Lo que nos queda por vivir – capítulo uno.
Emerge de la simulación y lo primero que nota es la luz de los fluorescentes del techo colándose por debajo de los parpados que todavía tiene cerrados. No entiende cuál ha sido el truco que ha usado para salir esta vez, porque el corazón le sigue palpitando a mil por hora y tiene la respiración tan entrecortada como si hubiera estado corriendo; sin embargo, lo único que ha hecho ha sido mirar. No ha intentado protegerla interponiéndose entre su pequeño cuerpo y la bala, no ha atacado a David antes de que pudiera disparar; no ha hecho nada. Tal vez ese sea el secreto para que ese miedo desaparezca de su cabeza: dejar que ocurra, aceptar que va a ocurrir de todas maneras.
Cuando se permite abrir los ojos se topa con los muros de lladrillo deteriorado. Tiene una rodilla pegada al suelo, la otra doblada, sujetando la pierna con el pie y las dos manos rozando el cemento. Se incorpora ayudándose con ellas y camina hasta la salida; allí está Zeke, uno de los pocos amigos que encontró cuando huyó de Abnegación.
"¿Ya es suficiente por hoy?", le pregunta, sus cejas se curvan hacia el centro y su mirada refleja algo parecido a la desaprobación.
"Sí. Ya he tenido bastante", responde Tobias.
"¿Algún cambio?".
"Ninguno. Continúa habiendo el mismo número. Parece que eso nunca va a cambiar".
"¿Entonces puedo seguir llamándote Cuatro?", dice Zeke, su gesto se vuelve menos serio, más abierto, como es él normalmente.
Tobías frunce un poco el ceño al escuchar su antiguo nombre de osado, pero dice: "Vas a seguir haciéndolo de todas formas, ¿verdad?"
"Verdad".
"Pues entonces para qué preguntas".
Bajan el estrecho camino del pozo casi a la carrera. Ambos conocen tan bien el sitio que sería sencillo hacerlo con los ojos cerrados. Zeke nació allí, Tobias lo recorre prácticamente a diario.
"¿Me ha parecido oírte decir que hoy te sentías especialmente valiente, Cuatro?", habla Zeke una vez que los pasos les han conducido hasta la barandilla que separa la sede del Abismo.
"No recuerdo haber dicho eso", comenta Tobias, sin dejar de mirar la forma en que el agua choca contra las rocas. Ese lugar le da fuerza, le transmite fuerza.
"Porque yo te he acompañado hasta aquí, ahora tú tendrías que acompañarme a dar un paseo en tirolina".
"Es sábado", responde Tobias después de suspirar. "¿No deberías de estarlo pasando con Shauna y tu hija en vez de venir aquí con la única intención de molestarme?".
"Han salido de la ciudad para ir a algo así como un parque de atracciones. Shauna estaba emocionada por poder llevar a Lisa a un sitio de esos. Christina les está acompañando", aclara Zeke.
"¿Y por qué no has ido con ellas?", pregunta Tobias arrugando un poco la frente.
"Prefería comprobar cómo iba el lado masoquista de mi amigo Cuatro", responde él. "Sabes que si Johanna se enterase de esto te echaría a patadas del Consejo, por pirado, ¿verdad?".
"Eso es irrelevante", dice Tobias. "Porque no se va a enterar. Ni ella ni nadie".
Zeke suspira profundamente y le echa una mirada de resignación. "Bueno, si te niegas en rotundo a lo de la tirolina, ¿qué se te ocurre que hagamos?"
Tobias se rasca la barbilla con una mano mientras baraja las posibilidades. Le había dicho a su madre que pasaría a hacerle una visita esa tarde, pero ahora no le apetece demasiado. De todas maneras, ve a Evelyn casi a diario en la sede del Consejo de la Ciudad. Después de pasar más de dos años fuera, no necesitó demasiado tiempo para unirse a él. Aunque ésta vez no se acercó al poder con ansias de venganza o resquicios de odio hacia el sistema de facciones. Lo hizo para ayudar, lo hizo porque de verdad le importaba la vida de las personas. Tanto ella como Marcus son líderes por naturaleza, hay gente que piensa que él también lo es, pero Tobias no termina de creerlo, o tal vez no lo quiere creer.
Todavía recela bastante de la genética que le ha tocado heredar, de los genes dañados de sus padres. Ya que Marcus podía ser divergente, pero resulta imposible no seguir poniendo en duda su estabilidad mental, después de que convirtiera en un infierno sus dieciséis primeros años de vida. Han pasado diez años, y podrían pasar mil, nunca van a ser suficientes para olvidar el escozor de la piel tras haber recibido la disciplina del cinturón de su padre.
"¿Unas cervezas?", termina por proponer después de echarle un vistazo al reloj de pulsera que lleva en la muñeca izquierda.
Zeke está de acuerdo, así que salen del Pozo, abandonan el sector de Osadía y se dirigen al de Verdad, que es donde se encuentran la mayoría de locales que sirven alcohol en la nueva Chicago. A los que reorganizaron la ciudad les pareció oportuno que la zona de bares estuviera allí. Debió de ser porque el alcohol te desinhibe, te suelta la lengua y te obliga a ser sincero, lo cual no está del todo mal pensado. Es más o menos como su suero, sólo que te hace sentir un poco mejor.
Son cerca de las ocho, pero es invierno, por lo que el sitio ya está medio lleno. En el exterior es un edificio de cristal, metal y cemento que se integra sin problemas con el resto de la ciudad, pero por dentro la luz morada y fluorescente te transporta a otra parte, a otro tiempo, a los estrechos caminos de piedra de Osadía iluminados por una luz igual de fría y salpicados por el agua. Tal vez por eso le gusta ese lugar. Le hace sentir como en casa, si es que alguna vez sintió que tenía una.
Zeke pide un par de birras a la camarera, una osada más joven que él y con el pelo teñido de azul brillante, cortado de manera desigual: por un lado a la altura de la clavícula, por el otro a la altura del cuello. Es una chica atractiva: el color de su cabellera combina con el de sus ojos, tiene la cara delgada y la nariz pequeña y pecosa, pero los labios rojos porque nunca deja de mordérselos. Se ha fijado en ella varias veces, es casi imposible no hacerlo; la muchacha es bonita de verdad. No de una forma despampanante, pero tiene ese tipo de belleza sutil que a él le atrae.
Intercambian algunas miradas mientras ella le quita la chapa a los botellines con un abridor que tenía guardado en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Ella le sonríe, haciendo que se mueva el aro que perfora la parte izquierda de su labio inferior, y Tobias piensa que un día de estos hablará con ella, y le preguntará el nombre. De momento se conforma con esa sonrisa fugaz desde el otro lado de la barra. Tampoco es que necesite otra cosa.
Él y Zeke le dan la espalda a la camarera y se recuestan contra la chapa de metal del mostrador, cada uno con una cerveza en la mano.
"¿Cómo van los asuntos de seguridad?", pregunta Tobias, más que nada por hablar de algo. "¿Seguimos todos a salvo o tengo que empezar a preocuparme?".
"Todos a salvo", responde Zeke. "Esta ciudad se ha convertido en un sitio bastante aburrido desde que los de Erudición dejaron de intentar controlarla".
"Yo no diría que es aburrida", objeta Tobias. "Yo diría que es tranquila y libre y normal, y que ahora se está mejor aquí".
"Lo que he dicho: aburrida", contesta Zeke, pero sonríe. Los dos saben que está bromeando.
Se quedan en silencio durante un buen rato, observando a un grupo de chicos que juegan al billar. También son más jóvenes, no tendrán más de 18 o 20 años, a lo sumo, y la verdad es que parecen de fuera. Mucha gente se mudo a la ciudad después de los cambios en la Oficina, sobre todo personas que habían salido de otros experimentos y que vieron en Chicago el lugar ideal para deshacerse de todo ese tema del daño genético. Allí podían creer que todo el mundo era igual, podían intentar olvidar el pasado y el tiempo en el que se les consideraba personas de naturaleza inferior. Podían comenzar de nuevo.
Al mirarles, Tobias se alegra de que eso sea así. Se siente satisfecho con el trabajo que hacen desde el Consejo y feliz de que la gente haya sido capaz de seguir hacia delante después de todo lo que pasó. Le gustaría decir que él también ha continuado avanzando, que se ha adaptado a los cambios y tiene una nueva vida que le encanta vivir; pero no es así. A veces, los recuerdos todavía lo atormentan. A veces sigue sintiendo el mismo tipo de vértigo e impotencia que sentía antes, que sintió después de su muerte. Y la única forma que se le ocurre para combatirlo es atravesando una y otra vez su paisaje del miedo, para verla a ella, para asegurarse de que nunca la va a olvidar.
Una mano sobre su hombro lo aparta de sus pensamientos. Tiene suerte de que casi siempre haya alguien para hacerlo, reconoce que a veces no son demasiado saludables. Es Cara, no tenía ni idea de que iba a pasarse por allí, ella no suele frecuentar ese tipo de locales. Caleb está justo detrás de ella, como casi siempre. Tobias a veces piensa que son dos almas gemelas inseparables, y otras que él es algo así como su perrito faldero. Pero si a Cara no le molesta, él no es quién para dar su opinión al respecto, aunque ahora considere a Cara una buena amiga.
"¿Cómo lo llevas, Cuatro?", le pregunta cuando él gira la cabeza para mirarla. Lleva una camisa azul abotonada hasta el cuello, y el pelo suelto, aunque metido por detrás de las orejas. Ella es otra de las que no ha conseguido deshacerse por completo de su pasado, ni siquiera con los años. Casi siempre se viste con alguna prenda del color de Erudición, el azul; siempre va bien peinada y le gusta usar sus gafas. Tobias nunca se ha atrevido a preguntarle si de verdad es necesario que las lleve, y hoy no va a ser el día en que lo haga, porque las debe de haber olvidado en su laboratorio antes de salir de allí. En cualquier caso, prefiere mirarla a los ojos sin cristales de por medio.
"No puedo quejarme", le miente un poco, después da un trago de su botellín y nota el sabor amargo de la cerveza deslizándose a través de la garganta. Cara le sonríe, pero arruga las cejas.
"Eso es porque tú no eres de los que se quejan Tobias", dice dando media vuelta y apoyando ambos brazos sobre la barra, esperando a que la bonita camarera pase frente a ella para poder pedir.
Caleb se coloca al lado de Cara sin haberse molestado en saludarle. Suele ser así entre ellos dos, se lanzan miradas de reconocimiento mutuo pero no intercambian muchas palabras. Tobías prefiere ahorrarse tener que escuchar su voz, o ver sus gestos, tan parecidos a los de su hermana que duelen.
"¿Os apuntáis a un billar?", pregunta Zeke, que al parecer ha encontrado a más gente conocida en el recinto. O tal vez ni siquiera sean conocidas, pero Zeke es bueno haciéndose amigo de todo el mundo. Es gracioso, igual que lo era Uriah, y a las chicas les encanta eso de él. Tobias piensa en Shauna, y en su pequeña, aunque no cree que Zeke pueda hacer nada que llegue a alejarle de ellas. Eso es algo así como imposible, porque Zeke es muy leal, y todavía está enamorado hasta la médula de su chica; Tobias entiende lo que es tener ese tipo de sentimiento hacia alguien. Pero Zeke no puede evitar tener ese carácter extrovertido, y ruidoso, ni gustarle a las personas. Es el tipo de amigo que todo el mundo le gustaría tener.
Al final acaban formando tres equipos para echar una partida al billar: Cara juega con Caleb, y son un hueso duro de roer, porque ambos golpean las bolas con precisión matemática y casi nunca fallan. Las dos nuevas amigas de Zeke forman un tándem más bien flojo, aunque tiene que reconocer que son una compañía bastante agradable; mientras Zeke y él hacen gala de la buena puntería que les brindo tener que pasar por la iniciación de Osadía. Él es mejor que su amigo, siempre lo fue, y aunque tampoco le gusta restregárselo a veces tiene que contenerse para no corregirle.
La naturaleza competitiva de Tobias hace que esté completamente concentrado en el paño verde de la mesa de billar cuando Cara le da un codazo para llamar su atención.
"Mira quien ha venido: tu jefa", le dice.
"Joder, Cara", contesta mosqueado. "He fallado el golpe por tu culpa".
Levanta la cabeza para comprobar que efectivamente Johanna está allí. Ella capta su mirada y él hace un gesto a modo de saludo. Le sorprende ver que está acompañada por dos completos desconocidos. Uno es un hombre alto, al menos tan alto como él. Tiene el pelo canoso y es curiosa la forma en que sus mechones blancos se convierten en azules con la luz del lugar, aunque su rictus y su mirada severa absorben cualquier atisbo de simpatía que pudiera encontrarle al tipo. Tendrá más o menos la edad de su padre, piensa, y odia como todavía lo recuerda todo de él. Viste un traje negro bien planchado, camisa blanca y corbata gris muy ajustada al cuello de la camisa.
Su otra acompañante es una mujer joven, Tobias calcula que más o menos de su misma edad, unos 26, año arriba año abajo. Tiene el pelo largo y liso, de un color indescifrable, y también va vestida completamente de negro, aunque de manera más informal a como lo hace el hombre. Lleva medias negras, falda vaquera también negra, un jersey de cuello vuelto del mismo color y unas botas militares en tono granate, con los cordones sin terminar de atar. Puede que sea familia de Johanna o alguien de Cordialidad que se le pasó por alto las veces que estuvo allí, aunque ella parece recién salida de Osadía, con los ojos duros y fríos, y enmarcados en negro.
"Te toca otra vez", le dice Cara, que se las ha apañado para colar la mayoría de sus bolas por los agujeros durante su turno. Tobias resopla intentando maquinar la forma de terminar ganando la partida. Odia perder, pero sobre todo odia perder contra ella. Porque si lo hace se pondrá insoportable e intentará darle lecciones de trigonometría aplicada al billar durante el resto de la noche.
Lamentablemente la estrategia no le funciona, pero por suerte Cara se quiere marchar antes de que le dé tiempo a empezar la clase. En realidad no se alegra de que ella se marche, le gusta pasar tiempo con ella, es distinta a la mayoría de las chicas que conoce: más madura, más centrada, mucho más ácida en líneas generales. Quien no le da ninguna pena que se marche es Caleb, casi no soporta tenerlo cerca. Aunque haya aprendido a no sentir rencor hacia el chico, le hace sentir otras muchas cosas y no tiene ganas de luchar contra ellas. No esa noche.
Zeke y él vuelven a la barra por quinta vez para pedir otra cerveza, la chica del pelo azul le regala una sonrisa más amplia en esta ocasión y se roza el piercing del labio con la lengua. Definitivamente, va a tener que preguntarle el nombre en un futuro cercano. Ahora el local está atestado de gente: bailando, bebiendo, sobre todo bebiendo. Zeke, que ha cambiado la cerveza por una copa en la última ronda, mantiene una animada charla con las dos chicas que conoció al principio de la noche. Tobias se dedica a observar la forma en que actúa la gente que le rodea y a clasificarles por facciones. Cada vez le cuesta más encajar a cada uno en una sola facción. La ropa multicolor tampoco es que ayude… hasta que su mirada choca con la chica vestida de negro que acompañaba a Johanna, y después con Johanna, que le hace un gesto con la mano para que se acerque.
Tobias sonríe un poco forzado y asiente con la cabeza, luego da media vuelta y resopla. "Zeke", llama a su amigo y coloca una mano sobre su hombro. Él se gira para mirarle. "Tengo que ir al final de la barra. Johanna quiere algo de mí… o no sé. Querrá presentarme a sus colegas".
"Vale, te acompaño", responde él. Tobias piensa que sólo lo hace para quitarse a las dos chavalas de encima.
Se abren camino a través de la muchedumbre, esquivando algunos cuerpos, rozando otros para poder pasar; la música resulta bastante ensordecedora y le retumba un poco en la cabeza. Zeke está en su salsa, porque le encanta el ruido, por el contario él disfruta mucho más del silencio. Aunque no va a negar que todo el alboroto que montaban los osados cuando llegó allí desde Abnegación le resultó liberador y excitante, y contagioso.
Johanna Reyes ha cambiado poco desde que la vio por primera vez, quizá lo más notorio en cuanto a su aspecto sea que ya casi nunca esconde la cicatriz de su cara bajo una cortina de pelo. Ella es la principal responsable de que Tobias llegase al Consejo como asesor y también de que aún continúe allí, impidiendo que abandone el cargo cada vez que a él se le ha pasado por la cabeza hacerlo. De hecho, ella probablemente espera que en algún momento Tobías sea quien recoja el testigo al mando del Consejo, pero él no tiene claro que vaya a hacerlo. La política le atrae, en cierto modo, pero no sabe si será capaz de soportar el peso de una responsabilidad excesiva, y no quiere ascender puestos sólo porque gente que lo aprecia, como Johanna o su madre, esté dispuesta a promocionarle o deseen que lo haga.
"Tobias", dice al verle, "y Zeke", añade después, saludando a ambos con un beso en la mejilla. "Ha sido muy oportuno encontraros, yo estoy muerta, necesito largarme de este sitio, pero a Amy le gustaría ver un poco lo que se cuece en la noche de la ciudad".
Ella y las otras dos personas que la acompañaban al entrar están sentadas en unos taburetes altos al lado de la barra. Johanna y la chica beben un botellín de cerveza, el hombre algún tipo de licor marrón oscuro servido en vaso bajo. Zeke intercambia una mirada con Tobias que éste descifra fácilmente como ¿tú sabes quién coño es Amy?. Tobias le devuelve otra mirada en respuesta: obviamente se trata de la chica que tenemos en frente, que por cierto tiene las piernas más largas que he visto nunca.
Johanna observa su conversación silenciosa y los ojos de los dos chicos clavados en las piernas de Amy con poco disimulo. La muchacha, mientras tanto, no hace otra cosa aparte de ignorar su presencia y hablar con el hombre que tiene al lado mientras arranca la pegatina de su botellín.
"Ya es suficiente", murmura Johanna mirándoles alternativamente a ambos.
En los últimos años los dos han adquirido una especie de extraña confianza con la mujer. Trabajan cerca de ella, y ella ejerce de política de manera implacable, pero a la vez es una mujer cercana y accesible. Tobías sospecha que en algún momento del pasado mantuvo una especie de romance con Marcus, por sus comentarios, y por la forma en que a veces habla de él como si se tratase de alguien a quien conoció en profundidad, de un amigo íntimo. Esa es la parte de Johanna que más tira para atrás a Tobias. Le obliga a hacerse preguntas, como, ¿realmente se puede ser una buena persona y tener aprecio a Marcus al mismo tiempo? O, ¿qué es lo que hubo en realidad entre ellos dos y cuándo? ¿Fue mientras él y su madre todavía estaban en casa o antes de que él naciera?.
Johanna se gira hacia sus acompañantes y pronuncia sus nombres. "Amy, Richard, estos son Zeke Pedrad y Tobias Eaton". Sus acompañantes se incorporan de los taburetes y hacen una leve inflexión de cabeza. "Los dos trabajan conmigo, Zeke en la sección de seguridad. Tobias es mi asesor en el Consejo"
Richard es el primero en adelantarse para estrecharles la mano, después la chica hace lo mismo. Tobias nota como tiene los dedos largos y helados, muy parecidos a los de él. También se da cuenta de que es zurda.
"Ellos son Richard Blackwell y Amy Smith", continúa Johanna. "Trabajan para una agencia del Gobierno, ya sabéis el que está en Whasington". Se detiene un momento para darles una mirada cómplice a Zeke y a él. Tobías sabe que lo hace porque ninguno de los tres conocía la existencia de una ciudad con ese nombre, ni de un gobierno central hace no tantos años. "Han venido para supervisar los progresos en la rehabilitación y repoblación de la ciudad, para comprobar que lo estamos haciendo bien: ya me entendéis, chicos".
Tobias lo entiende perfectamente. Lo que Johanna quiere decir es: andaos con ojo, no hagáis nada poco apropiado en su presencia e intentad venderles que este es el mejor sitio sobre la tierra cuando estén cerca.
"Bueno", Johanna sigue hablando de manera desenfadada, aunque hay un deje de preocupación en su voz. "Les he traído porque quería mostrarles lo animada que es la vida nocturna de Chicago y lo normales que han vuelto a ser nuestros jóvenes. Pero ya no puedo con mi alma, ni Richard tampoco, así que vamos a marcharnos. Sin embargo a Amy le ha gustado este sitio y le apetece quedarse un poco más, ¿os importaría hacerle compañía un ratito?".
"No te preocupes Johanna", dice la tal Amy, "puedo cuidarme muy bien sola, ya soy mayorcita".
"Ni hablar, querida", replica Johanna. "Eres nuestra invitada y debes de ser tratada como tal".
Johanna y Richard se despiden primero de Amy, y luego de Zeke y de él, aunque antes de marcharse, ella tira un poco de la manga de la camiseta de Tobias para decirle algo en voz baja.
"Ten cuidado con ella. Aunque parezca increíble, va a ser la responsable de que nos den o no esa subvención que estábamos esperando". Tobías asiente con la cabeza. "Y asegúrate de que llega de una pieza a su alojamiento. Le he asignado una de las casas vacías que quedan en el sector de Abnegación, acompáñala hasta allí".
Tobias vuelve a asentir, aunque no puede evitar que se le dibuje una mueca en la cara. Odia tener que ser amable por obligación, y odia tener que hacer de niñera con una desconocida. Por suerte, sabe que Zeke se ocupará de la parte de ser agradable y él sólo tendrá que llevar a la chica a casa cuando ella diga que quiere marcharse, aunque hasta eso le da pereza.
Todo sucede tal y como había previsto. Zeke despliega todo su encanto con la chavala, que se ríe con él mientras se toma una cerveza detrás de otra, después de haber llamado por teléfono a Shauna para informarle de que no va a aparecer por casa hasta tarde. Tobias les observa conversar, aunque no se centra mucho en ninguno de los temas de los que hablan. De vez en cuando aporta alguna palabra suelta fingiendo interés en lo que dicen y poco más. No obstante, le llaman poderosamente la atención los tatuajes que el pelo de la chica deja entrever en la parte alta de su espalda. Ella se ha quitado el jersey que llevaba, quedándose con una camiseta de tirantes negra que se le pega a la piel y deja a la vista un amplio escote por delante y por detrás. La larga melena se esparce formando una cortina de mechones anaranjados, pero por debajo de ella se aprecian varios párrafos o frases escritas con tinta negra.
No es que a Tobias vaya a impresionarle cualquier chica que lleve un tatuaje, porque estos eran muy comunes en Osadía. Pero le llama la atención que se trate de palabras, de tantas palabras, en lugar de dibujos. Y siente curiosidad por saber qué es lo que lleva escrito en la piel, ya que la distancia a la que se encuentran y la poca luz no le permite leerlas.
a/n: hola!. Soy bastante nueva en el fandom de Divergente, pero me apetecía mucho escribir sobre Four/Tobias. Esto va para laaargo, y como habréis comprobado, sucede varios años después del final de los libros. ¿Alguien me da su opinión?
