Esta es una historia homónima de la escritora Kristi Gold al igual que no me pertenecen los personajes de inuyasha si no a Rumiko Sensei
Capitulo 1
Aquella mujer tenía cara de ángel y cuerpo de locura.
Por desgracia para el doctor Inuyasha Taisho, Kagome Higurashi lo tenía en muy baja estima por el pequeño incidente ocurrido unos meses atrás en la boda de su hermana.
Inuyasha seguía sin comprender por qué se había ofendido tanto por llamarla princesa. Al fin y al cabo, era lo que parecía con aquel vestido de dama de honor. Teniendo en cuenta que lo había llamado sapo con esmoquin, el ofendido debería ser el. Claro que su ex pareja le habría llamado algo peor.
Aquel día, Kagome Higurashi, en su papel de gurú de relaciones públicas del San Antonio Memorial seguía siendo una mezcla de pecado y santidad. No le había puesto buena cara cuando Inuyasha había llegado un poco tarde a la reunión. Bueno, había llegado bastante tarde, si. Teniendo en cuenta que Kagome era la única que quedaba en la sala de juntas, estaba claro que se había perdido la reunión entera.
Kagome apenas se digno a dedicarle una mirada cargada de desaprobación cuando él se apoyo en la mesa y la observo. Siguió guardando sus cosas sin ni siquiera decirle un ¨lárgate de aquí, Inuyasha¨.
Como un niño, espero a que reparara de su presencia. No sucedió.
-¿Qué me he perdido?- tuvo que preguntar al final.
-La reunión entera. Hemos terminado hace cinco minutos.
Inuyasha se encogió de hombros –Perdón por llegar tarde. Tenía quirófano a las nueve y he tardado más de lo previsto.
Kagome guardo el ordenador portátil –Es la segunda reunión seguida que se pierde. Tal vez debería pensar mejor estar en el comité si eso perturba su horario.
Inuyasha sonrió –Podríamos tener las reuniones en el quirófano. Podría hacer sus presentaciones mientras yo hago un implante de cadera.
Le pareció que sus labios se curvaban en una débil sonrisa, pero no lo suficiente para que se le marcaran aquellos encantadores hoyitos.
-Interesante sugerencia, pero los demás médicos se las arreglan para venir a la reunión mensual sin tener que recurrir a medidas tan drásticas.
-Supongo que no soy como los demás, señorita Higurashi. Prefiero anteponer las necesidades de mis pacientes. Soy así de rarito cuando se trata de mi trabajo- contesto él encantado de ponerla en su sitio.
A juzgar por cómo se estaba cruzando de brazos y mirándolo con aquellos ojos color chocolate, no había sido una buena idea.
-Una cualidad admirable, pero necesito que los médicos me ayuden para que esta campaña publicitaria salga bien.
Había llegado el momento de ser diplomático.
-¿Qué tal va, por cierto?
-Muy bien, gracias. Hoy hemos hablado de los nuevos equipos pediátricos y de cómo los vamos a utilizar en los anuncios.
Inuyasha no podía dejar de mirar la blusa roja sin mangas que le marcaban los pechos. La falda de color negro le cubría hasta las pantorrillas, pero dejaban adivinar las maravillosas piernas que había debajo. El cabello color azabache, largo hasta arriba de la cadera con unos rizos en las puntas, brillaba como la superficie de la mesa y el se moría por tocarlo.
-¿Qué va a salir en los anuncios? ¿La nueva UCI?
-Vamos a utilizar la nueva sala de familia
-¿Si? ¿Está segura?
Kagome lo miro molesta. –Muy segura -contesto-. Queremos que los padres sepan que tienen una habitación donde descansar cuando sus hijos están enfermos. Además, según lo que nos ha dicho el doctor Wolf en la reunión, todo el mundo da por hecho que hay equipos de alta tecnología.
Inuyasha supuso que Kouga Wolf estaba intentando ganas puntos con Kagome. Aquello lo enfureció. Aquel tipo era un perfecto capullo con las mujeres. Alguien debería recordarle a menudo que estaba casado.
-Sin ánimo de ofender, Kouga Wolf es cirujano plástico –dijo Inuyasha pensando que, encima, era mediocre-. Su fuerte son los estiramientos, no las campañas publicitarias.
-En realidad, la idea fue mía.
Vaya, que metedura de pata. –¿De verdad?
Kagome frunció el ceño.
-Sí y la verdad es que el doctor Wolf se ha mostrado de los mas cooperador. Además, siempre llega pronto a las reuniones.
Inuyasha intento ignorar la referencia a su tardanza, pero le molesto que defendiera al libertino del hospital.
-Dicen que llega pronto a todo.
Kagome tosió y se puso como un tomate.
-Es el presidente del comité y ha estado de acuerdo en que nos centremos en la sala de familia.
Inuyasha se apostaba el cuello a que Kouga estaba centrado en ella.
No podía controlar los celos y tampoco pudo controlar las ganas de darle donde más le dolía, como había hecho ella en la boda y como estaba haciendo en aquellos momentos.
-Si queremos que nos tomen en serio, debemos ofrecer medicina de calidad. Claro que no se si mi opinión contara porque está visto que yo llego mucho mas tarde que Wolf a ciertas cosas.
Kagome se quito las gafas y lo miro con calma aunque todavía sonrojada.
-Por supuesto que su opinión cuenta, doctor. Le prometo que el nuevo equipo se mencionara en el anuncio. ¿Le gusta así?
Lo único que le gustaría seria besarla.
-Sí, me gusta, señorita Higurashi.
Por fin, sonrió abiertamente e Inuyasha vio aquellos hoyitos maravillosos.
-Me alegro mucho, doctor Taisho. ¿Algo más?
Si, la verdad es que unas cuantas y ninguna decente. –No, nada más –sonrió-. Eso es todo, para empezar.
De todos los médicos engreídos e inaguantables, Inuyasha Taisho estaba el primero en la lista y eso que la lista era larga.
Aquel hombre la sacaba de quicio. Todo había comenzado cuando los habían presentado oficialmente en la boda de Sango y Miroku. Por respeto a su hermana y a su cuñado, lo había tolerado. Por respeto a su trabajo, lo había tolerado ese día. No era que fuera feo, la verdad.
Sin embargo, ella no se doblegaba ante un hombre si no era estrictamente necesario. Seguramente, muchas mujeres estarían dispuestas a hacer cualquier cosa por él. Le debía de bastar con mirarlas a los ojos con su mirada dorada. Inmediatamente se verían transformadas en sumisas ovejitas buscando un pastor.
Pero ella no era así. Ya había conocido a suficientes embaucadores de buenas palabras que solo tenían en mente llevársela a la cama prometiéndole matrimonio y asegurándole que eran médicos cuando era todo mentira. Inuyasha no tenía nada que ver con aquello, pero daba igual. No quería saber nada de su fama con las mujeres ni le importaba que fuera mejor amigo del marido de Sango, que le había dicho que tenía que conocerlo mejor. A pesar de los esfuerzos en emparejarlos de su hermana y su cuñado y de que Inuyasha era todo carisma, no pensaba en caer en aquello.
Kagome se dirigió a los ascensores pensando en la reunión, que había ido muy bien.
-Señorita Higurashi, espere.
Dios, ¿la estaba siguiendo? -¿Alguna otra cosa, doctor Taisho?
-No –contesto él con una sonrisa arrebatadora.
Kagome se sintió medio desnuda y se apretó el ordenador contra el pecho. -¿Entonces?
-Solo quería que me concediera un minuto.
Se pararon delante de los ascensores y tuvo que mirarlo.
-Aquí llega el ascensor, Kagome –dijo, Kouga Wolf desde dentro.
-No, ya voy en el próximo.
-¿Segura? –sonrió Kouga.
-Sí, si –contesto ella mirando a Inuyasha con impaciencia-. ¿Qué puedo hacer por usted?
-Es un encanto ¿verdad?
-Con ese acento, doctor Taisho, no sé cómo no se llama Billy Bob.
-Supongo que se me notan las raíces.
-¿Las raíces?
-Naci y me crie en Texas.
-Ah, esas raíces –dijo ella mirándole los pies. Zapatillas de deporte. Lo volvió a mirar a los ojos.
-Sí, claro, esas raíces, no las del pelo, como a Kouga, que se las tiene que teñir ya.
Kagome intento no sonreir. –No le cae bien, ¿eh?
-¿Se nota?
-Solo un poco –contesto apoyándose en la pared que había entre los dos ascensores-. Tengo prisa, asi que si me dice lo que quiere…
Inuyasha la miro a los ojos. Kagome intento mirar hacia otra parte, pero no pudo.
-Me quería disculpar por cuestionar su criterio y por mi comportamiento en la boda de Sango y Miroku.
¿Disculparse? Era lo último que Kagome se esperaba.
-Disculpas aceptadas, doctor Taisho ¿eso es todo?
Inuyasha apoyo el hombro derecho en la pared. Qué bien olía.
-Llameme Inuyasha y no, no es todo. Me pase un poco.
Kagome estaba empezando a perder el control. Sentía el pulso desbocado. Hacia un rato, le había molestado que no llegara a la reunión y ahora le estaba molestando encontrarlo guapo. ¿Pero es que no iba a aprender nunca?
-Hagamos una tregua.
-Me parece bien. Al fin y al cabo, estamos juntos en esto.
¿Por qué aquello le había sonado tan íntimo?
-Sí, supongo que tiene razón.
-¿Quieres que te ayude? –le pregunto Inuyasha señalándole el pecho.
-¿Perdón?
-El ordenador.
Kagome miro el aparato, del que se había olvidado por completo.
-No, ya puedo yo –contesto.
Se separo de la pared, se colgó el ordenador del hombro y oprimió el botón del ascensor. Se giro y se encontró a muy pocos centímetros de él, muy cerca, demasiado cerca. Tan cerca que hubiera podido acariciarle la barbilla, haber dibujado el contorno de sus labios y…
Por suerte, llego el ascensor y Kagome se metió a toda velocidad. El se quedo allí, con las manos en los bolsillos de la bata, un insolente mechón de cabello obscuro cayéndole en la frente y el pecho asomándose por la camisa corte V.
-Que tenga un buen día, señorita Higurashi.
-¿No quiere bajar conmigo? –pregunto ella aguantando las puertas abiertas.
Inuyasha sonrió lenta y encantadoramente –eso suena de maravilla, pero tengo que pasar consulta. Tal vez, en otra ocasión.
Kagome sintió que se ponía como la grana. Antes de que las puertas se cerraran, lo vio decirle adiós con la mano y una gran sonrisa.
De todos los médicos guapos y sensuales, Inuyasha Taisho estaba en el primer lugar de la lista y eso que era una lista muy pequeña.
El sol de agosto pegaba con fuerza en el jardín. El intenso calor indicaba que el verano de Texas estaba lejos de terminar. Kagome sintió que una gota de sudor le resbalaba entre los pechos y corría por debajo del bañador. Se quito un mechón de cabello de la cara y se dio cuenta de que llevaba dos días enteros pensando e incluso soñando con Inuyasha Taisho.
Observo a los invitados de la barbacoa, que charlaban en grupos sobre el inmaculado césped de casa de Sango y Miroku. Inuyasha no estaba, pero le habían dicho que lo habían invitado. Tal vez, estuviera ocupado con alguna enfermera. Aquello la irrito.
Se echo atrás en la hamaca y le dio un trago a la limonada e intento pensar en el trabajo pero se encontró pensando en el de nuevo.
Ojala se lo pudiera sacar de la cabeza. Vio a su cuñado y a su hermana tomados de la mano. Miroku miraba a su mujer como si fuera la reina del universo. Su hermana pequeña solía mirarla a ella así, pero ya no.
Era normal porque Sango tenía su vida con Miroku y ella, entre el trabajo y cuidar de sus padres, no tenía mucho tiempo para ver a su hermana. Eran adultas con vidas de adultas. Ya no eran aquellas niñas prácticamente siamesas. Sango ya no la necesitaba tanto y así debía ser.
Entonces, ¿Por qué se sentía de repente como un héroe caído en desgracia?
Miroku se coloco en la cabecera de la mesa y silbo para reclamar la atención de los presentes.
-Escúchenme, amigos, tenemos una cosa que decirles.
Kagome se puso la toalla en la cintura y se acerco.
-Como todos saben, llevo de baja desde el accidente. Con la ayuda de mi guapa fisioterapeuta, que es hoy mi mujer, voy a volver a operar al fin.
Todo el mundo aplaudió.
-Hay algo mas –continuo Miroku haciéndole un gesto a Sango para que se pusiera a su lado-. ¿Se los dices tú, mi amor?
Sango asintió. No, no podía ser. Si fuera aquello, su hermana se lo había dicho.
-Vamos a tener un hijo –rio Sango.
Kagome sintió un puñal de dolor en el corazón mientras su hermana y su cuñado se besaban encantados. ¿Por qué no se lo había dicho antes que a los demás?
Sabía que debía alegrarse por ellos, que debería ir a darles la enhorabuena, como estaba haciendo su madre, que estaba abrazando a su hija con lágrimas en los ojos, y su padre, que le estaba dando una palmaditas a Miroku en el hombro. Pero no pudo.
El miedo y el dolor la tenían aterrorizada. Dolor por qué Sango no se lo hubiera dicho y miedo por el asma tan fuerte que tenía su hermana y que seguro que no era bueno para el embarazo.
Kagome sintió ganas de llorar, pero se reprimió porque odiaba hacerlo. ¿Por qué estaba siendo tan egoísta?
Tenía que salir de allí cuanto antes. Pasó junto a los demás y se metió en la casa. Menos mal que estaba sola.
Una vez en la cocina, dejo que las lágrimas fluyeran libremente. Así estuvo un rato y, por fin, se puso a recoger la cocina como una posesa. Se le cayó un tenedor y se agacho a recogerlo llorando sin parar. Entonces, vio dos piernas bronceadas y masculinas. Subió la vista y vio un bañador azul. Más allá, dos brazos perfectos y un torso musculoso cubierto por una camiseta blanca. Lo miro a los ojos y supo que estaba en apuros.
Era el.
El menos indicado para verla así.
Se levanto con el tenedor en una mano y vio que el dejaba de sonreír. Deseó que se la tragara la tierra.
Estaba hecha un asco y el la miraba conmovido. ¿Por qué no se había ido hacía una hora? ¿Qué había hecho para merecerse la compasión de Inuyasha Taisho? ¿Cómo diablos le iba a explicar porque estaba así?
-Ha venido –le dijo.
-Sí, he venido –contesto el pasándole una servilleta de papel.
-Le parecerá que estoy loca –dijo Kagome secándose la cara.
No, pero era obvio que le pasaba algo e Inuyasha quería saber que era.
-¿Quiere que hablemos?
-No pasa nada.
-¿Esconde un arma bajo la toalla?
Kagome sonrió –no –contesto
-Menos mal –dijo el sentándose
-¿Se ha enterado?
-No, acabo de llegar.
-Sango está embarazada –contesto Kagome con tristeza.
-Vaya, me alegro –dijo el sin atreverse a decir que Miroku lo había llamado el día anterior para decírselo. Obviamente, con ella no habían tenido ese detalle.
Inuyasha sabía perfectamente que las noticias que uno no espera, lo pueden volver loco. A él le había sucedido cuando Kikyo le había mandado los papeles del divorcio al trabajo.
Si, entendía la angustia de Kagome.
-Increíble, ¿eh? –dijo ella
-Sí, ¿Quiere sentarse? –le dijo ofreciéndole una silla
Sin decir nada, Kagome se dejo caer en ella como un globo desinflado.
Inuyasha se sentó a su lado e intento pensar en algo que decir para consolarla, pero no se le ocurrió nada.
Le concedió unos minutos de silencio y se pregunto si no debería irse. Tal vez, quisiera estar sola. Tal vez, prefiriera que la abrazara, pero en bikini… no, no era una buena idea. Sin embargo, le afectaban más sus lágrimas que su falta de ropa. Odiaba ver llorar a una mujer. Sabía que las mujeres fuertes, como Kagome Higurashi, no solían hacerlo. El, tampoco. La medicina le había enseñado a ser fuerte, como se había encargado de recordarle demasiadas veces Kikyo.
Se abrió la puerta del patio y entro Sonomi Higurashi, la madre de Sango y de Kagome, con Hiromi, la hija de cuatro años de Inuyasha. La niña había adoptado a Sonomi como su abuela después de haber ido a cenar varias veces a su casa. Por desgracia, Kagome nunca había ido a aquellas cenas. Seguramente, aposta después de lo de la boda.
-Aquí esta, Hiromi –sonrió la mujer mirándolo-. Te estaba buscando como loca y Miroku me dijo que creía que estabas adentro.
Los ojos dorados de su hija lo miraron emocionados.
-Mira, papá… voy a nadar con tía Sonomi –le dijo enseñándole unos flotadores amarillos.
-Muy bien, cielo.
Inuyasha se puso de pie y Kagome se giro para saludar a su madre y a Hiromi.
-Que bañador tan bonito llevas, preciosa –le dijo a la niña con sinceridad
-Me lo ha comprado mi papá
-¿De verdad? –Continúo Kagome mirando a Inuyasha-. Pues tu papá tiene muy bien gusto.
Eso era cierto. Por eso, le encantaba el bikini azul que ella llevaba. Solo le veía la parte de abajo, pero eso se solucionaría fácilmente quitándole la toalla de encima.
Decidió dejar de pensar en el bikini de Kagome con su hija delante. Por no mencionar a su madre.
Inuyasha agarro a su hija de la mano.
-Ella es Kagome, cariño
-Encantada de conocerte, Hiromi –dijo Kagome estrechándole la otra mano-. ¿Te la estas pasando bien?
La niña asintió moviendo todos sus rizos color negro. De repente, le toco la cara a Kagome. Inuyasha se sorprendió mucho porque normalmente no se acercaba a los desconocidos. Parecía cautivada por su entendía perfectamente.
-Qué guapa eres –dijo Hiromi con admiración
Kagome sonrió con dulzura y acaricio la mano de la niña. Inuyasha se emociono ante aquel nuevo aspecto de la señorita Higurashi.
-No tanto como tu –contesto Kagome-. Te pareces a tu padre.
-Si –dijo la niña
Sonomi le dio un beso y le dejo marcados los labios en la mejilla.
-Es una muñeca. Inuyasha –dijo mirando a su hija-. Kag, ¿estás bien?
-Sí, mamá –contesto Kagome desviando la mirada.
-Me parece que ha tomado demasiado el sol –intervino Inuyasha-. Le he dicho que se sentara un rato antes de volver a salir.
-Buena idea. Esta muy cansada. Trabaja demasiado –dijo Sonomi sin quitarle el ojo a su hija, como intentando leer el pensamiento-. ¿A que es maravilloso lo de Sango, Kag? No sabía que decir por lo del asma, pero todo va a salir bien –añadió sin demasiada convicción.
-Me quiero ir –dijo Hiromi
-¿No sabes que la paciencia es una virtud, cariño? –le dijo Inuyasha
-Ya me ocupo yo, Inuyasha –dijo Sonomi-. Tengo que ir practicando para cuando llegue mi nieto –sonrió-. Tu quédate con Kagome.
-Sí, señora Higurashi –dijo dándole un beso a su hija-. Pórtate bien
-Adiós, Kag –dijo Hiromi mirando a Kagome
Kagome sonrió. –Hasta luego, Hiromi.
Cuando Sonomi y su hija se fueron, se giro hacia Kagome, que seguía envuelta en su toalla. Hubiera dado las vacaciones por ver lo que había debajo.
-Tiene una hija muy guapa, doctor Taisho
¨Como tú¨, pensó
-Gracias por la mitad que me corresponde. Es una niña muy buena.
Kagome se quedo mirando el suelo. –Gracias por la explicación que le ha dado a mi madre. No me apetecía preocuparla.
-No pasa nada. Parece un poco preocupada por Sango.
-Si –contesto mirándolo
-¿Por el asma?
-Sí, todo va a salir bien. Seguro
Kagome tampoco lo había dicho con convicción. Como medico sabia que el asma podía complicar el embarazo, pero Sango y Miroku se tenían el uno al otro para sobreponerse a los obstáculos.
Inuyasha sintió una conocida pesadumbre en el pecho, pero la ignoro y se concentro en Kagome, que se estaba mordiendo el labio inferior. Un labio voluminoso que no le hubiera importado nada besar.
-Bueno, me voy a ir a casa –anuncio ella
Inuyasha no quería que se fuera.
-Pero si acabo de llegar. Ahora es cuando la fiesta se pone divertida.
-Sí, pero tengo que trabajar.
-¿El domingo por la tarde?
-Sí, tengo que terminar la campaña
-¿Segura?, hago unas margaritas de muerte –sonrió.
-Me tienta, pero no puedo
Inuyasha se moría por borrar la preocupación de su rostro.
-Así que la llaman Kag, ¿eh?
-Si –contesto ella sonrojándose-. Menos mal que en el hospital no lo saben porque me hace sentir como si tuviera la edad de Hiromi.
-No te preocupes, yo te llamo Kagome y tú me llamas Inuyasha –le dijo. Sabía que le habría llamado cosas mucho peores si hubiera sabido lo que estaba pensando. No podía dejar de mirarla. Aquella mujer era fascinante.
-Bueno, Inuyasha, me tengo que ir. Estoy tan cansada que, si me quedara, me tendría que meter en la cama.
El no tendría problema en acompañarla, suspiro.
-Muy bien, pero no trabajes demasiado. La vida es muy corta. Hazme caso, que lo se por experiencia.
Kagome agarro su bolso, que estaba colgado en el respaldo de una silla.
-¿Y eso?
-Me perdí a Hiromi de bebé por culpa del trabajo y ahora solo la veo cada dos fines de semana, así que me la sigo perdiendo.
-Lo siento, Inuyasha –dijo ella sinceramente.
-Sí, pero que se le va a hacer…
-¿No puedes pedir que te la dejen entre semana?
Lo había pedido un millón de veces, incluso estaba dispuesto a trabajar menos horas, pero Kikyo no quería ¨exponer¨ a la niña a sus ligues, como si tuviera muchos. Había salido solo con un par de mujeres aunque en el hospital dijeran que eran muchas más.
-Tal vez, algún día mi ex me conceda más tiempo –contesto
-¿Fue un divorcio difícil?
-Dificilísimo
-Ya verás como todo se arregla
Inuyasha no sabía si Kagome hablaba de ella o de él. Aunque parecía fuerte, tenía sus puntos débiles. Ella no había querido que los viera, pero los había visto de todas formas. Y quería ver más, quería verlo todo.
esperoo y les haya gustado el primer cap. nos leemos en una semana
AomePrincess
9/08/2010
