"The First Lady: Prólogo".-
Érase una vez una mujer. Y todo lo que mantengo de ella es un nombre.
Dana.
Mi alma capturada en cuatro letras. El significado de mi vida en una sola palabra. Mi ascenso y mi caída. Mi cielo y mi infierno. Blanco y negro. Bien y mal. Todo.
Y creí que la merecía. Soy tan estúpido. Sólo hombres poderosos pueden alcanzar un ángel como ella. Sólo seres especiales pueden tener un poco de acceso a su espacio personal... pero no es posible acercarse mucho. Ella puede quemarte.
Pero soy lo suficientemente idiota para quebrantar las leyes divinas y tomar un sorbo del néctar de los dioses siempre que tengo la oportunidad. Somos lo suficientemente tontos para seguir jugando hasta que nos atrapen.
Ah sí. Olvidé mencionar que mi pequeño ángel tiene un -un sólo- defecto.
Se ha enamorado de un mortal. Y ese mortal soy yo.
Puedes crees que lo tengo todo porque ella piensa en mí. Pensarás que no debería quejarme si he conseguido su amor. Lo siento, pero hay un problema: una vez la pruebas, no puedes detenerte.
Y te vuelves un maldito monstruo egoísta, capaz de matar si no consigue la próxima dosis.
Así que estoy atrapado entre la vida y la muerte. Parado en el medio de la autopista que hacia el norte termina en la armonía del paraíso y hacia el sur te recibe con las ardientes llamas del infierno. Aunque me parece que estoy más hacia el sur... más muerto que vivo. Porque la distancia te consume peor que el fuego.
Desería no amarla. Pero es imposible ser inmune a su encanto. Ni siquiera recuerdo cuando comenzó todo. Ha pasado tanto tiempo que he llegado a una conclusión.
Nací el día en que la conocí y muero cada vez que se va.
He tenido que aprender a deambular en las sombras, porque cuando caminamos bajo el sol que ilumina el llamado mundo en que vivimos, no soy digno de recibir una mirada suya.
