Gemelos… hermanos… amigos… tres palabras que dolían en su corazón de adolescente… porque eso era, un muchacho sin experiencia que se había enamorado de la persona menos indicada, pero no le avergonzaba a él admitirlo pero tal vez a su hermana no le agradaría.
Pero, ¿cuánto tiempo aguantaría Kagamine Len con eso? Ni él mismo lo sabía.
Capítulo I
Averiguar
- Len – escuchó la voz de su hermana en medio de la noche - ¿sigues despierto? – preguntó desde la parte de arriba de la litera.
- Si, ¿qué pasa, Rin? – le contestó sin moverse de la posición en que se encontraba, con los brazos detrás de la cabeza. La chica se asomó para ver a su hermano.
- Esta es la última noche juntos, ¿verdad? - preguntó con una cierta tristeza. Su hermano se incorporó, dejando que todo su cabello cayera por sus hombros, poniéndose frente a la rubia, y se miraron por un momento, eran el reflejo del otro. En ese momento Len besó con dulzura la frente de su hermana.
- Recuerda que siempre puedes acudir a mi - le dijo con suavidad. La chica se bajó de su cama y se sentó al lado de su hermano y recostó su cabeza en el hombro del muchacho.
Así se quedaron un par de minutos, en silencio, uno junto al otro, cuando Len comenzó a tararear una canción de cuna que ella conocía a la perfección. Siempre la cantaba cuando no podía dormir. Poco a poco comenzó a conciliar el sueño y el muchacho se percató de ello. La miró con dulzura. –Me pregunto cuándo…- se arrepintió de su pensamiento mientras acomodaba a su hermana en su cama y la arropaba. –Descansa hermanita – susurró, besó de nuevo su frente y se recostó en la cama de ella.
Suspiró Len y miró al techo –Quisiera que todo fuera diferente… - pensó, y unos minutos mas tarde el sueño lo venció.
Cuando la luz de la mañana entró por la ventana su primera víctima del sol fue Len, que se cubrió la cara con las sábanas de su hermana. Un poco después, los rayos dieron con el rostro de Rin, despertándola de su profundo sueño. Bostezó y se sentó en la cama – Ah – pronunció levemente al percatarse de que se encontraba en el lecho de su hermano. Solo sonrió por un momento y se levantó, dispuesta a despertar al muchacho. – Len – lo llamó con suavidad. No hubo respuesta. – Len – le habló con más fuerza, pero el chico seguía sin responder - ¡Len! – gritó. Él solo se volteó. La chica se molestó, subió a la cama y destapó a su hermano - ¡Arriba, flojo! – gritó aún más fuerte.
- Ya voy, ya voy – contestó al fin de mala gana. Una vez que vio que su hermano se encontraba consiente, se bajó. – Buenos días – saludó Len con calma, mientras se tallaba los ojos.
- Buenos días, Len – le contestó ella, mientras buscaba su uniforme de la escuela.
- Que rápido es viernes – comentó el chico mientras se bajaba y cogía una toalla dispuesto a tomar un baño.
- Si, esta semana pasó especialmente rápido – comentó con cierta tristeza ella.
- ¿Te arrepientes de tu decisión? – le preguntó. Rin solo bajó la cabeza. - ¿por qué no se lo haz dicho a nuestros padres? – insistió.
- Porque se me hace muy desagradecido de mí parte, además de muy caprichoso. Primero ruego por una habitación propia y ahora ya no quiero nada después de todo lo que han hecho – contestó. Su hermano le sonrió con calma.
- Hermanita, nunca dudes en buscarme cuando te sientas mal – le aseguró, mientras tomaba su mano y la apretaba con fuerza y cariño. Rin sonrió de regreso.
El chico se dirigió al baño, mientras que ella se dedicó a ponerse el uniforme y arreglarse. En los últimos meses se arreglaba especialmente por una razón que Len aún desconocía. Cuando él salió del baño, aún no terminaba de vestirse, por lo que llevaba solo la toalla atada en la cintura, mostrando su delgado cuerpo. – Oye Len – le habló su hermana mientras él buscaba su uniforme. Él solo emitió un sonido dándole a entender que la escuchaba – no crees que deberías hacer un poco de ejercicio – le comentó. Él solo la volteó a ver extrañado – no es por nada, pero estás muy flacucho – insistió de buena gana.
- ¿Tú crees? – ella asintió. Se miró a si mismo en el espejo que había en la puerta. – Creo que tienes razón, lo tomaré en cuenta – concluyó. – Y tú, ¿por qué te sigues poniendo tanta cosa en la cara? – le preguntó. Si le habla ella de su apariencia física, tenía derecho a hacer lo mismo.
- ¿Yo? Porque una señorita siempre debe verse presentable – contestó.
- Yo creo que te vez bien sin tanta cosa – comentó Len.
- Ay Len, ¿qué puedes saber tú? Eres mi hermano, y es normal que tú digas que me veo bien, porque te dices a ti mismo que luces bien – él la miró con extrañeza y después suspiró.
- Si supieras Rin, si supieras tantas cosas – pensó para si mismo.
Salieron a buena hora de su casa, aunque Len no había tenido tiempo de arreglarse bien el cabello, por lo que mientras caminaban trataba de acomodar un poco su pequeña y alta coleta. En un momento detuvo su andar para atar bien su cabello y su hermana se siguió de largo; al verla por detrás se dio cuenta de algo – ¿Está…? – corrió un poco para alcanzarla. – Oye, ¿estás dejando crecer tu cabello? – preguntó curioso.
- ¿Lo notaste? – contestó con una pregunta incrédula, él asintió. – Quiero ver que tal me veo con el cabello más largo – contestó al fin la pregunta con un leve sonrojo en su cara. No entendía que pasaba con ella, cada día desde hacía meses era más… ¿rara? Primero por un tiempo dejó de usar su listón y recogía su cabello en dos pequeñas coletas, después comenzó a usar un ligero maquillaje, seguido por su extraña petición de ser separada de habitación con su hermano (según por querer privacidad), además de pedir su propia línea telefónica y ahora el cabello largo
– Muy bien Rin, algo me ocultas y es demasiado obvio – pensó Len.
Llegaron al colegio, donde se dirigieron al edificio de la secundaria, puesto que ya estaban en su último año de esa sección. – Len, voy al baño, te veo en el salón – le dijo, a lo que él asintió.
- Entonces, me dará tiempo de ir a la biblioteca a dejar el libro – meditó, mientras cambiaba su rumbo. No tardó mucho en llegar a la biblioteca del colegio, donde le entregó el libro a la mujer que atendía.
- Joven Kagamine, como siempre puntual – le dijo la señora con calma – me intriga siempre lo que sacas: novelas – insistió.
- A veces necesito despejar la mente de algunas cosas, y creo que esta es la mejor manera – contestó, para después irse.
Al regresar al salón, se dio cuenta de que su hermana aún no regresaba del baño. Dejó su mochila en su pupitre que estaba casi hasta atrás del salón, delante de él se sentaba Rin. – Hey, Len – lo llamaron en la puerta. La chica de pelo exageradamente largo color verde con mezcla de azul estaba ahí, Hatsune Miku. Él se dirigió donde ella. -¿Y tu hermana? – le preguntó.
- Ni idea, dijo que iba al baño pero ya se tardó demasiado – contestó
- Esa Rin, siempre se me pierde cuando más necesito hablar con ella
- ¿Buscan a Kagamine Rin? – escucharon a una chica detrás de Miku
- Kasane – dijo Len al reconocerla, una joven de la misma altura que Miku, con el cabello de un extraño rosado y recogido en dos coletas rizadas y no muy largas.
- Le acabo de ver en el otro edificio, en el de usos múltiples, con su novio – comentó, para después irse a su propio salón.
- No… ¿novio? – se quedó pasmado Len.
- ¿Rin no te lo había dicho? – Le preguntó la chica de cabello largo – se me hace tan raro que no te lo halla comentado, al fin de cuentas ella confía mucho en ti. - Él no dijo nada más. El timbre sonó y Miku estuvo a punto de irse, cuando él la tomó del brazo.
- ¿Quién es? – le preguntó.
- ¿De qué me hablas, Len?
- ¿Quién es el novio de Rin? – volvió a preguntar con molestia. Ella bajó la mirada, y en un susurro contestó:
- Kaito – fue lo único que le dijo, antes de irse. Que Rin tuviese novio le había molestado, pero, ¿ÉL? ¿KAITO? – ¡Le lleva a Rin casi cinco años! – eso era el colmo para él. En cuanto la vio entrar, evitó hacer contacto con ella, no era el lugar para explotar su rabia.
Cuando se sentó su hermana frente a él, le volteó a ver y le sonrió – perdona, me tardé mucho, ¿no? – comentó inocente. Len desvió la mirada con molestia. Ella no comprendió a que se debía su molestia.
Así pasó todo el día, el rubio no le dirigió la palabra en cada momento que Rin creía tener la oportunidad de hablar con él. Una vez que salieron para regresar a casa ya no siguió insistiendo, pero el crudo silencio para ambos era insoportable.
Ella llevaba la cabeza baja, mientras pensaba en lo que podría haber molestado a su hermano. Cuando llegaron a su casa, sus padres ya estaban esperando por ellos para comer, no sin antes darles la noticia de que sus habitaciones al fin estaban listas. – Vallan a cambiarse, que la ropa ya está en la habitación de cada uno – les indicó su padre, un hombre ya canoso con ojos claros.
-No tarden mucho o se les va a enfriar la comida – aseguró su madre, una mujer de ojos oscuros y cabello rubio.
La habitación que alguna vez habían compartido se había convertido en el nuevo cuarto de Len. Entró con molestia y azotó la puerta, para después aventar su mochila con fuerza. –Se hace llamar mi amigo y no me dijo que estaba saliendo con MI hermana, maldito – pensó furioso, golpeando una pared de la habitación.
Se volteó a la puerta y la cerró con llave, puesto que no quería que lo molestaran. La ira estaba comenzando a invadirlo por completo, hasta que escuchó su móvil sonar. Se serenó todo lo que pudo, hasta que vio el nombre que se marcaba en la pantalla, junto con la fotografía de la última persona de la que quería saber. Miró con odio el aparato, dispuesto a aventarlo, pero no pudo hacerlo; solo lo contestó. –"Hola Len"- escuchó.
-¿Qué hay, Kaito?- contestó aguantando las ganas de reclamarle y gritarle las blasfemias que tenía en su mente en ese momento.
-"Oye, te llamaba para confirmar la salida de hoy. Gakupo ya me llamó y dijo que si, solo me faltas tú".- se lo pensó por un momento, por un lado, estaría lejos de su hermana y por otro estaba quien había provocado su furia.
-Mejor no… soy capaz de decirle algo inapropiado frente a Gak.- suspiró – perdona Kaito – le dijo – pero no puedo ir, se me presentó algo y pues ya no pedí permiso.
-"Oh bueno, será para la otra"
-Si, pero me saludas a Gak.
-"Claro amigo"- el muchacho rubio apretó el aparato al escuchar eso. –"Para la otra no nos quedes mal he. Y más porque después es la salida con las chicas…" – Len lo interrumpió, sabiendo que iba para largo lo que había comenzado a hablar.
-Kaito, debo colgar. Me llaman a comer. Luego hablamos- concluyó, para colgar sin dejar si quiera que se despidiera. –Amigo… claro, como no- comentó con sarcasmo.
Se cambió con las primeras prendas que encontró y salió de su habitación con la expresión de molestia con la que había llegado. Al salir al pasillo se encontró con su hermana; se miraron a los ojos por unos segundos. Ella, con su expresión de tristeza; él, con la mirada molesta. Cuando terminaron con su contacto visual, Len se adelantó, mientras que Rin solo contempló cómo se iba. -¿Qué habré hecho para que se molestara así?- pensó. –Solo que…- se quedó helada por un momento –sabrá lo de Kaito y yo…- se apoyó en la pared. –No es posible, siempre he sido muy cuidadosa, y Miku nunca menciona nada porque cree que Len lo sabe, pero no le gusta hablar de eso – continuó viendo a su hermano caminar por el pasillo, y comenzó a seguirlo. –Tal vez fue lo que le dije en la mañana. ¡Sí! ¡Eso ha de ser!- se intentó convencer a sí misma.
En cuanto llegaron al comedor, iniciaron a ingerir sus alimentos. La plática que llevaban sus padres era de negocios, por lo que los muchachos estaban en completo silencio, hasta que la mujer se dispuso a cambiar de tema. –Y dime Rin, ¿qué tal la escuela?- le preguntó.
-Todo muy bien mamá- contestó con una sonrisa.
-¿Y tú Len?- le preguntó ahora al rubio. Él solo se encogió de hombros, sin mirar a nadie.
-Por cierto Rin- su padre se aventuró a preguntar –dime, ¿no habrá por ahí un muchacho?
-Me imagino que si debe de haberlo, digo, una niña tan linda como tú debe tener algunos admiradores, ¿no?- habló ahora su madre. Len comenzó a beber su vaso de agua fingiendo no tener interés en la conversación.
-Pues, yo… - la rubia miró a su hermano de reojo. – ¿Cómo creen? Si hubiera alguien, ya lo habría comentado – Len azotó su vaso sobre la mesa y se levantó sin pensárselo.
-Con su permiso, pero ya no tengo más hambre- dijo molesto y se fue casi corriendo.
-Y ahora, ¿qué le picó a este muchacho?- lanzó la pregunta al aire su madre.
-Querida, es la edad. Ya sabes, las hormonas y eso. A los 14 años es algo normal- le respondió su padre. – ¿Verdad, Rin? – ella solo asintió.
-Creo… que si lo sabe…- pensó, viendo el pasillo por el que su hermano había desaparecido.
