Siempre fuiste mi meta a alcanzar, eras aquella luna a la cual le estuve ladrando todo el tiempo, eras esa luna que siempre quise alcanzar, aún cuando mi ataque alcanzó tan solo la octava parte de tu ser, te escapaste de mis manos, como se escapa el viento de las tuyas.

Siempre estuviste mil pasos delante de mi, pretendiendo ser aquel shinnigami perfecto, aquel que era inmune al dolor, a los sentimientos, aquel que estaba dispuesto a matar a su propia hermana tan solo por cumplir la ley.

A ti, mi capitán, mi noble intachable, al cual no podía mirar a los ojos, el cual siempre estuve bajo su sombra.

Ahora estoy delante de ti, armándome de valor para mirarte a los ojos, tu sigues con tu mirada fría y calculadora, aquella mirada que nadie, ni siquiera tu hermana adoptiva a logrado cambiar... pero ahora soy yo el que está delante de ti... intentando decirte lo que siento...

El cuartel de la división numero 6 estaba totalmente vacía, solo nos encontrábamos nosotros dos en tu oficina

Tiritaba entero, deseaba con toda mi alma decirte lo que sentía… decirte cuanto te odiaba por todo lo que eras, por toda la suerte que tenías, por haber echo de mi un perro que siempre estaba dispuesto a seguirte…. Por provocar este sentimiento repulsivo que me lleva a amarte cada vez más y más.

Rompiste mi concentración con tus frías palabras

si no tienes nada que decir, lárgate! – al escuchar tu voz y tus palabras mi odio se elevó a un más, pero fue mi corazón y me estomago quienes le ganaron. Entre dientes con odio y también con amor te dije

suerte para ti, que sabes lo que tienes que hacer, si alguien te lastima, si alguien entra a tu vida, este simplemente desaparecerá por completo porque esa es tu ley… libre de sentimientos… libre de lagrimas… esa es suerte para ti. – inmediatamente me miraste con total repulsión y desapareciste ante mi con tu sorprendente técnica, para posterior mente aparecer tras de mi y decirme al oído

¿es por eso que viniste? – al sentir que tus labios rozaban mi oreja, sentí como el escalofrío recorría desde la punta de mis cabellos hacia mis pies, inmediatamente me di media vuelta para intentar alejarte de mi, pero tu fuiste más rápido que yo, con tu increíble fuerza lograste golpear mi cabeza, provocando un leve aturdimiento en mi, todavía estaba conciente, pero muy confundido. Tu aprovechaste ese momento para hacer lo que querías. La primera victima de tus manos fueron mis ropas quienes desaparecieron por completo, para dar paso a su siguiente victima, que fue mi débil cuerpo. Comenzaste a besar mi cuello lentamente, rozando tu lengua con mi piel, para así posteriormente bajar hasta donde se encontraba mi bien formado pero débil tórax, comenzaste a besarlo apasionadamente, mis mejillas estaban rojas, levantaste tu mirada para solo ver la expresión de mi cara, al verla, sonreíste maliciosamente continuando, continuaste bajando logrando que mi alma se exaltara una vez más, nuevamente había vuelto a perder contra ti, y tu lo sabías, sabías de mi perdida, por lo cual desechando tus ropas, soltando tu kenseeikan, hiciste de mi, lo que quisiste una vez mas… era una derrota completa… me entregué de nuevo ante ti, y tu lo disfrutabas… después de todo, seguías siendo mi capitán. Después de terminar con mi guerra, llevándote la victoria en tu cuerpo, te acercaste a mi oído diciéndome

Yo soy la ley…. – después de eso, acomodaste tu larga y blanca bufanda en tu cuello, recogiste tu kenseeikan con tu cara llena de victoria saliendo por la puerta principal, mientras yo con mi derrota te continuaba observando, deseando alguna vez alcanzarte… como lo había echo desde que te conocí…