieros y leales. La casa del Hipogrifo albergaría a estudiantes de gran fortaleza interior y ávidos de aventuras en la tierra o el cielo. Sus colores serían el naranja y el plateado, que tan bien caracterizaban a la criatura, y su estandarte exhibiría la figura del hipogrifo inspirada en Buckbeak, al que la abuela Molly retrató al dedillo armada con sus agujas de tejer.

Realizaron una ceremonia de selección que buscaba emular el solemne acto de la escuela de Magia y Hechicería a base de los detalles proporcionados por James y Teddy, el ahijado de los Potter, que ya habían estrenado sus plazas en el colegio. El primer retoño del ave híbrida fue Hugo Granger-Weasley, quien asistió al evento dentro de su cuna, roncando como un bendito.

Duelos de magia —con varitas de juguete, por supuesto—, relojes de arena y partidos de Quidditch en honor a la gran ave animaron los años previos a la partida de Albus y Rose en el Expresso escarlata de Hogwarts. Fue una época feliz para Al, que miraba con idéntica expresión a la de James cómo Teddy Lupin explicaba las normas de un duelo de magos y desarmaba con un movimiento de su varita a un oponente hecho con sacos de paja, que era habitado por un poltergeist burlón.

La mañana en que cumplió 11 años, Albus Severus Potter pasó gran parte del día devolviendo la bilis en el retrete. Su hermana menor, Lily, le sobaba la espalda en señal de apoyo, aunque no escatimaba alguna risita socarrona de tanto en tanto.

—Será mejor que levantes cabeza, hermanito —le soltaba James en el umbral. —Ningún Slytherin te tomará en serio si se te notan las costuras tan rápido.

—¡James Sirius, si vuelves a hacer otro comentario a tu hermano despídete de los sombreros acéfalos que te dio tu tío George! —gritó Ginny Potter en el pasillo.

—¡Los sombreros no, mamá! —replicó James, cerrando la puerta tras de sí.

.

.

.

—¿Lista?

—Lista.

—¡Vamos!

Las ruedas del carrito crujieron y crujieron pero nunca frenaron su marcha. Rosie abrió los ojos al otro lado de la columna que separaba del mundo muggle la estación 9 y 3/4 en King's Cross.

Llevada de la mano por su padre, atravesaron, al lado de Hugo y su madre, la neblina que circundaba el andén. Brujas y magos de todas las edades deambulaban cerca del tren escarlata. Lechuzas y ratones iban ora rozando su cabeza, ora cruzándose entre sus pies.

Rosie pensó en Aqua, su Plimpy de tres años, a la que no podía llevar consigo debido a las normativas del Colegio. Solo lechuzas, gatos, ratas y sapos estaban permitidos como animales de compañía.

—Aqua estará bien, lo prometo— dijo Hermione, adivinando sus pensamientos.

—¿Harías un Juramento Inquebrantable? —sugirió Rosie.

—No te pases de lista, jovencita —cloqueó su madre, entre severa y divertida. —Vamos a ponerte la túnica.

Diez minutos más tarde, la familia Granger-Weasley se unía a un grupo de cinco personas en la nube de vapor.

—Hola —saludó Albus con expresión aliviada.

Rose le sonrió, agarrando adrede los pliegues de su túnica.

—Te queda bien.

—Gracias, ¿Cuándo te pondrás la tuya?

—Seguramente cuando suba al tren…

—Así que ese es el pequeño Scorpius —murmuró Ron, en la media luna de adultos que cercaba a los niños.

Rose siguió la dirección de la mirada de su padre y alcanzó a adivinar la silueta espigada de un joven rubio que se alejaba de espaldas al lado de sus padres.

—Asegúrate de machacarlo en cada examen, Rosie. Gracias a Dios heredaste el cerebro de tu madre.

La reprimenda de Hermione en respuesta no se hizo esperar, lo que hizo reír a Rose.

—...No seas muy amigable con él, Rosie. El abuelo Weasley nunca te perdonaría que te casaras con un sangre pura —insistió Ron.

Rose mantuvo la sonrisa pero tuvo cuidado de no hacer promesas.

.

.

.

Las manos se agitaron fuera de las ventanillas del Expresso hasta que sus padres desaparecieron en el túnel. Entonces fue momento de buscar un cubículo vacío. Los rumores se extendían por el corredor. Albus, de naturaleza tímida, se encogía cada vez que sentía los seseos cerca de su oreja. Rose le dio un apretón cariñoso en el hombro. Como hija de la Ministra de Magia estaba habituada a los chismorreos.

—No les hagas caso, Al —murmuró. —Sígueme.

¡Es otro Potter!

¿Un Potter, dónde?

Su padre fue quien derrotó a ya-sabes-quién…

Su hermano James está en tercero y ha dado mucho de qué hablar...

—Vale, este no está tan abarrotado —apuntó, Rose, soltando su baúl un momento para asomarse por la puerta de doble hoja. —Hola, ¿te importa si entramos acá?, todo lo demás está lleno.

Scorpius Malfoy apenas levantó la vista del libro que estaba leyendo, su respuesta fue más un gruñido que una afirmación, pero Rosie no reparó en ello, empujó a Albus al interior junto con el equipaje y cerró la puerta.


1. Personas sin magia o no-magos.

2. Modelo de escoba voladora con control antivibración incorporado.