Todo había terminado.

Luego de meses, años de constante temor y pérdida por fin la oscuridad había caído y aquellos que lo necesitaban finalmente tenían tiempo para llorar a sus muertos y enfrentar sus demonios. No iba a ser fácil, pero iban a estar bien, todo iba a mejorar eventualmente.

Fue en esos momentos, luego de que todo hubiera acabado cuando Harry realizó que el lado de la luz no fue el único forzado a dejar su inocencia para luchar por un futuro, uno mejor donde pudieran ser felices. Nadie dijo que aquellos siguiendo los pasos de sus padres al soportar a ese despreciable ser lo hubieran elegido, a veces la vida es injusta y sólo te queda aceptar lo que tienes delante para poder cambiarlo algún día cuando todo esté bien, tal y como le había pasado a Draco Malfoy, el pálido chico que ahora cargaba pesados fantasmas al igual que todos ellos.

Mientras que él había sido forzado a meterse de cabeza en la batalla para detener a quien que le había arrebatado a su familia, si bien encontró otra en el camino, el rubio Slytherin había sido expuesto a la cruda realidad de golpe y forzado a hacer cosas horribles para proteger a la suya, la gente por la que se preocupaba y no importaba que, el iba a mantener a salvo. Una oleada de comprensión y afectó hacía el chico lo golpearon. Debía la vida a su familia por una simple oración "está muerto". De nuevo era salvado por el amor de una madre hacia su hijo.

Los vio a los tres Malfoy en una esquina del gran comedor asegurándose los unos a los otros que estaban bien, que todo había terminado. Sus ojos se conectaron con los orbes grises que en esos años anteriores había despreciado y un asentimiento de cabeza le aseguro lo que rondaba en su mente. Era un reconocimiento cordial, amistoso, de que se debían una el uno al otro y que los horrores que ambos presenciaron superaron cualquier rencor escolar que quedará presente.

No estaban bien, nadie lo estaba, pero estaban sanando y eso era lo que importaba. Ambos, el niño que vivió y el niño que no pudo elegir.