Disclaimer: Naruto obviamente no me pertenece y todo el mundo lo sabe. Obviamente, Kakashi sí me pertenece, y todos lo saben.
Fanfic sin fines lucrativos: Inspirado en la obra de Judith McNaught "Para siempre".
Traducción de "Somente você" (Solamente tú), de Dondeloth.
Somente você
1
El carruaje se sacudía locamente corriendo de modo terrible por las calles empedradas de Londres. Neji sentía la rabia latir en sus sienes. Le habría gustado estar allí fuera, sentado en el asiento del conductor azotando a los caballos para que éstos corrieran más, pero sabía que debía mantener las apariencias y el decoro; y se odiaba por eso.
El vehículo atravesó las calles estrechas y sucias a alta velocidad. La noche avanzaba y el cielo estaba cubierto por nubes oscuras y amenazadoras. Las patas de los caballos disipaban la leve bruma que comenzaba a subir desde el río, que no estaba lejos.
Entonces el carruaje paró bruscamente en una calle cercada por inmensos y refinados caserones que a aquellas horas de la noche tenían las luces apagadas. Neji no esperó a que el conductor le abriese la puerta, descendió rápidamente y sus pasos resonaron en las silenciosas calles mientras se dirigía a una casa de estilo francés. Sus ventanas estaban cubiertas por cortinas que parecían blancas, no había ninguna luz, sonido o movimiento que indicase que hubiese alguien en el lugar. Aún así, Neji fue hasta la puerta blanca y la golpeó vigorosamente con los puños.
Después de algunos instantes, donde su rabia pareció alcanzar su límite, una criada de ojos asustados abrió la puerta ligeramente, impidiéndole entrar.
-Mi señor –Dijo la criada temblando visiblemente-, la señora no está dispuesta esta noche. Le pide que se retire.
-Quién te paga el salario, ¿yo o tu señora?
Los ojos castaños y temerosos de la empleada se abrieron con espante; pareció atragantarse con sus propias palabras.
-Usted es quien paga… -Respondió, vacilante.
-Entonces sal de mi camino –Exigió Neji, abriendo de par en par la puerta.
El Hyuuga se adentró en el hall de la lujosa casa, y sin perder el tiempo se encaminó directamente al pasillo más próximo. Se sabía el camino de memoria, había estado allí diversas veces, él mismo alquiló la casa para ella…
Sus pasos resonaron ahogados sobre las carísimas alfombras, y abrió sin ceremonia alguna la puerta del cuarto principal, encontrando a quien quería ver.
Ino estaba sentada gloriosamente frente a su tocador con su anguloso cuerpo cubierto sólo por un camisón y una bata de fina seda. Peinaba sus largos y rubios cabellos meticulosamente. La joven no pareció molestarse por la presencia de Neji.
-¿No te dieron el recado? –Preguntó simplemente Ino-. Te dije que hoy no estaba muy dispuesta.
-Sí, lo recibí, y hasta me contaron el motivo de tu indisposición. Entonces resolví venir aquí a ver si era realmente verdad.
Los ojos de Ino, de un azul profundo, se abrieron imperceptiblemente. La mujer paró de cepillar su cabello, se levantó y le plantó cara. La rabia que emanaba de él era casi palpable, pero ella no quería demostrar que estaba asustada.
-Espero, querido, que no comiences a creer en rumores ahora.
-¿En qué rumores esperas que no crea? –Preguntó Neji-. ¿Esos que dicen que eres una prostituta fácil y vendida? Bien,t te puedo garantizar que esos son de verdad.
El rostro de Ino se tiñó de rojo y sus ojos azules chispeaban de rabia.
-No admito que entres en mi casa y me insultes.
-¿Tu casa? ¡Quien paga el alquiler de este lugar soy yo! Tengo todo el derecho de insultarte.
-¿Qué fue lo que te dijeron para que estés así de nervioso? –Preguntó Ino, queriéndose librar lo más rápido posible de la situación en la que se encontraba.
-Ah, tú lo sabes –Respondió Neji con una sonrisa cínica en su faz pálida-, y mejor que nadie.
El chico percibió que Ino llevaba su mano derecha al brazo de la butaca para apoyarse. La muy perra tenía miedo. Bien, era bueno que lo tuviese.
-Neji, hablemos –Le pidió la rubia con calma.
-Sabes, si otra persona me lo hubiese contado no lo habría creído, obviamente, pero como fue Sakura…
-¡Esa perra desgraciada! –Bramó Ino-. ¿Cómo puedes creer en ella? Sabes que me odia.
-Sé que ella dice la verdad porque las dos sois capaces de hacer algo como eso.
-Neji...
-Pero lo quiero oír de tu boca, Ino –La interrumpió el Hyuuga-. ¿Abortaste a un hijo mío?
El color huyó del rostro de la rubia, que pareció perder sus fuerzas y se obligó a sentarse. Neji continuaba encarándola, exigiéndole una respuesta tan sólo con la mirada.
-No pierdas el tiempo inventando mentiras –Continuó el moreno-, sólo quiero saber el por qué.
Los ojos azules de Ino se clavaron en el rostro de Neji, un poco de color volvió a sus mejillas.
-No te hagas el idiota, Neji –Exigió Ino-. Sabes muy bien que no podría ir al debut si estuviese embarazada.
-¿Y en ningún momento pensaste que me podría casar contigo, no?
Ino desvió rápidamente su mirada, sus manos se apretaron en su regazo casi rasgando el fino tejido de su camisón.
Lentamente, Neji dio algunos pasos en dirección a la joven, paró frente a ella y delicadamente, con su dedo índice, levantó su rostro para que le mirase. Su voz apenas era un susurro cuando le dijo:
-Pero tú no querrías casarte con un bastardo como yo, ¿no es cierto, Ino? No sabiendo en el debut podrías agarrarte a alguien mejor que yo, ¿no? ¿O será que lo único que no querías era dar a luz a otro bastardo?
Ino no respondió, retirando con brusquedad su rostro de la mano de Neji. No volvió a mirarle.
-Coge tus cosas y sal de esta casa –Anunció Neji-. Sabes que si dependiese de mí, podría arruinar la poca reputación que sobró de ti.
-Es casi de madrugada, ¿dónde iré?
-¡No me interesa! Ve a la casa de tu fallecido padre, o a la de alguno de tu amantes, vete al infierno, ¡pero sal de esta casa!
Sin decir nada más, Neji salió del cuarto y fue en dirección a la puerta de entrada de la casa, la empleada que le había atendido estaba allí. Tembló visiblemente cuando vio al morena aproximarse.
Neji la ignoró por completo pero antes de salir anunció en tono severo:
-Dile a todos los empleados que están despedidos, y que para poner en orden sus cuentas vengan a mi mansión lo más rápido posible.
El Hyuuga cerró la puerta, no viendo la cara de horror de la empleada.
&
Sintiendo que la rabia aún no le había abandonado por completo, Neji se sentó en el banco de cuero del carruaje mientras el conductor le llevaba de vuelta a casa.
Desde el inicio sabía que su relación con Ino no era lo correcto, conocía la fama de la joven pero no le importaba para nada: Ino era bonita, vulgar, seductora. Todo lo que un hombre podría desear en su cama. Y Neji había pagado bien caro acostarse con ella: Joyas, vestidos caros, una casa amueblada y con empleados en Londres… y sabía que no estaba desperdiciando ni un centavo. Cada noche la rubio buscó agradarle con sus caricias osadas en busca de otro agradecimiento, una nueva joya, un nuevo perfume famoso…
Hasta embarazarse y abortar a un bebé.
Los labios de Neji se abrieron para mostrar una sonrisa fría. De todas manera no debería estar tan sorpresa o enardecido con aquello, ¿qué mujer de alta sociedad londinense en sus sano juicio, querría preñarse de un bastardo como él?
Sí, él era rico y muy influyente en los medios comerciales pero no tenía un título de nobleza. Sólo era el hijo bastardo de la familia Hyuuga, una familia destruida que ya no era parte de la alta sociedad. Irónico en opinión de Neji.
El carruaje disminuyó su velocidad hasta finalmente para frente a una mansión de estilo colonial inglés. Esta vez, Neji esperó a que el conductor le abriese la puerta. Sin ninguna ceremonia el Hyuuga dispensó al conductor y se encaminó a la casa.
Todo estaba de la misma forma en que lo había dejado, completamente organizado. Apreciaba aquello, por eso mismo pagaba cualquier cantidad para tener siempre a los mejores funcionarios.
Un hombre viejo de nariz aguileña y cabello grisáceo, vestido como un mayordomo le ayudó a retirarse el abrigo.
-Buenas noches señor –Dijo el mayordomo llamado Sarutobi-, espero que haya conseguido resolver sus problemas.
Neji no le respondió. Sarutobi trabajaba para él desde el comienzo y su lealtad era indiscutible, por eso permitía que todos sus empleados expresasen parte de sus pensamientos.
-¿Quiere que le traiga una pequeña cena, señor? –Preguntó el mayordomo.
-No tengo hambre.
Diciendo esto, el Hyuuga se dirigió a su escritorio, y sobre el aparador de madera Neji abrió una delicada garrafa de cristal y vertió el coñac en una copa una cantidad grande para tan sólo una persona. Como si fuese agua, el moreno bebió el líquido de un solo trago y llenó nuevamente su copa.
Dios sabía que en aquel momento necesitaba beber. Degustando la fuerte bebida, Neji se sentó tras la larfa mesa repleta de papeles y documentos. Pensaba seriamente en quedarse trabajando toda la madrugada para olvidarse un poco de los pensamientos que pululaban por su cabeza. Entonces algo le llamó la atención.
Era una carta simple y el envoltorio estaba muy gastado. Miró el remitente: venía de los Estados Unido, de un internado. Curioso, abrió el envoltorio a pesar de creer que aquello sólo podía ser un engaño. Pero sus ojos iban abriéndose a medida que leía las palaras. Tenía que ser una broma, y una broma que no le hacía la más mínima gracia…
-Sarutobi –Llamó Neji con urgencia en la voz-, dime, ¿cuándo llegó esa carta?
El mayordomo, que había estado por todo ese tiempo en silencio, en pie frente a la puerta, se giró hacia su patrón y le respondió:
-Ya hace dos semanas, señor.
-¿Y por qué no me la enseñaste antes? –La voz de Neji era ahora de irritación.
-Usted me dijo que no quería preocuparse con ningún otro asunto que no tuviese que ver con la señorita Yamanaka, además de eso la carta viene de un internado de los Estados Unidos y usted no tiene ningún tipo de relación con ese tipo de establecimientos.
Neji se mordió la lengua para no discutir con el viejo mayordomo. Sabía que Sarutobi era fiel a sus órdenes, pero tampoco tenía ningún miedo en -de vez en cuando- tomar ciertas decisiones solo y sin consultarle. El joven Hyuuga miró una vez más hacia la caligrafía fina que llenaba el papel amarillento. La carta había llegado hacia una semana y en el encabezado decía que estaba escrita desde hacía un mes… Era poco probable que fuese una mentira.
Neji se levantó sujetando el papel firmemente contra sus dedos, algo estaba agitándose muy rápido en su interior. Con pasos largos cruzó la sala en dirección a la chimenea apagada y apoyó el brazo en la piedra pensando, con una larga sonrisa en sus labios.
-¿Señor? –Llamó el mayordomo, atrayendo la atención de Neji-. Perdone mi presunción, pero ¿podría saber cuál es el asunto que trata esa carta?
Los ojos perlados de Neji se clavaron en Sarutobi. Continuaba sonriendo alegremente cuando respondió:
-Dice que mi querido tío Hyuuga Hiashi a muerto y que soy su único pariente vivo de su hija, por lo tanto su tutor.
Los ojos del mayordomo se abrieron y el color dejó sus mejillas llenas de arrugas. Antes de ser el mayordomo de Neji, él había sido el jefe de los mayordomos de la familia Hyuuga mientras esta aún se encontraba en su apogeo. Sabía del odio que el sobrino tenía por el tío y que este era recíproco.
-¿Puedes creerlo? –Continuó Neji aún sonriendo y tomando un largo trago de coñac-. Hiashi muerto en los Estados Unidos. La carta da poca información de cómo murió, pero espero que haya sido dolorosamente...
Neji levantó la copa en un brindis solitario, y una gran cantidad de la bebida marrón-dorada se derramó en una alfombra que cubría el suelo de madera.
-En la carta también dice que era pobre –Dijo Neji volviendo a sentarse en su larga mesa-, que había gastado todo lo que restaba de su fortuna en buscar oro en el oeste, oro que nunca encontró. Un trágico final para un noble, ¿no crees?
Los ojos de Neji brillaron maliciosamente. Nada en el mundo podría haberle hecho más feliz que la desgracia de la familia Hyuuga, principalmente sobre Hiashi: su tío siempre fue un hombre terrible, ambicioso y estúpido. Nunca midió esfuerzos para conseguir aquello que deseó… Y al final no llegó a ningún lugar, huyó de las deudas que había contraído en Inglaterra después de que la fortuna de la familia finalmente se acabara, y se refugió en los Estados Unidos para luego morir.
Era irónico imaginar que hoy, el único remanente de la otrora distinguida familia Hyuuga fuese un bastardo no reconocido, que había hecho fortuna solo. Realmente, la vida era agradecida en opinión de Neji.
-¿Señor? –Llamó Sarutobi, sacando una vez más a Neji de sus devaneos-. ¿Qué pretende hacer en relación a su prima?
-¿El qué? –Preguntó Neji sin entender la pregunta.
-La señorita a la cual la carta se refiere –Explicó el mayordomo, como si estuviese hablando con un niño-. Es usted ahora, el único pariente vivo que tiene, y como es más mayor es su tutor.
Una de las cejas de Neji se arqueó, no entendía por qué Sarutobi le estaba preguntando aquello.
-En la carta dicen que esperan que yo pueda recibirla en mi casa –Dijo Neji con aire de burla-. A la hija de Hyuuga Hiashi. Fue la directora del internado en el que ella se encuentra quien me escribió. Pues bien, espero que mi prima se quede esperando ansiosamente a su tutor, porque él no le mandará siquiera una noticia.
-Señor, es la hija de Hyuuga Hiashi, no el propio Hiashi en persona.
-Sarutobi –Respondió Neji, cansado-, sabes muy bien lo que pienso en relación a las mujeres. Para mí sólo sirven cuando están conmigo en una cama. Son traicioneras, viles, sucias y disimuladas, que se esconden tras rostros bondadosos. La hija de Hiashi debe ser la reina de todas ellas.
-La señorita Hinata era una niña muy dulce, y dudo que se haya vuelto del tipo de mujer que usted pueda meter en su cama.
-Estás yendo demasiado lejos, viejo –Le reprendió Neji bondadosamente.
Los ojos oscuros del mayordomo se clavaron en el joven patrón, parecía estar sumido en una feroz batalla interior, pero al fin reunió coraje y dijo:
-No voy a permitir que la hija de la señora Hikari se quede desamparada. Aunque sea preciso usar mis ahorros para ir a los Estados Unidos y buscarla.
-No te atreverías –Respondió Neji, calmado.
-No puede abandonarla señor, no es su culpa…
La mirada de Neji se clavó fríamente en el mayordomo haciendo que éste se callase. El Hyuuga se levantó y caminó hasta quedar a pocos centímetros del anciano. Neji era alto y cuando sentía rabia su postura imponente amedrentaba a todos los que le conocían.
-Puede que ella no sea su padre, pero por sus venas corre la misma sangre…
De repente, los ojos de Neji brillaron más fuerte y peligrosamente, una sonrisa se posó en sus labios. Sarutobi sintió un mal presentimiento al verle así.
-Sí –Continuó Neji, como si estuviese hablando solo-, la sangre de Hyuuga Hiashi aún está viva… Mi oportunidad de venganza, ya que ese canalla ha murió antes de que tuviese oportunidad de matarle.
Los ojos de Neji enfocaron de nuevo y localizaron el rostro arrugado del viejo mayordomo.
-Escribe al internado lo más rápido posible, no quiero atrasos con la carta. Que traigan a la hija de Hyuuga Hiashi aquí.
-Señor... –Comenzó el mayordomo.
-No cuestiones mis órdenes –Ordenó Neji-. Voy a hacer que su vida se vuelva un infierno, así como mi tío hizo conmigo…
&
Hinata se encontraba sentada frente a la mesa de la directora, sus manos temblaban convulsivamente sobre su regazo. Nunca antes había sido llamada a aquella sala, y por lo que recordaba, no había hecho nada malo para estar allí en ese momento.
-Por favor Hyuuga, cálmate –La enérgica voz de la directora Anko no provocó un efecto positivo en Hinata.
El cuerpo de la joven de ojos perlados tembló visiblemente, haciendo que apretase aún más sus manos ahora sudadas.
-Bien –Comenzó la directora, que parecía estar escogiendo muy bien sus palabras-. No creo que sea la persona adecuada para darte esta noticia, pero por ahora soy responsable de ti.
El corazón de Hinata latió a ritmo lento en expectativa de lo que vendría, no tenía un buen presentimiento de aquella conversación, era como si un hielo pegajoso se estuviese escurriendo por su espalda.
La directora abrió una pequeña gaveta que estaba al lado de su mesa y sacó una carta rasgada y llena de polvo. Realmente, Hinata no entendía nada.
-Hace más o menos un mes –Comenzó la directora- recibí esta carta. En ella dice que tu padre murió de una enfermedad en el Oeste…
El corazón de Hinata dio una sacudida y paró de latir. No sintió las lágrimas subir a sus ojos pero apretó aún más la enagua de su vestido. Recordó con increíble nitidez la última vez que vio a su padre, nueve años atrás, en un soleado día de primavera. Ella tenía diez años en aquella época y él estaba dejándola en un internado para chicas. Le había prometido que volvería a buscarla. Y ahora nunca más vendría.
-Lo siento mucho –Dijo la directora en voz baja.
Hinata quiso agradecerle pero su garganta estaba seca como una lija. Se sintió completamente descolocada allí, como si alguien hubiese estirado la alfombra bajo los pies y no pudiese levantarse más.
-Estoy dándote tarde esta noticia –Continuó Anko ahora de manera eficiente- porque me tomé la libertad de buscar a tus parientes más cercanos. Fue una cosa difícil. Durante todo este tiempo tu padre mandaba el dinero de las mensualidades de la escuela, aunque en los últimos meses olvidó algunas…
El rostro de Hinata se tiñó de rojo. Estaba muy agradecida por la educación que había recibido en ese lugar, tanto que con el tiempo se había tornado como una casa para ella. No podía imaginarse el esfuerzo que hacia su padre para dejarla allí segura y con todo el confort. Podría no haber sido el padre más atento del mundo, pero se había preocupado mucho por ella.
-No sabía si tenías parientes vivos en el país –Los ojos de la directora estaban fijos en Hinata- pero no podía expulsarte de mi escuela sin un poco de apoyo. Por eso, por cuenta propia descubrí que tu único pariente vivo en una primo que vive en Inglaterra. Le escribí y hace una semana recibí su respuesta: Tu primo dice que está dispuesto a recibirte en su casa y ser tu tutor.
El rostro de Hinata adquirió una expresión de confusión. Recordaba muy mal a Neji. En su infancia vio a su primo sólo un par de veces, y en todas ellas parecía odiarla. Ella también recordaba que le habían prohibido contarle a cualquier persona que Neji era su primo o que formaba parte de la familia Hyuuga. Nunca entendió el motivo de aquello.
-¿No conoces a ese primo? –Preguntó Anko, reparando en la confusión de Hinata.
-Muy poco –Respondió Hinata, que no estaba muy segura si debía contarle toda la historia a la directora.
-Entiendo. Bien, él mandó avisar que te espera en Londres lo más rápido posible y que acarreará con todos los gastos del viaje.
Los ojos perlados de Hinata se abrieron del susto.
-¿Ten… dré… –Tartamudeó la joven- …que irme ahora?
El rostro de Anko se suavizó y se permitió sonreírle discretamente.
-Hinata –Dijo la mujer de cabello violeta-, eres una de mis mejores alumnas. Siempre lo fuiste, y creo que ya aprendiste aquí todo lo que te podríamos enseñar, querida. Además de eso, ya es hora de que te preocupes en casarte y comenzar a cuidar de una casa sólo tuya.
El rostro de Hinata se tiñó de rojo una vez más, la sangre se concentró en sus mejillas. No era del tipo de persona que se adaptaba a lugares nuevos, y no quería dejar el internado. Allí se sentía segura.
-Profesora –Pidió Hinata con un hilo de voz-. ¿No me puedo quedar?
-No tendrías con qué pagar la mensualidad de la escuela, Hinata.
-Puedo trabajar, no necesito ser una alumna.
-No creo que ese deba ser tu futuro, Hinata –Respondió la directora-. Además, debes estar con alguien de tu familia.
La joven bajó la cabeza, y una larga franja negra cubrió sus ojos. Sintió el conocido hormigueo de las lágrimas en sus pupilas pero se controló para no derramarlas frente a la directora.
-Vamos –Pidió Anko-. Anímate, Hinata.
-¿Cuándo tendré que partir? –Preguntó la chica, completamente desanimada.
-Recibí la carta de tu primo hace dos días, es impresionante como llegó aquí tan rápido desde el día en que fue escrita. Te pide que embarques lo más rápido posible para Inglaterra, yo misma te daré los pasajes. Por eso, querida, sería bueno que ya fueses haciendo los preparativos para el viaje.
Hinata no levantó la cabeza, una lágrima solitaria se escurrió por su mejilla y fue absorbida rápidamente por el tejido de su vestido. La directora no vio esa demostración de descortesía.
Hinata sólo asintió, no tenía nada que hacer; ya habían tomado la decisión por ella.
&
Hinata se encontraba una vez más, de pie, sobre uno de los lados del navío. El viento salado y helado del mar golpeaba en su cara, dejándola fría. Frente a ella el mar se extendía infinitamente, como un gran manto azulado. La joven miró las ondas cubiertas por espuma blanca, y una vez más imaginó a criaturas marinas fantásticas y a hermosas sirenas viviendo bajo toda esa inmensidad de agua. Su infantilidad la hizo sonreír.
El sol subía vagarosamente, escalando por el horizonte y derramando sus rayos dorados por el mundo. Hinata apreció el silencio que envolvía el navío a aquella hora de la mañana. La mayoría de la tripulación, constituida en su totalidad por hombres, estaba durmiendo. Aquel era el único momento en que podía caminar por el exterior del barco con seguridad, ya que el resto del tiempo se la pasaba encerrada en su claustrofóbico camarote esperando a que el tiempo pasase. Pero como el mismo capitán le dijo -un señor simpático y astuto- en el día del embarque, por lo menos así estaría más segura, ya que viajaba sola, pues él no podía estarla siempre vigilando.
Hinata recordó el día, casi un mes atrás, en que la directora del internado, Anko, la había llevado personalmente para que embarcase en el navío que la llevaría a Inglaterra. El día amaneció nublado amenazando lluvia fuerte. Ambas se habían despedido brevemente, y Hinata, durante todo el tiempo trató de ignorar la punzada de tristeza que sentía en su pecho.
En poco tiempo, había embarcado y el navío cruzaba las oscuras aguas del Atlántico en dirección al antiguo continente.
Desde entonces, Hinata no hizo nada aparte de esperar a que el viaje acabase. La directora Anko le dijo que le había escrito a su primo avisando de la fecha en que llegaría, él la debería estar esperando en el puerto de Londres.
Algunos pasos sonaron tras Hinata. La joven se giró asustada, reconociendo al viejo capitán del barco.
-Buenos días, señorita –Cumplimentó alegremente.
-Buenos días –Respondió Hinata, sonriendo.
-Te levantaste temprano.
-Sólo tengo estas pocas horas antes de que el sol se alze por completo para respirar un poco de aire libre.
El capitán sonrió y se colocó a su lado, sus ojos eran azules como las aguas del mar.
-El viento de hoy es muy bueno –Comentó el capitán-. Hicimos un viaje muy rápido, en el almuerzo ya habremos llegado a Londres.
-¿Está seguro? –Preguntó Hinata ansiosamente.
-Si el viento continúa así, sin ninguna duda.
Los ojos perlados de Hinata se fijaron una vez más en el mar ante ella. Sintió el nerviosismo invadirla. En aquel momento el sol había roto completamente la aurora y era como una gigantesca bola de fuego sobre el mar.
-Es mejor para ti volver a tu camarote, pronto todos van a estar despiertos y excitados con la perspectiva de salir finalmente de este navío.
Hinata asintió y obedeció a lo que el capitán le decía. Volvió con pasos rápidos a su cabina, se acostó precariamente en su mínima cama y se durmió casi instantáneamente.
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La joven de pupilas perladas despertó a causa de una fuerte sacudida del navío. Asustada, se levantó de un salto, sintiéndose mareada por el sueño. Abrió sólo una rendija de la puerta y vio el pasillo repleto de personas cargando sus maletas. Parecía que habían llegado.
Hinata se volvió hacia el interior de camarote y tomó una pequeña maleta que constituía todo su equipaje. Se ató el pequeño lazo que sujetaba su larga trenza y abrió la puerta. Se mezcló en entre la multitud de personas que se exprimían en el exterior del barco para ver la ciudad.
Como pudo notar, Londres era enorme. Llena de casa hasta donde su vista podía alcanzar y humo negro saliendo de las incontables chimeneas. Los carruajes ocupaban casi todas las calles.
El gran navío se deslizó por las aguas de forma lentas. Llevó casi dos horas llegar al puerto, y Hinata finalmente desembarcase.
La primera cosa que notó al descender por las precarias escaleras que llevaban al puerto de Londres, fue el mal olor que invadía todo el lugar. Su estómago vacío se convulsionó en arcadas y su cabeza empezó a dar vueltas.
Miró a su alrededor e inmediatamente se sintió asustada: entre las maletas y carruajes habían hombres mal encarados, sucios y bebidos, mujeres con vestidos de inmensos escotes o mostrando sus piernas desfilaban por allí ofreciendo abiertamente su cuerpo por una copa de bebida o comida.
Hinata intentó alejarse lo máximo posible de la confusión de las personas, algunos hombres se tropezaban con ella a propósito, lo cual ignoraba, apretando el asa de la maleta fuertemente en su mano. Se paró en las sombras del navío y esperó a que alguien la reconociese.
Nadie pareció notarla o reconocerla. La saliva se tornó muy gruesa en su boca, los minutos se arrastraban largamente. Una de sus manos soltó el asa de la maleta y rebuscó dentro del bolsillo de su vestido. Allí dentro, escondida, se encontraba la carta que su primo había escrito y enviado al internado. El remitente era Londres, una calle en el centro de la ciudad.
Una vez más, los ojos de Hinata recorrieron la multitud pero nadie le devolvió la mirada. La joven percibió que el tiempo pasaba y por lo visto, nadie la esperaba. El miedo la tomó como una fiera famélica. Notó que la mayoría de personas que viajaban con ella ya se habían marchado, y ella permanecía allí parada, esperando por una señal de que alguien la había reconocido.
La joven estaba a punto de pedir ayuda, cuando una mano fuerte apretó su hombro derecho haciendo su corazón galopar alucinadamente. Miró por encima de su hombro, reconociendo una vez más, al bondadoso capitán del navío en que viajó.
-¿Qué estás haciendo aún aquí, jovencita? –Preguntó el hombre, preocupado-. Este no es lugar para una dama como tú.
-Yo… Yo… -Tartamudeó la joven nerviosamente- Mi primo tendría que estar aquí… Él dijo que vendría a buscarme cuando llegase, pero…
Hinata paró. Parecía que las palabras se trababan en su garganta, sus manos temblaban de miedo por lo que aguantaba el asa de su maleta aún con más fuerza.
-Entiendo –Respondió el capitán pensativamente-. Debéis haberos desencontrado. Tomamos una óptima corriente marítima en los últimos días, y tal vez hayamos llegado más pronto de lo que tu primo esperaba.
-¿Entonces no va a venir a buscarme? –Preguntó la joven, incrédula.
-Sospecho que no. Tal vez aún no sabe que has llegado.
El pánico la alcanzó con fuerza, haciendo que su cabeza rodase. No tenía idea de lo que hacer en una situación así.
-¿Tienes su dirección? –Preguntó el capitán.
-Sí –Respondió Hinata mostrándole la carta.
-No está muy lejos de aquí. Creo que a unos quince minutos en carruaje, podrías atravesar la calle y alquilar una diligencia para que te lleve, sería el modo más seguro de moverte. ¿Tienes algún dinero?
El rostro de Hinata se tiñó de rojo. No tenía ni un céntimo consigo.
-Querida –Comentó el capitán humildemente-, yo mismo pagaría un carruaje para llevarte con tu primo, pero aún no he recibido el pago por este viaje, y tal vez eso demore...
Hinata se sintió extremadamente grata por la gentileza del capitán, pero no quería darle trabajo a nadie. Respiró hondo y una vez más leyó la dirección de su primo hasta grabarla correctamente en su mente.
-¿Cuánto tiempo cree que me llevaría llegar allí andando?
-Lo máximo serían unos cuarenta minutos a un ritmo constante. Realmente no está muy lejos…
-Entonces iré andando.
-¿Qué? –Preguntó el capitán, asustado-. No puedes ir andando hasta allí.
Hinata sonrió al hombre frente a ella y dijo:
-No se preocupe, estoy acostumbrada a caminar, y cuarenta minutos no son tanto tiempo. Además de eso aún falta para que caiga la noche, hay varias personas en la calle y no tengo por qué tener miedo.
El capitán la miró incrédulo, pero creyó más inteligente no discutir, pues ella parecía decidida. Quitando el inmenso cansancio que sentiría cuando llegase a su destino, realmente no había muchos peligros en su andanza por la ciudad a aquellas horas.
-No puedo impedírtelo, querida –Respondió el capitán-, pero ten cuidado. Estoy seguro que cualquier persona que viva en la ciudad podrá indicarte el camino. Buena suerte.
-Gracias –Dijo Hinata, poco confiada consigo misma.
El capitán le sonrió amigablemente, le giñó uno de sus ojos azules y se alejó, mezclándose entre las personas que aún quedaban en el puerto.
Hinata respiró hondo, con los ojos cerrados para calmar los latidos de su corazón. Ahora estaba decidida: no descansaría hasta encontrar el camino a casa de su primo.
La joven abrió sus ojos perlados y dio los primeros pasos en dirección a la ciudad de Londres.
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Nota original de Dondeloth: Por aquí uno más de mis proyectos. Realmente espero llevarlo adelante, pero no tengo certeza absoluta. Tenía ganas de volver a escribir un NejiHina… ¡Espero que os haya gustado el primer capítulo! Besos y Ja ne. :D
Mi nota: ¡Hola! Aquí estoy de nuevo con otra de las historias de Dondeloth-san. Esta me llamó la atención, y espero que podáis disfrutar tanto como yo cuando comencé a leerla. Ojalá os guste. Debo decir que tengo el permiso expreso de la autora para traducirla, así que espero que nadie tenga quejas por eso, así como digo que esto no es plagio, sino sólo basado (quien lea el libro se va a dar cuenta muy rápido de eso). En fin, un besito y grandes saludos :)
