Hola chicos y chicas quiero mostrarles mi nuevo proyecto, este es el primer capítulo y espero les guste.
Disclaimer: Inuyasha No me pertenece bajo ninguna circunstancia, le pertenece a Rumiko Takashi
Sin embargo, la historia si es de mi autoría
VOLVER A EMPEZAR
Capítulo I: Desde Cero
La ciudad si era dura, no era así como la recordaba desde que se fue a vivir a Londres.
La sinfonía de las cornetas ocupaban el silencio ausente que habitaba en la ciudad; si mirabas al cielo solo encontrarías los rascacielos de más de 12 pisos envueltos en Letreros con luces de Neón y a los lados gente; mucha gente, dispuesta a empujarte si es necesario.
Pero no importaba, ya le quedaba poco tiempo aquí (no por nada había viajado hasta Londres para culminar con sus asuntos pendientes) y cuando estos terminaran volvería a la casa de sus padres en Chicago, si es que deseaban volver a verla.
Con el morral en mano inspecciona una de las etiquetas de la tela…
"El gran Cañón"
"Machu-pichu"
"Auyan-tepui"
"Mar de plata"
"Isla de Pascua"
En realidad nunca había estado en esos lugares pero la persona dueña del morral si y ese era el sueño de Kagome, viajar de mochilera como lo hizo él en el pasado. Los lugares que a él le faltaban eran "Stonehenge", "la esfinge", "La gran muralla" y "el coliseo romano"- no es que quería ver todas las atracciones del mundo, sino las que a él le llamaban más la atención- y así era Bankotsu con la vida, la vivía al máximo y no se lamentaba por las cosas que había hecho pero, con su muerte sentía que debía hacer ese viaje para sentir que estaba con él nuevamente.
De su bolsillo saca un aro de plata muy fino con una piedra modesta y rustica en el centro; la contempla unos segundos con devoción y, sin darse cuenta ya derramaba unas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Se culpaba así misma por no haberlo amado como él se merecía pero el tiempo que estuvo a su lado aprendió a quererlo, aunque no como a Inuyasha, su amor de la preparatoria. Era un amor platónico e imposible porque él se encontraba en un programa de investigaciones en Agronomía y se había comprometido con una nativa americana llamada Sora; aunque lo amó en silencio, cuando estaban juntos se repelían como perros y gatos, tal vez su subconsciente proyectaba su impotencia por ser una gran cobarde y no declararle su amor o tal vez Inuyasha la provocaba demasiado con su carácter de los mil demonios, el caso era que nunca podría estar con él.
Sin embargo, a Bankotsu no le importó eso cuando se conocieron en la misma ciudad donde esta ella ahora; tenía unos 5 meses que no pisaba Londres, desde su muerte.
"Por favor, se feliz y cumple tus sueños"
Esas fueron las últimas palabras que dijo, de tan solo pensarlo en su garganta se formaba un gran nudo que le impedía hablar sin emitir algún sonido sin gemir de aflicción, pero debía ser fuerte y continuar, por él que la amo tanto y le llenó la vida de felicidad en el poco tiempo que estuvieron juntos.
Elevó la mano pidiendo un taxi, este paró en el acto. Le indicó el nombre del edificio y a los 20 minutos ya estaba en el pórtico del departamento que compartió con Bankotsu cuando fueron marido y mujer.
Hacía tiempo que no veía aquel deplorable lugar, todo polvoriento y descuidado: Los muebles estaban cubiertos de sabanas y los artefactos estaban desconectados, no habían cajas embaladas porque ya se las había llevado todas y algunas las envió a América, a la casa de sus padres, dejándola con algunas cosas de gran valor para ella que se llevaría a su aventura, luego de eso le entregaría el departamento al próximo inquilino que le alquilaría el departamento para amortiguar sus gastos.
Observa su reloj por última vez, eran las 15:30 y ya estaba cerca la hora de entregar la casa. Suelta un pesado suspiro y del piso levanta la última caja que contenían sus pertenencias, a los poco segundos suena el timbre indicándole la llegada del próximo inquilino. Da un último vistazo al apartamento y se voltea para caminar hacia la puerta de entrada.
Era una señora de unos 46 años aproximadamente, rubia y de ojos azules, inglesa hasta la medula. Conversó unos segundos con ella y le entregó las llaves.
Cogió otro taxi hasta el aeropuerto donde la llevarían de nuevo a su país natal y en el proceso observaba la hoja de los lugares tachados por difunto esposo y pensó que en cuanto tuviera unas vacaciones podría comenzar a hacer esos viajes como mochilera, comenzando por el Gran Cañón.
"Pasajeros con destino a Estados Unidos, favor abordar por la puerta 18"
"Ya es mi turno" Pensaba en sus adentros la azabache, ya no importa el ayer o el mañana sino el hoy y eso lo aprendió muy bien de Bankotsu; caminaba decidida sin vacilar hasta la puerta de carga por donde entraría al avión.
Ya podría imaginarse a sus papás como siempre viendo televisión mientras cenan y a su hermanito jugar con la consola en su alcoba, sin prestarle la menor atención a ella pero, al menos tenía a donde llegar ¿No? peor es nada y era lo más cercano a su concepto de familia.
El avión corría a gran Velocidad por la pista hasta elevarse por los aires, antes esto le provocaba malestar pero ahora le era tan natural como ir de la casa a la esquina a pie, ya le era costumbre.
— ¿A dónde va Señorita?— pregunta un Señor de mayor edad
— ¿Perdone?— responde distraída por estar observando la ciudad desde la ventana
— pregunté qué hacia dónde iba
—A casa de mis padres, en Chicago — responde la azabache sin mirar al Señor de frente
— ¿De vacaciones o piensa vivir allá?
Kagome no responde, solo se sonroja.
—No tenga vergüenza señorita, tengo un nieto que vive conmigo en el edificio donde soy encargado del condominio y tiene más o menos su edad
— ¿Y usted también vive en Chicago? Señor…
—Por favor, dígame Myoga— sugiere el anciano— Y también vivo en Chicago
Kagome lo detalla mejor: era un señor de baja estatura y algo rechoncho; de cabellos blancos y ojos grandes y dorados, parecía buena gente.
Hablaron todo el trayecto de Inglaterra a chicago, donde el piloto les avisa que ya era tiempo de aterrizar, esto hace que la chica se entristezca un poco. Aquel Señor era tan buena compañía o tal vez mejor que cualquiera.
—Ya vamos a salir — susurra la chica
—No te preocupes, Kagome, si necesitas algo— le enseña una tarjeta— aquí está la dirección de mi casa y los teléfonos — dice el Señor con una sonrisa para luego levantarse— bueno, ya me tengo que ir. Hasta luego — dice el anciano Myoga con la valija en la mano
Kagome lo despidió agitando su mano derecha de un lado al otro, después tomó el resto de su equipaje entre las cosas de descarga y llega directamente a un centro de comunicaciones para recargar saldo. Comenzó a marcar el teléfono de su papá pero no contestaba, hizo lo mismo con su mamá y Souta pero era el mismo resultado, que extraño. Pasados 15 minutos de llamarlos a los celulares, llamó a su casa pero tampoco contestaban, lo más probable era que debieran estar haciendo compras o tal vez les cortaron la línea, con lo tacaño que era su padre si encontraba un sistema de alimentación sin tener que recurrir a comprar comestibles hace años que lo hubiera implementado en su casa.
Se baja del taxi y al entrar al pórtico se da cuenta que la puerta estaba cerrada con llave de un nuevo cilindro, esto la hizo asustarse más. Sale corriendo a la casa del vecino y toca con desesperación, desde lejos se escuchaban las quejas de la Señora Fisher hasta llegar a la puerta donde se hacían inaudibles.
— ¡Kagome! ¡Hola! — dice sorprendida la Señora Fisher
—Buenas tardes Señora Fisher, disculpe la molestia pero ¿podría decirme si mis padres salieron de viaje o sino sabe a dónde salieron en la mañana para poder comunicarme con ellos?— pero la señora Fisher no respondió, al contrario, el semblante de la anciana se volvió opaco y triste
— ¡Oh cariño! ¡Pensé que sabías!
— ¿De qué habla? — pregunta confundida
—Tus padres y tu hermano se mudaron a San Francisco desde hace un año con tu hermana y su nuevo esposo — Kagome estaba aturdida, no sabía que responder— ahora hay una familia viviendo en esa casa.
—Señora Fisher ¿No saben que pasó con mis cosas?
— ¿Qué cosas cariño?
— Yo envié unos paquetes embalados a esta dirección hace unas dos semanas
—Deben estar en la oficina de correos, querida, esos es lo que ha pasado con todo el correo de los Higurashi — dice algo nerviosa la vieja anciana
—Gracias Señora Fisher, disculpe la molestia — dice lo último para luego partir
A vieja estaba mintiendo, por su cara sabía perfectamente que ella tenía sus cosas y que las estaba subastando (como hacía con todo lo que encontraba de correos a punto de devolver), pero no haría nada, sin pruebas no podría denunciarla y sin tener a donde ir menos. Todo estaba en su contra.
Ahora le tocaba caminar sin rumbo por la acera, con el paso de los segundos comenzó a lloviznar hasta producirse una gran tormenta que la dejó totalmente empapada. A su alrededor veía a la gente correr para refugiarse en algún techo pero ella no lo hacía, solo se purificar sus pensamiento con las gotas de lluvia, además ¿con qué propósito? Su familia nunca la quiso y ahora que perdió el único ser que la amó no le quedaba nada. Su única conexión con aquella ciudad era su mejor amiga Sango pero se había casado con Miroku hace un año y no quería molestarla. En cuanto reuniera algo de dinero del alquiler del departamento conseguiría una habitación para alquilar y después ya vería que hacer.
Llegó a un parque donde podría refugiarse. El lugar era amplio y lleno de vegetación, un pasillo de concreto repletos en lagunas de agua de lluvia que pasaba entre las colinas de grama; caminó sin rumbo hasta llegar a un árbol frondoso con una pequeña cueva en la raíz, si cavaba lo suficiente podría refugiarse de la lluvia y dormir un poco sin ser descubierta. Entró con cuidado dentro del árbol y por fortuna no hubo necesidad de excavar, colocó un mantel en el piso y en él se acostó hasta quedarse dormida.
Ya mañana sería un nuevo día, decía para sus adentros mientras sus ojos pesados se cerraban por si solos dejando como último recuerdo un tronco hueco y unos pies puestos en cuclillas bajo un millón de gotas que caían sin parar, o por al menos eso fue lo que creyó ver de último.
Todavía mantenía los ojos cerrados, porque no quería ver nuevamente lo deplorable que se había vuelto su vida después de Bankotsu, solo se permitía escuchar el cantar de las alondras y del aleteo de las palomas que pasaban por allí, se da vuelta para abrazarse nuevamente a las almohada en la que descansaba en aquella suave y caliente cama. Un momento ¿Almohada? ¿Una cama? ¿Dónde estaba? Recuerda haber quedarse dormida bajo un árbol en medio de la lluvia de la noche.
Estaba muy cansada, con pesadez se levanta para inspeccionar el lugar donde se encuentra. Era una habitación pequeña y modesta, las paredes les faltaba una mano de pintura y se veía que no se había usado en años por el polvo que yacía en el piso (más las telarañas en las esquivas superiores). Un momento ¿Y si la secuestraron? A lo mejor era una pandilla de violadores y traficante de blancas ¡Por Dios! ¡Qué descuidada! ¡Debía salir de allí lo más pronto posible!
Se levanta apresurada directo a la puerta pero la puertea no estaba trancada, al salir encuentra un pasillo largo repleto de voces y personas.
— ¡Se puede saber Señor Moore porqué está utilizando mi cepillo dental!— dice un Señor señor calvo de baja estatura, aunque le era bastante familiar.
— ¡Lo dejaré de usar en cuanto Hakkaku deje de utilizar mi desodorante! ¡Es un coño de su madre!
— ¡Coño e' su mae'!— repite una pequeña de 4 años junto a una mujer de ojos rojos y cabello negro
— ¡Rin! ¡Eso no se dice!— regaña la mujer a la pequeña— ¡Anciano Myoga, cuide su lenguaje!
¿El anciano Myoga? Esto debe ser una broma
No quería interrumpirlos pero necesitaba que alguien le aclarara sus dudas— em…. Disculpen— dice en un volumen casi inaudible, lamentablemente el bullicio sigue su curso— Disculpen— vuelve a insistir utilizando su tono normal pero era en vano— Oigan— alza su voz para que le presten atención pero seguían iguales, que poco corteses podían ser estas personas sin más remedio lleno hasta el límite sus pulmones de aire y se prepara para gritar— ¡Oigan!—dice hasta quedar disfonía provocando que todas las personas voltearan para verla.
El anciano se acerca para abrazarla dejándola presa de brazos— ¡Kagome! ¡Qué bueno que despertaste! ¡Estábamos muy preocupados por ti!— confiesa con mucha alegría
'¿Se preocuparon por mí?' pensaba Kagome confundida
—Señor Myoga ¿Podría…soltarme?— sugiere mientras intenta captar algo de oxigeno
Se separa de la chica apenado— Lo siento — aclara su garganta y luego continua— como te decía, estábamos muy preocupados por ti. Como estabas dormida y con fiebre no podíamos saber cuánto tiempo estabas así o si despertarías pronto por lo que-
— Señor Myoga ¿A quién se refiere cuando dice "estábamos"? ¿No quiso decir "estaba"?
—No Kagome, yo no estaba cuando te encontraron en aquel árbol, mi nieto te encontró y te llevó hasta aquí.
— ¿Su nieto? — Dice Kagome— ¿el me conoce?
—No, pero él me dijo que no podía dejarte allí tirada ¡Y menos mal! ¡Hubieras muerto al instante! — Explica el anciano de brazos cruzados— pasamos varias noches en vela mientras bajaba fiebre…
—Espere ¿Cuántos días estuve inconsciente?
—Una semana, más o menos
— ¡Por Dios!— exclama Kagome a punto de desfallecer ¿Tanto tiempo estuvo durmiendo? La verdad era que tenía que no dormía desde que su esposo enfermó de gravedad, por primera vez desde hace mucho que descansaba plácidamente en una cama. Tenía que agradecerle al nieto del anciano Myoga— Señor Myoga ¿Su nieto está en casa?
— ¡Oh no, querida! Él se fue hace dos días y puede ser que vuelva dentro de una semana más
— ¿y eso?
—Verás— dice Myoga— él investiga con plantas para crear remedios en un laboratorio muy importante aquí en Chicago y siempre está investigando las propiedades de las plantas para crear nuevos remedios.
—Entiendo… 'Igual que lo hacía Inuyasha cuando estudiábamos juntos'… Señor Myoga
—Dígame
— ¿Sería un abuso de su parte que me permitiera quedarme en la alcoba donde desperté?— Consulta nerviosa, observa al anciano a punto de protestar pero ella le interrumpe— ¡Por favor! ¡Le pagaré!... no tengo a donde ir…
El anciano Myoga se veía bastante pensativo, si le decía que si trabajaría así sea de cocinera en aquella pensión mientras llegaba el alquiler de la Señora que vive en el departamento en Londres, comenzaría de nuevo; pero si le decía que no… no sabría qué hacer.
—Está bien Kagome, puedes habitar esa alcoba — dice el anciano con una sonrisa
Kagome de la emoción abraza al Anciano Myoga— ¡Gracias! ¡Le prometo que no se arrepentirá!— Dice la azabache para ir saltando de esquina en esquina hasta llegar al borde de la escalera.
El último salto de alegría fue tan grande que sin querer se tropieza con el pecho de un hombre que cayó junto a ella. Ambos rodaban por las escaleras hasta llegar a los primeros escalones ella encima de él.
Estaba absorta ante tal hermosura. Era un joven muy apuesto de cabellos negros y cortos, tez morena y facciones muy fuertes, se veía que era muy fuerte pues la sostenía entre sus brazos firmes, demostrándole que nunca dejaría que se lastimara y sus ojos… Dorados… unos hermosos ojos dorados era lo que contemplaba Kagome a simple vista. No había duda era él.
Continuará…
Nos vemos, bye
